Desde Madrilonia News tenemos dos grandes noticias que ofreceros; como siempre, hay una buena y otra mala.
Empecemos por la mala: La crisis no tiene solución. Ni el déficit, ni
el paro, ni la corrupción. Si todavía confías en algún remedio para
esta injusta situación, no mires ni implores al cielo, porque si echas
un vistazo hacia los de arriba te llevarás un buen disgusto. El año que
viene aumentará la recesión, un millón de nuevos desempleados, mayores
recortes en educación, sanidad y pensiones. La precariedad será un lujo y
seguirá su curso la ya iniciada intervención de la nada democrática
Unión Europea en el reino de España.
Los sueños de una vuelta a un sistema de garantías, con derechos y
libertades asociados a una retribución colectiva, son poco realistas.
Las bases materiales del pacto social que sostenía el Estado del
bienestar tocan a su fin, así como la forma de acceder a los bienes y
los servicios que el sistema proporcionaba. La leyenda de aquel Pacto
establecía que gran parte de las ganancias empresariales fueran
reinvertidas en la producción, lo cual a su vez aseguraba el empleo y el
acceso al consumo de los trabajadores siempre que renunciaran a
aumentos salariales y sus aspiraciones nada tuvieran que ver con huir de
la agotadora jornada laboral. Los impuestos sobre las rentas del
trabajo y sobre las ganancias del capital serían destinados al fomento
de la industria nacional y a las prestaciones sociales para las clases
trabajadoras. Hoy, los que ganan mucho dinero especulando no sienten
ninguna responsabilidad con el resto de los mortales. Y ese círculo que
vinculaba los derechos sociales al empleo y a la nacionalidad, dejando
fuera los cuidados y excluyendo a quienes vienen de otros lugares, está
terminando de desmoronarse. Tranquilidad, tampoco es para ponerse a
llorar por las esquinas.
Los responsables de la gestión de la crisis están destruyendo un
sistema de protección social al completo al mismo tiempo que talan su
propia rama del árbol. No sólo no tienen una salida que garantice el
bienestar para la mayor parte de la gente sino que, además, ni siquiera
parecen conscientes de lo que se les viene encima. Es posible,
también, que los políticos y expertos en economía de mercado no vean
más allá de sus propias miserias, o tal vez se crean capaces de
controlar el empobrecimiento de amplios sectores sociales preocupados
por mantener sus ganancias siguiendo el único plan que saben y pueden
seguir. Su legado para los próximos años será más de lo mismo: medio
millón de nuevas ejecuciones hipotecarias, la definitiva destrucción de
la educación y la sanidad públicas, el deterioro del sistema de
pensiones, más paro, más deuda, etc. Y por fin su invitado estrella: la
miseria, la angustia y el miedo.
Pero ahora viene la buena noticia: La solución a todos los problemas
no vendrá de la mano de nadie que tenga algo que ver con esta estafa.
Por fin podemos decir adiós a las falsas promesas de recuperación, dar
por fracasados los intentos de engaño de nuestra queridísima clase
política, reírnos de los consejos de los gurús de la economía de
mercado y mirar por encima del hombro a los banqueros y grandes
empresarios que dicen ser los creadores de riqueza.
Lo sabemos de sobra: Están atrapados en su propia ideología
neoliberal y son incapaces de hacer nada fuera de esa (i)lógica que
consiste en seguir recomendaciones del FMI, acatar las exigencias que
vienen de Bruselas, beneficiar a sus clientelas, perpetuarse en el
poder, rescatar a los banqueros o seguir el son de los mercados y la
prima de riesgo. Los políticos y partidos en el poder no pueden hacer
nada por nosotros, a parte de perjudicarnos, es el momento de decirles
adiós. Dejar de aceptar la potestad que tienen sobre nuestras vidas,
dejar de aceptar el chantaje vital que ejercen cada día a todos los
niveles. No hace falta viajar en el Delorean para saber que
sólo tenemos el presente para construir un futuro. Hay mucho por hacer.
Dan ganas de gritar «que se vayan todos», que nos dejen en paz, que
abandonen las poltronas. No les necesitamos, sabremos apañárnoslas.
Hay una realidad social que no está representada en esas instituciones
que llaman de gobierno. No cabemos en una urna, ni en discursos que nos
tratan como idiotas.
Cuando ya no hay nada que esperar de los políticos, ni de los
grandes empresarios, ni de los banqueros, ni de los economistas del
beneficio, la estafa termina y comienza la burla. El emperador está
desnudo. Es el momento de rescatar lo que merezca la pena, pero sobre
todo es hora de crear un nuevo pacto social. La Unión Europea no puede
estar al servicio del 1%. Aquello que llaman revolución, hoy, no es otra
cosa que una democracia digna de tal nombre.
Democracia para recuperar la abundante riqueza que entre todos y
todas producimos. Democracia para garantizar el acceso, la
sostenibilidad y la inalienabilidad de los bienes comunes: el agua, el
conocimiento, la sanidad, la educación, la vivienda, etc. Democracia
para componer una nueva forma de soberanía que nada tenga que ver con
la competencia entre territorios. Democracia para proteger la vida de
las personas, el más importante activo para el verdadero motor de la
economía: la cooperación social. Llegó el momento de abandonar las
ilusiones y mirarnos a los ojos, reconocer la potencia colectiva para
tomar y hacer, para constituir procesos e instituir realidades. Cuando
el sistema está contra la mayoría, hacer las veces de opinión pública
no es suficiente. En Islandia consiguieron echar a todos y meter en la
cárcel a los culpables. En Grecia saben que la estafa no tiene fin.
Aquí, el entusiasmo de la primavera llama de nuevo a las puertas del
99%. Europa necesita un rescate ciudadano.
Es tiempo de ir a por todas, pacíficamente, sin dejarse llevar por el
miedo, esquivando las trampas de la criminalización y la banalización.
Por una democracia que merezca ese nombre.
Madrilonia.org
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