domingo, 31 de agosto de 2008

El capitalismo de desastre y el estado de extorsión

Luego que el petróleo cruzó la barrera de los 140 dólares por barril, inclusive los presentadores de televisión más derechistas han tenido que mostrar su credo populista dedicando parte de sus programas a vapulear a las Grandes Empresas Petroleras. Algunos han ido tan lejos como para invitarme a dialogar de manera amable sobre un insidioso nuevo fenómeno: "el capitalismo de desastre". Todo va generalmente bien, hasta que deja de hacerlo.

Por ejemplo, el presentador de radio Jerry Doyle, un "conservador independiente" y yo, teníamos una conversación perfectamente amable acerca de empresas de seguros turbias y políticos ineptos, cuando esto ocurrió: "Creo que hay una manera rápida de bajar los precios", anunció Doyle. "Hemos invertido 650 mil millones de dólares para liberar a un país de 25 millones de personas. ¿No deberíamos exigirles que nos entreguen el petróleo? El problema de bajar los precios de la gasolina se resolvería en 10 días, no en 10 años."

Pero ocurre que es demasiado tarde para hacerlo. "Nosotros" estamos robando el petróleo de Irak, o al menos estamos a punto de hacerlo.

Hace 10 meses publiqué mi libro The Shock Doctrine: The Rise de Disaster Capitalism. Mi argumento central es que la manera en que las corporaciones multinacionales reestructuran el mundo es explotar de manera sistemática el miedo y la desorientación que acompañan momentos de gran shock y de crisis. Ahora que el planeta está siendo afectado por múltiples shocks, parece un buen momento para ver cómo y dónde esa estrategia está siendo aplicada.

El desastre de Irak: nosotros lo quebramos, nosotros (acabamos) de comprarlo

Un modelo de capitalismo de desastre es lo que ocurre en la actualidad en el ministerio de Hidrocarburos de Irak. Comenzó con contratos sin licitación anunciados por ExxonMobil, Chevron, Shell, BP y Total (aún deben ser firmados, pero continúan en curso). Una semana después de anunciarse esos acuerdos, el mundo pudo echar una primera ojeada al premio real. Luego de años de negociaciones y de presiones, Irak ha abierto de manera oficial a inversionistas extranjeros seis de sus principales yacimientos petroleros, que representan alrededor de la mitad de sus reservas comprobadas de crudo.

Según el ministro de Hidrocarburos de Irak, los contratos a largo plazo serán firmados en el curso de un año. Las firmas extranjeras mantendrán 75 por ciento del valor de los contratos, en tanto el otro 25 por ciento corresponderá a sus socios iraquíes. Ese tipo de proporción es insólito en los estados del golfo Pérsico, donde obtener un control mayoritario sobre el petróleo fue una de las mayores victorias en la lucha contra los colonizadores.

Según Muttitt, se presumía hasta ahora que las empresas multinacionales explotarían nuevos campos petroleros en Irak, en lugar de asumir el control de aquellos ya en producción. "La política era "asignar esos campos a la Compañía Nacional de Petróleo de Irak", me dijo. Lo que está ocurriendo ahora es un giro de ciento ochenta grados en esa política. En vez de darle a la Compañía Nacional de Petróleo de Irak el proyectado 100 por ciento, se le otorga apenas un 25 por ciento.

Por lo tanto, ¿cómo es posible que puedan concretarse tan ruinosos acuerdos en Irak? ¿Por qué le ocurre a un país que ha sufrido tanto? De manera irónica, es el sufrimiento de Irak, su interminable crisis, que sirve de excusa para acuerdos que amenazan con privarla de su principal fuente de ingresos.

La lógica es ésta: la industria petrolera iraquí necesita la experiencia de empresas extranjeras debido a que muchos años de sanciones le impidieron adquirir nueva tecnología. La invasión y la continua violencia han degradado aún más la capacidad de la industria petrolera nacional. Por lo tanto, la invasión a Irak crea el argumento para el pillaje subsiguiente.

Inclusive varios de los arquitectos de la guerra de Irak ya ni se preocupan en negar que el petróleo fuera uno de los principales factores de la invasión. Fadhil Chalabi, uno de los principales asesores del gobierno de Bush en meses previos a la guerra, dijo en fecha reciente que la intrusión "fue una acción estratégica por parte de Estados Unidos y del Reino Unido para conseguir una presencia militar en el Golfo Pérsico a fin de asegurar abastecimientos petroleros en el futuro".

Invadir países para quedarse con sus recursos naturales es ilegal de acuerdo a la Convención de Ginebra. Eso significa que la tarea de reconstruir la infraestructura de Irak, incluida su infraestructura petrolera, es de responsabilidad de los invasores. Ellos deben ser obligados a pagar por las reparaciones. (Hay que recordar que el régimen de Saddam Hussein pagó a Kuwait 9 mil millones de dólares a Kuwait en reparaciones tras la invasión de 1990). En cambio, se obliga a Irak a vender 75 por ciento de su patrimonio nacional para saldar las cuentas de una invasión y ocupación ilegales.

Lucrando con la crisis petrolera para explorar en EUA

El gobierno de Bush está aprovechando otra crisis vinculada, la causada por el alto costo de los combustibles, para revivir su sueño de cavar en el área conocida como ANWR (siglas en inglés de Arctic National Wildlife Refuge o Refugio Nacional para la Vida Silvestre en el Ártico), así como en otras partes del país.

"El Congreso debe enfrentar una dura realidad", dijo George W. Bush el 18 de junio. "A menos que los miembros estén dispuestos a aceptar los actuales precios de la gasolina... nuestro país debe producir más petróleo." El presidente actúa aquí como el jefe de los extorsionadores apuntando con la boquilla de la manguera de gasolina a la cabeza de su rehén, que en este caso es todo el país.

Pero perforar tierras de la ANWR tendrá un impacto escasamente discernible en los suministros actuales de petróleo. Y eso lo saben muy bien los partidarios de la explotación de crudo. Eso nunca funcionará. Alcanza con ver el comportamiento del mercado. Los precios suben pese a que se anuncian nuevas fuentes de crudo. Basta ver el boom petrolero en Alberta, Canadá.

Petróleo de Alberta ha comenzado a abastecer refinerías de Estados Unidos. En la actualidad Canadá es el principal abastecedor de petróleo a Estados Unidos, superando inclusive a Arabia Saudí. Entre el 2005 y el 2007, Canadá aumentó sus exportaciones a Estados Unidos en casi 100 millones de barriles. Pero, pese a eso, los precios del petróleo siguieron subiendo.

Lo que está impulsando la propuesta de ANWR no son los hechos, sino una pura doctrina de choque. La crisis petrolera ha creado condiciones en las cuales es posible vender políticas previamente imposibles de vender, pero que producen grandes réditos.

El shock del precio de los alimentos: alteración genética o hambruna

Vinculado de manera íntima con el precio del petróleo es la crisis global de alimentos. No sólo el alto precio de los combustibles aumenta el costo de la comida. Además, el boom de los agrocombustibles ha hecho borrosa la línea entre alimentos y combustible, alentando una especulación rampante y desalojando a los campesinos de sus tierras.

Los gobiernos de varios países latinoamericanos se han visto obligados a reexaminar lo que ocurre con los agrocombustibles y a reconocer que la comida es un derecho humano, no simplemente una materia prima.

Pero el subsecretario de Estado norteamericano John Negroponte tiene otras ideas. En un discurso donde exaltó el compromiso de Estados Unidos para ofrecer ayuda alimenticia a naciones en crisis, también pidió que los países bajen "sus restricciones a la exportación" y eliminen "barreras para usar tecnologías de producción innovadora en plantas y animales, incluida la biotecnología".

El mensaje fue claro: los países pobres tienen que abrir sus mercados agrícolas a los productos de Estados Unidos y a sus semillas genéticamente modificadas, o de lo contrario perderán la ayuda.

Los cultivos alterados genéticamente han emergido como un curalotodo para la crisis mundial, al menos según el Banco Mundial, la Comisión Europea y el primer ministro de Gran Bretaña, Gordon Brown. Y por supuesto, las compañías agroindustriales.

"En la actualidad usted no puede alimentar el mundo sin organismos alterados genéticamente", dijo a The Financial Times Peter Brabeck, presidente de Nestlé. El problema con ese argumento, al menos por ahora, es que no hay evidencias de que semillas genéticamente alteradas aumentan el rendimiento de los cultivos. Por el contrario, con frecuencia lo disminuyen.

Pero inclusive si existiese una simple clave para resolver la crisis global de alimentos, ¿quién desea que esté en las manos de Nestlé y de Monsanto?

Entre tanto, en medio de todas esas conversaciones sobre nuevas tecnologías genéticas y de prospección petrolera, el gobierno de Bush anunció una moratoria de hasta dos años en nuevos proyectos de energía solar en tierras federales. Eso se atribuye, al parecer, a preocupaciones ecológicas. Esa es la frontera final para el capitalismo del desastre.

Nuestros líderes no invierten en tecnologías que podrían impedir un futuro caos climático. En cambio, optan por trabajar con aquellos que inventan esquemas para obtener beneficios del caos.

La privatización del petróleo iraquí, el control global mediante cultivos alterados genéticamente, la reducción de las barreras comerciales, y la apertura de parques nacionales, son objetivos que previamente eran buscados mediante acuerdos comerciales corteses, bajo el seudónimo de la "globalización".

Ahora, esa agenda desacreditada marcha sobre las espaldas de crisis en serie, y se ofrece como una medicina salvadora para un mundo dolorido.

Naomi Klein