viernes, 20 de junio de 2008

Encuentro Social Alternativo al Petróleo. ESAP



Madrid, del 27 de junio al 3 de julio.
PARTICIPA
!!

http://www.nomassangreporpetroleo.org/site/

El Congreso Petrolero Mundial aglutina desde hace 75 años a la mayoría de los países productores (salvo Iraq) y a la totalidad de las empresas del ramo. Por primera vez en su historia, este Foro se organizará en Madrid con el lema “Suministrar energía para un consumo sostenible”, será del 29 de junio al 3 de julio.

¿Tú l@s has invitado? ¡Nosotr@s No!

Al congreso asistirán unos 4000 delegados, que trabajarán sobre cuatro áreas: upstream (extracción), downstream y petroquímica (refino y demás), gas natural y renovables, y gestión industrial. Se esperan visitas de ministros, altos cargos y demás, entre ellos los presidentes de Repsol, BP, Petrobras, Total, Cepsa, Shell o Chevron; además del Comisario de energía de la UE, el Global Compact de NNUU, la OPEP o países como Qtar.

La industria petrolera se reúne en Madrid mostrando su cara más amable ante la opinión pública mundial, recordándonos nuestra sed de energía barata e ilimitada, y mezclándolo con las manoseadas palabras “responsabilidad social”, “sostenible”, “ética” y “medio ambiente”.

Las petroleras quieren imponer el mensaje de que debemos apoyar su negocio porque no podríamos tener una calidad de vida "digna" sin él.

Más de un tercio del consumo energético se apoya en el petróleo (la mitad de éste se destina al transporte) y una cuarta parte depende del gas. Ambos recursos son no renovables y están controlados en buena medida por las mismas compañías. La enorme dependencia de estos combustibles crea gravísimos problemas:

· Acelera el empobrecimiento de la mayoría de las poblaciones del sur, estrangulándolas con precios impagables por los alimentos y los servicios básicos.

· Rige la política internacional hasta el punto de provocar la guerra en regiones con yacimientos, como es el caso de Irak y todo Oriente Medio, que tiene más del 60% de las reservas de petróleo conocidas y el 40% del gas. O como en Nigeria, el mayor productor de África, claro ejemplo de cómo el disponer de recursos codiciados puede convertirse en una maldición para sus gentes.

· Provoca dramáticos desplazamientos de poblaciones, debido al expolio y violencia estructural introducido en las zonas de explotación petrolera.

· Es la principal causa del cambio climático por sus emisiones de CO2 (el 34% de todos los gases de efecto invernadero proceden del petróleo y del gas). Provoca la contaminación continuada de mares y costas en todo el planeta por el constante transporte de crudo. Incluso su procesamiento en refinerías arriesga la salud y seguridad de la población del entorno, a lo que se añaden las muertes causadas por el tráfico.

Somos conscientes de la actual dependencia del petróleo, pero la indiferencia ante la necesidad urgente de un cambio de modelo político, económico y social, y el silencio ante los crímenes y saqueos cometidos constantemente por las mayores empresas petroleras del mundo, nos harían cómplices de la actual crisis en la que sus políticas, entre otras, han sumido al planeta y a sus pueblos.

Arrastrado por una economía capitalista y globalizada, el consumo energético está en aumento tanto en países ricos como en los empobrecidos, cuyo consumo por habitante es muchísimo menor.

Mientras tanto, la industria petrolera recoge los beneficios de la tiranía que nos ha impuesto el petróleo. Enriquecidas como nunca por los precios record del crudo, se preparan para seguir horadando el subsuelo en zonas que hasta ahora se salvaron porque resultaba demasiado costoso, como está haciendo Repsol YPF en las profundidades del Mar de Alboran o en la costa entre Marruecos y Canarias, por nombrar dos ejemplos cercanos.

Las petroleras se reúnen en Madrid para vendernos la idea de que las consideraciones ambientales y los derechos de las poblaciones son secundarios ante la necesidad de extraer crudo.

Saben que cuentan con la complicidad de los gobernantes, pues siempre se han ocupado de mantener estrechos canales de influencia. Seguramente su mayor éxito haya sido con la administración Bush, pero los ejemplos están por doquier. Recientemente, los gobiernos de la UE, entre ellos el español, han promovido acuerdos con algunos países latinoamericanos para proteger inversiones privadas con todo el poder de sus estados.

La industria del petróleo ha emprendido largas campañas de manipulación de la opinión pública al servicio de sus intereses. Su imperio económico le permite un acceso sin límites a los medios de comunicación y la oportuna “promoción” de expertos o censura de noticias que sean necesarios. Es el caso de las vigorosas campañas para negar el cambio climático que buscan desacreditar la gravedad del problema o la utilidad de la reducción de emisiones para frenarlo, cuando la realidad ya no puede ocultarse.

El largo brazo petrolero puede convertirse en puño de hierro cuando encuentra oposición. Lo saben bien las comunidades indígenas, los pueblos campesinos, l@s trabajadores de las petroleras y l@s habitantes cercanos a pozos, oleoductos y refinerías. Much@s de ell@s sufren detenciones arbitrarias, agresiones, asesinatos y ataques de ejércitos y grupos paramilitares.

Es evidente que no hay sostenibilidad ni futuro en el petróleo, que tiene atrapado al mundo en un laberinto de problemas sociales, políticos y ambientales de primera magnitud. Sólo se podrá salir de él si los países ricos asumen su responsabilidad histórica como principales consumidores de recursos energéticos, reducen su gasto de petróleo (y por tanto de transporte) y cambian a fuentes de energía verdaderamente limpias y renovables.

Nada de esto es posible sin una transformación social que rechace la maximización del beneficio individual basado en la explotación del ser humano y la naturaleza.

Al contrario de lo que proclama, la industria petrolera no es ni puede ser parte de esta transición. No está dispuesta a reducir sus beneficios y no cambiará sus métodos si no se ve forzada a ello. Por eso:

- Reivindicamos el respeto a la soberanía de los pueblos sobre su territorio y sus recursos.

- Luchamos por el respeto a los derechos de los pueblos a vetar la explotación petrolera.

- Rechazamos la manipulación de la opinión pública y el lavado de cara de las empresas: la extracción de petróleo no es ni puede ser “sostenible”.

- Denunciamos que los gobiernos se escuden en la seguridad energética para avalar cualquier proyecto de extracción de petróleo y gas.

- Reclamamos modelos energéticos basados en el ahorro, la eficiencia y las renovables, en armonía con el entorno y solidarios con los pueblos.

- Nos oponemos a la celebración de este Congreso Mundial del Petróleo y a la hipocresía de las empresas y de los gobiernos central, municipal y autonómico que lo apoyan mientras declaran luchar contra el cambio climático.

NO MÁS SANGRE POR PETRÓLEO

viernes, 13 de junio de 2008

Cómo fabricar una crisis alimentaria global: Lecciones del Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial del Comercio

Cómo el “mercado libre” está destruyendo la agricultura en el Tercer mundo y quién lo está combatiendo.
Walden Bello
El aumento global en los precios de los alimentos no es sólo la consecuencia de utilizar productos agrícolas para convertirlos en agrocombustibles, si no de las políticas del “libre mercado” promovidas por las instituciones financieras internacionales. Ahora las organizaciones campesinas están liderando la oposición a la industria agrícola capitalista.

Cuando cientos de miles de personas se manifestaron en México el año pasado contra un incremento del 60% en el precio de las tortillas, muchos analistas culparon a los biocombustibles. A causa de los subsidios del gobierno estadounidense, los granjeros de ese país dedicaban más hectáreas al maíz para etanol que para alimento, lo cual disparó los precios. Esta desviación del uso del maíz fue sin duda una causa del aumento de los precios, aunque probablemente la especulación de intermediarios con la demanda de los biocombustibles tuvo una mayor influencia. Sin embargo, a muchos se les escapó una pregunta interesante: ¿cómo es que los mexicanos, que viven en la tierra donde se domesticó el maíz, han llegado a depender del grano estadounidense?

La erosión de la agricultura mexicana

No puede entenderse la crisis alimentaria mexicana sin considerar que en los años anteriores a la crisis de la tortilla, la patria del maíz fue convertida en una economía importadora de ese grano por las políticas de “libre mercado” promovidas por el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) y Washington. El proceso comenzó con la crisis de la deuda de principios de la década de los 80s. México, uno de los dos mayores deudores del mundo en vías de desarrollo, fue obligado a suplicar dinero al Banco y al FMI para pagar el servicio de su deuda con los bancos comerciales internacionales. El precio de un rescate fue lo que un miembro del consejo ejecutivo del BM describió como “intervencionismo sin precedente”, diseñado para eliminar aranceles, reglamentaciones estatales e instituciones gubernamentales de apoyo, que la doctrina neoliberal identificaba como barreras a la eficiencia económica.

El pago de intereses se elevó del 19 por ciento del gasto federal total en 1982 al 57 por ciento en 1988, en tanto el gasto de capital se derrumbó del 19.3 al 4.4 por ciento. La reducción del gasto gubernamental se tradujo en el desmantelamiento del crédito estatal, de los insumos agrícolas subsidiados por el gobierno, los apoyos al precio, los consejos estatales de comercialización y los servicios de extensión.

Este golpe a la agricultura campesina fue seguido por uno aún mayor en 1994, cuando entró en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Aunque dicho tratado consideraba una prórroga de 15 años a la protección de productos agrícolas, entre ellos el maíz, pronto comenzó a fluir maíz estadounidense altamente subsidiado, lo cual redujo los precios a la mitad y hundió al sector maicero en una crisis crónica. En gran medida a causa de ese acuerdo, México se ha consolidado como importador neto de alimentos.

Con el cierre de la entidad gubernamental comercializadora de maíz, la distribución de importaciones maiceras de Estados Unidos y del grano nacional ha sido monopolizada por unas cuantas empresas trasnacionales, como Cargill. Eso les ha dado un tremendo poder para especular con las tendencias del mercado, de modo que pueden manipular y magnificar los movimientos de demanda de biocombustibles tantas veces como quieran. Al mismo tiempo, el control monopólico del comercio interior ha asegurado que un aumento en los precios internacionales del maíz no se traduzca en pagar precios significativamente más altos a los pequeños productores.

Cada vez resulta más difícil a los productores mexicanos de maíz eludir el destino de muchos otros pequeños productores en sectores como arroz, carne de res, pollo y cerdo, quienes se han venido abajo por las ventajas concedidas por el TLCAN a los productos subsidiados estadounidenses. Según un informe del Fondo Carnegie de 2003, las importaciones agrícolas de EEUU han dejado sin trabajo a 1.3 millones de campesinos, muchos de los cuales han emigrado al país del norte.

Las perspectivas no son buenas, pues el gobierno mexicano continúa en manos de neoliberales que desmantelan sistemáticamente el sistema de apoyo al campesinado, un legado clave de la Revolución Mejicana. Como dice el director ejecutivo de Food First, Eric Holt- Jiménez, “Llevará tiempo y esfuerzo para recuperar la capacidad de los pequeños agricultores y no parece que haya ningún deseo político para esto- sin olvidar el hecho que NAFTA debe ser renegociada”.

Creación de la crisis del arroz en Filipinas

Que la crisis global de alimentos se origina en la reestructuración de la agricultura por el libre mercado resulta más claro en el caso del arroz. A diferencia del maíz, menos del 10 por ciento de la producción mundial de arroz se comercializa. Además, en el arroz no ha habido desviación del consumo hacia los biocombustibles. Sin embargo, sólo en este año los precios se han triplicado, de 380 dólares por tonelada en enero a más de mil dólares en abril. Sin duda, la inflación deriva en parte de la especulación de los cárteles mayoristas en una época de existencias escasas. Sin embargo, el mayor misterio es por qué varios países consumidores de arroz que eran autosuficientes se han vuelto severamente dependientes de las importaciones.

Filipinas ofrece un triste ejemplo de cómo la reestructuración económica neoliberal transforma un país de ser exportador neto a importador neto de alimentos. Ahora es el mayor importador mundial de arroz. El esfuerzo de Manila por asegurarse provisiones a cualquier precio se ha convertido en primera página en los medios de comunicación, y las fotos de soldados que protegen la distribución del cereal en las comunidades pobres se han vuelto emblemáticas de la crisis global.

Los trazos generales de la historia de Filipinas son similares a los de México. El dictador Ferdinand Marcos fue culpable de muchos crímenes y malos manejos, entre ellos no llevar adelante la reforma agraria, pero no se le puede acusar de privar al sector agrícola de fondos gubernamentales. Para paliar el descontento de los campesinos, el régimen les otorgó fertilizantes y semillas subsidiadas, impulsó mecanismos de crédito y construyó infraestructura rural. Durante los 14 años de su dictadura, sólo en uno, 1973, se tuvo que importar arroz debido al extenso daño causado por los tifones. Cuando Marcos huyó del país, en 1986, había 900 mil toneladas métricas de arroz en los almacenes del gobierno.

Paradójicamente, durante los siguientes años de gobierno democrático se redujo la capacidad de inversión gubernamental. El BM y el FMI, actuando a favor de acreedores internacionales, presionaron al gobierno de Corazón Aquino para que diera prioridad al pago de la deuda externa, que ascendía a 26 mil millones de dólares. Aquino accedió, aunque los economistas de su país le advirtieron que sería “inútil buscar un programa de recuperación que sea consistente con el pago de la deuda fijada por nuestros acreedores”.

Entre 1986 y 1993, entre el 8 y el 10 por ciento del PIB salió de Filipinas cada año en pagos del servicio de la deuda. Los pagos de intereses en proporción al gasto gubernamental se elevaron del 7 por ciento en 1980 al 28 por ciento en 1994; los gastos de capital cayeron del 26 al 16 por ciento. En poco tiempo, el servicio de la deuda se volvió la prioridad del presupuesto nacional.

El gasto en agricultura cayó a menos de la mitad. El BM y sus acólitos locales no se preocupaban, porque un propósito del apretamiento del cinturón era dejar que el sector privado invirtiera en el campo. Pero la capacidad agrícola se erosionó con rapidez, los sistemas de riego se estancaron, y hacia finales de la década de los 90s sólo el 19 por ciento de la red de carreteras del país estaba pavimentada, contra el 82% en Tailandia y el 75% en Malasia. Las cosechas eran pobres en general; el rendimiento promedio de arroz era de 2.8 toneladas por hectárea, muy por debajo de las de China, Vietnam y Tailandia, donde los gobiernos promovían activamente la producción rural. La reforma agraria languideció en la era posterior a Marcos, despojada de fondos para servicios de apoyo, que habían sido la clave para las exitosas reformas de Taiwán y Corea del Sur.

Como en México, los campesinos filipinos padecieron la retirada a gran escala del Estado como proveedor de apoyo. Y el recorte en programas agrícolas fue seguido por la liberalización comercial; la entrada de Filipinas en la Organización Mundial de Comercio (OMC) tuvo igual efecto que la firma del TLCAN para México. La entrada en la OMC requería eliminar cuotas en las importaciones agrícolas excepto el arroz, y permitir que cierta cantidad de cada producto ingresara con bajos aranceles. Si bien se permitió al país mantener una cuota en importaciones de arroz, tuvo que admitir el equivalente entre el 1 y el 4 por ciento del consumo doméstico en los 10 años siguientes. De hecho, a causa del debilitamiento de la producción derivada de la falta de apoyo oficial, el gobierno importó mucho más que eso para compensar una posible escasez. Esas importaciones, que se elevaron de 263 mil toneladas en 1995 y a 2.1 millones en 1998, hundieron el precio del cereal, lo cual desalentó a los productores y mantuvo la producción a una tasa muy inferior a la de los dos principales proveedores del país, Tailandia y Vietnam.

Las consecuencias del ingreso de Filipinas en la OMC barrieron con el resto de la agricultura como un tifón. Ante la invasión de importaciones baratas de maíz, los campesinos redujeron la tierra dedicada a ese cultivo de 3.1 millones de hectáreas en 1993 a 2.5 millones en 2000. La importación masiva de partes de pollo casi acabó con esa industria, mientras que el aumento de importaciones desestabilizó las de aves de corral, cerdo y vegetales.

Los economistas del gobierno prometieron que las pérdidas en maíz y otros cultivos tradicionales serían más que compensadas por la nueva industria exportadora de cultivos “de alto valor agregado” como flores, espárragos y brócoli. Poco de eso se materializó. El empleo agrícola cayó de 11.2 millones en 1994 a 10.8 millones en 2001.

El doble golpe del ajuste impuesto por el FMI y la liberalización comercial impuesta por la OMC hizo que una economía agrícola en buena medida autosuficiente se volviera dependiente de las importaciones y marginó constantemente a los agricultores. Fue un proceso cuyo dolor fue descrito por un negociador del gobierno filipino durante una sesión de la OMC en Ginebra: “Nuestros pequeños productores agrícolas son masacrados por la brutal injusticia del entorno del comercio internacional”.

La gran transformación

La experiencia de México y Filipinas se reprodujo en un país tras otro, sujetos a los manejos del FMI y la OMC. Un estudio de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) en 14 países descubrió que los niveles de importaciones agrícolas en 1995-98 excedieron los de 1990-94. No era sorprendente, puesto que uno de los principales objetivos del acuerdo agrícola de la OMC era abrir mercados en países en vías de desarrollo para que absorbieran la producción excedente del norte.

Los apóstoles del libre mercado y los defensores del dumping parecieran estar en extremos opuestos del espectro, pero las políticas que propugnan producen el mismo resultado: una agricultura capitalista industrial globalizada. Los países en desarrollo se integran en un sistema en el que la producción de carne y grano para exportación está dominada por grandes granjas industrializadas como las manejadas por la trasnacional tailandesa CP, en las que la tecnología es mejorada continuamente por avances en ingeniería genética de firmas como Monsanto. Y la eliminación de barreras tarifarias y no tarifarias facilita un supermercado agrícola global de consumidores de elite y clase media, atendidos por corporaciones comercializadoras de granos como Cargill y Archer Daniels Midland, y minoristas trasnacionales de alimentos como la británica Tesco y la francesa Carrefour.

No se trata sólo de la erosión de la autosuficiencia alimentaria nacional o de la seguridad alimentaria, sino de lo que la africanista Deborah Bryce-son, de Oxford, llama la “descampesinación”, es decir, la supresión de un modo de producción para hacer del campo un sitio más apropiado para la acumulación intensiva de capital. Esta transformación es traumática para cientos de millones de personas, pues la producción campesina no es sólo una actividad económica: es un modo de vida milenario, una cultura, lo cual es una razón de que en India los campesinos desplazados o marginados hayan recurrido al suicidio. Se calcula que unos 15 mil campesinos indios han acabado con su vida. El derrumbe de precios por la liberalización comercial y la pérdida de control sobre las semillas ante las empresas de biotecnología son parte de un problema integral, señala Vandana Shiva, activista por la justicia global: “En la globalización, el campesino o campesina pierde su identidad social, cultural y económica de productor. Ahora un campesino es ‘consumidor’ de semillas y químicos caros que venden las poderosas corporaciones trasnacionales por medio de poderosos latifundistas y prestamistas locales”.

Agricultura Africana: desde la complacencia al desafío

La descampesinación se encuentra en un estado avanzado en Latinoamérica y en Asia. Si el BM se sale con la suya, África seguirá el mismo camino. Cómo Bryceson y sus colegas afirman correctamente en un artículo reciente, The World Development Report 2008, con amplia información sobre la agricultura en África, es prácticamente un plan para la transformación de la agricultura continental en una agricultura a gran escala comercial. Pero como en muchos otros lugares, la gente esta pasando de un resentimiento a un completo desafío.

En el tiempo de la descolonización en los 60s, África era un exportador neto de alimentos. Hoy el continente importa el 25% de su comida; casi todos los países son importadores netos. El hambre y la falta de alimentos están al orden del día, con emergencias de alimentos durante los tres últimos años en el Cuerno de África, el Sahel, el sur y el África Central.

La agricultura en África está en una profunda crisis, las causas van desde las guerras a los gobiernos, la falta de tecnología agrícola y el aumento del sida. Como en México y Filipinas una gran parte de la explicación es el abandono de los controles de los gobiernos y los mecanismos de ayudas que bajo el ajuste estructural impuesto por el FMI y el BM como el precio a pagar para la asistencia en pagar la deuda externa.

Los ajustes estructurales trajeron un decline en la inversión, aumentaron el desempleo, reducción del gasto social, reducción del consumo y baja producción. El aumento de los precios de los fertilizantes y al mismo tiempo la reducción de los sistemas de créditos agrícolas lo único que hizo fue reducir el uso de fertilizantes, el tamaño de las cosechas y la reducción de la inversión. La realidad rehusó confrontarse a las expectativas doctrinales de que el estado allanaría el camino para que el mercado dinamizara la agricultura.

En lugar de ello, el sector privado que vio que la reducción en el gasto del estado crearía más riesgos, no cubrieron el desfase. País tras país, la salida del estado “lleno” en lugar de “vaciar” la inversión privada. Donde el sector privado sustituyó al público, según un informe de OXFAM “A menudo lo han hecho en unos términos muy desfavorables para los granjeros pobres, dejando a estos con más inseguridad alimentaria, y a los gobiernos a depender de unas ayudas internacionales poco predecibles.” El sector económico, normalmente a favor del sector privado, estuvo de acuerdo, admitiendo que “muchas de las empresas privadas que vinieron a reemplazar a los investigadores estatales resultaron ser monopolistas en busca de dinero.”

El apoyo que recibieron los gobiernos fue canalizado por el Banco Mundial para la exportación de los productos agrícolas para generar divisa extranjera, la que necesitan los estados para pagar su deuda. Pero como en la hambruna en Etiopia en los años 80, este llevo a que la mejor tierra agrícola se dedicase a la exportación forzando a mover las cosechas para la alimentación a tierras menos favorables, lo que aumento la inseguridad alimentaria, además las indicaciones del BM a varias economías para que se centraran en el mismo tipo de productos para la exportación a menudo llevo a una sobreproducción, lo que hizo que los precios bajasen en los mercados internacionales. Por ejemplo el éxito de Ghana en la expansión del cultivo de cacao llevo a una bajada del precio del 48% entre 1986 y 1989. En 2002-03 la caída en el precio del café contribuyó a otra emergencia de alimentos en Etiopia.

Como en México y Filipinas, los ajustes estructurales en África no fueron sólo sobre la falta de inversión sino de la des-inversión de los gobiernos. Hubo otra diferencia importante, en África el FMI y el BM administraron a pequeña escala, tomando decisiones sobre la velocidad en que los subsidios se terminaban, cuantos funcionarios debían ser despedidos e incluso en el caso de Malawi, que cantidad de reservas de grano se venderían y a quien debían ser vendidas. O sea que los procónsules residentes del BM y del FMI llegaron hasta las entrañas de cómo el estado manejaba la economía agrícola para quedarse con todo.

Mezclando el impacto negativo del ajuste con las injustas practicas de comercio de EEUU y de UE. La liberación permitió que la carne de vacuno subvencionada de la UE llevase a muchos ganaderos del Oeste y el Sur de África a la ruina. Con los subsidios legitimados por la OMC, el algodón procedente de EEUU inundó los mercados con unos precios de entre el 20 y el 55% del coste de producción, por lo que llevaron a la bancarrota a los productores africanos.

Según OXFAM el número de subsaharianos viviendo con menos de 1 dólar diario casi se dobló entre 1981 y 2001 alcanzando los 313 millones, un 46% de la población. El papel que jugó el ajuste estructural es innegable. Como admitió el principal economista del BM para África, “No pensamos que el coste humano de esos programas seria tan grande, y que las ganancias económicas tardasen tanto en llegar”.

Malawi es un ejemplo representativo de la tragedia africana propagada por el FMI y el BM. En 1999 el gobierno de Malawi inició un programa para dar a cada pequeño negocio familiar un paquete con fertilizantes y semillas gratuitamente. El resultado: excedente nacional de maíz. Lo que vino después es una historia que debe ser encumbrada como un estudio clásico de uno de los grandes errores de la economía neoliberal.

EL BM y otros donantes de ayuda forzaron la disminución y eventualmente el abandono del programa, diciendo que el subsidio distorsionaba los mercados. Sin los paquetes gratuitos, la producción cayó. Al mismo tiempo el FMI insistió al gobierno a que vendiera una gran parte de sus reservas de grano para permitir que la agencia de la reserva de alimentos pagase la deuda. El gobierno cumplió. Cuando la crisis alimentaria se convirtió en hambruna en 2001-02, las reservas eran prácticamente inexistentes. Unas 1.500 personas murieron. El FMI no se arrepintió, de hecho, suspendió los pagos de un programa de ajuste aludiendo que “el sector paraestatal continuaría siendo un riesgo para la exitosa implementación del presupuesto de 2002/03. Las intervenciones del gobierno en la agricultura y otros mercados alimentarios están socavando otras inversiones más productivas”.

Pero otra crisis alimentaria aún peor se gestó en 2005, el gobierno había tenido bastante con la estupidez del FMI y del BM. Un nuevo presidente reintrodujo el subsidio para los fertilizantes, permitiendo que 2 millones de familias lo comprasen a un tercio del precio de mercado y las semillas también con descuentos. El resultado: aumento espectacular de las cosechas durante dos años, un excedente de 1 millón de toneladas de maíz y el país se transformó en un exportador de maíz a todo el cono sur de África.

El desafío de Malawi al BM podría haber sido un acto de resistencia heroica pero inútil hace una década. El medioambiente hoy es diferente, desde que los ajustes estructurales han sido desacreditados en toda África. Incluso algunos gobiernos donantes y ONGs que lo apoyaban se han distanciado del Banco. Puede que la motivación es prevenir su perdida de influencia en el Continente por asociarse con unas políticas fracasadas y con unas instituciones impopulares cuando la ayuda de China está emergiendo como una alternativa a los programas de ayudas del BM, FMI y los gobiernos occidentales.

Soberanía Alimentaria: ¿el paradigma de una alternativa?

No es solamente el desafío de gobiernos como el de Malawi y la disidencia de sus aliados lo que esta socavando al FMI y al BM. Organizaciones campesinas de todo el mundo, cada vez más militantes en resistir la globalización de la agricultura industrial. De hecho, es por la presión de grupos de agricultores que los gobiernos del Sur han rechazado conceder mayor acceso a sus mercados agrícolas y demandando el fin de los subsidios agrícolas en los EEUU y en la UE, lo que llevo a la Ronda de Doha de la OMC al fracaso.

Los grupos de agricultores han creado redes internacionales; uno de los movimientos más dinámicos es Vía Campesina. Ellos no solo buscan “echar a la OMC de la agricultura”, oponerse al paradigma de una agricultura industrial capitalista; también proponen una soberanía alimentaria alternativa. Esto significa en primer lugar el derecho de los países a determinar su producción y su consumo de alimentos y la liberación de la agricultura de los regimenes de comercio global como la OMC. También significa la consolidación de la agricultura a pequeña escala con la protección del mercado interior de los productos importados baratos; precios remunerativos para agricultores y pescadores: abolición de todos los subsidios directos e indirectos a la exportación; y el fin de los subsidios domésticos que promuevan un tipo de agricultura insostenible. Vía Campesina también pide el final de los derechos de propiedad intelectual relacionados con el comercio (TRIPs) que permite a las corporaciones patentar las semillas; se oponen a la agro-tecnología basada en la ingeniería genética; y demanda una reforma del campo. Como contraste a un monocultivo integrado global, ofrecen la visión de una economía tradicional agrícola compuesta de diversas economías nacionales agrícolas comerciando entre ellas pero centradas principalmente en la producción domestica.

Una vez fueron considerados como una reliquia de la era pre-industrial, los campesinos están liderando la oposición a una agricultura industrial capitalista que los relegó a la papelera de la historia. Se han convertido en lo que Karl Marx describía como una “clase en si misma” con conciencia política contradiciendo sus predicciones sobre su fin. Con la crisis de alimentos global, se están posicionando en el primer plano y tienen aliados y gente que los apoya. Los campesinos rehúsan ir dócilmente a esa buena noche y combaten la descampesinación, los acontecimientos en el siglo XXI están mostrando que la panacea de una agricultura industrial capitalista es una pesadilla. Con las crisis medioambientales multiplicándose, las disfunciones sociales de la vida urbana-industrial apilándose y la agricultura industrializada creando una mayor inseguridad alimentaria, el movimiento de los agricultores cada vez está ganando relevancia no solo en los agricultores sino en todos los que se encuentran amenazados por las consecuencias catastróficas de la visión global del capital de una organización de la producción, la comunidad y la vida en si misma.


Este artículo aparece publicado en la edición de 2 junio 2008 de The Nation (Nueva York)

Walden Bello, miembro del Transnational Institute, es presidente de Freedom from Debt Coalition, profesor de sociología en la Universidad de Filipinas en Diliman y analista senior en Focus on the Global South.

Versión integra del articulo original y publicado en versión reducida en
www.jornada.unam.mx
http://www.tni.org/detail_page.phtml?&lang=sp&page=bello_globalfoodcrisis&lang_help=sp

Artículo completo:
http://www.focusweb.org/how-to-manufacture-a-global-food-crisis-lessons-from-the-world-bank-imf-an.html?Itemid=159

Traducción: Jorge Anaya para La Jornada versión reducida y Félix Nieto para Globalízate versión integra.

sábado, 7 de junio de 2008

FAO: más libre comercio, más hambre

Ayer terminó la Cumbre de Alto Nivel sobre Seguridad Alimentaria de la FAO (Organización para la Alimentación y la Agricultura de la ONU) que se celebró estos días en Roma. Las conclusiones del encuentro no indican un cambio de tendencia en las políticas que se han venido aplicando en los últimos años y que han conducido a la situación de crisis actual.

Las declaraciones de buenas intenciones y las promesas de millones de euros para acabar con el hambre en el mundo realizadas por varios gobernantes no van a poner fin a las causas estructurales que han generado esta crisis. Así mismo, las propuestas realizadas por el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, de aumentar en un 50% la producción de alimentos y rechazar las limitaciones impuestas a la exportación por parte de algunos países afectados parecen reforzar más las causas de la crisis que conducir hacia salidas reales que garanticen la seguridad alimentaria de la mayoría de las poblaciones en el Sur.

El monopolio de determinadas corporaciones multinacionales de cada uno de los tramos de la cadena de producción de alimentos, desde las semillas pasando por los fertilizantes hasta la comercialización y distribución de lo que comemos, es algo que no se ha tratado en esta cumbre. Sin embargo, y a pesar de la crisis, las principales compañías de semillas, Monsanto, DuPont y Syngenta, han reconocido un aumento creciente de sus ganancias y lo mismo han hecho las principales industrias de fertilizantes químicos. Las mayores empresas procesadoras de alimentos como Nestlé o Unilever también anuncian un alza en sus beneficios, aunque por debajo de las que controlan los primeros tramos de la cadena. Del mismo modo que las grandes distribuidoras de alimentos como Wal-Mart, Tesco o Carrefour afirman seguir aumentando sus ganancias.

Los resultados de la cumbre de la FAO reflejan el consenso alcanzado entre la ONU, el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) para mantener unas políticas económicas y comerciales de dependencia Sur-Norte y de apoyo a las multinacionales de la agroalimentación. Las recomendaciones lanzadas a favor de una mayor apertura de los mercados en el Sur, de subvencionar las importaciones de alimentos a partir de la ayuda al desarrollo y la apuesta por una nueva revolución verde apuntan en esta dirección.

Aquellos que trabajan y cuidan la tierra, en manos de quienes debería de estar nuestra alimentación, los campesinos y las campesinas, fueron excluidos del debate. Cuando representantes de organizaciones campesinas intentaron presentar sus propuestas, coincidiendo con la inauguración oficial de la cumbre, fueron retirados por la fuerza. En reuniones anteriores de alto nivel, se había permitido una mayor participación de los colectivos sociales y en cambio ahora, ante la gravedad de la situación, las puertas se han mantenido cerradas, como ha denunciado la red internacional Vía Campesina.

Acabar con la situación de crisis implica poner fin al modelo de agricultura y de alimentación actual que antepone los intereses económicos de grandes multinacionales a las necesidades alimentarias de millones de personas. Es necesario abordar las causas estructurales: las políticas neoliberales que se han venido aplicando de forma sistemática en los últimos 30 años, promovidas por el BM, el FMI, la Organización Mundial del Comercio (OMC) con Estados Unidos y la Unión Europea al frente. Unas políticas que han significado una liberalización económica a escala global, apertura sin freno de los mercados, privatización de tierras dedicadas al abastecimiento local y su reconversión en monocultivos de exportación… conduciéndonos a la grave situación de inseguridad alimentaria actual. Según el BM se calcula que la cifra de 850 millones de personas que hoy padecen hambre aumentará en los próximos años hasta 950.

La salida a la crisis pasa por regular y controlar el mercado y el comercio internacional; reconstruir las economías nacionales; devolver el control de la producción de alimentos a las familias campesinas y garantizar su acceso libre a la tierra, a las semillas, al agua; sacar la agricultura de los tratados de libre comercio y de la OMC; y poner fin a la especulación con el hambre.

El mercado no puede resolver el problema. Frente a las declaraciones del número dos de la FAO, José María Sumpsi, afirmando que se trata de un problema de oferta y de demanda, debido al aumento del consumo em países emergentes como India, China o Brasil, hay que recordar que nunca antes se había dado una mayor producción de comida en el mundo.

Hoy, se produce tres veces más que en los años sesenta, mientras que la población mundial tan sólo se ha duplicado desde entonces. No hay una crisis de producción de alimentos, sino una imposibilidad para acceder a los mismos por parte de amplias poblaciones que no pueden pagar los precios actuales. La solución no puede ser más libre comercio porque, como se ha demostrado, más libre comercio implica más hambre y menor acceso a los alimentos. No se trata de echar más leña al fuego.

Esther Vivas es co-coordinadora de los libros Supermercados, no gracias y ¿Adónde va el comercio justo?

http://blogs.publico.es/dominiopublico/572/fao-mas-libre-comercio-mas-hambre/

miércoles, 4 de junio de 2008

Sobre la crisis económica. Comunicado de ATTAC España

ATTAC se dirige a todas y todos los ciudadanos del Estado Español preocupados por la situación de crisis económica, y que contemplan con preocupación como suben los precios de los productos básicos, o se preocupan por su empleo, o simplemente están con serias dudas acerca del fuego cruzado entre políticos profesionales, entidades bancarias o representantes de los grandes sectores empresariales, que tratan de sacar tajada, como la CEOE, pidiendo aun más rebajas fiscales y mayor flexibilidad en los despidos.

ATTAC España, en primer lugar desea denunciar que, con muy pocas excepciones, la situación socioeconómica no se esta explicando correctamente en ningún medio de comunicación. En el fondo todos ellos defienden recetas ultraliberales y de rebajas de impuestos que solo benefician a las capas más pudientes, pero dejan al Estado sin recursos, para acometer las políticas necesarias para hacer frente a los problemas de índole económica que, sin duda, exigirán soluciones sociales.

ATTAC España, a través de comunicados propios y de informes de otros ATTAC Europeos o de estudiosas y estudiosos, profesoras y profesores a nosotros vinculados y de su Consejo Científico, lleva mas de un año denunciando lo que se nos venía encima. Es por ello que no entendemos la actitud del Gobierno de España, ocultando y maquillando la realidad de crisis mundial en la que hace ya muchos meses estamos inmersos. Los poderes económicos y los núcleos de poder real, en la Banca y las grandes empresas, así como de influencia en el Gobierno y el PSOE, o bien han fallado estrepitosamente, fruto de su orientación liberal y su prepotencia, o han jugado con todas nosotras y sus “asesorados”.

ATTAC España entiende que lo primero que hay que hacer es analizar correctamente lo que está ocurriendo, y subrayar la responsabilidad de las políticas neoliberales aplicadas por diversos organismos económicos mundiales, los EE.UU., la Unión Europea y los Estados más poderosos y desarrollados. Destaca en especial el negativo papel desempeñado por el segmento no regulado del sistema financiero de Estados Unidos, que contribuyó de forma decisiva a extender por todo el mundo los bonos “basura” respaldados por créditos hipotecarios fallidos en dicho país (subprime).

El papel de los bancos centrales ha sido también criticable, puesto que mantuvieron durante demasiado tiempo unas condiciones de financiación excepcionales, más preocupados por conseguir unas elevadas cotizaciones de las bolsas de valores que por lograr un crecimiento equilibrado.

Tampoco puede dejarse de subrayar lo nefasto que ha resultado apoyar el crecimiento de la economía española en la producción masiva de nuevas viviendas, un 50% mas en diez años que el número de hogares creados. Una parte sustancial de las nuevas viviendas construidas en España no van a ocuparse nunca, puesto que estaban destinadas a inversores, que las compraban como si fuesen acciones. Los ayuntamientos han acabado dependiendo de forma estrecha de los ingresos derivados del planeamiento urbano, con lo que han impulsado la expulsión de actividades productivas en favor del inmobiliario residencial. Urge lograr en España un modelo productivo menos ligado a la construcción de nuevas viviendas, para lo cual resulta imprescindible la colaboración de las tres administraciones públicas (Estado, Autonomías y Ayuntamientos).

ATTAC España denuncia la gran trascendencia que tiene en el origen de la crisis actual la total desregulación y descontrol público de los mercados, los movimientos de capital y la especulación. La impunidad de los Paraísos Fiscales y la ausencia de Impuestos justos y globales, hace el resto.

En segundo lugar, ATTAC España subraya el desplazamiento de la especulación desde las punto.com y el ladrillo hacia el Petróleo y los Alimentos. Ante el pinchazo de la burbuja inmobiliaria en los USA y Europa en general, y España en particular, ahora se invierte en reservas de Crudo, en agrocombustibles y en alimentos. Es por ello por lo que ATTAC España propone que la Cumbre Petrolera de finales de Junio en Madrid se convierta en el centro de nuestras protestas, frente a las grandes compañías petrolíferas que son una parte importante del tinglado, y se deja claro que no nos engañan con su falsa y pestilente publicidad.

ATTAC España afirma que de todo esto los poderosos se enriquecen y sacan tajada. Resulta imprescindible no hacer el juego a quienes defienden políticas neoliberales como el PP y pretenden engañar con su preocupación por la “cesta de la compra”. La derecha española, profundamente ultraliberal y conservadora, apoya medidas de más rebajas fiscales todavía, para las rentas altas y empresarios, así como más privatizaciones de los servicios públicos y menos prestaciones sociales.

Pero también se debe hacer lo propio con la izquierda institucional y sindical, excesivamente moderadas, por no enfrentarse a los problemas reales de los ciudadanos y trabajadoras. Dicha izquierda debe analizar la actuación del capitalismo financiarizado y no vincularse tan estrechamente a “expertos liberales” vinculados a grandes bancos o sectores empresariales.

ATTAC entiende que solo desde una decidida acción pública y desde la recuperación de la Política y la Democracia, frente a la dictadura de los mercados, podemos encarar la situación. Para ATTAC el actual modelo de crecimiento no será posible en un futuro que ya ha llegado. La crisis es del Sistema. El capitalismo, en su fase actual de globalización, solo sirve a unos pocos. La salida de la nueva crisis económica debe de realizarse desde la solidaridad, sin acentuar aun más las desigualdades sociales, profundamente reforzadas en los últimos años.

ATTAC cree que la ciudadanía debe tomar conciencia de los problemas y comenzar a tomar su destino en sus manos. Mientras tanto, debe denunciar a los especuladores, así como las subidas de precios injustificadas que ellos crean. Se debe de exigir a los gobiernos que tomen medidas políticas, sociales, solidarias e internacionales y no se dediquen a fomentar la xenofobia y el racismo al diferente como cortina de humo para tapar sus carencias intelectuales.

ATTAC apoya las movilizaciones de agricultores, pescadores y sectores populares en dificultades, y exige a los Sindicatos que sean consecuentes: las grandes centrales sindicales de España deberían actuar como lo hacen sus compañeros franceses, suecos o noruegos, así como otros Sindicatos españoles, más concienciados en lo que está ocurriendo.

Madrid, 2 de junio de 2008