domingo, 30 de diciembre de 2012

Las incontables pequeñas acciones de la gente desconocida

-Desde el año 2007 unas 400.000 familias han perdido su vivienda por no poder pagar la hipoteca. En este año 2012 que ahora termina se ha alcanzado el récord de desahucios: 49.702 solo de enero a septiembre, un 15,9% más que los del mismo periodo de 2011.

-El porcentaje de desempleo supera el 25%.

-Los ricos concentran más riqueza que nunca, tanto en España como a nivel global.

-Los sueldos se han reducido, así como los servicios públicos y, por tanto, la inversión contra la pobreza y la exclusión social.

-El pago de la deuda se ha impuesto como prioridad. En Madrid, por poner un ejemplo, de los impuestos que paga un madrileño medio, 323 euros van destinados a pagar la deuda de los bancos, y solo 36 euros a inversiones.

-El Banco Central Europeo presta dinero a la banca privada a un interés menor del 1%. El Estado emite deuda pública, que los bancos compran a intereses que han llegado a estar entre el 6 y 7%. Es decir, ‘venden’ un dinero a España y en esa transacción, a la vez que ganan, arruinan el país, porque aumenta la deuda pública. Si el Banco Central Europeo diera dinero directamente al Estado, y no a la banca privada, la deuda pública sería mucho menor.

-Mientras los bancos pagan un 1% de interés por el dinero que reciben, los ayuntamientos y las comunidades autónomas tienen que pagar por sus deudas intereses cercanos al 5%, impuestos por la banca y avalados por el Gobierno.  

-Las ganancias de los más ricos han crecido una media del 8,4% durante 2012.

-Las Sicav seguirán tributando al 1%, y el gobierno justifica este privilegio argumentando que si no, ese capital se iría del país. A quienes no poseen riqueza se les niega, sin embargo, toda ventaja fiscal. De esa forma se pretende dibujar un país por y para los ricos.

-Las 100 mayores fortunas de la Bolsa suman 78.518 millones de euros.

-El índice de miseria en España alcanza el 26,4%, un 15,5% más que hace cinco años.

Frente a esto, se ha articulado una lucha protagonizada por movimientos sociales como el 15M, iniciativas impulsadas por organizaciones como Juventud sin Futuro o la Plataforma de Afectados por la Hipoteca. Se han tejido uniones impensables hace tan solo unos meses en sectores como la sanidad o la educación, se suceden las protestas, las huelgas, las concentraciones, los actos de desobediencia civil en un ambiente donde más gente, interesada en acceder a la información sin propaganda, está experimentado un despertar, consciente de que esta crisis no es un desastre natural, sino consecuencia de unas políticas y actitudes que podían haberse evitado, si hubiera habido voluntad.

Toda una maquinaria propagandística trabaja al servicio de quienes acumulan la riqueza y el poder, con el fin de mantener al resto de la población dominada y engañada. Por eso mismo es imprescindible el cuidado de la información, del cómo: Cómo se cuenta la realidad, lo que está pasando, de forma que pueda ser comprendido por todos.

La información de carácter divulgativo, con la intención de contar sin parcialidades cuál es el funcionamiento del actual sistema económico, es de vital importancia. Es todo un reto, teniendo en cuenta que la principal arma de aquellos que dominan los medios de producción económicos y financieros es el control de las creencias, de las actitudes, del relato de la historia.

Ya se han registrado cambios en la narración de la realidad, conquistados por movimientos como el 15M en España, Occupy en Estados Unidos o, de otra forma, los movimientos sociales surgidos en el mundo árabe. Todos ellos han sido capaces de imponer en la agenda política o en el debate público determinados discursos que antes eran subterráneos y muy políticamente incorrectos. 

Han iniciado luchas en contra la desigualdad, representada en los desahucios, en las subastas de viviendas secuestradas por los bancos, en la privatización de la sanidad, en la doble vara que las autoridades emplean para imponer castigos: amnistías para grandes y acaudalados defraudadores, multas, detenciones e incluso cárcel en régimen de aislamiento para quienes participan en protestas .

Se han ganado ya pequeñas batallas, y podrán ganarse otras mayores “con el suficiente apoyo popular”, algo que siempre subraya Noam Chomsky en sus análisis de las luchas sociales. Puede parecer una obviedad, o una reflexión inocente, pero es así: ciertas acciones de reivindicación, con el suficiente respaldo popular, conseguirían sus objetivos. Ese ‘suficiente apoyo popular’ depende del nivel de implicación que cada ciudadano quiera adoptar. 

Este año, por ejemplo, Chomsky mencionaba lo siguiente:
“En 1977, la U.S. Steel decidió cerrar una de sus grandes instalaciones. En lugar de limitarse a irse a sus casas, los trabajadores y la comunidad decidieron unir fuerzas y comprársela a U.S. Steel, entregársela a los trabajadores y convertirla en una empresa llevada y gestionada por trabajadores. No ganaron. Pero con el necesario apoyo popular podrían haberlo logrado. (...) 
"Hace un año, en un suburbio de Boston ocurrió algo similar. Una multinacional decidió cerrar una fábrica que funcionaba y era rentable. Los trabajadores y el sindicato se ofrecieron a hacerse cargo de ella y gestionarla por sí mismos. La multinacional decidió en cambio cerrarla, probablemente por una cuestión de conciencia de clase. Si hubiera habido suficiente apoyo popular, si se hubiera implicado un movimiento como éste [en referencia a Occupy], podrían haber tenido éxito”. ( Discurso de Chomsky en memoria de Howard Zinn, en Occupy Boston)

Con una información bien difundida, explicada y libre de servilismos se podría conseguir ese apoyo popular. Porque lo que la gente está pidiendo y defendiendo son causas nobles a las que nadie, en su sano juicio, se opondría: un mundo más justo, con más igualdad, más solidario, capaz de ofrecer una vivienda digna, un trabajo digno, una atencion médica y una educación gratuitas de calidad para todos.

Cuando conocí al historiador estadounidense Howard Zinn, en febrero de 2005 en Nueva York, me habló de algo que tantas veces antes había escrito y tantas veces después volvió a repetir: La importancia de las “incontables pequeñas acciones de la gente desconocida” que conforman la base de “esos momentos grandes” que entran en la Historia. 

Este es uno de esos momentos en los que todo suma y en los que la suma de uno más uno más uno más uno...marca la diferencia. 
 
Olga Rodríguez
Eldiario.es

martes, 25 de diciembre de 2012

Olas que golpean

La necesidad de recuperar nuestras vidas ante el ataque a la vida de los gestores liberales de la crisis centra este resumen del año que termina.

El capitalismo nunca podrá poner el piloto automático. Nunca podrá pisar el acelerador y luego levantar el pie y esperar que la velocidad se mantenga. No podrá explotar un rato y luego vivir de las rentas de esa explotación. No podrá acumular y sentarse a ver pasar el cadáver de su enemigo porque el capitalismo necesita que su enemigo viva y trabaje para él, y más aún, el capitalismo es también su enemigo, sin él no podría existir. Por eso nuestros días, como los de Madre Coraje, consisten de algún modo en alimentar la mano que nos quita la vida.

Nuestros días, como los de Madre Coraje, consisten de algún modo en alimentar la mano que nos quita la vida No sólo cuando trabajamos, también cuando estamos en paro o cuando mediante los cuidados hacemos que siga girando la rueda de la explotación. Podemos construir islas en red o, a la manera de Italo Calvino, buscar en medio del infierno aquello que no es infierno, podemos dar existencia a un ex país, un no-país en el que, como escribe Bernardo Gutiérrez, “sus habitantes están parando desahucios, atendiendo inmigrantes, autoinformándose en red, perdiendo el miedo, creando en su vida diaria la república del 99%”. Lo hacemos, lo celebramos, al tiempo que leemos a personas muy jóvenes que escriben: “Y sin embargo ellos siguen pinchándonos con palos desde arriba y mermando nuestros derechos y la calidad de nuestras vidas, provocando más movilizaciones, en la práctica, inútiles, y así”. No son inútiles, no lo son, dejamos el pesimismo para tiempos mejores, no son inútiles, queremos decir, sino que el capitalismo continúa pisando el acelerador, y no permitirá que le abandonemos porque “las clases dominantes no se suicidan” y nuestra partida sería su muerte.

“La huelga ha generado un sentimiento de solidaridad apagado hace años”, afirma Enrique Mosquera, portavoz de los huelguistas, en el número 187 de DIAGONAL con respecto a la huelga de hambre iniciada el 5 de noviembre por cinco trabajadores de Telefónica para solicitar la justa, responsable y humana readmisión de Marcos Andrés despedido por bajas médicas. Telefónica obtuvo el tercer trimestre de 2012 un beneficio neto de 3.455 millones de euros, lo que representa una subida del 26% con respecto al mismo período del ejercicio anterior, según informó la compañía a la Comisión Nacional del Mercado de Valores, y ha proseguido exitosamente su política expansiva por Latinoamérica y Europa. ¿Por qué, se preguntaba Iván Gordillo en un artículo publicado en Rebelión.org, una empresa, con una plantilla de más de 25.000 trabajadores en España se enroca obtusamente en el caso de Marcos Andrés? Y respondía señalando que Telefónica, a pesar de los cuantiosos beneficios, como otras muchas empresas, pretende aprovechar la actual coyuntura de crisis para presentar un ERE con el que despedir a 6.500 empleados. ¿Y por qué, preguntamos de nuevo? Porque el capitalismo no puede parar. Necesita dar un nuevo paso cada día pues sabe que si no lo hiciera el paso podría darlo su enemigo. 

El capitalismo no puede parar. Necesita dar un nuevo paso cada día pues sabe que si no lo hiciera el paso podría darlo su enemigo Nosotros y nosotras somos su enemigo. Sumaremos la solidaridad que ha vuelto, que estuvo apagada durante años, con la que permaneció, la de quienes aun siendo minoría se manifestaban o daban sus batallas en silencio, en un no sostenido dentro de una empresa o una habitación, en colectivos diversos que continuaron oponiéndose a lo injusto. La sumaremos a lo que está viniendo. Porque puede que nadie sepa definir el 15M, puede que suba y luego parezca quedar flotando o disolverse para el reagrupamiento, puede que sea un clima, según Amador Fernández-Savater, o un síntoma, según Ángeles Díez, o ambas cosas, o un agregado molecular cuya respuesta política procede de los efectos colectivos generados por la interacción entre las partículas.

Lo cierto es que aunque no sepamos definirlo lo nombramos, distinguimos entre lo que es 15M y lo que no, y una de las cosas que sí es, pasa, nos parece, por recordar que las luchas tienen que darse al mismo tiempo ahora y en el futuro o, por decirlo de un modo más radical, que los medios son la razón de los fines. El célebre texto de un Chesterton furioso porque las autoridades, para evitar los piojos, querían cortar el pelo a las niñas de los suburbios es un ejemplo claro de este proceso que va de los medios a los fines: “Empiezo por el cabello de una niña. Sé que eso al menos es algo bueno. Sea el mal lo que sea, el orgullo de una madre buena en la belleza de su hija es algo bueno. (...) Si hay otras cosas en contra, esas cosas deben desaparecer. Si los arrendadores y las leyes y las ciencias están en su contra, arrendadores y leyes y ciencias deben desaparecer. Con el pelo rojo de una rapazuela traviesa de las cloacas prenderé fuego a toda la civilización moderna. Cuando una niña quiere llevar el pelo largo, tiene que tenerlo limpio; como tiene que tenerlo limpio, no tendrá que tener una casa sucia; como no tiene que tener una casa sucia, tendrá una madre (y un padre) libres y llenos de tiempo; como tiene que tener una madre (y un padre) libres, no tendrá que tener un arrendatario que es un usurero; como no tendrá que existir un arrendatario que es un usurero, tendrá que haber una redistribución de la propiedad; como tendrá que haber una redistribución de la propiedad, habrá una revolución”.

Estamos aprendiendo que no podemos perder el ahora en aras del futuro, no podemos luchar sin respetarnos, es decir, sin respetar lo que hacemos, no podemos dar por buenas corruptelas, estulticias o humillaciones en función de que un día conducirán a otro lugar. Y tampoco podemos renunciar a todas las voces que nos dieron materiales para la estrategia de combate; más que nunca nos hacen falta. Pongamos, apenas dos ejemplos, Kurosawa y Brecht.

Estrategia del director japonés: “Kanbei: [los bandidos]... han atacado por todos los otros lugares, y han sido rechazados. Vendrán por aquí. Sichiroji. –¿No deberíamos reforzar este punto? Kanbei. –No. Un castillo ha de tener un punto débil: atrae al enemigo”.

Estrategia de Brecht: “Me había olvidado de que el río no es imposible de navegar, sino navegable arriesgando la vida”. Una especie de espuma que golpea la ciudad, dijo Le Corbusier de los suburbios, lo decimos ahora no de la espuma sino de las olas altas, de las mareas, verdes, blancas, de las luchas del SAT y contra los desahucios, el patriarcado, la propiedad privada de los grandes medios de producción, el saqueo del planeta y tantas otras que mueven el sedimento más profundo y, provocando una importante corriente de fondo hacia el mar, coordinándose, arriesgando, dividiendo al contrario, sorprendiéndole, progresivamente van erosionando la playa seca. 

Belén Gopegui. Escritora
Diagonal

lunes, 24 de diciembre de 2012

La historia de la crisis en España según la BBC

 
La historia de la crisis en España según la BBC

Este documental de la BBC no tiene pelos en la lengua. Muestra la crisis económica que sufre España en toda su crudeza y fealdad demostrando que es el resultado de medio siglo de continuos errores cometidos por todos los sectores bajo el pretexto de modernizar al país para hacerlo ingresar a la UE. La dictadura franquista relegó a España al atraso económico, y los gobiernos de la democracia se la jugaron por llevarla al nivel de Francia y Alemania. En este proceso se desmanteló la incipiente industria española y se reemplazó por planes de importaciones apoyados por las ideas de la globalización y el libre comercio. Con esto, el sector industrial fue liquidado y las empresas que lograron sobrevivir fueron vendidas a multinacionales extranjeras que ni siquiera pagarían sus impuestos en el país.

Un pequeño atisbo de lo que vendría fue la elevación del paro a 3 millones de personas en 1993, tras la finalización de las Olimpiadas y de la Exposición Internacional de Sevilla. En 1996, para mejorar el deterioro de las finanzas públicas, se dio paso a un acelerado proceso de privatizaciones. El gobierno se deshizo de valiosos activos públicos ocupados por Ministerios y otras instituciones, para suscribir con los nuevos dueños contratos de arrendamiento que lentamente fueron mermando las arcas del Estado. Para evitar una mayor presión sobre el déficit, se congelaron los salarios de los empleados públicos. De esta manera, mientras la clase rentista obtenía jugosas ganancias, la clase trabajadora comenzó su lento deterioro.

Ese proceso de privatización de bienes públicos y la venta de empresas estratégicas ocurrida a fines de los años 90 está en el corazón de los problemas que han llevado a España a la actual situación. El ingreso al euro, hace diez años, no fue más que un calmante para aliviar transitoriamente los dolores provocados por una pérdida de riqueza que fue entregada en bandeja a las multinacionales. Todo esto fue obviado con el dinero barato que permitió la integración monetaria en sus inicios y la incubación de la burbuja inmobiliaria.

El auge de la construcción no solo aumentó la especulación financiera sino que también las arcas públicas recibían importantes ingresos procedentes de las plusvalías y los impuestos. Tal fue el poder de la burbuja inmobiliaria que España alcanzó prácticamente el pleno empleo y la mejoría en los indicadores macroeconómicos camufló todos los vacíos que este mundo feliz impedía ver. Por eso que la burbuja del crédito barato es uno de los puntos claves para comprender la segunda derivada de la crisis.

El crédito barato que irrumpió en el mercado inmobiliario y generó la burbuja, tenía el aliciente de que “el ladrillo nunca baja”. Sin embargo la crisis de las hipotecas subprime destapada en agosto de 2007 en Estados Unidos, echó todo eso por la borda. Los precios inmobiliarios se hundieron a niveles nunca vistos y el desempleo se disparó a las nubes. Ese golpe financiero terminó con el sueño y dio paso a la pesadilla. Lo precios inmobiliarios siguen en descenso y la venta de propiedades se ha estancado. Nadie compra porque los precios seguirán bajando y es así como millones de nuevas viviendas no encuentran comprador formando los llamados “pueblos fantasmas”.

De esto trata este documental que muestra cómo en los últimos 30 años los españoles vivieron en una ilusión alimentada por las privatizaciones, el crédito barato y la fe en la globalización, pese a que la globalización ha sido uno de los mayores motores del desempleo y la desindustrialización. Merece darse el tiempo y verlo para comprender las múltiples y profundas aristas que tiene esta crisis, y por qué los problemas son de difícil solución y requieren de un gran trabajo colectivo para superarlos.

Marco Antonio Moreno
El Blog Salmón

domingo, 16 de diciembre de 2012

Cuando la crisis aterriza en la ciudad

Como un espejo distópico, la evolución y las tensiones de las macrociudades pueden ayudar a entender la actual crisis.

A principios de los ‘90 Ramón Fernández Durán, el malogrado compañero al que tanto le deben los movimientos sociales autónomos, escribía La explosión del desorden. La metrópoli como espacio de la crisis global. A finales de los 2000 Mike Davis, quizás el más original de los analistas del campo urbano contemporáneo, acababa dando cuerpo a Planetas de ciudades miseria, en el que recogía y sintetizaba abundante información sobre la explosión del urbanismo informal en el Sur global. A pesar de las distancias biográficas y de los más de 15 años que median entre la publicación de ambos trabajos, la hipótesis política venía a ser la misma: las grandes megalópolis, y especialmente las inmensas bolsas de miseria y urbanismo informal que las componen, van a ser, son ya, el espacio de mayor tensión del espectro social de nuestro tiempo.

La urbanización masiva y caótica, proliferante y brutal, se ha vuelto otra vez, dentro de la larga serie que ya siguiera Dickens en la primera mitad del siglo XIX, Engels unas décadas después, o ya en los años ‘20 los sociólogos de Chicago, la incógnita descarnada del futuro de la sociedad humana, la excrecencia geográfica más destacable del capitalismo histórico. Así parecen atestiguarlo los más de 250.000 asentamientos informales que la ONU cartografía en todo el planeta y los cerca de 2.000 millones de personas que viven en ellos. Bidon villes, favelas, villas, conventillos, chabolas; igual da, la forma urbana contemporánea por antonomasia es la de las construcciones precarias, la mayor de las veces sin reconocimiento legal, sin títulos de propiedad, sin servicios homologables a los de la ciudad formal. Unos espacios opacos, impenetrables, que muchas veces sólo saltan a la luz por la desgracia o la catástrofe natural, por las oleadas de pequeña criminalidad o por su potencial político explosivo.

Pero ¿pueden estos datos, estas imágenes, ayudar en algo a entender la crisis “urbana” que ahora se despliega sobre unos espacios mucho más familiares y reconocibles para nosotros? ¿Puede analizarse alguna similitud, algún paralelismo significativo, entre la crisis permanente de macrociudades como Dakar, Calcuta, Lagos, o incluso Ciudad de México o Buenos Aires, con lo que sucede, o está por suceder, en el Madrid global de la segunda década del siglo XXI o en la Barcelona neta i guapa, hasta hace poco especializada en la captación de flujos turísticos e inversiones residenciales? Seguramente poco si atendemos a los aspectos formales. No hay nada comparable, no desde luego en Europa, a las grandes extensiones chabolistas del Sur global, a la intensa migración que de un campo devastado por el agrobusiness y la destrucción de los sistemas de propiedad y regulación comunal y campesina, lleve a centenares de millones de personas cada año sobre unas ciudades que no tienen capacidad alguna de asimilarlos como ciudadanos de pleno derecho. Y esto aunque queden todavía Cañadas Reales y cerca de 40.000 personas en asentamientos informales en una ciudad como Madrid. Sin embargo, las comparaciones se vuelven inquietantes, como si de un espejo distópico se tratara, cuando atendemos a algunas de las líneas de evolución social de las grandes ciudades de Occidente durante las últimas décadas; líneas que la crisis sólo va a acentuar.

Los elementos de comparación son efectivamente notables. La informalización del trabajo, que es la nota característica de las “ciudades miseria”, ha avanzado en Europa a golpes de reforma laboral, de ataques sobre el salario, de implantación de intermediarios laborales, de externalización empresarial, de deslocalizaciones masivas, etc. Así es como un segmento siempre creciente de la fuerza de trabajo urbana se ve sometido a la precariedad, la informalización y la expulsión de las formas estatutarias de la contractualidad laboral convencional. Incluso en la provinciana España, el reclutamiento de un ejército de trabajadores migrantes, que se cifra en más de cuatro millones, carne de cañón de la burbuja inmobiliaria, ha modificado radicalmente la vieja composición laboral del trabajo urbano: hoy los empleos peor pagados y más precarizados son servidos por migrantes, muchas veces mujeres, con un reconocimiento precario o inexistente de los derechos de ciudadanía más elementales.

Por supuesto, la actual reordenación del continente europeo según la vieja línea Norte / Sur hace de los “rescates” y de la políticas de austeridad algo muy parecido a los programas de ajuste estructural que durante las décadas de 1980 y 1990 se aplicaron a los países del Sur global. Recuérdese que fueron éstos, dirigidos, como ahora en Europa, por los intereses de los acreedores, los que llevaron a la destrucción de los frágiles servicios sociales urbanos de América Latina, África y Asia, así como a la aplicación de una política de exportación, que determinó tanto la crisis de las ciudades del Sur como la reduplicación de los movimientos migratorios del campo a la ciudad.

La palabra de orden es, por lo tanto, convergencia. La aparición del Sur en el Norte, y del Norte en el Sur. La forma metropolitana del presente, y su tendencia a futuro, no es así sólo la de una figuración postcolonial que se presenta como una colección de sujetos de orígenes diversos, con formas de segregación racial evidentes, con abundancia de trayectorias diaspóricas, etc., etc., sino también la de un espacio progresivamente segregado y segmentado por un laberinto de muros visibles e invisibles que determinan la “pertenencia”, o mejor dicho la ciudadanía material, a lo que propiamente es la ciudad formal. El urbanismo informal de las ciudades europeas no es así el del chabolismo que también caracterizó a las periferias de Barcelona y Madrid durante las décadas de 1950, 1960 y 1970, sino el de las banlieues, el de las nuevas periferias donde se acusan todos los problemas de dificultad de acceso a la renta, dependencia de unos servicios públicos cada vez más degradados y exclusión de la ciudadanía.

Sobre estos mimbres no es difícil anticipar, no tanto la forma de la protesta, cuyas declinaciones y objetivos serán determinados por la propia capacidad autónoma de constitución política, pero sí al menos la de los sujetos que serán sus protagonistas. Dos preguntas se apuntan, cruciales, en este cuadro. ¿Qué va a suceder en la descomposición de esas gruesas clases medias que hasta ahora han sostenido, pasivamente, la paz social en las grandes ciudades? El colapso de la burbuja financiera, y de las últimas muletas que a través del crédito y la inflación de activos (de la vivienda en propiedad) permitían sostener la ficción de prosperidad y seguridad, ha dejado al desnudo un paisaje social que antes no se reconocía: devaluación del capital cultural (títulos académicos), precarización y proletarización de viejas y nuevas profesiones, trayectorias sociales descendentes, etc. Ciertamente mucho de lo que llamamos 15M es una respuesta a esta descomposición.

Y por otro lado, ¿qué será de todo ese proletariado de los servicios, de composición multinacional, multiétnica, fuertemente feminizado, que ha sostenido, en pésimas condiciones laborales y salariales, máquinas urbanas como la del Madrid global o las economías turísticas de costa? Sin expectativas de renta, ni siquiera en los habituales empleos de mierda, sin acceso a ninguna forma significativa de promoción social, pagano de la rápida destrucción de lo que quedaba del Estado de Bienestar, sus respuestas pueden ir de la pequeña criminalidad a la violencia de masas, de la resistencia hecha expresión cultural a la organización política en figuras nuevas. En cualquier caso, y sea como sea el juego de alianzas sociales y políticas que necesariamente deberá articularse, la superación de la crisis urbana tiene ya un nombre: se llama democracia.

POLÍTICAS DE VIVIENDA QUE AGRAVAN LAS DESIGUALDADES

En un documento presentado en agosto de 2012 por la relatora de Naciones Unidas para la vivienda, Raquel Rolnik, se estima que entre 1997 y 2004 los precios medios de la vivienda aumentaron un 149% en España, un 139% en el Reino Unido, un 187% en Irlanda, un 65% en los EE UU y un 227% en Sudáfrica. La ONU admite este año que “la financiación de la vivienda se ha convertido en un pilar central de los mercados financieros mundiales”. Rolnik, que emitió en 2009 un informe específico sobre el Estado español, presentaba un dictamen en el que subraya que las políticas sobre vivienda dominantes “han agravado las desigualdades en el acceso a la vivienda, la inseguridad de la tenencia, la mala ubicación y habitabilidad, la segregación social y a veces han aumentado el número de personas sin hogar”. La respuesta del Gobierno español a las recomendaciones de la ONU ha sido aprobar una reforma de la Ley del Alquiler que prosigue la línea de financiarización de las políticas de vivienda mediante beneficios fiscales.

Emmanuel Rodríguez
Diagonal
http://www.diagonalperiodico.net/global/cuando-la-crisis-aterriza-la-ciudad.html

sábado, 15 de diciembre de 2012

No somos víctimas de la crisis

El griego Dimitri P. sobrevive con 550 euros al mes, pero necesita gastar 150 para comprar leche o adquirir los medicamentos que necesita. Francisco, parado de larga duración con la prestación por desempleo agotada ha de acudir a comedores sociales para no morir de hambre y a una ONG que le proporcione ropa de abrigo. Ricardo y Zoraida han sido desahuciados de la vivienda, pero aún deben 90.000 euros de hipoteca. La reducida pensión de Joao N. le da para 10 días; luego ha de recurrir al reparto de alimentos y medicamentos en una ONG...
 
Son víctimas que han de elegir entre una comida caliente o tener la casa caldeada en invierno; pagar la hipoteca o alimentarse. Una larga lista con diversos grados de pobreza, angustia y sufrimiento.
 
Pero no son simples víctimas de la crisis como escriben o titulan alegremente medios desinformados, frívolos o algo peor. Son víctimas de una obscena minoría y de la criminal complicidad de la clase política que quieren organizar otro modelo de sociedad al servicio descarado de sus intereses.
 
Y, para que no quepa duda de que no se hace (ni se piensa hacer) lo necesario para salir del hundimiento económico, recordemos que la economía de la eurozona está en recesión tras cuatro trimestres seguidos sin crecer. El Bundesbank recorta drásticamente las previsiones sobre Alemania para 2013 y FMI, OCDE y BCE también recortan las previsiones económicas de la eurozona y retrasan la presunta salida de la crisis hasta 2014.
 
Siguen empecinados en su austeridad y en sus recortes, aunque no todo se recorta. Si hay que comprar cazabombarderos, carros de combate, helicópteros de ataque y misiles... para eso hay dinero. Ocurre en España (cada vez más el escaparate de esta Europa caduca), donde su ministro de defensa ha conseguido un anticipo extra de 1.800 millones de euros para armamento.
 
Hablábamos de víctimas. Según la Unión Europea, a fin de 2010 había en sus 27 países 120 millones de personas en riesgo de pobreza y exclusión social. Y aumentando. En Grecia, España, Portugal o Irlanda aumentan los pobres o la severidad de la pobreza, pero también en Italia, Francia, Alemania, Austria y Reino Unido, éste con una escandalosa tasa de pobreza infantil.
 
Y hablar de pobreza significa que hay demasiada gente que ha de vivir con menos de 20 euros diarios para afrontar alimentación, vestuario, higiene, vivienda, calefacción, luz... Hoy, en Europa los pobres son mucho más pobres y no por casualidad o mala fortuna. Como recuerda Alberto Garzón, el capitalismo necesita espacios de rentabilidad para sobrevivir. O, dicho en plata, la minoría que detenta el poder económico y sus cómplices quieren beneficios. Así, las instituciones supranacionales al servicio del sistema pretenden empobrecernos. Hay que ser competitivos, dicen, para obtener beneficios de nuevo, Y lo quieren lograr rebajando salarios, cuanto más bajos, mejor. Además de convertir la sanidad, educación, servicios sociales y otros fundamentales servicios públicos (como el suministro de agua potable) en negocios puros y duros para que también les proporcionen beneficios.
 
Claro está que la ciudadanía reacciona, protesta, ocupa plazas y calles y empieza a enfrentarse al poder que la explota. Pero los gobiernos responden con una creciente represión policial como en cualquier involución autoritaria. La violencia policial contra las manifestaciones ciudadanas por toda Europa refleja la clara voluntad de los gobiernos al servicio de la minoría de no permitir que ciudadanas y ciudadanos actúen y afiancen sus derechos irrenunciables.
 
Al mismo tiempo, Unión Europea, BCE y FMI se alzan como autoridades (nada democráticas, por cierto) para imponer una sociedad sin derechos al servicio de la reanudación de beneficios que permita sobrevivir al capitalismo, como explica Garzón. Represión e imposición: si esto no es totalitarismo... Un totalitarismo sin manos alzadas, banderas, payasadas colectivas ni uniformes, pero totalitarismo al fin.
 
Y encima pretenden que es lo único que se puede hacer. Dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno forman una molécula de agua y eso sí es indiscutible. Pero que lo que imponen bajo el paraguas de la crisis sea el único camino, ni hablar. Uno tras otro, los fundamentos económicos del modelo capitalista hacen agua: el crecimiento, la autorregulación de los mercados financieros... mientras aumentan obscenamente las desigualdades, los peligros ambientales… Es tiempo para pensar y construir otro modelo de sociedad. Sin víctimas.
 
Xavier Caño Tamayo
Periodista y escritor
Alainet

viernes, 14 de diciembre de 2012

España en llamas

Por primera vez el aniversario de la Constitución se ha celebrado en el Senado y no en el Congreso. ¿Obras? Eso dicen, pero los rumores apuntan al miedo de los diputados y demás mandatarios a que les aguasen la fiesta los indignados, que poco a poco van siendo la totalidad de los ciudadanos de España. Bien es verdad que la función está ya bien aguada. En el ambiente flotaba la idea de que nuestra Carta Magna no funciona, aunque resulta difícil que funcione una constitución si aquellos que tienen que cumplirla y desarrollarla se empeñan en torpedearla e interpretarla a su antojo. Desde los partidos nacionalistas proclaman claramente y con descaro que están dispuestos a saltársela siempre que lo consideren conveniente, aunque al tiempo no tienen ningún reparo en ampararse en ella cuando creen que el Gobierno central ha invadido sus competencias; y los dos partidos mayoritarios -y algunos minoritarios también-, con la excusa de la Unión Monetaria, están trastocando de forma radical la Carta Magna, deteriorando seriamente la democracia y aniquilando el Estado social.

España está en llamas. El trabajo, en lugar de ser un derecho tal como afirma la Constitución, parece un lujo o un privilegio que muchos han perdido y que el resto teme cada día que le sea arrebatado, pues a las empresas se les ha puesto sumamente barato prescindir a su antojo y conveniencia de sus trabajadores. Bajo tal amenaza, los asalariados se ven forzados a aceptar el deterioro de las condiciones comenzando por el salario. Desde el año 2000 la participación de la remuneración de los trabajadores en la renta nacional ha descendido del 50% al 45%, mientras que la de los beneficios empresariales se ha elevado de 40 al 45%. Alguien podrá alegar que el número de trabajadores se ha reducido, lo cual es verdad, pero se supone que también lo ha hecho el número de empresas y empresarios. La conclusión es que los precios no disminuyen a pesar del descenso de los salarios, por lo que la pretensión de sustituir la devaluación exterior por la interior constituye un espejismo. Lo único cierto es que la desigualdad se incrementa en proporciones alarmantes.

España arde. Las pensiones, que ya eran reducidas, llevan dos años (uno con Zapatero y otro con Rajoy) perdiendo poder adquisitivo. Se multiplican las manifestaciones, las huelgas y los conflictos laborales. El metro y los autobuses de Madrid, Renfe, la minería, Paradores; Telemadrid, en la que se pretende prescindir de todo el personal molesto para seguir convirtiéndola en un instrumento de intoxicación y propaganda del gobierno regional; Iberia que, tras la compra por British Airways y tal como suele ocurrir con muchas de las privatizaciones, está abocada al desguace o a constituirse en una compañía de bajo coste (basura), transfiriendo a la matriz las líneas rentables.

La sanidad española y especialmente la madrileña están en llamas porque, además de la privatización parcial de la financiación (vulgo copago o restricción de las prestaciones públicas), se pretende privatizar la gestión con el fin de entregar un bocado apetitoso y rentable a las empresas de los amigos o de los familiares. La aplicación del criterio de beneficio privado a este sector solo puede incrementar el coste y deteriorar gravemente la prestación y los servicios sanitarios. La prueba más palpable es la situación de la sanidad en EE UU donde el gasto sanitario por habitante es tres veces el de España y, sin embargo la cobertura es muy deficiente, un 15% de la población carece totalmente de ella y un 40% la tiene muy limitada.

El ministro Wert ha prendido fuego a la educación. Restringe los recursos de la pública en favor de los de la concertada. Los rectores de las universidades están en armas contra el Ministerio por el deterioro al que se está sometiendo a la docencia universitaria pública, tal vez para que las universidades privadas tengan mayor negocio y para que el poder económico controle más la universidad y la enseñanza; el ministro Gallardón con la aprobación de las tasas judiciales hace que el incendio se extienda por la Administración de justicia logrando poner en contra de sus reformas a todas las asociaciones judiciales. En ambos casos se rompe la igualdad de oportunidades, principio fundamental del Estado social y, teóricamente, de la Constitución.

España arde por el paro, los desahucios, las preferentes, las ayudas a la banca, la amnistía fiscal; por los Díaz Ferrán, por los escandalosos sueldos de los banqueros y demás ejecutivos de las grandes empresas, por la destrucción de la profesionalidad en la Administración pública y por la inflación de consejeros, asesores, periodistas y demás hombres de partido en todos los puestos del sector público.

Cuando el Estado social se quiebra, para mitigar el incendio aparece el Estado policía, se endurece el Código Penal, se restringe el derecho de manifestación, se criminaliza a los sindicatos y a la huelga, la actividad política se transforma en una farsa y, sobre todo, se utiliza a los medios de comunicación para que distorsionen la realidad y escondan lo que no se quiere que se vea: que España está en llamas.

Juan Fco Martín Seco
República.com

martes, 11 de diciembre de 2012

La situación actual: posibilidades y propuestas

El mundo social que nos rodea asemeja al borde de estallar: la certeza del inminente rescate total de la economía española, junto con un repunte y recrudecimiento de las luchas sociales, parece abrir nuevas posibilidades para la praxis transformadora.

Y, al tiempo, algunos cauces de la movilización de masas previa dan muestras de agotamiento, atravesados muchas veces por la recomposición de las mezquindades propias de la izquierda antagonista de las décadas pasadas. Los enfrentamientos mutuos han vuelto a renacer, al calor del reflujo veraniego y de cierta sensación de hartazgo ante lo poco que, a los ojos de generaciones que apenas han conocido el esfuerzo necesario para operar una auténtica lucha social, se habría conseguido con las movilizaciones anteriores.

La presión sigue ascendiendo, pero la situación muestra síntomas de bloqueo, dado que la masa crítica que se ha conseguido movilizar con este paradigma de lucha no alcanza la intensidad o la masividad suficientes para imprimir su sello a los derroteros de la vida y, sobre todo, a las decisiones políticas de una clase dirigente firmemente aposentada, pese a sus vaivenes y fracturas internas.

Las posibilidades de ruptura y desbloqueo de la situación, a mi modo de ver, que han sido ensayadas en distintos lugares o momentos, podrían resumirse en las siguientes, que van a ser analizadas con cierta profundidad:

-La vía electoral.
La posibilidad de una victoria electoral de una izquierda mínimamente consecuente, al estilo de lo intentado por Syriza en Grecia, parece claramente bloqueada en estos momentos en el Estado Español.

Y el motivo de ello no ha de buscarse sólo en el generalizado hartazgo con los políticos del conjunto de la ciudadanía, sino que deriva de tres elementos principales:
a)Un régimen electoral especialmente diseñado para ello, que configura un escenario radicalmente antidemocrático en el que es prácticamente imposible afirmar una alternativa al bipartidismo mandante.

b)Que el partido que, previsiblemente, debería jugar el papel de la Syriza hispánica (Izquierda Unida) no da muestra alguna de tan siquiera desearlo. Pese a las dignas voces desobedientes de su interior, lo cierto es que IU no parece decidirse a una posición política clara de rechazo incondicional de los recortes, sino todo lo contrario, ha demostrado públicamente estar dispuesta a prescindir de esa dinámica a cambio de la participación en magras cuotas de poder. La historia de un partido firmemente ligado a las derivas cada vez más autoritarias del régimen juancarlista no parece dar mucho pábulo a las posibilidades de construcción de una alternativa que, necesariamente, debería adoptar una posición de ruptura con una arquitectura constitucional que ha sido transformada para, de hecho, impedir toda política progresista.

c)En todo caso, nos engañaríamos si no fuéramos conscientes de los límites intrínsecos a toda estrategia parlamentaria: formar gobierno u obtener diputados no implica tomar el poder. La capacidad de decisión de los mercados, y las posibilidades de imponer sus decisiones al conjunto social, no sufrirían mucho por la existencia de una bancada anti-recortes; y un gobierno claramente posicionado contra los Planes de Ajuste estaría en una situación de eterna debilidad, sometido a la tentación constante de abandonar la dinámica de las luchas sociales para estabilizar y dar “respetabilidad” a una opción en la picota, erosionando su propia base social.

Porque ese es el problema esencial a resolver: no importa tanto si se construye o no una alternativa parlamentaria, que siempre ha de tener una simple utilidad defensiva frente a las más directas agresiones de los poderes financieros globalizados. Lo importante es si ello implica abandonar o dejar en segundo plano las luchas sociales. Ya hay en Grecia quien apunta la posibilidad de que el reforzamiento de la ultraderecha esté relacionado con el abandono de las calles por la izquierda, más ocupada en desarrollar campañas electorales, presuntamente esperanzadoras. La estrategia electoral no puede dibujarse como única o principal, se vea útil o no. Lo esencial está en la movilización constante de las masas y en su reforzamiento, capacitación y organización crecientes.

Y ello nos lleva a la siguiente posibilidad de desbloqueo:

-La toma de las calles.
Esta sería la vía propia del 15-M y de los movimientos ciudadanos más recientes. Ha mostrado sus grandes posibilidades cuando se alcanza la masividad suficiente o se desarrolla paralela a la realización de actividades de acción directa (como las llevadas a cabo por el SAT éste verano). También es la que parece haber afirmado sus límites, en su forma actual, de manera más evidente: podemos manifestarnos hasta el infinito. Basta que no nos hagan caso. La legitimidad del poder en la sociedad del espectáculo se construye de otra manera, y los medios de comunicación masivos siguen estando en manos de los mismos.

Además, la dinámica de las calles pone otro asunto en el centro de la reflexión: la brutal y exasperante espiral acción-represión. Tomar las calles implica poner los cuerpos al alcance de la violencia de las fuerzas represivas, piensen los que piensen sus miembros individuales. Y el movimiento, sinceramente, ha demostrado poca capacidad para defender a quienes han aceptado poner el cuerpo en las acciones de desobediencia pacífica realizadas. El casi vergonzante silencio que acompaña los procesos judiciales y administrativos a los desobedientes, o la absoluta pasividad mostrada respecto a la represión del intento de acampar el pasado 12 de marzo, muestran límites reales y tristemente efectivos a la solidaridad imprescindible para enfrentar oleadas represivas.

Por otra parte, la estrategia delas calles también tiene sus propios límites: podemos ser miles o cientos de miles en Sol. Nada cambiará si alrededor la vida social y productiva continúa con absoluta normalidad. Unos minutos de prime-time televisivo no van a obligar al Estado y el Capital a renunciar a su asalto actual. Necesitamos más cosas.

En todo caso, la estrategia de las calles podría mostrar tres vías de desarrollo: no perder la masividad y no volver al mundo autorreferencial y testimonial de la izquierda anterior, lo que sólo puede garantizarse conformando una alianza social suficientemente amplia y, por lo tanto, renunciando al sectarismo; acompañarse de actividades de desobediencia civil y acción directa pacíficas, como las llevadas a cabo por el SAT en los últimos meses, para forzar alternativas reales al sufrimiento pasivo de los recortes por parte de la ciudadanía; y encarar seriamente la represión con la organización de una solidaridad efectiva, lo que será inmediatamente dificultado por el poder mediante la generación de divisiones artificiales (como aquella tristemente famosa entre “okupas buenos” y “okupas malos”, de los noventa) que imposibiliten el apoyo mutuo.

Nos queda otra alternativa:
-La lucha laboral. La Huelga General.
Como ya hemos indicado, la experiencia del 15-M nos enseña una cosa: no importa cuantos seamos en la Puerta del Sol, ni si el telediario nos saca o no, si al exterior de la burbuja contestataria todo sigue funcionando, nada cambiará.

No es creíble que podamos realizar una “revolución de colores”: los grandes poderes mediáticos y financieros no están de nuestra parte, horadando subrepticiamente los subterráneos del aparato del poder.

Por otra parte, la luchas laborales han sido siempre básicas en todos los grandes procesos de cambio, incluso en los más recientes: las huelgas de los trabajadores y trabajadoras textiles de Mahalla fueron una de las puntillas que terminaron de doblegar la resistencia a irse de Mubarak, en Egipto.

Además, la organización laboral se ha mostrado esencial y estratégica a la hora de hacer frente a los recortes en los servicios públicos. Es la resistencia, muchas veces activa, de las distintas “Mareas” de trabajadores de lo público, el principal dique que, más mal que bien, sigue conteniendo los más radicales efectos de los ajustes.

Por supuesto, esta estrategia, centrada en la posible construcción de una o varias Huelgas Generales que abarquen todos los ramos de producción y hagan confluir todas las luchas hasta el momento dispersas, tiene también sus limitaciones:

a)En primer lugar, la estructura laboral, como hemos indicado en otros textos en esta misma revista, ha mutado profundamente en las últimas décadas, conformándose una enorme bolsa de precariedad que, en el marco de un Derecho del Trabajo hiper-flexibilizado, deja en una radical situación de debilidad al proletariado. Los trabajadores de contratas, subcontratas, ETTs, con contratos temporales y una relación lábil con el puesto de trabajo (rotando aceleradamente entre el empleo basura y el desempleo) difícilmente pueden utilizar los mecanismos clásicos de la lucha obrera y sindical, sin un apoyo externo, que debería tener plasticidad territorial. Su estatus de profunda vulnerabilidad en la empresa, les coloca en una situación muy complicada a la hora de la praxis de la huelga, si no aparece un decidido apoyo externo y barrial.

b)Además, la actitud y formas de funcionar del sindicalismo mayoritario han contribuido muy poderosamente al desarme ideológico y organizativo de la clase trabajadora. No es un exabrupto, sino una opinión compartida por la casi totalidad del activismo proletario de base: CCOO y UGT se han convertido en los “apaga-fuegos” oficiales de los últimos tiempos. Lo que, menos paradójicamente de lo que parecería, ha contribuido también a debilitarles como interlocutores con el poder.  Mientras se dirijan las luchas laborales de esta manera (mientras las dirijan, de hecho, una capa de “cuadros medios” profundamente empapados del universo de la negociación previa y el chalaneo con las condiciones laborales) poco se puede hacer. Construir una alternativa sindical es una necesidad cada vez más imperiosa.

c)Por otra parte, una radical ideología anti-trabajo y contraria a todo lo que huela a sindicalismo o a lucha laboral ha permeado incluso los ámbitos más militantes. Es algo que viene reproduciéndose en las últimas décadas, sobrepasando la legítima crítica a los aspectos más involucionistas del mundo sindical. Una sociedad opulenta generó el mito del fin inmediato del trabajo. Una sociedad precaria allanó el camino de la desvinculación del mundo laboral. Ambos mitos juntos han generado la falsa idea de que todo lo que huela a defender las condiciones productivas es algo “viejuno” y marchito, posibilitando la más triunfal ofensiva patronal de los últimos tiempos. Si se abandonan las trincheras, no es de extrañar que el enemigo avance.

En todo caso, la lucha sindical muestra también numerosas posibilidades, con la construcción y debate de nuevas fórmulas para hacer participar en las huelgas a los precarios y desempleados (como las Oficinas Precarias o la plasticidad territorial) o los, cada vez más evidentes, intento de confluencia y unidad de acción del sindicalismo combativo y de clase (a este respecto es paradigmática la febril actividad de la confluencia de los sindicatos “rojinegros”, CNT, CGT y Solidaridad Obrera). Además, cada vez hay más interés  social por una vía que ha resucitado en el imaginario colectivo al calor de la resistencia creciente de los trabajadores de lo público. Habrá que estar atentos.

Así pues, hemos planteado las tres principales vías de desbloqueo de la situación, así como sus limitaciones y posibilidades, o lo que, al menos, vemos como tales.

Permítasenos ahora proponer una serie de ejes que encontramos esenciales a la hora de desarrollar un movimiento social coherente y preparado para recorrer las sendas abiertas en dichas vías. Estos son los ejes:

-La alianza.
La única posibilidad real de cambio, conociendo la arquitectura de los elementos que se mueven a día de hoy en el mundo contestatario es construir una Alianza Social amplia y extensa, que abarque a todos los sectores sometidos a la ofensiva neoliberal. Eso, como hemos dicho otras veces, implica renunciar a nuestro sectarismo y a nuestro dogmatismo, pero también hacer esfuerzos claros y expresos para la confluencia, profundización y coordinación de las luchas. Además, implica también llegar a los sectores de la pequeña burguesía que, sometidos a un proceso de proletarización creciente, no son capaces, sin embargo, de pensar la situación desde una perspectiva de ruptura democrática, y siguen esperando la “mano fuerte” que les salve. Los pequeños comerciantes que sufren la libertad de horarios (y que trasladan dicho sufrimiento a sus empleados), los profesionales atrapados en un mundo abruptamente liberalizado, deben confluir con el proletariado y el precariado, pese a lo que nos pese a los que siempre hemos partido de un discurso de clase que no debe ser abandonado, ni mucho menos, pero sí cohonestado con las necesidades inmediatas de la situación.

-Organizar.
No basta con la asamblea  (aunque sea imprescindible), la confluencia espontánea o el grupo de Facebook o de N-1. Es el momento de construir organización. Organización capaz de enfrentar las oleadas represivas y de levantar protestas constantes. Organización, también, presta a generar los espacios necesarios para producir un pensamiento al nivel de sofisticación que impone la situación.

Habrá que construirla a distintos niveles: uno amplio y general, donde nos encontremos todos; y otros más sectoriales o específicos, más marcados por las instancias ideológicas o de clase. Pero habrá que construirla. Pensar que sólo cabe espacio para la espontaneidad, y que todo lo demás es “alienante” o “vanguardista” de manera necesaria, es olvidar, también, que no sólo existen los momentos de flujo y de movilización, sino también las expresiones de la represión, del conflicto y del reflujo.

-Capacitar.
Construir organización implica construir conocimiento y análisis. Y ello implica liberar las capacidades de los militantes y activistas sociales. Hacerles capaces de hacer todo lo que podrían hacer. Hacerles desarrollar todas sus posibilidades técnicas, humanísticas y prácticas.

Eso impone expandir los mecanismos de socialización del conocimiento y ponerlos a disposición de las multitudes. Llevar la academia o la investigación-acción militante a los barrios y los tajos. Socializar las posibilidades de generar un pensamiento en común que alcance a ser lo bastante sofisticado para hacer frente a un mundo cada vez más complejo.

-Producir
Producir un mundo nuevo. Además de las luchas, de la confrontación con las estrategias del poder, es necesario ir construyendo, desde ya, en  los espacios donde se pueda, la arquitectura de la sociedad futura.
Generar autogestión, experiencias compartidas, vincular los distintos ámbitos que, ya hoy, la producen. Desde las cooperativas integrales a los comedores populares, desde las escuelas libres a la banca ética.
Producir la alternativa es generar en el imaginario social un reflejo de lo que podría ser, de lo que, de hecho, puede vivirse. No es baladí la construcción, paralela a las luchas, de una propuesta coherente de organización de una sociedad transformada.

-Y, por supuesto, luchar.
Luchar mucho, siempre. Hacer frente a los Planes de Ajuste, frenar los Memorandums. Crear una cultura de lucha continua y reivindicación constante.

Hemos planteado distintas posibilidades de desbloqueo de una situación que podría volverse cada vez más dramática. Hemos planteado, también, distintos ejes para la acción. Por supuesto, no tenemos necesariamente la razón y la verdad de nuestro lado, y nuestro análisis puede adolecer de todo tipo de fallas. Ha sido presentado aquí para ser discutido. Esperamos (pero no sentados) que lo sea.

Recordemos, a este respecto, que quien da lo que tiene, no está obligado a más.

José Luis Carretero Miramar
Portaloaca.com

sábado, 8 de diciembre de 2012

Elogio de la usura

En el año 1787 el gran filósofo y humanista Jeremías Bentham se pronunciaba, de forma categórica, en defensa de la usura como motor de la economía. Como buen liberal utilitario sostenía que poner límites a los préstamos era un atentado contra la libertad. Reflexivo y autocrítico se propuso indagar sobre cuales podrían ser las causas que justificarían reducir los tipos de interés en los préstamos. Manejaba varias claves: la prevención de la usura, la prevención de la prodigalidad, la protección de la indigencia contra la extorsión, la contención de la temeridad de los promotores y la protección de la simpleza contra el engaño.

Las reflexiones de Jeremías Bentham que tan valiosas aportaciones han hecho a las ciencias sociales y jurídicas, se producían en el contexto social de su época. Es una lástima que no pueda proyectar su pensamiento sobre las reglas económicas que rigen nuestro mundo globalizado. 

El que presta dinero quiere obtener una rentabilidad en forma de intereses y una garantía que cubra los perjuicios que se derivan de su impago. En España los Montes de Piedad, nacieron para atender las demandas de las clases sociales más necesitadas concediéndoles préstamos gratuitos sin interés, garantizados con joyas y ropas para suavizar los abusos de la usura. La no devolución del préstamo otorga a la entidad la propiedad del collar o del anillo, liberando al que lo empeñó de cualquier otra responsabilidad.
Los préstamos garantizados con bienes inmuebles debieran haber seguido la misma tónica pero el rendimiento económico del suelo destinado a la construcción de viviendas en régimen de propiedad horizontal, ha roto todas las reglas y pautas legales. La hipoteca no es ya una garantía, se ha transmutado en un negocio disfrazado de producto financiero que actúa sobre un sector económico que fue el motor de muchas economías.

Cuando las cosas se mutan el riesgo de cáncer esta garantizado. Las últimas ramificaciones las estamos viviendo de forma dramática en los desahucios de cada día. Las consecuencias se aceleraron cuando el mundo de las finanzas comprendió que tenía un maná entre sus manos. Pero no carguemos exclusivamente las culpas sobre los banqueros, también el suelo era rentable para los municipios, las viviendas para las haciendas públicas y los contratos un artilugio para hacer circular dinero negro o para blanquear capitales procedentes del delito.

Tanto atractivo no podía dejar a nadie indiferente. Los bancos, en realidad, no prestaban dinero a los que querían adquirir una vivienda, les vendían hipotecas y otros productos adosados como seguros de vida y cantidades adicionales.

Para llegar a este escenario ficticio se comienza por desligar la hipoteca de su función originaria. Deja de utilizarse para cubrir la deuda mediante la dación en pago. Las leyes la convierten en un instrumento dinamizador del mercado inmobiliario. Cuando se llega a este nivel de ficción, las metástasis invaden el sistema financiero de forma masiva. Para sobrevivir acuden a una terapia agresiva e ineficaz, crean productos milagrosos (subprimes), cuando los efectos del tumor eran ya prácticamente inevitables. Una vez sentadas las bases de la metamorfosis el resultado es el previsible. Los bienes hipotecados se transforman en mercancías de un alto contenido tóxico para la economía real.

El comprador que necesita la vivienda no adquiere un piso sino una carga económica casi de por vida. Pero la vida casi nunca responde a las expectativas y si, por desgracia, un día le llega la notificación del desahucio le habrán despojado de su vivienda y le seguirán exprimiendo con intereses de demora que alcanzan cotas inadmisibles, ética y jurídicamente

La mutación ha hecho crisis y los jueces se han dado cuenta de que lo que tienen entre manos no es una ejecución por impago de hipoteca sino un conglomerado de relaciones jurídicas que deben someter a los principios de la buena fe y de la equidad. Las cláusulas abusivas que deben ser expulsadas del mundo de los contratos.

La adaptación legal de las hipotecas era una necesidad urgente para amoldarla a las circunstancias económicas que surgían de las prodigiosas promociones inmobiliarias. Ya en 1855 los legisladores recordaban que las reformas en el orden civil y económico eran de más interés y urgencia que las leyes hipotecarias.

Todo lo que se estaba tejiendo alrededor de un llamado préstamo hipotecario era tan irreal, imaginario, gravoso e ineficiente que los restos del naufragio han tenido que pasar a una entidad artificiosa, conocida como Banco malo, para refugio de las basuras que ha generado el sistema. El reciclaje de los residuos puede ser un buen negocio para unos pocos.

Las consecuencias personales más dramáticas las estamos contemplando en estos días. Las económicas nos han llevado, aquí y en otros países, a la crisis que los poderes políticos y financieros endosan a los pródigos y disolutos ciudadanos que, según sus infalibles diagnósticos, han vivido por encima de sus posibilidades. Pretenden transportarnos resignados hacia la ensoñación de un mundo al revés como el que describe la poesía de José Agustín Goytisolo: Érase una vez un lobito bueno al que maltrataban todos los corderos.

José Antonio Martín Pallín es abogado, magistrado emérito del Tribunal Supremo y comisionado de la Comisión Internacional de Juristas (Ginebra).
El País

martes, 4 de diciembre de 2012

¿El fin de las clases medias?

I
Uno de los temas que más preocupa en muchos medios y sectores sociales es el que la crisis está provocando la desaparición de las clases medias. Analizar cómo afecta el desarrollo económico a la configuración de las clases sociales ha sido siempre una preocupación del pensamiento transformador. Un elemento esencial para elaborar un proyecto político realista. Lo que sigue son unos apuntes apresurados sobre los cambios en curso.

El concepto de clase media es bastante confuso y cada cual lo interpreta como quiere. En los viejos análisis de clase, la media se asociaba a los sectores de pequeños propietarios, pequeños capitalistas, autónomos —básicamente una clase media no asalariada, como mucho inlcuyendo un pequeño segmento de asalariados con un particular estatus social: funcionarios públicos, cuadros medios de las empresas etc.—.

El capitalismo keynesiano y el posterior neoliberal han provocado una sustancial transformación de la estructura social que ha dejado bastante descolocados los viejos esquemas del marxismo clásico. Las capas medias no asalariadas han tendido a desaparecer a medida que la concentración de capital, la industrialización de la agricultura y la transformación del comercio han reducido el peso de los no asalariados en la estructura social. La inmensa mayoría de la población es hoy asalariada, pero dentro de ésta se ha desarrollado una enorme segmentación y diferenciación social, asociada a los cambios en la organización empresarial, al sector público y al desarrollo tecnológico. Un desarrollo que ha generado un amplio segmento de empleos en los que se requiere un nivel elevado de educación formal y que suelen estar asociados a niveles salariales relativamente altos, cierto prestigio social, una idea de carrera profesional y mayor estabilidad en el empleo, en relación a los empleos comunes, “manuales” (todos los empleos suelen requerir implicación mental y física), de la industria y los servicios. El primer grupo es el que forma lo que podríamos llamar el bloque de las capas medias asalariadas, diferenciado en muchos aspectos de la clase obrera tradicional. Aunque en muchos casos se confunde clase media no sólo con este segmento de asalariados sino con el conjunto de los que han podido alcanzar ciertas cotas de consumismo gracias a un cierto nivel de ingresos y de estabilidad. En los años buenos, esto también estaba al alcance de una parte de la clase obrera tradicional, especialmente la de las grandes industrias o la élite de la construcción.

Como los niveles de gasto dependen más de la estructura familiar que de los ingresos individuales, esta extensión del consumismo y la seguridad económica se extendía incluso a asalariados, especialmente mujeres, con bajos salarios y empleos cortos, a condición de que formaran parte de familias con algún miembro en el sector estable. Al final, más que una sociedad con sectores muy definidos, lo que ha caracterizado nuestra estructura social es una enorme diversificación de condiciones laborales y de ingresos, una estratificación cuyo elemento dominante es la posición laboral de cada cual mitigada o reforzada por su posición familiar, lo que de forma simplista podríamos resumir en una clase media asalariada básicamente formada por personas con altos niveles educativos y/o formando parte de los niveles superiores de las estructuras empresariales, y una clase obrera (mayoritariamente masculina) con un segmento de empleo estable y otro segmento ligado a empleos precarios.

El aspecto del nivel educativo siempre me ha parecido crucial no sólo porque presenta una evidente correlación con la posición laboral, sino sobre todo porque tiene una influencia importante en la configuración de actitudes, valores, percepciones sociales. Al fin y al cabo, la educación es un proceso que ocurre en las etapas iniciales de la vida. Los que superan las distintas barreras educativas tienden a autoconvencerse de su mérito y capacidad. Su formación les orienta hacia una visión de la vida en la que predominan ideas como la vocación —a menudo se confunde trabajo asalariado con realización personal—, la carrera competitiva, o el predominio de la acción individual. Los demás llegan a la vida laboral con un fracaso inicial y, excepto en aquellos países y contextos en los que se ha desarrollado un sistema de formación y reconocimiento profesional, se ven de por vida condenados a un trabajo poco reconocido que sólo quieren hacer quienes no tienen otra opción. Por ello el comportamiento de las clases medias asalariadas ha tendido a ser bastante diferente en términos de acción social. Basta con ver su comportamiento en los conflictos laborales o la distribución del voto por barrios o pueblos para captar la existencia de un comportamiento claramente diferenciado (y no estoy sugiriendo que la clase media sea esencialmente reaccionaria y la clase obrera esencialmente de izquierdas, sino que pueden verse diferencias en su forma de ser de izquierdas o de derechas: por ejemplo en Francia los reductos de clase obrera tradicional votan más al PCF y al Frente Nacional que allí donde predominan las clases medias asalariadas).

II
Las dos crisis anteriores del período neoliberal (las de 1980-1985 y la de 1991-1994) habían golpeado especialmente al segmento superior de la clase obrera por la vía del cierre de fábricas y las deslocalizaciones. Las clases medias asalariadas vivieron estas crisis como una cuestión ajena. En nuestro país una cuestión esencial para ello fue el desarrollo de un amplio volumen de empleo público y semipúblico (educación, sanidad, administración pública...) que ha sido el principal generador de oportunidades para estos sectores, especialmente para la consolidación de un amplio espacio de empleo femenino educado. También la expansión de las estructuras burocráticas de las empresas, el crecimiento de actividades intermediarias —finanzas, seguros, asesorías diversas...— e incluso el hecho de que, allí donde se producían ajustes, éstos solían tomar la forma de prejubilaciones relativamente generosas que retiraban de la vida laboral asalariada a gente que en otras condiciones hubiera pasado a integrar las filas de la pobreza. La emigración del empleo industrial y la precarización de las condiciones laborales en los servicios podía incluso mejorar la situación vital de los asalariados del nivel superior al permitirles acceder a bienes y servicios abaratados por el inicio del hundimiento de los derechos de los segmentos tradicionales de clase obrera. Al fin y al cabo, el neoliberalismo se ha mantenido con un consenso social suficientemente amplio, manteniendo formas políticas democráticas que exigen un cierto consenso social.

Lo que cambia en la crisis actual es que por primera vez en la historia también llega a los segmentos de clase media asalariada. En ello tienen mucho que ver las politicas de ajuste del sector público. O los últimos coletazos de la reestructuración del sector financiero (y de otros sectores empresariales) en condiciones completamente diferentes de las anteriores. Especialmente la gente jóven percibe que el cambio en las reglas del juego está rompiendo sus posibilidades de carrera, su proyecto individual. En cierto modo están experimentando que su condición de asalariados se parece mucho más de lo que pensaban a la del resto de asalariados. Y que en conjunto padecen un tipo de problemas parecidos. Por primera vez en la historia los distintos segmentos de asalariados están confrontados a un mismo tipo de ofensiva global y se enfrentan a una misma versión descarnada de la estructura profunda de la lógica capitalista.

III
El que los problemas de inseguridad económica extrema, depreciación laboral, empobrecimiento, etc., afecten a todos por igual abre la oportunidad de desarrollar una nueva perspectiva social igualitaria. Pero ésta no está garantizada de antemano. No es seguro que la reacción dominante de los devaluados asalariados “cultos” vaya a consistir en implicarse en un proyecto social colectivo. En su formación personal muchos y muchas arrastran demasiado individualismo, autoestima, sentido de superioridad moral e ilusión en sus propias posibilidades como para pensar que está garantizada una respuesta progresista. En bastantes jóvenes la respuesta más fácil parece la de “salida” (emigrar a países donde confian que su valía tendrá posibilidades) que la de “voz”. Y no es descartable que en otros se produzca un cierre nihilista que les incapacite para la acción colectiva y les convierta en resentidos de por vida. La historia, por desgracia, muchas veces se desarrolla por el lado oscuro.

Pero existe al menos una posibilidad de transformar la “igualación a la baja” que están generando las políticas de ajuste neoliberal en la ampliación de una base social amplia que reclame un verdadero modelo social igualitario. Un modelo que genere una vida y un trabajo dignos a todo el mundo. Que clarifique qué actividades sociales son verdaderamente relevantes para el bienestar social y cuáles son accesorias. Que promueva un modelo social que garantice a todo el mundo seguridad económica básica y posibilidad de desarrollo personal. Muchas de las propuestas de ecologistas, feministas y reformadores sociales dan pistas para construir estas propuestas. Pero exigen una intensa labor cultural y social para construir un bloque capaz de generar una alternativa real a la dictadura neoliberal.

Alberto Recio Andreu
Mientras Tanto

Desahucios y capitalismo

"Todo esto no pudo ocurrir sin la complicidad de las autoridades estatales, en concreto las que supuestamente regulan el sistema financiero. Éstas simplemente miraron para otro lado, dejando que el 'mercado' encontrara su presunto equilibrio y facilitando así, primero el disparate, y después el drama".

Ningún otro fenómeno social como los desahucios concita tan intensamente las miserias, incoherencias y contradicciones que concurren en el sistema capitalista y lo conforman. Paradigma de esa incongruencia lo constituyen las declaraciones de hace unos días del jefe de la patronal bancaria, Miguel Martín, que en un alarde de surrealismo aseguraba que la solución a este problema no es otra que hacer más y más casas, acompañadas de sus correspondientes créditos hipotecarios. Que uno de los máximos prebostes del poder económico (y por ello del poder real) realice una afirmación de este nivel en un país con quinientas ejecuciones hipotecarias diarias y un millón de viviendas vacías, ilustra a las claras la naturaleza kafkiana e irracional del régimen realmente existente.

Y es que la codicia perturba la razón, pero además da cobertura a la injusticia. Y en ésta, la injusticia, encontramos tanto la causa de los desahucios como su consecuencia. Efectivamente, a partir de una desequilibrada distribución de la renta, algunas personas se encuentran con un dinero en sus manos que no encuentra salida en la inversión productiva, por la sencilla razón de que ese desigual reparto ha mermado la capacidad de consumo de buena parte de los asalariados. Los bancos, rebosantes de dinero depositado por los ricos y de préstamos de otros bancos extranjeros igualmente con sus arcas llenas, inflan una burbuja, la del ladrillo, apostando a una creciente subida de su precio. En el otro extremo de la cadena, gente con bajos salarios y empleos precarios a los que se ofrece una generosísima financiación, con tasaciones desproporcionadas, a fin de que puedan contribuir a cebar la bomba.

Pero como viene ocurriendo desde el siglo XVII con la especulación holandesa sobre los tulipanes, al final la burbuja estalla. Solo que ahora lo hace sobre un bien de primerísima necesidad, y los perjudicados no son únicamente quienes apostaron en el casino, sino primordialmente quienes, habitando un hogar, no pueden seguir manteniéndolo porque han perdido su empleo o buena parte de sus ingresos. Pero todo esto no pudo ocurrir sin la complicidad de las autoridades estatales, en concreto las que supuestamente regulan el sistema financiero. Éstas simplemente miraron para otro lado, dejando que el 'mercado' encontrara su presunto equilibrio y facilitando así, primero el disparate, y después el drama. Era, es, el capitalismo sin brida, con unos partidos políticos emparentados con la élite financiera y participando en una orgía que finalmente estamos pagando todos, algunos con su sangre al no poder soportar que se les vaya a dejar sin casa y sin futuro.

Porque ahora entran en juego las leyes, alguna con más de un siglo de antigüedad, pero persistentes en su objetivo de que las razones del banquero cuentan más que el derecho sagrado a una vivienda digna. Y por si esto no quedara claro, un supuesto partido socialista y obrero apaña las normas, allá por 2009, para que a la gente se la pueda desahuciar a la mayor brevedad posible. Y es que los bancos aprietan tanto que se comen hasta la historia y las siglas que algún día estuvieron al lado de los débiles. Ahora, eso sí, derraman lágrimas de cocodrilo por la gente que sufre; y lo hacen junto a esa derecha inmisericorde y cínica que intenta lavar su conciencia promulgando un decreto que es una ofensa, primero a la inteligencia, y después a la dignidad de quienes están en trance de ser arrojados a la calle.

Somos, seguimos siendo a pesar de la crisis, un país rico con una alta renta per cápita, pero cada vez hay más casas sin gente y gente sin casa. Se destinan miles de millones para capitalizar esos bancos que nos han conducido a la catástrofe, pero no hay ni un solo euro para salvar a la gente, para evitar que pierda su empleo y su techo. Es un mecanismo perverso. Los desahucios son un crimen y el delincuente que los perpetra atiende por el nombre de sistema capitalista. Debiera estar entre rejas.

 José Haro Hernández. La Opinión de Murcia

http://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2012/12/03/deshahucios-capitalismo/442414.html