lunes, 30 de abril de 2012

Rajoy: jugar con fuego

Ante la andanada de protestas sociales por las medidas económicas devastadoras que ha venido tomando la administración del Partido Popular (PP) en España, el presidente de gobierno, Mariano Rajoy, replicó, con insensibilidad presentada como franqueza, que cada viernes continuarán las reformas, y el viernes que viene, también. El ominoso anuncio es augurio de nuevas pérdidas sociales en materia de educación, salud y bienestar en general, y representa una confirmación brutal de que Rajoy no gobierna para los ciudadanos sino para los mercados, según el eufemismo que designa al puñado de intereses financieros que se beneficia con los recortes indiscriminados al gasto, las alzas generalizadas de impuestos y el sacrificio de la población como estrategia para hacer frente a la aguda crisis económica.
 
De esta manera, amparado en la amplia votación que su partido recibió en la elección de hace cuatro meses, en el control parlamentario que logró entonces y en la catástrofe política de la principal fuerza de oposición, el derrotado Partido Socialista Obrero Español, Rajoy pretende imponer en España una descarnada ortodoxia neoliberal que amenaza con arrasar el Estado de bienestar que se había venido construyendo desde el fin de la dictadura. Sus políticas no sólo amenazan a los asalariados –desprovistos de golpe de conquistas históricas– y a los jubilados, sino también a los jóvenes, para los cuales no hay sitio en la economía, así como a sectores especialmente vulnerables de la población, como los desempleados y los trabajadores inmigrantes indocumentados, a quienes se ha desprovisto de tajo de casi todos los servicios básicos de salud.

Los recortes tienen una repercusión particularmente aguda en comunidades autonómicas como Cataluña y el País Vasco, y ponen en cuestión el grado de autonomía real de esas regiones, en la medida en que sus autoridades se han visto obligadas a aplicar los lineamientos antipopulares procedentes de Madrid.

Ciertamente, ante la devastación impulsada por La Moncloa hay propuestas económicas alternativas, menos inequitativas y más eficientes, que toman en cuenta la necesidad de reactivar la economía y el mercado interno, que plantean el establecimiento de cargas impositivas especiales para las grandes fortunas y los más adinerados, y que no obligan al tránsito de millones de personas de la clase media a la pobreza sin atenuantes. Pero Rajoy, confiado en su mayoría parlamentaria y la lejanía de las próximas elecciones legislativas –previstas para dentro de casi cuatro años–, se muestra inflexible en la aplicación de su estrategia devastadora y no parece importarle su drástica caída en las preferencias electorales.

Por su parte, la sociedad española carece de alternativas institucionales para exigir que se detenga el draconiano plan de ajuste impuesto por La Moncloa en acatamiento de las presiones procedentes de la Unión Europea y, sobre todo, de la canciller alemana Angela Merkel.

Esta combinación –insensibilidad oficial, indignación popular y ausencia de cauces institucionales para expresarla y convertirla en acción política– constituye una condición de riesgo de estallidos sociales incontrolables. Una muestra adicional de arrogancia del gobierno del PP es no darse cuenta de ello o, al menos, hacer como si no se diera cuenta.

La Jornada
Editorial.

#12M15M. TOMA LA CALLE !! Convocatoria en Murcia


#12M-15M. TOMA LA CALLE !!


12 DE MAYO. 19H
Jardín de Floridablanca.
Murcia


Resistencia, Acción y Alternativas

domingo, 29 de abril de 2012

Un sindiós

Todo este programa reformador de gran calado no puede ponerse en marcha sin mentir.

Desde que los ministros de Rajoy, en especial Montoro y Ana Mato, decidieron explicar didácticamente los porqués de la demolición del Estado, entendemos las cosas mucho mejor. He aquí un resumen, claro como el agua, de sus argumentos: 

Se pone precio a la sanidad para que continúe siendo gratuita y se expulsa de ella a determinados colectivos para que siga siendo universal. Se liquidan las leyes laborales para salvaguardar los derechos de los trabajadores y se penaliza al jubilado y al enfermo para proteger a los colectivos más vulnerables. En cuanto a la educación, ponemos las tasas universitarias por las nubes para defender la igualdad de oportunidades y estimulamos su privatización para que continúe siendo pública. No es todo, ya que al objeto de mantener el orden público amnistiamos a los delincuentes grandes, ofrecemos salidas fiscales a los defraudadores ambiciosos y metemos cuatro años en la cárcel al que rompa una farola. 

Todo este programa reformador de gran calado no puede ponerse en marcha sin mentir, de modo que mentimos, sí, pero al modo de los novelistas: para que la verdad resplandezca.

 Dentro de esta lógica implacable, huimos de los periodistas para dar la cara y convocamos ruedas de prensa sin turno de preguntas para responder a todo. Nadie que tenga un poco de buena voluntad pondrá en duda por tanto que hemos autorizado la subida del gas y de la luz a fin de que resulten más baratos y que obedecemos sin rechistar a Merkel para no perder soberanía. A no tardar mucho, quizá dispongamos que los aviones salgan con más retraso para que lleguen puntuales. 

Convencidos de que el derecho a la información es sagrado en toda democracia que se precie, vamos a tomar RTVE al asalto para mantener la pluralidad informativa. A nadie extrañe que para garantizar la libertad, tengamos que suprimir las libertades.

 

Juan José Millás. El País

http://elpais.com/elpais/2012/04/26/opinion/1335442116_849344.html 

El sabotaje como penúltimo recurso

La descarada agresión de los poderes económicos contra la sociedad exige una respuesta urgente. Sin embargo, la debilidad actual de los sindicatos y la ineficacia de una clase política, que mira más por su interés corporativo que por el interés común, han roto los puentes de la representación política. En estas circunstancias, el instinto de supervivencia y el sentido de la dignidad están llamando cada vez con más insistencia a la rebelión civil. Queda, todavía, una penúltima opción: el sabotaje.

Una acción de activistas anónimos contra la subida del precio del transporte público en Madrid ha paralizado en plena hora punta y durante unos minutos el servicio de nueve líneas de Metro. La protesta, perfectamente coordinada y sincronizada, se produjo el pasado 25 de abril, entre las 8.28h y las 8.41h, cuando un grupo de personas ha accionado las frenos de emergencia en 13 convoyes de nueve líneas del metro madrileño.

Esta acción, que reúne elementos para ser calificada como sabotaje, puede ser un anuncio de la cadena de disturbios que pueden generarse en el seno de una sociedad agredida y desprovista de los cauces clásicos de mediación y prevención de conflictos. ¿Qué otra salida le queda, por ejemplo, en caso de despido, a un trabajador reformado, es decir, desprovisto de garantías por la última reforma laboral aprobada por el Gobierno del Partido Popular?
 

No olvidemos que el sabotaje ha sido un arma histórica de autodefensa obrera. Como he explicado en alguno de los libros que aparecen reseñados en el margen izquierdo de esta página, sabotaje (Del fr. sabotage) se define como: Daño o deterioro en las instalaciones, productos, etc., como procedimiento de lucha contra los patronos, contra el Estado o contra las fuerzas de ocupación en conflictos sociales y políticos.

La voz fr. sabotage deriva de sabot, zueco, y significa literalmente «chancletear, arrastrar los zuecos»; claquer avec sabots: «trabajar chapuceramente». Se refiere al daño o deterioro que realizan los obreros para perjudicar al patrono. El sentido de esta forma de acción directa destinada a interferir la eficacia de la producción se halla confirmado en el Oxford Dictionary, que define el sabotaje como acción característica de «workmen on bad terms whith their employers», es decir, trabajadores en desacuerdo, enfadados, con sus empleadores.

En ese caso, desde la perspectiva del trabajador, la finalidad del sabotaje consiste en interferir en la producción para eliminar la eficiencia. Una forma de lucha obrera de larga tradición. En un folleto sindical de la Industrial Workers of the World, publicado en 1916, se indica que: Sabotaje significa o bien remolonear (y así interferir en la cantidad de la producción), o bien hacer chapuzas (interfiriendo en la calidad) o bien prestar un servicio pobre. Estas tres formas de sabotaje, que afectan a la calidad, a la cantidad o al servicio prestado, pretenden afectar el beneficio del empresario.

La finalidad básica del sabotaje es, por lo tanto, la de “penalizar” el funcionamiento de las instalaciones. La única objeción seria que se le puede plantear es la que deriva de la improcedencia de dañar la propiedad. Pero se trata de una objeción menor toda vez que  “dañar la propiedad no es tan grave como herir o matar a alguien; de aquí que pueda estar justificado por razones que no justificarían nada que causara daños a seres sensibles”, como concluye el filósofo Peter Singer, a propósito de las acciones de los ecosaboteadores.

¿Acaso el mismísimo Jesucristo no atentó contra las cosas cuando volcó las mesas con que los banqueros habían invadido el templo de Jerusalén?. La pequeña dosis de violencia instrumental que hay que aplicar para expulsar del templo a los mercaderes es despreciable cuando se la compara con la violencia “encubierta” con que la supremacía de los valores económicos inunda de miseria los hogares de millones de personas.

En el momento de la acción contra el tarifazo del Metro madrileño, según precisó una portavoz de la compañía, ninguno de los trenes estaba circulando sino que estaban parados en las estaciones.

Romper una máquina, bloquear una instalación o estropear un sistema en respuesta a la descarada violencia del neoliberalismo, siempre serán acciones mucho menos lesivas de lo que sería una eventual aplicación de la ultima ratio de la rebelión armada. Comparado con ésta, el sabotaje contra las cosas supone una considerable reducción del quantum de violencia implícito en un conflicto. Se trata, por lo tanto, de la penúltima oportunidad que tiene la resistencia para evitar un desenlace fatal. Porque si el incremento de la injusticia consigue ahogar las últimas reservas de la paciencia y de la ética, entonces sí que se habrá abierto el paso al estallido de la violencia de las picas. 

Convendrá de todas formas poner un especial énfasis en la delimitación de la frontera que separa las acciones dirigidas contra las cosas, de los actos de violencia indiscriminada. El sabotaje sólo podrá ser entendido como recurso a la penúltima ratio cuando por encima de todo respete escrupulosamente lo que algunos autores entienden como “la santidad de la vida humana”. La segunda condición es que sirva para detener mecanismos generadores de injusticia, porque causar destrozos en las cosas de manera indiscriminada tiene otros nombres.

José Antonio Pérez – ATTAC Madrid

"El 12M-15M es tuyo… ¡Ven a tomarlo! ". #12M15M

Hace un año la resignación flotaba en el ambiente, pero una energía distinta iba circulando entre la gente a través de las redes sociales. El 15 de mayo de 2011, la resignación por fin se convirtió en indignación.

Un año después, con un nuevo gobierno del PP, todo avanza tal y como estaba previsto, el guión dictado por los mercados y la Troika se cumple a la perfección. El PSOE ya no servía, ya había hecho su parte, pero la situación requería más (subida de impuestos), mucho más (otra reforma laboral) y cada día menos sanidad, menos educación, menos empleo digno, etc. El consejo de ministros de los viernes es el reality show más evolucionado que hemos visto hasta ahora, todo es real y falso al mismo tiempo. La supuesta autonomía con la que toman las medidas no es más que una huida hacia delante de una Europa-de-los-mercados-contra-los-ciudadanos que agoniza destruyendo las bases de cualquier proyecto construcción europea basado en la democracia. Es la mayor puesta en escena de un régimen de desposesión de los bienes comunes y eliminación de los derechos conquistados que se haya visto, decorada con una combinación palabras vacías, frases repetidas y tópicos cínicos. Simple retórica basada en la exigencia de un sacrificio permanente para prometer el futuro perdiendo el presente de forma indefinida.

Casi 11 millones de personas confiaron su voto al “cambio” del PP con la esperanza de que las mismas políticas hechas de otra manera pudieran sacar a España de la crisis. ¡El sistema volverá a funcionar! 150 días después, con el país en recesión “objetiva”, la prima de riesgo instalada en más de 400 puntos básicos y una batería de políticas de ajuste insaciable para los mercados, la esperanza en que las cosas mejorarán por este camino disminuye cada viernes.

Un grupo de políticos asesorado por economistas no va a solucionar los problemas, más bien están demostrando su incapacidad para hacer algo que no sea empeorar la vida de la mayoría de las personas, la mayoría que importa. La esperanza en el cambio necesario no está depositada en los políticos que nos gobiernan, se mueve hacia otro lugar donde poder confiar. No será el gobierno, no serán los partidos, no serán los bancos, ni tampoco los grandes empresarios los que aporten una solución a todo lo que está ocurriendo. Es la gente común, harta de sus mentiras, de sus promesas incumplidas, de sus planes para emprendedores que nunca aparecieron por ninguna parte, de sus quimeras de recuperación evaporadas, la que  tiene la llave del cambio.

Llevamos cuatro años de estafa y todos estamos perdiendo. Todos menos el 1% que aprovecha la situación para equilibrar sus cuentas, conseguir leyes a su favor o mantenerse en un cargo público pese a su ineptitud. Si votaste al PP pero su “cambio” no te convence, si saliste a la calle el día de la huelga pero el gobierno no te ha escuchado, si tu nivel de vida empeora cada día, si los recortes te ponen cada vez más difícil ejercer tu profesión como te gustaría, mayo es tu mes. Es tuyo si tienes un pequeño negocio en el que no te cuadran las cuentas pero nadie te rescata, es tuyo si no sabes cómo vas a pagar la matricula de la universidad o si una vez jubilada tienes que volver a pagar por las medicinas que ya has pagando durante toda la vida. También es tuyo si ahora tienes que calcular cuantas veces coges el metro porque está carísimo o si te ha tocado alguno de los muchos EREs que se multiplican día a día. Es tuyo si estás en riesgo de desahucio o pagas por tu alquiler la mitad de tu sueldo. Es tuyo si ya no tienes paciencia para buscar trabajo pero sí muchas ganas de hacer cosas. Es tuyo si te cabrea que las libertades individuales se evaporen mientras se aprueban amnistías fiscales. Como no va a ser tuyo si encima de no tener papeles ahora te dejan sin acceso a la prestación sanitaria. Claro que es tuyo si no puedes investigar mientras siguen invirtiendo en armamento. Es tuyo si no sabes cómo vas a poder cuidar a tus padres o a tus hijos. Es tuyo, si votaste o si no votaste. Es tuyo si vienes. Es tuyo si lo haces tuyo.

Es tuyo si formas parte del 99% que crea la riqueza que el 1% expolia de forma sistemática.

El 12M-15M es la oportunidad para demostrar que no estamos solos. Que el 1% no puede gobernarnos. Que confiamos en quienes tenemos al lado aunque vivan en Atenas, Reykjavik, El Cairo o New York. Que muchas personas podemos seguir creando pequeñas solidaridades frente a los recortes o los desahucios. Solidaridades que ponen en contacto a personas, que crean redes entre diferentes que se reconocen como iguales. Redes que transforman la realidad para el beneficio de todos. Sabemos que nadie nos va a venir a salvar, que la estafa de la crisis sólo se soluciona cooperando para conseguir una democracia con bases sólidas.

El 12M-15M es mucho más que una jornada de protesta, es la posibilidad de redescubrir una confianza construida en horizontal, de tú a tú. Una confianza que sirva para poner en marcha formas colectivas de protección y sostenibilidad. Todo el mundo es necesario para pensar, proponer, imaginar, crear.

Sí, el 12M-15M es tuyo, ven a tomarlo con alegría.

Madrilonia.org

sábado, 28 de abril de 2012

#12M15M. TOMA LA CALLE !!



12-M. TOMA LA CALLE !!

#12M15M





Resistencia, Acción y Alternativas



No nos contéis más cuentos

Desde muy niños damos por supuesto que los padres y el adulto en general garantizan todo un mundo de certezas, pues representan la fuente y el criterio de lo que es bueno y malo, verdadero y falso. Así, se acata sin rechistar que no hay que mentir ni pegar, sino obedecer, comer y acostarse a sus horas, cepillarse los dientes, cruzar la calle como es debido o comer algo de fruta y verdura, de tal forma que, si uno infringe la norma, no es insólito esconderse o mentir.

Los papás se nos antojan guapos, grandes, poderosos, y de ellos obtenemos alimento y seguridad. Sin embargo, una de las cosas que menos aprendemos a esa edad (tampoco suele enseñarse) es a cuestionar lo que nos van diciendo y silenciando, lo que vamos viendo, viviendo y experimentando. Como botón de muestra, se suele decir que debe fomentarse la lectura, pero raramente que se puede cuestionar lo leído.

Vamos creciendo, tornándonos pasivos, asumiendo acríticamente lo que va ocurriendo, hasta quedar guarecidos dentro de una exigua y confortable concha o repetir por sistema que nada puede hacerse y que los únicos responsables son los gobernantes y los que están arriba.

En nuestra cabeza habitan entonces enormes y pesadas ideas, que acaban siendo incuestionables. Los derechos se convierten en algo ajeno a nosotros mismos, advenidos gratuitamente por alguna suerte de magia, y no en la conquista de muchas generaciones y en el reconocimiento y aceptación de esa conquista. No tenemos derecho a la vivienda, al trabajo, a la sanidad o a la educación porque lo diga la Carta Universal de la ONU o la Constitución, sino porque millones de personas han conseguido con su lucha y su esfuerzo que ningún poder pueda negarlos legítimamente, pues los derechos y las libertades son manifestación expresa de la libertad de todos y de cada uno, desplegada en una sociedad concreta.

Ninguna ley es intocable, incluida la Constitución. La clase política suele hacer trampa, decir una cosa por la mañana y hacer la contraria al día siguiente. Por ejemplo, pretende tapar la boca con la cantinela del “porque lo dice la Constitución” y de un plumazo los partidos mayoritarios cambian un artículo (135) en nombre de la “estabilidad presupuestaria”, sin contar con ele pueblo al que representan. Nos quieren convencer del embuste de la igualdad de todos ante la ley, pero decretan una amnistía fiscal para los más ricos, los más defraudadores y los más insolidarios.

Hablan de paz y solidaridad, pero  Aznar nos implicó en una guerra preventiva bastarda y Zapatero retiró las tropas españolas de Irak y a la vez triplicó la venta de armas a no pocos países denunciados por Amnistía Internacional por conculcar los derechos humanos, incluido Israel. La clase política, especialmente la más escorada a la derecha, habla y habla sobre la unidad de España, a la vez que perpetra cada día la más cainita de las desuniones. Se lamenta de la carencia de cultura del pueblo y pretende confundir a la gente desde el Gobierno central y algunas comunidades autónomas reclamando la lidia de toros como bien cultural (BIC). Se apela desde el Gobierno a la responsabilidad del pueblo, y simultáneamente los tribunales declaran no responsables del accidente del YAK-42, con 62 víctimas, a militares implicados, a los integrantes de la cúpula militar, al ministro Trillo y a su jefe Aznar. Hablan de cambiar el modelo productivo, pero cierran por completo el grifo de la investigación. Y la iglesia católica sigue recibiendo cada año 11.000 millones de nuestro dinero. Mientras, Rajoy predica la necesidad de sacrificios, pero no explica hacia qué tipo de país nos encaminamos (¿él lo sabe?).

Pocos ciudadanos creen ya a estas alturas que las tropas españolas en Afganistán tienen algo que ver, de hecho, con la defensa de la población civil y de los derechos humanos. Recorta el Gobierno servicios básicos en Sanidad y Educación, en lugar de devolver a la tropa a sus hogares y cuarteles, de donde nunca debieron salir. España no compra ya petróleo a Irán por el peligro, dicen, de que fabrique las armas nucleares que sus aliados tienen a decenas de miles. Günter Grass denuncia en un poema la posible agresión “preventiva” de Israel a Irán, y es declarado “persona non grata” en Israel, especialista en descalificar y matar mensajeros.  El otro día debatí en una radio con una especie de clérigo musulmán, presto a explicar que Islam significa paz (calló que en realidad significa “sumisión total”), pero en igual medida reacio a hablar de ejecuciones a homosexuales o adúlteras, de los derechos humanos y la igualdad de la mujer.

Hablan de déficit y de deuda, cuando en realidad están mutando el modelo de país y de mundo. Entretanto, los lobos nos cuentan las bondades del vegetarianismo, y callan que, como dice León Felipe, es el miedo del hombre el que crea los cuentos.

Antonio Aramayona – ATTAC CHEG Aragón
La Utopía es necesaria

Cuidado con el diagnóstico de la crisis española

Existe una creencia más o menos generalizada entre la población española que centra las críticas de la nefasta situación española en la negligencia o incluso ineptitud de los gobernantes nacionales. Fenómeno muy comprensible a tenor de las políticas anti-sociales que están implantando, así como de los numerosos casos de corrupción a los que nos tienen acostumbrados. Sin embargo, al limitar la responsabilidad de la situación a estas personas se está cometiendo un error de análisis muy grave que podría empujarnos a adoptar respuestas que no terminarían solucionando el problema. Por el contrario, un análisis más detallado y riguroso de los acontecimientos nos invita a pensar en elementos externos a estos gobernantes cuya responsabilidad en la gestación de la crisis y en su posterior desarrollo es incluso superior a la de estos representantes políticos.

Y es crucial tener esto en cuenta. Porque cuando vemos que empiezan, por ejemplo, a recortar en servicios públicos como educación y sanidad, a quienes vemos en los medios de comunicación es a los gobernantes de turno, y es sobre ellos que echamos todas nuestras maldiciones, porque conforman el elemento visible, la figura que aparece en televisión y que nos informa de los recortes (actualmente la cúpula del gobierno de Rajoy). Pero sin embargo estas decisiones responden a un imperativo que viene desde más arriba, concretamente desde la Unión Europea y su modelo obsesionado con la estabilidad fiscal (reducir déficit y deuda, especialmente). Pero no vemos a los dirigentes de la Unión Europea anunciando los recortes. En todo caso, y con mucha suerte, vemos a Angela Merkel o al presidente del Banco Central Europeo haciendo recomendaciones a los países del sur de Europa, pero quienes implantan las medidas que allí se dictan no son ellos, sino los gobernantes nacionales de turno como Zapatero o Rajoy. Por eso no es de extrañar todo el malestar general que existe sobre la actuación de los gobernantes. Ellos conforman esa figura visible que está recortando derechos y recursos de todos los ciudadanos y en definitiva empobreciendo al país. Por eso mucha gente que sale a manifestarse –como  por ejemplo buena parte de los integrantes del 15-M– suelen gritar “no nos representan”, en clara alusión a los gobernantes nacionales, y no con mensajes que directamente achaquen la responsabilidad de la situación a la cúpula de la Unión Europea y todos los intereses económicos y financieros que se esconden detrás de ella (y que son, en definitiva, los principales culpables).

Centrarse en el elemento visible es lo fácil, es lo rápido, es lo instintivo. Pero a su vez es lo incorrecto e incompleto. Es necesario indagar un poco más en el asunto para descubrir factores que permanecen ocultos pero que son incluso más importantes. Desgraciadamente muchísimas personas no se han percatado aún de la importancia de ese elemento invisible. Vídeos tan extendidos como el de “Simiocracia” centran toda su atención en el elemento visible (los gobernantes nacionales) y se olvidan insensatamente del elemento invisible (la élite económica y financiera, comúnmente llamada “los mercados”).

Poder centrar la atención en ese elemento invisible que influye directamente sobre el elemento visible es crucial para entender realmente lo que está pasando y también para descubrir qué respuestas hay que darle a esta situación. Porque si uno se olvida del elemento invisible, su análisis de la situación le llevará a creer que cambiando a los gobernantes que están empobreciendo a los ciudadanos se arreglará el problema. Eso es lo que pensó una buena parte de la población cuando votó al Partido Popular pensando que con la salida de Zapatero todo iba a mejorar. Y hemos visto claramente cómo el cambio de un partido político por otro no ha cambiado la esencia de la situación. Por supuesto que hay matices entre sus políticas, pero la columna vertebral es la misma: recortar para reducir el déficit y conseguir la confianza de “los mercados”; y eso empuja a realizar prácticamente las mismas políticas. Pero no podemos olvidar que estos gobernantes están siguiendo la senda que viene marcada desde arriba. Lo que están haciendo es obedecer. Esas personas a las que nosotros elegimos para que gobiernen, realmente no están gobernando sino que están obedeciendo órdenes. Por eso esta situación está superando las dimensiones de la democracia. Por esto tantas personas critican el sistema democrático que tenemos en nuestro país. De ahí el nombre de la organización que tanta importancia está cobrando en la actualidad: “Democracia Real Ya”.

No se trata de exculpar a los gobernantes nacionales por implantar políticas que han diseñado otros. No; ellos son muy culpables de la situación, pero no por desear la implantación de políticas anti-sociales (muchos de ellos seguramente estarán en contra), sino por no rebelarse frente a esos intereses externos a los que obedecen con actitud lacaya.

La imposibilidad de acceder al elemento invisible es un problema porque son los gobernantes los que responden ante nosotros, y no los dirigentes de la Unión Europea o los intereses económicos que hay detrás de ella. Podemos ir a nuestro gobierno y protestar, pero no podemos ir a Bruselas y protestar por lo que están imponiendo.

Esto también le sirve de excusa a nuestros gobernantes, puesto que cuando aplican medidas impopulares se escudan en frases como: “es que es lo inevitable”, “a mí no me gusta pero no hay otra salida”, “estamos obligados a ello”. Ellos dicen no ser responsables, porque actúan a tenor del humor de los mercados. Esto recuerda mucho a una película que se llama “El jefe de todo esto”. Se trata de una empresa en la que el fundador se inventa la existencia otro jefe superior a él. Los trabajadores de la empresa siempre ven al fundador real y trabajan con él, pero en ocasiones este fundador realiza medidas impopulares y se basa en que así lo ha ordenado “el jefe de todo esto”, que está por encima de él. De esta forma el empresario se libraba de tener que dar explicaciones a los trabajadores cuando tenía que despedirlos o bajarles el sueldo.
Algo similar ocurre en la actualidad, cuando con excusas que hacen referencia a imperativos externos están acometiendo una serie de medidas tremendamente injustas y regresivas. Están recortando salarios, recortando educación pública, recortando sanidad pública, recortando cultura, recortando en jubilaciones, recortando en ciencia e investigación… Están, en definitiva, acabando con todo lo que se consiguió durante tantos años y con tanto esfuerzo y que era lo que marcaba la diferencia de un país desarrollado con uno subdesarrollado. Todas estas medidas están empobreciendo a nuestro país y a su población y lo están convirtiendo lentamente en un país mucho más atrasado. Pero si creemos que la culpa la tienen los gobernantes nacionales porque son malvados o porque son inútiles, en vez de centrar principalmente la responsabilidad en esos agentes externos que tanto condicionan la situación del país, las medidas que adoptemos (como cambiar de políticos en vez de cambiar de políticas) no resolverán en absoluto el problema. Y por eso es tan importante el diagnóstico del problema.

Eduardo Garzón
Saque de Esquina

viernes, 27 de abril de 2012

La falsedad del bien común

La idea de bien común, asimilable a la de interés general, está presente en la teoría política desde la antigua Grecia. Parte de un presupuesto antropológico previo, la igualdad de los seres humanos. En la medida en la que los seres humanos somos iguales en naturaleza, tenemos intereses compartidos que desembocan en un bien común. El discurso de la Modernidad, al menos de la Modernidad dominante de los Descartes, Kant o Hegel, desde una posición también de defensa de una esencia humana compartida, reafirma esta idea de un bien que es común para toda la sociedad, entendida, a la manera liberal, como agregado de individuos iguales.

Este presupuesto teórico dominante durante siglos en nuestra cultura se ha convertido en un lugar común casi incuestionable en el discurso político sistémico. Así, es preceptiva, para todo gobernante la declaración de que ejerce su acción en busca del bien común. Cualquier medida que se adopte lo será siempre en defensa del bien común. La profunda agresión que el gobierno de Partido Popular está perpetrando contra la ciudadanía es también justificada apelando al bien común, a los intereses del país. Claro que, en algunos casos, resulta tremendamente complicado entender cómo el deterioro de los servicios públicos más básicos, como la sanidad y la educación, puede formar parte de un proyecto tendente al bien común.

EN REALIDAD, la cuestión tiene bastante de teórica, pues el bien común no es sino una construcción ideológica que pretende camuflar la diversidad de intereses que atraviesan las sociedades. Frente a esa idea de igualdad de los seres humanos que han defendido las filosofías dominantes desde la antigüedad, hay otra tradición, que nace con los sofistas, con Epicuro y Lucrecio, se desarrolla con Spinoza y que, desde presupuestos materialistas, teoriza el carácter diferencial de los seres humanos. Esa tradición desemboca, en los siglos XVIII y XIX en una serie de filósofos, con Marx a la cabeza, que subrayan la diferencia de los intereses de los individuos en función de su posición social. De manera muy esquemática, argumentan que no son los mismos los intereses del amo y del esclavo, del señor y el siervo de la gleba, del capitalista y el trabajador. Y así describen la sociedad no como un lugar uniforme, sino atravesado por intereses diversos, en ocasiones contrapuestos. Desde esta perspectiva, el pretendido bien común no es sino una construcción, una estrategia de quienes ostentan el poder para gobernar en función de sus intereses presentándolos como si fuesen de todos. Me parece que no hay descripción más ajustada de lo que está sucediendo, pues resulta evidente, por poner un ejemplo, que el interés del banquero no es el mismo que el de la ciudadanía de a pie. Incluso podríamos decir que son contrarios, pues al beneficiar a la banca, los Estados no están haciendo sino debilitarse a sí mismos. La teoría de que si a los poderosos les va bien al resto nos irá bien, pues podremos mantenernos con las migajas de su banquete, se ha mostrado, además de tremendamente injusta, falsa.

EL CAPITALISMO es una teoría política solo construible desde el desprecio a la mayoría social. Incluso cuando funciona más o menos bien lo hace para un porcentaje ínfimo de la población mundial y, por sus propios presupuestos, no puede ser desarrollado sin generar una profunda brecha social. Esa brecha social, esa falla geológica y política que creíamos alejada de nosotros, está resquebrajando la tierra bajo nuestros pies. Y la solución de los políticos sistémicos, que, como el mono ese que se tapa los ojos, las orejas y la boca, se niegan a mirar a la realidad cara a cara y se refugian en construcciones teóricas obsoletas, consiste en seguir alimentando a la Bestia, inmolándole cada vez mayores cantidades de euros, más servicios sociales, más, en última instancia, seres humanos. Con los resultados que constatamos día a día: nada de nada.

Frente a ese inexistente bien común, que camufla el interés de los poderosos, sí que es posible detectar, describir, teorizar y buscar, el bien de la mayoría. No se trata de reformar el sistema, pues sus presupuestos lo hacen inviable. Las reglas del juego están hechas para beneficiar a los menos, por lo que no cabe más que crear otro juego, con otras reglas. Se trata de construir un nuevo sistema que parta de esa idea de la mayoría, que busque el beneficio de los más y no tema, para ello, enfrentarse a los menos. La crisis nos coloca ante esa disyuntiva. Solo la potencia de la ideología puede mantener viva esa idea del bien común, el análisis de la realidad nos coloca ante un profundo conflicto de intereses entre los pocos, muy pocos, y los muchos. La historia de la humanidad es la de ese conflicto, en el que, casi siempre, los menos se han impuesto a los más, argumentando, en ocasiones, que representaban a todos. Ese todos, el bien común, es irreal, falso, ideológico. Pero sí que hay una amplísima mayoría que puede construir una nueva realidad a partir de sus intereses colectivos. Ahora bien, para ello hay que arrancarles los privilegios, y el dominio del pensamiento, la economía y la política, a aquellos que controlan el sistema.

Juan Manuel Aragüés es Profesor de Filosofía en la Universidad de Zaragoza.
El Periódico de Aragón

jueves, 26 de abril de 2012

Comunicado de Attac España sobre la nacionalización de YPF


La denuncia del acuerdo que se pretendía firmar en el marco de la OMC hace doce años, conocido como AMI (Acuerdo Multilateral de Inversiones), está en el origen de ATTAC. Entonces se consiguió impedir que los intereses privados mercantiles de las grandes corporaciones globales se impusieran a la decisión soberana de los Estados. Es en este contexto en el que ATTAC España  sitúa hoy la expropiación parcial de la empresa petrolera YPF por el Gobierno argentino.
Se trata de un conflicto entre el interés general de un pueblo y el interés particular de una empresa. La representación democrática de la utilidad pública por el Gobierno argentino frente a la representación corporativa de la utilidad privada por el Consejo de Administración de YPF.
La legalidad de una expropiación es la que da seguridad jurídica a los inversores si se cumple la utilidad pública y se paga la correspondiente indemnización. Y, en caso de no haber acuerdo entre las partes sobre el precio, esta legalidad se garantiza con la posibilidad de acudir a los Tribunales de Justicia competentes. La apelación al “clima de negocios” no puede ser un chantaje, basado en consideraciones fundamentalmente financieras de lucro privado, a las políticas que defiendan el bien común.
El propio proceso de privatización de YPF por el gobierno de Carlos Menem es denunciable desde la perspectiva de Attac ya que según está probado se produjo a un precio muy por debajo de su valor, después de socializar la deuda de la empresa petrolera y de despedir a más de treinta mil de sus trabajadores.
No es aceptable la atribución que se hace Repsol del descubrimiento del riquísimo yacimiento de Vaca Muerta en Loma de la Lata, Neuquén, pues no se corresponde con la realidad ya que ese yacimiento se sitúa en un área en la que existen otros yacimientos de gas y petróleo descubiertos desde hace décadas sólo que no se conocían sus características ni cuantía porque aunque se trata de hidrocarburos convencionales están depositados en reservorios no convencionales y a 3.500 metros de profundidad, para los que no había tecnología disponible y que además presentan elevados riesgos medioambientales, Según expertos altamente cualificados la extracción de gas no convencional debería abandonarse, tanto por la violenta forma extractiva en el método aplicado, como por el inmenso perjuicio medioambiental que nunca se podrá subsanar, incluyendo la contaminación e intoxicación de las aguas de la zona.

La consideración de los costes sociales y medioambientales de las industrias extractivas de recursos energéticos estratégicos no renovables no sólo debe constar en la valoración de la empresa, sino que debe ser el mascarón de proa de las actuaciones  de YPF en el futuro. La ciudadanía argentina tiene toda nuestra solidaridad en su lucha por conseguir que la gestión de la empresa sea transparente y eficaz, evitando clientelismos, corrupción y evasión de capitales.

ATTAC España rechaza la intervención de nuestro Gobierno en defensa exclusiva de una empresa privada transnacional cuya actuación está definida en función de los intereses financieros de sus accionistas globales. La anterior privatización total de YPF en 1992, la posterior incorporación de un socio argentino en 2005 con una financiación pactada y su actual expropiación parcial, son capítulos de una negociación entre partes.
La nueva geopolítica mundial, con la presencia de las  económicas emergentes (China, India, Brasil, etc), no debe estar en manos de las grandes corporaciones globales. Somos los ciudadanos del mundo quienes tenemos que establecer las nuevas reglas de juego. Y para ello, debemos empezar por exigir a todos nuestros gobiernos que nos representen y defiendan a las nuevas generaciones. Aplicar esto en relación a los recursos no renovables pasa por tratarlos como bienes públicos y no como mercancías sometidas a la especulación financiera.
ATTAC pide por tanto a la ciudadanía española que rechace y denuncie el corporativismo neoliberal que los gobiernos asumen como principal cometido de su política la preservación de los beneficios de las grandes corporaciones, cuyos intereses quieren representar. Y que se desmarque de un discurso populista demagógico que, como en este caso, nos intenta presentar a Repsol como una empresa “española” y no como lo que es, una gran corporación multinacional. Sin olvidar que es una empresa que opera abiertamente en paraísos fiscales y cuyos beneficios escapan en gran medida a las Haciendas estatales. Si el gobierno español quisiese realmente que Repsol fuese una empresa española tendría que proceder forzosamente a renacionalizarla, lo que, por pertenecer a uno de nuestros sectores estratégicos, contaría con el apoyo de Attac y de una gran parte de la sociedad española.
  
ATTAC España
27 de abril de 2012

Comando de liberación bibliotecaria . "Secuestra un libro"















Comando de liberación bibliotecaria
"Secuestra un libro"


Desde finales del año pasado se han cerrado bibliotecas, han quitado el servicio de informática en otras y los horarios muchas se han reducido a ¡dos días a la semana! Casi cinco meses llevan diciendo que se solucionará este problema urgentemente.
En solo una semana el comando de liberación de bibliotecas ha secuestrado quinientos libros para hacer saber a la administración que queremos unas bibliotecas dignas, que las necesitamos.
Ayúdanos a difundir este mensaje y únete a la acción. ¡Libros libres!

¡REAPERTURA DE BIBLIOTECAS MUNICIPALES YA! 

¡GESTIÓN PÚBLICA DE LAS MISMAS! 
El comando de liberación bibliotecaria está preparando otras acciones, pasa por aquí si quieres participar y recuerda que puedes contactarnos en nuestro correo: secuestraunlibro@gmail.com y a través de facebook.
¡Salud y letras!

 Nota R. Attac Murcia: :)




¿Sin activismo?

A veces el activismo parece un montón de ruido y furia sin significado.

Todos los activistas han oído a alguien decir: “Nada va a cambiar. Las cosas son como son y van a seguir siendo así. Todas vuestras quejas y vuestro ruido no van a conseguir cambiar nada”.

Pero imaginemos cómo sería el mundo sin activistas.

Si no hubiera habido activismo por la liberación de la mujer en las últimas décadas, las mujeres estarían encerradas en casa cuidando de los niños o tendrían un margen estrechísimo de posibilidades de trabajo. No habría guarderías, aún sería legal que un hombre le pegara a su mujer y los abortos serían ilegales bajo cualquier circunstancia.

La homosexualidad sería ilegal, sin los movimientos por los derechos de los homosexuales de las últimas décadas.

Sin los activistas del medio ambiente de los últimos cuarenta años, no habría una legislación sobre la calidad del aire o el agua, no habría ninguna prohibición de pesticidas peligrosos, ninguna ley sobre la conservación de especies, ningún límite a métodos de pesca, ninguna restricción en las talas, muchos menos parques, muchas más centrales nucleares, muchas más centrales térmicas a base de carbón, muchos más embalses, motores de coche, frigoríficos y lavadoras menos eficientes y un agujero aún mayor en la capa de ozono.

Sin la lucha a nivel mundial desde los años cincuenta a los noventa para acabar con el apartheid y, en especial, sin el valeroso activismo de los propios sudafricanos, la minoría blanca seguiría en el poder.

Si no hubiera habido activistas por los derechos civiles desde los años veinte hasta nuestros días, aún habría segregación en los Estados Unidos, los asiáticos no podrían votar en Canadá u otros estados blancos coloniales y la población nativa de toda América y de otros continentes no tendría los más mínimos derechos como ciudadanos.

Sin los activistas contra la guerra en los sesenta y setenta, Vietnam no se habría unido.

Sin las manifestaciones en todo el mundo a favor de Solidarnosc en Polonia, el Socialismo con Cara Humana en Checoslovaquia y el Alzamiento Húngaro, hubiera sido mucho más fácil para las tropas rusas permanecer en Europa del Este.

Sin los millones de activistas anticoloniales de los años veinte y los años setenta, África, el Caribe y la mayor parte de Asia aún “pertenecerían” a potencia europeas.

Sin las sufragistas desde finales del XIX hasta bien entrados en este siglo, las mujeres no podrían votar.

Sin los millones de sindicalistas de todo el mundo de los últimos 150 años, no habría límites en la jornada laboral, los niños de todas partes seguirían trabajando en lugar de ir al colegio, no habría pensiones, públicas ni privadas, no habría subsidio de desempleo, ni de incapacidad, ni legislación sobre salud y seguridad, ni indemnizaciones, ni salario mínimo, ni pagas extra, ni vacaciones pagadas, ni el mismo salario por el mismo trabajo, ni tramitación de quejas, ni horas extra, salarios mucho peores y derechos ilimitados para los jefes.

Sin los activistas laborales que trabajaron con los millones de activistas sociales de los últimos 150 años, no habría derecho a voto salvo para unos pocos hombres blancos privilegiados, no habría enseñanza pública, ni universidades públicas, ni legislación sobre jubilaciones o seguridad social, ni derecho a sindicarse, ni sistemas públicos de sanidad, sistemas de alcantarillado y agua potable mucho peores, ni impuesto sobre la renta para graduados, ni impuesto sobre la renta o programas sociales de ningún tipo.

Sin los activistas antiesclavitud del siglo XIX aún habría millones de personas que serían vendidos y comprados, y llevados entonces contra su voluntad a lugares lejanos del mundo donde serían explotados hasta morir.

Uno de los mejores ejemplos de lo que activistas estudiantiles organizados y con dedicación pueden lograr es el movimiento por la Libertad de Expresión de Berkeley (Free Speech Movement, FSM, N. del T.). En 1934, el rector de la universidad de California en Berkeley prohibió toda la actividad política y religiosa en el campus. Los estudiantes intentaron saltarse la prohibición en numerosas ocasiones a lo largo de los años, pero no se materializó ninguna campaña organizada hasta 1964, cuando la administración de la universidad declaró fuera de los límites para actividades políticas una extensión de la Telegraph Avenue, la franja de Bancroft, justo fuera de la entrada principal al campus de Berkeley. El área se había visto asociada con manifestaciones contra negocios de Berkeley y Oakland que practicaban discriminación. Los conservadores regentes de la universidad presionaron a Berkeley para que cerrara este lugar de reclutamiento para activistas y restringiera la agitación estudiantil en las áreas adyacentes.

La controversia sobre la libertad de expresión explotó desde la semana de matriculaciones en septiembre hasta el 10 de diciembre de 1964. Una alianza de grupos estudiantiles que incluía grupos socialistas, organizaciones religiosas, grupos a favor de los derechos civiles, las juventudes republicanas y las demócratas se unió. Según contó un estudiante “Los cambios originales en las reglas que deseaban los estudiantes se dividían en cuatro categorías. Estaban en contra de la prohibición por parte de la universidad de la recaudación de fondos y venta de literatura… la prohibición de reclutar miembros en el campus y mantener reuniones… Pidieron a la universidad que rescindiera las reglas que ‘hostigaban’ el flujo de ideas: la regla que requería una notificación con 72 horas de antelación si algún conferenciante de fuera del campus venía a hablar, la regla que requería un profesor titular que moderara todos las reuniones políticas y ‘controvertidas’, y la práctica de cobrar a los grupos por protección policial si la universidad decidía que quería policía en la reunión… Los estudiantes tomaron la prohibición de ‘vindicar’ como una violación directa de sus garantías constitucionales de libertad de expresión. Se opusieron a cualquier restricción a la vindicación, pero los detalles de la posición estudiantil tomaron formas diferentes según la administración cambiaba de posición”. (www.fsm-a.org) Tras la suspensión de ocho prominentes activistas, los estudiantes añadieron una demanda para que los poderes policiales y judiciales de la universidad fueran separados de modo que en lugar de que el rector tuviera control sobre cuestiones disciplinarias, el profesorado adquiriera jurisdicción en las disputas que surgieran sobre las reglas en la actividad política.

Después de que unas 800 personas fueran arrestadas en una sentada pacífica, las cosas llegaron al punto de que el viernes 4 de diciembre, 8000 estudiantes asistieron a una concentración vespertina del Movimiento por la Libertad de Expresión. “Entre un 60% y un 70% del cuerpo estudiantil [más de 27000 personas] secundó una huelga el 3 y 4 de diciembre” y la mayoría de los profesores asociados e incluso los titulares la apoyaron. El 8 de diciembre el senado académico voto 824-115 a favor de las demandas fundamentales del FSM y en enero, los rectores habían accedido más o menos a las demandas de los estudiantes.

Es interesante aprender que los estudiantes, allá por los sesenta luchaban algunas de las mismas batallas que nos encontramos en la Universidad Concordia en Montreal en el siglo XXI. La administración de la universidad a menudo añade arbitrariamente servicios de seguridad extra, en especial en eventos de Solidaridad con los Derechos Humanos Palestinos y la Asociación de Estudiantes Musulmanes, y le cobra los prohibitivos costes a los grupos estudiantiles. Los departamentos de reserva de salas y seguridad retrasan con regularidad la autorización de eventos políticos. Fue el equivalente a los regentes en Concordia, la Junta de Gobernadores, la que prohibió las actividades estudiantiles, políticas o de otro tipo, en la mayoría del terreno de la universidad como consecuencia de las protestas que impidieron que el antiguo Primer Ministro Israelí Benjamín Netanyahu hablara en el campus. Y la batalla por mantener la división de los poderes judicial y policial, para evitar que el Rector de Concordia sea juez, jurado y ejecutor, continúa. Parece que no importa en qué lugar del mundo los estudiantes actuemos, en especial cuando tenemos éxito, nos enfrentamos a batallas similares que limitan nuestra habilidad de expresarnos con libertad y organizarnos nosotros mismos.

Los estudiantes también jugaron un papel primordial en el movimiento por los Derechos Civiles en EEUU en los cincuenta y sesenta. En 1968 los estudiantes de Francia se unieron con los sindicatos y otras organizaciones y llevaron a millones de personas a la calle para pedir con éxito un gran cambio social. Ese mismo año, los estudiantes checos y otros se enfrentaron a los tanques en lo que pareció en su momento una gran derrota para la democracia pero en retrospectiva fue un evento crítico que llevó finalmente al desmantelamiento del Imperio Ruso en Europa del Este. Los estudiantes también jugaron un papel clave pidiendo la democracia en América Latina, Birmania, Corea, China, Paquistán y en toda África.

Éste no es, de ninguna manera, un listado completo, pero el mensaje está claro. El activismo funciona. Sin gente que quiera dedicarle tiempo y esfuerzo, incluso arriesgando a veces sus vidas para enfrentarse al sistema, el mundo sería un sitio mucho peor para la gran mayoría de la humanidad. En cualquier época, desde los comienzos del pensamiento humano, alguien (normalmente los ricos y los más poderosos) ha afirmado que el modo en el que estaban las cosas era lo mejor que la civilización podría ofrecer jamás. Otra gente soñaba con mejorar el mundo y con hacer las cosas de otra manera. Los dos lados siempre han chocado y de esa confrontación ha venido el cambio y el progreso.

A través de los tiempos el activismo ha requerido personas deseosas de soñar, discutir y actuar. Los que lo han hecho han dado mucho a la humanidad. Para mí, activismo es lo menos que podemos hacer por nuestro futuro.

Yves Engler

Lo escrito arriba es un extracto editado de Playing Left Wing-From Rink Rat to Student Radical publicado por Fernwood Publishers. Está disponible en EEUU a través del Independent Publishers Group y online en www.clamormagazine.com. En Canadá está disponible en www.turning.ca.


miércoles, 25 de abril de 2012

Una crisis estructural conlleva un nuevo orden social

La actual crisis económica está revelando que los gobiernos e instituciones internacionales están profundamente despistados al respecto de lo que deberían hacer para resolver la crisis. Mientras el Fondo Monetario Internacional (FMI) ofrece soluciones antagónicas a las que proponen otras instituciones, como por ejemplo el Banco de España y el mismo FMI de hace algunos años, la Comisión Europea ha anunciado recientemente también que modifica su política respecto a cuestiones tales como el salario mínimo interprofesional -ahora le parece una herramienta útil para salir de la crisis. Y los gobiernos, que comenzaron a intentar capear la crisis con medidas de estímulo económico ahora están enfrascados en la aplicación de duras medidas de ajuste que amenazan con llevar la economía a una Gran Depresión.

En ese marco la pregunta que muchos se hacen, con independencia de sus prejuicios e ideología, es: ¿hay alternativas?, ¿podemos encontrar soluciones para evitar la gran catástrofe social y económica que se avecina?, ¿o por el contrario tenemos que resignarnos a aceptar los efectos que provocan políticas de recortes contempladas como necesarias e inevitables?

La actual crisis es una naturaleza estructural porque es universal (no circunscrita a una sola esfera, por ejemplo productiva, financiera, ecológica…), global (afecta a todas las economías del mundo) y continua en el tiempo (no es cíclica en el sentido de requerir un breve lapso de tiempo para su recuperación). La crisis más parecida ocurrió en los años treinta del siglo pasado, si bien ahora hay nuevos elementos en juego de una importancia crucial (como el fenómeno ecológico).

Ahora bien, cuando uno busca alternativas tiende a pensar a partir de una estructura mental muy determinada históricamente. Esto quiere decir que de forma automática ofrecemos respuestas que se inscriben dentro del marco habitual en el que hemos venido operando hasta este momento. Y ahí está uno de los errores más importantes, pues echamos mano de las mismas herramientas que hemos utilizado hasta ahora para procurar responder a problemas que son nuevos.

Pero lo que se está viniendo abajo es precisamente ese mundo al que estábamos acostumbrados, esas instituciones que habían regido el funcionamiento de nuestras economías en los últimos treinta años. Se está viniendo abajo, en palabras de los economistas radicales estadounidenses, la estructura institucional que ha configurado el mundo en el que vivíamos hasta ahora. Más concretamente, se están rompiendo las formas de relación entre capital y trabajo, entre capital y Estado, entre capitales y la propia ideología dominante.

En este escenario no cabe respuesta en el marco institucional previo, es decir, no es posible pensar en términos de algo que ya no existirá por más tiempo. Y esto la derecha económica lo sabe perfectamente. La derecha está dinamitando esas relaciones arriba mencionadas con objeto de avanzar hacia un nuevo orden social de una naturaleza profundamente regresiva. Cabe decir, a modo de ejemplo, que la derecha no reforma el mercado de trabajo sino las relaciones laborales, esto es, la relación entre capital y trabajo. Y obviamente lo hace a favor del capital, porque el modelo social al que aspira requiere eso. Requiere superar las actuales instituciones a favor de una nueva configuración social diseñada a partir de sus tesis ideológicas.

La izquierda tradicional o socialdemócrata, sin embargo, espera amargamente un cambio milagroso que le permita volver a ofrecer soluciones en un marco familiar. Por esa razón los partidos socioliberales, como el PSOE, limitan su acción política a esperar que la Unión Europea de un giro de 180 grados y vuelva a admitir políticas de inspiración keynesiana. Pero no entienden, o no quieren aceptar, que la propia Unión Europea es una institución rota que se mantiene viva porque la derecha la está utilizando en su huída hacia delante, hacia ese nuevo orden social que convenimos en llamar neofeudalismo.

La solución a esta crisis estructural tiene que ser necesariamente estructural, es decir, ha de modificar todas esas relaciones a las que hacía referencia antes. Pero no al modo en que lo hace la derecha, sino a partir de otra lógica radicalmente distinta. Las medidas de política económica necesarias implican romper y superar el marco actual.

Baste un ejemplo gráfico. El problema de la vivienda en nuestro país es tan grave que lleva a que haya una media de 250 desahucios al día a la vez que existen casi 6 millones de viviendas vacías, todo lo cual se acompaña de una realidad social que impide que las generaciones más jóvenes puedan incluso aspirar a emanciparse. Esa situación puede resolverse interviniendo en los stocks de viviendas que son propiedad de los bancos, tanto de los privados como de los que están intervenidos, pero conlleva necesariamente romper con la lógica imperante hasta ahora. Es decir, es una solución radical -la única posible- que implica romper con los contratos y la llamada seguridad jurídica, e incluso con la propiedad privada. Lo mismo ocurre con otras soluciones necesarias como la auditoría de la deuda pública o la reestructuración de deudas privadas, medida esta última que recomienda ya hasta el FMI.

No olvidemos el contexto histórico, en un mundo altamente globalizado donde las economías capitalistas compiten entre sí con mayor ferocidad que nunca y donde los trabajadores de todas partes están sometidos a la existencia del “ejército industrial de reserva mundial”. El mundo está cambiando y esta crisis está demostrando que la fractura institucional afecta a todos los niveles, incluído el ideológico. La gente está cambiando también su estructura mental, tras desmitificar el capitalismo y la ideología dominante que profesaba que el individualismo social y económico nos llevaría a la gloria personal y nacional. Todo está en cuestión y lo estará más en los próximos meses y años, abriendo oportunidades y riesgos nuevos para la configuración de una nueva sociedad.

La derecha ya ha tomando su decisión porque está huyendo hacia delante. Sabe que de esta crisis ha de nacer un nuevo orden social y, dejándose arrastrar por la dinámica del sistema capitalista que conlleva la competencia feroz en todos los ámbitos, se está deshaciendo de lo que considera lastres (Estado del Bienestar y derechos laborales fundamentalmente). La izquierda está despertando, afortunadamente, y ya reclama la refundación de los países y las economías, llamando a nuevos procesos constitucionales y otras nuevas formas de cambiar la configuración social actual. Ahí es donde yo veo la batalla, en responder qué nuevo orden social queremos nosotros en contraposición con el dramático deseo de la derecha.

Alberto Garzón Espinosa
agarzon.net

martes, 24 de abril de 2012

El estado neoliberal

El vaciamiento de la soberanía de los Estados y el desmantelamiento del Estado de Bienestar van aparejados al deterioro de su tejido administrativo. En el Renacimiento, para garantizar la preeminencia de unos señores feudales sobre otros, surge el primer embrión de estructura de Estado, con un ejército profesionalizado, más estable que las mesnadas feudales, que requería un cuerpo de funcionarios que recaudara ingresos para su sostenimiento. Administración y Estado nacen, pues, a la par. Tras las revoluciones liberales se despersonaliza el poder, se consagran los derechos individuales, y se somete el Estado al Derecho. Pero es en el siglo XX, con el Estado del Bienestar, cuando se generaliza la intervención de los poderes públicos para garantizar el disfrute ciudadano de derechos sociales, extendiendo a toda la población la sanidad, la educación o la protección social. Crecen los servicios, y crece la estructura pública.

Hoy, asistimos en Europa al gradual despojamiento de derechos que creíamos consolidados, y al consentido deterioro de los servicios públicos, en un proceso que guarda relación con la pérdida de soberanía de los Estados, que no se han visto sustituidos por verdaderas estructuras políticas superiores con la globalización. El Estado va perdiendo su dimensión social, y se va convirtiendo en un mero aparato represor, como en los antiguos Estados liberales; de ahí su denominación de neoliberal; aunque ejecutor y descaradamente intervencionista, al servicio ahora de entes supranacionales y poderes económicos desdibujados, no elegidos democráticamente. Y si lo político y lo administrativo son interdependientes. Y si la política ya no la dictan los gobiernos y parlamentos legítimamente constituidos, también la administración llega a carecer de sentido. La pérdida de soberanía de los Estados hace que todo lo público se convierta en una piedra en el camino para la extensión del poder económico a ámbitos anteriormente fuera de su alcance.

En el libro “Hay alternativas”, varios economistas proponen como vía reforzar el gobierno europeo, construir más Europa, ya que la Zona Euro necesita un verdadero Estado, una estructura política superior que cimente sus piezas, y que intervenga cuando una de ellas tiene problemas, comparando el presupuesto federal estadounidense (30% del PIB) con el europeo (1 %). Pasar, en definitiva –añado yo-, de ser confederación débil e inestable a constituirse como potente federación. Estos autores demandan un sistema fiscal europeo unificado y progresivo, al servicio del equilibrio interterritorial, que garantice demanda interna suficiente para sostener el Estado del Bienestar, ante el riesgo de la ruptura de la Zona euro. Este sistema fiscal –continúan-, permitiría la emisión de eurobonos o títulos de deuda pública europeos en mejores condiciones, evitando que los Estados soberanos queden en manos de  especuladores a la hora de financiar sus deudas, como sucede ahora. Y consideran que el Banco Central Europeo debería tener bajo su responsabilidad el estímulo de la actividad económica, y prestar directamente a los Estados dinero a bajo interés, y no funcionar como un mero lobby de bancos. Propuestas para evitar el sangrante despojamiento del Estado del Bienestar y su suicida sustitución por el Estado neoliberal hay muchas. Lo que falta por ahora es libertad, interés, sensatez o humildad para secundarlas.   

María Vacas Sentís
Rebelión
 
Libro "Hay alternativas".
Descarga:

Rapa Nui, moais y recortes sociales

Hace unos 1.600 años, una tribu polinesia descubrió y colonizó la isla de Pascua, a 3.700 kilómetros de Chile, sobre la que Kevin Reynolds hizo una película en 1994 titulada Rapa Nui, en la que cuenta unos hechos históricos discutibles, pero con un tema central bastante seguro: la destrucción de los inmensos y ricos bosques de la isla por parte de sus habitantes.
 
Al parecer, tal deforestación pudo ser consecuencia de la construcción de enormes estatuas de piedra (moáis) de hasta ochenta y cinco toneladas y once metros de altura, que llevaron a los aborígenes a emplear una cantidad ingente de árboles como rodillos para el transporte de las piedras y como palancas para su levantamiento. Los habitantes de la isla de Pascua creían ser los únicos habitantes del mundo y estar en el centro del universo (de hecho, llamaban a la isla Te pito o te henua, que significa “el ombligo del mundo”) y seguramente se sentían orgullosos de su obra: unas mil estatuas ciclópeas, de las que aún podemos admirar hoy más de seiscientas.

Árbol a árbol, talando sin cesar sus bosques, fueron quedándose sin fauna, sin flora y sin recursos. Con tal destrucción les llegó la hambruna, dada la erosión del suelo y la falta de madera, de tal forma que de 100.000 habitantes apenas llegaban después a 7.000. En Rapa Nui no quedaron bosques, animales y apenas seres humanos, pero sobre todo desapareció la identidad de un pueblo: la historia tiene de vez en cuando silenciosos agujeros negros que engullen todo lo que encuentran (en este caso, el pueblo y la cultura del pueblo de la isla de Pascua).

En otro orden de cosas, actualmente se está produciendo en nuestro país un fenómeno análogo: en aras de la reducción de la deuda y del déficit por orden de los dioses del mercado, se ofrece a la población como única salida recortar uno a uno, gota a gota, árbol a árbol, servicios básicos en educación, sanidad y otros ámbitos sociales, necesarios para hacer realidad unos derechos fundamentales, constitutivos del estado del bienestar. Como botones de muestra, reducción o congelación del sueldo y horario del profesorado, ratio alumnos/aula, personal de atención a la diversidad, refuerzo de la red privada de enseñanza en detrimento de la pública, amnistía fiscal, copagos en farmacia y atención sanitaria, rescates bancarios con el dinero de todos, congelación de pensiones o subida de las mismas por debajo del coste de la vida, precarización del contrato laboral, reducción drástica salarial y de los derechos laborales…

Una sociedad puede colapsar también por puro embrutecimiento, por simple alienación de sí misma. En la Ley de Murphy se aconseja que si se está dentro de un agujero, se deje de cavar. Por lo mismo, si un país está en crisis, económica o de cualquier otro tipo, no hay que ir segando la hierba bajo los pies, talando árboles, perpetrando recortes. La deuda pública española representa solo el 23% de la deuda nacional, el resto corresponde al endeudamiento privado, principalmente de las grandes empresas y entidades financieras. Sin embargo, el peso de las medidas gubernamentales para atajar la crisis recae fundamentalmente sobre la ciudadanía trabajadora y asalariada, así como en los millones de desempleados, disparándose la diferencia entre una minoría muy rica y los estratos sociales más crecientemente depauperados. También eso conduce al colapso de un pueblo, al marasmo de su gente.

Dice el presidente del Gobierno español y del Partido Popular, Mariano Rajoy, que “el crecimiento económico y la creación de trabajo” exigen muchos sacrificios, pero el pueblo no atisba el menor brote verde de crecimiento y de trabajo. Rajoy pide un acto de fe: el barco está en grave peligro de hundirse, pero a medio o largo plazo todo quedará solucionado. Es decir, espera que el pueblo se crea que vivirá pronto en un paraíso de exuberante vegetación y riqueza, pero que de momento debe aguantar que cada mañana vengan con la sierra mecánica a talar más árboles.

Según el historiador británico Arnold J. Toynbee, la quiebra de una civilización es producto principalmente del quebranto de lo que denomina “minoría creativa”, la cual posee una visión de una nueva sociedad, adecuada para hacer frente a las necesidades y los desafíos existentes, y que va degenerando en una “minoría dominante”, que fuerza a obedecer a la mayoría sin merecer ni justificar esa obediencia.

Pocos dudarán ya de que las soberanías nacionales están siendo suplantadas por una minoría dominante, por una oligocracia económica, financiera y especuladora, que, como en Rapa Nui, se cree el ombligo del mundo, pero en realidad depreda y saquea el mundo con violencia y destrozo. ¿Seremos capaces de destruir sus fábricas de máquinas aserradoras y hacer frente a quienes están talando nuestros bosques antes de que llegue la deforestación final?

Antonio Aramayona – ATTAC CHEG Aragón
El Periódico de Aragón

lunes, 23 de abril de 2012

Transformar una ilusión

El pasado 2 de marzo, Daniel Innerarity escribía el artículo Desenredar una ilusión, en el que cuestionaba “el mito de la democracia digital”. La tesis del filósofo es que los optimistas digitales, a los que denomina cyber-cons (aquellos que han previsto que Internet generaría una mayor participación ciudadana como consecuencia de la libre circulación de información), han fracasado porque “Internet no elimina las relaciones de poder sino que las trasforma” en un ejercicio esnob y lampedusiano: que todo cambie para que nada cambie. La Red descentraliza el poder de las ideas, la economía y la sociedad… pero reproduce, finalmente, el poder ya existente, afirma Innerarity.

Esta línea de pensamiento se fundamenta en reputadas voces y argumentos sólidos. Pierre Rosanvallon, por ejemplo, en su libro La contrademocracia advierte que la apelación a los ciudadanos, propia de la democracia directa, conduce a la tentación populista. Y que la política vigilada y fiscalizada puede derivar en antipolítica o impolítica, volviéndose irrelevante o materia incendiaria, no ya de los que quieren otra política sino de los que no quieren ninguna. Según el autor, la preocupación por inspeccionar la acción de los gobiernos se convierte en estigmatización permanente de las autoridades legítimas hasta constituir una potencia negativa. Es la transformación de la original democracia del proyecto hacia una democracia del rechazo.

Tzvetan Todorov, otro de los teóricos más destacados de estas corrientes de pensamiento, en su reciente texto Los enemigos íntimos de la democracia , amplía el análisis alertando sobre los enemigos “interiores” de las democracias y pone en el mismo saco el mesianismo democrático, el populismo y la xenofobia.

Todos ellos apuntan los déficits y algunos problemas medulares. Tener buena parte de razón es quizás suficiente para emitir un juicio tan concluyente, pero también lo es para medir la fuerza de las palabras y optar por dar una oportunidad a lo imperfecto, porque es, sin duda, portador de un caudal de ilusión democrática (aunque los lados oscuros de la utopía digital nos obliguen a reflexiones y análisis menos fascinados y más realistas). No, todavía no ha llegado el momento de hacer un balance definitivo, de solemnizar y certificar la falta de capacidad transformadora de lo que se mueve en las redes sociales y en Internet. Todo lo contrario.


Hay razones para la preocupación, sí. También para el juicio ponderado y crítico respecto a los peligros democráticos a los que nos enfrentamos si nos dejamos arrastrar por la fascinación de la multitud y su estética política. Sobrevalorar es tan equívoco como infravalorar. Y no se puede ignorar que la energía política y cívica, que se expresa en amplísimos sectores de nuestra sociedad a través de la cultura digital -aunque todavía de manera imperfecta, fragmentada y parcial-, representa una profunda corriente de capital político transformador. Esta cultura tecnológica, en su capacidad disruptiva y su penetración global, puede favorecer un ecosistema social en el que las personas pueden reconstruir su identidad individual y colectiva. Es la nueva conciencia del nosotros.

Tres son los argumentos para transformar una ilusión no ilusa, aunque compleja.

Primero, los valores. La cultura digital está recreando una nueva escala de valores. Compartir, reconocer, participar son acciones que se convierten en valores de cultura política con nuevos registros y calidades. La democracia digital no es mejor democracia —todavía—, pero nos puede hacer —quizás— mejores demócratas. Más abiertos al diálogo, al debate, a la transversalidad. En Internet no se pregunta a las personas de dónde vienen, sino a dónde van. Justo lo contrario que la vieja política analógica, prisionera de identidades excluyentes, de ideologías herméticas, de trincheras partidarias.

Segundo, los medios. La politización de muchísimos jóvenes —y no tan jóvenes— empieza a veces por un “me gusta”, un clic o un retuit. ¿Por qué esto va ser menos relevante que cuando pegábamos carteles, o asistíamos a asambleas de palmeros? Que sea fácil activar una acción no significa que sea de peor calidad democrática. Lo relevante es que una nueva generación de ciudadanos globales está tomando conciencia política entre los fracasos del oportunismo digital del modelo Kony 2012 y los éxitos de tantas y tantas luchas que se dan y se ganan con un teclado entre manos. No es una ciudadanía ilusa, y aunque las dificultades y los retos sean abrumadores, no se decanta por el cinismo sino por el compromiso activo.


Tercero, los temas. La Red no es tecnología. Es cultura. Es sociedad. Internet se ha convertido en un poderoso sensor social de temas y preocupaciones. Si la política quiere saber por qué se ha alejado, pareciendo irrelevante, de los problemas de la ciudadanía, debe reencontrar el camino conectándose. El pálpito social, con todas sus limitaciones, se mueve en el acelerado, discontinuo y disruptivo flujo digital. La velocidad, la brevedad y lo efímero son un signo de los tiempos, que debe ser complementado —y no negado— con otras prácticas que no impidan razonar, elaborar y organizar con nuevos mimbres y formatos.
En vez de enjuiciar con severidad la irrupción de lo emergente, quizás se debería seguir denunciando la incapacidad de la política formal para adecuarse a la sociedad red. Y reconocer, como portadora de esperanza, a una generación política decepcionada pero que, en vez de “pasar de la política”, pasa “de la mayoría de los políticos”, que no es lo mismo. ¿No se merecen, además de reconocimiento, ánimo y confianza? ¿No es la ilusión por otro mundo mejor, otra política y otra cultura del trabajo y de la economía, motivo de esperanza democrática? Y sin ilusión… ¿qué política se ofrece? ¿La que tenemos? ¿La que ha provocado la desafección y la frustración más importante en nuestra corta democracia?

La reconfiguración del conocimiento, la capacidad del empoderamiento de las multitudes y la superación del miedo y del individualismo, gracias a la colectividad, dotan a los movimientos sociales de una fuerza especial y mágica. Como afirma Manuel Castells, el sentido utópico de una democracia directa en red no es una tontería, tiene tal capacidad transformadora que hay que valorarla con seriedad. Todos los grandes movimientos sociales empiezan por una utopía. La fuerza del movimiento está ahí.

Escuché una vez decir a Innerarity que los filósofos debemos molestar, quizás es para lo único que servimos”. Pero ¿no deberían molestar, sobre todo,  a los que se lo miran y no a los que actúan? Las dificultades de la cultura de la democracia directa para ofrecer una alternativa no son pocas ni pequeñas. Aunque lo profundamente imperfecto no es la alternativa, sino la oferta actual. No nos equivoquemos.

Morozov afirma que “la Red genera ilusiones de grandes victorias políticas que son simples arañazos”. Pero hay zarpazos que son la esperanza de la política y de la democracia. El tono paternalista y categórico de algunos análisis no ayudan y rompen los pocos puentes que quedan entre lo establecido y lo utópico. Si la política formal desprecia e ignora la actual denuncia por su incapacidad propositiva en términos convencionales, perderá una oportunidad irrepetible para revitalizarse con el injerto de lo nuevo. La política debe abrazar la inteligencia de las multitudes, el crowdsourcing social, como nutriente de análisis y soluciones diferentes. Y su instrumento, los partidos, debe evolucionar a espacios de coworking político con otros y alternativos protagonistas.

Tucídides decía: “Cualquier poder tiende a ir hasta el límite de su poder. ¡Ha llegado la hora de la vigilancia!” Hagamos de la política vigilada una oportunidad para una democracia vigilante de derechos y deberes, de ciudadanos responsables, de poderes sometidos a la ley y a los valores democráticos, no por encima de ellos. Transformar la ilusión en acción y esta en alternativa. Este es el reto.

Antoni Gutierrez Rubí, es asesor de comunicación y autor del libro ‘La política vigilada’ (Editorial UOC), con prólogo de Daniel Innerarity.
El País