Desde muy niños damos por supuesto que los padres y el adulto en
general garantizan todo un mundo de certezas, pues representan la fuente
y el criterio de lo que es bueno y malo, verdadero y falso. Así, se
acata sin rechistar que no hay que mentir ni pegar, sino obedecer, comer
y acostarse a sus horas, cepillarse los dientes, cruzar la calle como
es debido o comer algo de fruta y verdura, de tal forma que, si uno
infringe la norma, no es insólito esconderse o mentir.
Los papás se nos antojan guapos, grandes, poderosos, y de ellos
obtenemos alimento y seguridad. Sin embargo, una de las cosas que menos
aprendemos a esa edad (tampoco suele enseñarse) es a cuestionar lo que
nos van diciendo y silenciando, lo que vamos viendo, viviendo y
experimentando. Como botón de muestra, se suele decir que debe
fomentarse la lectura, pero raramente que se puede cuestionar lo leído.
Vamos creciendo, tornándonos pasivos, asumiendo acríticamente lo que
va ocurriendo, hasta quedar guarecidos dentro de una exigua y
confortable concha o repetir por sistema que nada puede hacerse y que
los únicos responsables son los gobernantes y los que están arriba.
En nuestra cabeza habitan entonces enormes y pesadas ideas, que
acaban siendo incuestionables. Los derechos se convierten en algo ajeno a
nosotros mismos, advenidos gratuitamente por alguna suerte de magia, y
no en la conquista de muchas generaciones y en el reconocimiento y
aceptación de esa conquista. No tenemos derecho a la vivienda, al
trabajo, a la sanidad o a la educación porque lo diga la Carta Universal
de la ONU o la Constitución, sino porque millones de personas han
conseguido con su lucha y su esfuerzo que ningún poder pueda negarlos
legítimamente, pues los derechos y las libertades son manifestación
expresa de la libertad de todos y de cada uno, desplegada en una
sociedad concreta.
Ninguna ley es intocable, incluida la Constitución. La clase política
suele hacer trampa, decir una cosa por la mañana y hacer la contraria
al día siguiente. Por ejemplo, pretende tapar la boca con la cantinela
del “porque lo dice la Constitución” y de un plumazo los partidos
mayoritarios cambian un artículo (135) en nombre de la “estabilidad
presupuestaria”, sin contar con ele pueblo al que representan. Nos
quieren convencer del embuste de la igualdad de todos ante la ley, pero
decretan una amnistía fiscal para los más ricos, los más defraudadores y
los más insolidarios.
Hablan de paz y solidaridad, pero Aznar nos implicó en una guerra preventiva bastarda y Zapatero
retiró las tropas españolas de Irak y a la vez triplicó la venta de
armas a no pocos países denunciados por Amnistía Internacional por
conculcar los derechos humanos, incluido Israel. La clase política,
especialmente la más escorada a la derecha, habla y habla sobre la
unidad de España, a la vez que perpetra cada día la más cainita de las
desuniones. Se lamenta de la carencia de cultura del pueblo y pretende
confundir a la gente desde el Gobierno central y algunas comunidades
autónomas reclamando la lidia de toros como bien cultural (BIC). Se
apela desde el Gobierno a la responsabilidad del pueblo, y
simultáneamente los tribunales declaran no responsables del accidente
del YAK-42, con 62 víctimas, a militares implicados, a los integrantes
de la cúpula militar, al ministro Trillo y a su jefe
Aznar. Hablan de cambiar el modelo productivo, pero cierran por completo
el grifo de la investigación. Y la iglesia católica sigue recibiendo
cada año 11.000 millones de nuestro dinero. Mientras, Rajoy predica la necesidad de sacrificios, pero no explica hacia qué tipo de país nos encaminamos (¿él lo sabe?).
Pocos ciudadanos creen ya a estas alturas que las tropas españolas en
Afganistán tienen algo que ver, de hecho, con la defensa de la
población civil y de los derechos humanos. Recorta el Gobierno servicios
básicos en Sanidad y Educación, en lugar de devolver a la tropa a sus
hogares y cuarteles, de donde nunca debieron salir. España no compra ya
petróleo a Irán por el peligro, dicen, de que fabrique las armas
nucleares que sus aliados tienen a decenas de miles. Günter Grass
denuncia en un poema la posible agresión “preventiva” de Israel a Irán,
y es declarado “persona non grata” en Israel, especialista en
descalificar y matar mensajeros. El otro día debatí en una radio con
una especie de clérigo musulmán, presto a explicar que Islam significa
paz (calló que en realidad significa “sumisión total”), pero en igual
medida reacio a hablar de ejecuciones a homosexuales o adúlteras, de los
derechos humanos y la igualdad de la mujer.
Hablan de déficit y de deuda, cuando en realidad están mutando el
modelo de país y de mundo. Entretanto, los lobos nos cuentan las
bondades del vegetarianismo, y callan que, como dice León Felipe, es el miedo del hombre el que crea los cuentos.
Antonio Aramayona – ATTAC CHEG Aragón
La Utopía es necesaria
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