lunes, 28 de abril de 2008

Las explicaciones falsas de la crisis alimentaria en la prensa

Eric De Ruest
cadtm
Traducido por Juan Vivanco
Desde hace días se suceden las manifestaciones populares en varios países del Sur. Los motivos del descontento son semejantes en todos los casos: los precios de los alimentos básicos han experimentado una fuerte y rápida subida, y las poblaciones, ya empobrecidas por la globalización, son incapaces de asumir esta carga añadida. ¡Los pueblos tienen hambre! Las causas del estallido son múltiples, pero globalmente obedecen a dos incentivos económicos. Por un lado, una especulación de repliegue sobre los géneros alimentarios tras la crisis de las hipotecas de riesgo, y por otra la producción de agrocarburantes y el calentamiento climático. Sin embargo, hay periodistas que responsabilizan en sus artículos a las autoridades africanas de las catastróficas políticas alimentarias, como si no supieran que las políticas agrícolas del Sur están sometidas a las directrices del Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y los Acuerdos de Asociación Económica (AAE). Quienes condicionan la opinión pública hacen gala de una ligereza sospechosamente escorada. Por ejemplo, en la prensa escrita belga leemos: «Muchos países del continente [africano] importan alimentos en vez de producirlos porque las autoridades locales dan prioridad a los cultivos de exportación para cobrar divisas que les permitan comprar lo que no producen» [1]. Curiosa síntesis. Tan curiosa como simplista, porque como quien no quiere la cosa exculpa las políticas neoliberales de privatización y planes de ajuste estructural (PAE) impuestas desde hace treinta años por las instituciones financieras internacionales y los gobiernos del Norte al resto del mundo.

Durante la crisis de la deuda de principios de los ochenta, las instituciones de Bretton Woods impusieron a los países del Sur unos PAE [2]. Estos mecanismos, ortodoxamente neoliberales, afectan a todos los sectores sociales. En efecto, para los teóricos neoliberales los beneficios de la mundialización se notarán cuando cada región produzca aquello en lo que más sobresale, dejando a las demás regiones la producción de la mayoría de los artículos que necesita. Viene a ser la teoría de las ventajas comparativas enunciada en 1817. Por ejemplo: un país especialmente apto para el cultivo del cacao debe renunciar a producir los cereales, los aceites vegetales y las legumbres necesarios para la alimentación de sus habitantes, y debe cambiar en el mercado mundial su producción por todo lo que le falta. Se tata, pues, de renunciar a los cultivos seculares y esenciales de géneros alimentarios, y a la soberanía alimentaria de los pueblos, para seguir el juego de los economistas. Un juego peligroso que no ha tardado en mostrar sus limitaciones, como se puede comprobar en sus repetidos fracasos (en Haití, Senegal, Burkina Faso…). Peligroso porque pasa por alto la destrucción de la biodiversidad en beneficio de los monocultivos de exportación, así como el impacto ecológico desastroso del transporte necesario para todas esas mercancías. Además, ¿cabe pensar, sin una política voluntarista de control de precios, que un país productor de cacahuete, cuyo precio en el mercado mundial apenas ha variado durante 20 años, podrá importar los tractores y el petróleo que necesita para mantener su producción en el mercado? Si el barril de Brent marca un máximo detrás de otro y los precios de los productos manufacturados superan con creces los del triste cacahuete, no es difícil imaginar una catástrofe, que se traduce en la ruina y la hambruna del campesinado local y la emigración inevitable de buena parte de esa población a los suburbios pobres.

¿Qué clase de teoría es esta, elaborada por círculos intelectuales pretendidamente serios, que desdeña la biodiversidad, la soberanía alimentaria de los pueblos, las destrucciones causadas por las catástrofes naturales o humanas propiciadas por el monocultivo, la esencia caótica del mercado[3] y la contaminación generalizada?

Una estrategia deliberada de transformación social a escala mundial

En su primer informe de 1999 sobre los PAE, Fantu Cheru [4] explica que van «más allá de la simple imposición de un conjunto de medidas macroeconómicas a escala interna; son la expresión de un proyecto político, de una estrategia deliberada de transformación social a escala mundial que se propone convertir el planeta en un campo de acción donde las sociedades transnacionales puedan operar a sus anchas. En resumen, los PAE sirven de correa de transmisión para facilitar el proceso de mundialización que pasa por la liberalización, la desregulación y la reducción de la función del estado en el desarrollo nacional». Reducción de la función del estado. Lo dice un relator especial de las Naciones Unidas, pero Fantu Cheru no es el único relator de las Naciones Unidas que menciona en sus informes las consecuencias nefastas de los PAE. Podemos encontrar críticas detalladas en los trabajos de otros expertos de la ONU en derecho a la vivienda, derecho a la alimentación y derecho a la educación [5], ámbitos en los que las instituciones financieras internacionales imponen la privatización para dejar vía libre al apetito insaciable de las multinacionales. Los gobiernos de los países del Sur (de África en particular) [6] se han visto obligados a aceptar los PAE y ceder buena parte de su soberanía a causa de una deuda contraída por dictaduras o con sus potencias coloniales (una cosa no excluye la otra) y transferidas a los estados independizados. Por lo tanto, afirmar que los gobiernos del Sur tienen capacidad para tomar decisiones estratégicas sobre la alimentación denota una falta de honradez intelectual, o al menos una falta de información, indigna del periodismo que cabe esperar en democracia. Echarles la culpa a los africanos es un gran embuste que no ayuda precisamente a crear un clima fraternal entre los pueblos.

Un ejemplo para entender las consecuencias negativas de los PAE: Haití

Los motines que han estallado hace poco en Puerto Príncipe y otras ciudades haitianas han acabado en un baño de sangre. En total, unos cuarenta heridos, catorce de ellos por arma de fuego, y por lo menos cinco muertos. Sin embargo, estas manifestaciones eran el resultado previsible de una brusca subida del precio del arroz (del orden del 200 %). Si el 82 % de la población vive en condiciones de precariedad absoluta, con menos de dos dólares diarios, no debe extrañar semejante reacción ante el aumento de precio. Haití gasta el 80 % de sus ingresos por exportación en importar géneros para cubrir sus necesidades alimentarias [7]. Pero no siempre ha sido así. Antes de que los Duvalier padre e hijo extendieran su manto de plomo dictatorial (de 1957 a 1986), el país se bastaba a sí mismo para alimentarse. Pero también aquí se confirmó la propensión de las instituciones financieras internacionales por las dictaduras, y el pueblo haitiano, además de los sufrimientos personales (torturas, ejecuciones sumarias, clima de terror permanente creado por los tontons macoutes) tuvo que apechar con una deuda externa que en septiembre de 2007 ascendía a 1.540 millones de dólares [8]. El sector agrícola es el que acusa más duramente las exigencias de los acreedores, y como la mayoría de la población es rural las consecuencias han sido graves. ¿El origen? Sobre todo en la rebaja de los aranceles impuesta a los países del Sur, pero pocas veces respetada por Europa y Estados Unidos. Así es como se ha producido el encadenamiento fatal: llegada de un arroz producido en el extranjero a menor coste (por estar subvencionado), éxodo a las ciudades de muchos campesinos arruinados e imposibilidad de reacción del mercado local ante la fuerte subida de precios en el mercado internacional. Aquí, como en otros lugares, los beneficios de la liberalización son inexistentes para la mayoría de la población y, por el contrario, los perjuicios son graves.

Un tsunami de origen demasiado humano

Cuando los bomberos pirómanos pontifican, la prensa se apresura a difundirlo. Todos los periodistas europeos citan al unísono la frase poco feliz de L. Michel [9]: «Un tsunami económico y humanitario». Se diría que la crisis tiene una causa extrahumana, semejante a una catástrofe natural. Sin embargo, como hemos explicado antes, las causas de la crisis son el resultado de unas políticas dictadas por los medios financieros a los gobiernos del Sur. Una de las causas de la crisis es también nuestra voracidad energética. Los agrocarburantes compiten en el mercado con los géneros alimentarios. La especulación creada en torno a este alimento transformado en carburante empuja los precios de los cereales y el azúcar hacia nuevos máximos. Hasta Peter Brabeck, presidente de la multinacional Nestlé, se muestra preocupado por la situación en una entrevista concedida al periódico suizo NZZ am Sonntag del 23 de marzo de 2008. Según dice, si se pretende cubrir el 20 % de la demanda petrolera con agrocarburantes, no habrá nada que comer [10].

Ha llegado, pues, el momento de abandonar este modelo nefasto de (sub)desarrollo y dejar que las poblaciones cultiven prioritariamente para su mercado interior. Actualmente, con los conocimientos adquiridos en el ámbito de una agricultura respetuosa con el medio, podemos plantearnos la autonomía alimentaria en todo el planeta y hacer valer un derecho humano fundamental, el de estar bien alimentado. Las consecuencias positivas no se dejarían esperar, primero en la salud de las personas y luego en la educación, con una mejora de la calidad de vida en todas las latitudes.

Notas

1. La libre Belgique, artículo de M.F.C. (con AFP y Reuters), jueves 10 de abril de 2008, p. 4.

2. Véase E. Toussaint, La finance contre les peuples: La bourse ou la vie, , cap. 8, p. 187 coedición Syllepse/CADTM/CETIM, 2004.

3. Benoît Mandelbrot ha ideado, desarrollado y utilizado una nueva geometría de la naturaleza y el caos. Menos conocido es que la geometría fractal es el fruto de los estudios económicos de Mandelbrot durante los años sesenta. Para más información, véase : Fractales, hasard et finance, de Benoît Mandelbrot, 1959-1997 (traducción de A. García Leal, Fractales y finanzas: una aproximación matemática a los mercados: arriesgar, perder y ganar, Tusquets, 2006).

4. Experto independiente de la antigua Comisión de Derechos Humanos de la ONU (sobre los efectos de los PAE en el ejercicio efectivo de los derechos humanos – informe E/Constantinopla.4/1999/50 del 24 de febrero de 1999).

5. Véase el opúsculo editado por el CETIM Dette et Droits Humains, diciembre de 2007.

6. Por ejemplo, en Congo, el 30 de junio de 1960, día de la independencia, la deuda directa ascendía a 921.096.301,44 dólares (Tomado del artículo de Dieudonné Ekowana).

7. Lo que deja poco margen para todo lo demás, que sin embargo es necesario para el desarrollo del país. El dúo infernal FMI/BM no ha podido alardear de ningún éxito de sus políticas en este país.

8. Según el Banco Mundial y la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Crimen, Bébé Doc malversó entre 300 y 800 millones de dólares.

9. Comisario europeo de Cooperación y Acción Humanitaria.

10. Lo mismo que el todavía primer ministro italiano Romano Prodi, escéptico sobre los beneficios de los agrocarburantes y alarmado por el efecto negativo que puede tener este sucedáneo del petróleo en la producción de alimentos.

domingo, 27 de abril de 2008

Entrevista a José Luis Sampedro


¿Crecimiento? No, gracias

Al calor de la polémica que, días atrás, han suscitado las estimaciones del Fondo Monetario en lo relativo al crecimiento de la economía española, en los circuitos políticos y mediáticos nadie –absolutamente nadie– se ha preguntado si no conviene que empecemos a recelar de las presuntas virtudes de ese crecimiento que tanto nos preocupa. A duras penas puede sorprender, sin embargo, semejante silencio en un escenario en el que ni siquiera las fuerzas políticas más claramente emplazadas en la izquierda, y aparentemente más innovadoras, han asumido –ahí está, para testimoniarlo, la campaña electoral recién cerrada– ninguna suerte de consideración crítica de un axioma económico que, como tal, se antoja insorteable. Para qué hablar, al respecto, de los sindicatos mayoritarios, que hace tiempo se deshicieron de cualquier querencia de contestación seria del orden económico existente.

Aunque sobran los datos que invitan a recelar de ello, lo cierto es que el crecimiento económico se nos presenta como la panacea resolutora de todos los males. A su amparo –se nos dice– el desempleo se mantendrá en niveles razonables, los servicios sociales no retrocederán y haremos frente a la pobreza y a la desigualdad. La monserga correspondiente, nunca acompañada de argumentos sólidos que ratifiquen su buen sentido, obedece ante todo al propósito de cancelar cualquier reflexión sobre algunas de las secuelas, nada despreciables, que –éstas, sí, fáciles de comprobar– se siguen del crecimiento. Citemos entre ellas el despliegue de agresiones medioambientales acaso irreversibles, un progresivo agotamiento de materias primas que reduce peligrosamente los derechos de las generaciones venideras o, en suma, la visible ausencia de políticas que, en serio, atiendan a una distribución más justa de los recursos y no fíen ésta en las virtudes mágicas de alguna interesada superstición económica.

Claro es que la apuesta omnipresente por el crecimiento tiene una consecuencia adicional en la consolidación de lo que más de uno ha entendido que era un modo de vida esclavo. Al fin y al cabo, el esquema principal en el que se asientan muchas de nuestras relaciones políticas, económicas, sociales y ecológicas es el que bebe de la idea de que seremos más felices cuantas más horas trabajemos, más dinero ganemos y más podamos consumir. Clive Hamilton, un profesor australiano que se ha interesado por estas cosas, ha llamado la atención sobre una de las paradojas del momento: “Después de habernos explicado durante décadas que seremos libres si permitimos que el mercado haga lo que antes hacían los gobiernos, ahora los neoliberales nos dicen que no podemos zafarnos de los dictados del mercado”.

Y, sin embargo, frente a la ausencia de respuesta, que empieza a ser dramática en la izquierda política y sindical, se barrunta un principio de reacción que nace de la vida cotidiana de muchos de los habitantes del Norte desarrollado. El recién mencionado Hamilton ha tenido a bien rescatar el resultado de una encuesta que concluye que un 42% de las mujeres y un 54% de los varones preferirían trabajar menos horas. Cada vez se hace más común –precisemos que hablamos de países del Norte en los que los servicios sociales se hallan razonablemente asentados y la riqueza acumulada es más que notable–, por otra parte, que quienes han perdido su puesto de trabajo confiesen sentirse más felices una vez se ha hecho valer esa circunstancia, tras haber acometido sin pesar una más que posible, y sensible, reducción de sus niveles de consumo. Se acumulan, en suma, los estudios que concluyen que, a partir de determinado nivel de ingresos, el incremento en estos últimos –por lógica resultado de un aumento paralelo en la carga de trabajo– a duras penas proporciona ganancias en materia de felicidad objetiva.

A circunstancias similares a las invocadas se refirió el fallecido André Gorz cuando habló de la necesidad de “obligar al capital a poner el ahorro en tiempo de trabajo a libre disposición de una sociedad en la que dejen de predominar las actividades sometidas a racionalidad económica”. Por detrás se aprecia algo importante: un designio de agarrar por los cuernos el toro sagrado del trabajo en general –releamos, por cierto, El derecho a la pereza, de Lafargue– que, huyendo de la lógica productivista e insolidaria que todo lo inunda, vaya más allá del muy loable propósito de encarar la maldad intrínseca del trabajo asalariado. Hablo –conviene precisarlo una vez más– de muchas de las realidades que se hacen valer en el mundo rico, y no de las propias de otros lugares en los que, aun así, se impone que se sopesen críticamente, también, las presuntas bondades del crecimiento y del desarrollo, y que se busquen horizontes marcados por otros valores.

Que el debate sobre el crecimiento y sus virtudes no haya germinado entre nosotros, en el escenario que nos es más próximo, resulta tanto más llamativo cuanto que la aparente bonanza registrada en los últimos años por la economía española mucho le ha debido a algunas de las formas más depredadoras de aquél. Si triste ha resultado ser la aceptación de un crecimiento que mucho le debía al negocio inmobiliario, y ello pese a que todos teníamos conocimiento de sus dobleces, hora es de preguntarse si una cabal recesión no puede convertirse en afortunado y poderoso estímulo para que tiremos por la borda algunos de los prejuicios que nos atenazan. Lo que hay que reivindicar, en las palabras de Serge Latouche, es “una sociedad fundamentada más en la calidad que en la cantidad, en la cooperación más que en la competición, una humanidad liberada del economicismo, que busque la justicia social como objetivo”.

Carlos Taibo es profesor de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid
Diario Público, Opinión 27/abril/2008

domingo, 20 de abril de 2008

Biocombustible: biohambre o biodestrucción

El uso creciente de cultivos para producir biocombustibles, en sustitución de la gasolina, han demostrado que sería como un crimen contra la humanidad pues conllevarían el incremento del hambre.

Cada vez son más personalidades y organizaciones internacionales que rechazan la utilización de los alimentos agrícolas para convertirlos en combustible debido a los graves problemas que conllevan para la población mundial.

Jean Ziegler, relator especial de la Organización de Naciones Unidas para el derecho a la alimentación, calificó el uso creciente de cultivos para producir biocombustibles, en sustitución de la gasolina, como un crimen contra la humanidad pues conllevarían el incremento del hambre.

Ziegler señaló que convertir comestibles -quemar maíz, soja y azúcar- en carburante, reúne los ingredientes para convertirse en desastre, y llamó a vetar esa práctica por cinco años, tiempo suficiente para que los avances tecnológicos permitirán buscar nuevas alternativas energéticas.

En Estados Unidos, los granjeros han dejado de cultivar trigo y soja para producir maíz y después convertirlo en etanol. El alcohol para uso industrial y automotor (etanol) se extrae de la fermentación de azúcares o del almidón de la biomasa del maíz, cebada, mijo, girasol, sorgo, centeno, tártago, mandioca y avena, así como de desechos agrícolas y forestales, con el fin de utilizarlo en maquinarias y equipos.

El economista holandés Hendrik Vaneeckhaute denunció que el aumento espectacular de la demanda de agrocombustibles provocado por las autoridades europeas y norteamericanas, está causando deforestación, erosión, incendios forestales, aumento del modelo agroindustrial (más consumo de hidrocarburos por la maquinaria y el transporte), aumento del uso de pesticidas, fungicidas, herbicidas y abonos químicos,concentración de tierras, desplazamiento forzoso, aumento de violencia contra la población indígena y campesina, represión sindical, aumento del uso de semillas genéticamente manipuladas, extensión de trabajo precario, más hambre, incremento del consumo de agua y menos tierras dedicadas a la producción de alimentos.

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) aseguraron que el rápido crecimiento de la industria mundial de los biocombustibles mantendría los precios de las materias primas agrícolas en niveles altos durante la próxima década, debido a que impulsarán la demanda de granos, oleaginosas y azúcar.

La OCDE y la FAO señalaron que los biocombustibles tendrían un gran impacto sobre el sector agrícola entre 2007 y 2016.

Un alza en espiral en el precio de los alimentos será el colofón final de la producción masiva de afrocombustibles, indican ambas organizaciones en el informe denominado Perspectivas de la Agricultura.

Si bien es cierto que los alimentos han aumentado su valor en los últimos tiempos en los mercados internacionales debido a los cambios climáticos, sequías, incremento del barril de petróleo y baja producción en numerosos países, ahora también se une la furia estadounidense y europea de fabricar etanol en grandes cantidades.

La OCDE señaló que a mediano plazo se elevarán considerablemente los precios de los alimentos en los mercados internacionales, a niveles mayores del promedio de los últimos 10 años, lo que significará una subida entre 20 % y 50% durante la próxima década.

Por carácter transitivo, señaló, subirán considerablemente los precios de los productos ganaderos, ante los mayores costos de los alimentos de consumo animal.

Peter Mandelson, comisionado de Comercio de la Unión Europea, precisó que Europa debe actuar para impedir que un crecimiento en la producción de biocombustibles fomente la destrucción de bosques tropicales, ya que esas naciones deberán dedicar el 18 % de sus terrenos para obtener el 10 % del combustible en 2020 sobre la base de materias vegetales.

La situación preocupa hasta a las grandes compañías transnacionales de alimentos como la Nestle, cuyo presidente, Peter Brabeck sentenció que el creciente recurso a las materias primas alimentarias para la producción de biocarburantes pone en peligro el abastecimiento de alimentos para la población del mundo.

"Si se quiere cubrir el 20 % de la necesidad creciente de producto petroleros con biocarburantes, como está previsto, no habrá nada que comer", declaró el directivo del gigante suizo, en una entrevista publicada por el semanario NZZ am Sonntag.

El fenómeno de los biocarburantes ha hecho subir los precios del maíz, la soja y el trigo, las tierras cultivables son escasas y el agua también está amenazada, declaró Brabeck, antes de subrayar que para obtener un litro de bioetanol se necesitan 4 000 litros de agua.

En ese sentido, la OCDE puntualizó que, para sustituir el 10% de la demanda actual de combustibles de la UE, habría que dedicar el 70 % de la superficie agrícola europea.

Alemania es el mayor productor del agrodiesel (de colza y girasol) en Europa, produciendo casi 2 000 millones de litros, y cubre con ello apenas el 2 % del consumo de diesel en su territorio, para lo cual dedica el 10 % del área total cultivada. La gran necesidad en Europa (y en EE.UU.) implica la importación de agrocombustibles de países del tercer mundo como son Colombia e Indonesia.

Como en Europa el consumo de diesel es mayor que el de gasolina, se trata sobre todo de importación de agrocombustibles biodiesel como el aceite de la palma africana.

Este cultivo tiene un impacto devastador en los países productores al desmontarse y quemarse grandes extensiones de bosques vírgenes para sus cultivos, además del uso de abonos químicos.

"¿De dónde saldrá el agua para cultivar alimentos que nutrirán a una población mundial creciente si se desvía para la producción de cereales que sirven para los biocarburantes", se interrogó por su parte David Trouba, portavoz del Instituto Internacional del Agua en
Estocolmo (SIWI).

En 2050, según el SIWI, la cantidad de agua necesaria para la fabricación de biocarburantes equivaldrá a la requerida por el sector agrícola para alimentar al conjunto de la población mundial.

La FAO señaló que los productos alimenticios subieron 23 % a nivel mundial entre el 2006 y 2007. Los granos aumentaron un 42 %, los aceites 50 % y los lácteos un 80 %.

Sería interminable enumerar o comentar el enorme número de organismos y personalidades que cada día se suman a cuestionar y demostrar que los biocombustibles se están convirtiendo en una seria amenaza para la supervivencia de la humanidad al incrementar los desastres climáticos, así como las necesidades de agua y de productos alimenticios para la población mundial.

En conclusión, sería mejor denominar a esta modalidad, biohambre ó biodestrucción en vez de biocombustible.

Hedelberto López Blanch


jueves, 17 de abril de 2008

Contra la violencia de género


Ganador concurso cortometrajes sobre violencia de género

El mercado de los alimentos

Los alimentos suben de acuerdo a diversas causas argüidas por todos, pero además existen fuerzas que hacen que el precio suba y suba sin que el mercado, sacrosanto órgano de regulación social, sea capaz de controlarlo.

Vemos con sorpresa cómo el precio de los alimentos crece día a día. Entre las causas que se arguyen está el cambio climático por la reducción de las cosechas y pastos, al crecimiento de la población, al aumento del precio del petróleo o, incluso, el empleo de algunos alimentos (maíz, trigo) como materia prima para la conversión a biocarburantes. Todo ello hace que los precios aumenten, a escala mundial y se reduzca el acceso de los más pobres generándose lógicas tensiones. Además, escuchamos en estos días cómo un posible complot, conspiración o contubernio entre las grandes compañías de alimentación ha hecho subir más aún los precios.

En el pasado reciente han existido varios pactos de subida de precios: en las compañías de telefonía, en las compañías aéreas, etc, parecen formar parte de una evolución de esta sociedad postcontemporánea y comunicada. En un tiempo donde también a nivel planetario la ley, la política, la sociedad va desapareciendo y adelgazando hasta conformar “una clase rica cada vez más rica, una pobre cada vez más pobre y hambrienta y una media cada vez más incómoda”, el mercado se convierte en absoluto dirigente de las vidas. El mercado con su autorregulación y con su “benevolencia egoísta” es el summun de todo lo bueno y lo justo pero sin embargo se ven sus “errores” no del todo involuntarios. Vivimos en un periodo de Agflación, la subida del precio de los productos alimenticios que tiene todas estas características perversas añadidas al concepto de inflación.

De buenas a primeras este mercado que nos obliga a trabajar barato, a comprar caro, a soportar tal o cual programa de televisión o producto en los estantes, hace trampa: ya sea pidiendo ayudas y regulación estatal cuando hace diez minutos antes pedía “menos estado y más mercado”; y hablo del sector de la construcción e inmobiliario, o, como ahora, que simplemente se salta la sacrosanta ley del mercado a la torera y presuntamente pactan precios para sustraernos nuestros bien ganados euros.

Lo triste de todo esto es que el mercado, lo que habría de ser el regulador “justo” de la economía y, derivado de esto, de la totalidad de la sociedad se convierte en el “todo vale” agrediendo a los ciudadanos que ven como los productos más básicos se hacen casi inasequibles y, al tiempo, como los productores, agricultores, ganaderos, etc, tienen un margen cada vez menor y de más riesgo. Al final el ideal liberal de Locke o de Von Mises se convierte en cenáculos y lobbies que castigan el hígado de nuestro bolsillo y, al tiempo, rasuran a los productores con rappeles de descuento cada vez mayores. Es decir se convierte de una economía de mercado en una economía de mediadores, con beneficios de tres dígitos porcentuales, que acosan a los que menos pueden defenderse. Es la pura especulación que llega desde la intermediación más primaria hasta la culminación de la economía financiera especulativa. Esto es lo que critica y deseaba gravar la Tasa Tobin.

Ésta es la situación que vivimos, por desgracia no sólo en España, aunque el descubrimiento del enjuague si es español. Se multiplican las quejas y las huelgas y al ciudadano de a pie, a ese que una vez pasada las elecciones sólo es una estadística, si alguna vez fue algo más nos queda un resabio triste y sucio: juegan con nosotros y luego nos dices que nos creamos en “el sistema” que nos va a dar la felicidad. Una felicidad con poca proteína y un horizonte de hambre en el tercer mundo y conflictividad.

John Joseph Kenneth Bonham


miércoles, 2 de abril de 2008

Cumbre de los Pueblos. Enlazando Alternativas 3

Cumbre de los Pueblos Enlazando Alternativas 3
(13-16 de mayo de 2008, Lima, Perú)

Se trata de un encuentro promovido por diversos movimientos sociales y organizaciones no gubernamentales de Europa y de América Latina y el Caribe (ALC). La Cumbre se desarrollará en paralelo a la Quinta Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de ALC y la UE, máxima expresión política de las relaciones entre los gobiernos de ambas regiones. El marco político birregional en el que tendrán lugar ambos eventos es, sin duda, trascendental para el futuro de nuestros pueblos.
En Lima, en mayo 2008, no solamente impulsaremos espacios de análisis critico sobre las relaciones UE-ALC, incluyendo los Acuerdos de Asociación, el comportamiento de las multinacionales, el militarismo y la criminalización de los movimientos sociales en ambos continentes, sino que además se llevara a cabo un Tribunal de los Pueblos para enjuiciar el sistema de poder de las transnacionales europeas, tanto en América Latina y el Caribe como en la propia UE.

Queremos recordarles dos puntos muy importantes al respecto:

1) Pueden consultar la Convocatoria a la Cumbre, la lista de adhesiones, así como firmarla en el siguiente enlace:

http://peoplesdialogue.org/es/node/187/

2) Les recordamos también que durante la Cumbre habrá la posibilidad de realizar actividades autogestionadas que nos permitan trabajar sobre los temas más importantes desde la perspectiva birregional. La fecha límite para inscribir propuestas de actividades autogestionadas durante la Cumbre es el 30 de marzo. Pueden inscribir su propuesta en el siguiente enlace:

http://www.enlazandoalternativas.org/spip.php?article26

Gracias, allí los esperamos,
Enlazando Alternativas3

Más información:

http://www.enlazandoalternativas.org/

Contacto:

Para América Latina y el Caribe: Secretaria Alianza Social Continental

secretaria@asc-hsa.net

Para Europa: Transnational Institute (TNI)

ceciliaolivet@tni.org