Huelga general, guerra de cifras. Día de excesos policiales. El
gobierno transmite un discurso de normalidad. Los dirigentes de los dos
grandes sindicatos, Toxo y Méndez, aprovechan la gran afluencia de gente
a las manifestaciones para ampliar el plazo de negociación hasta mayo.
La ministra de trabajo, Fátima Báñez, afirma que “la senda reformista es
imparable”, ahora es el turno de los presupuestos. Un recorte del 17%
de media por ministerio para volver a la “senda del crecimiento”. El
lema de UGT-CCOO para la jornada de huelga apelaba a conservar lo que
queda porque “quieren cargárselo todo”.
Pero el rodillo no es nuevo, desde los años 80′s, la mayor parte de
las legislaciones, tanto a nivel nacional como internacional, van
dirigidas a fomentar la desregulación de las finanzas, reducir la
presión impositiva sobre las rentas más altas, favorecer la
deslocalización de la producción y precarizar el empleo. La economía
financiera se convierte en el lugar privilegiado para los negocios y el
poder adquisitivo de los trabajadores deja de estar vinculado al aumento
de los salarios y comienza a ser mantenido por el acceso al crédito.
El miedo que expresan los grandes sindicatos y las esperanzas que
vende el gobierno remiten a imágenes del pasado, de un tiempo que se
vino abajo con la crisis. El pasado reciente tiene mucho que ver con los
problemas actuales. Los años del boom inmobiliario, de cuales fueron
responsables los partidos gobernantes, y las cúpulas sindicales grandes
actores de reparto, no son precisamente un horizonte deseable. Estamos
en un momento de grandes cambios, nadie sabe lo que puede suceder porque
todo depende de lo que vaya ocurriendo.
Tratar de conservar lo que se está perdiendo no asegura que poco a
poco desaparezca. Pero las agendas, que vienen marcadas por entes que
nadie ha elegido, pueden sufrir imprevistos debido a las inclemencias
del malestar ciudadano. La huelga general ha demostrado que hay mucha
gente que rechaza la reforma laboral y las políticas de ajuste. Hay
quien dice que “sólo han parado las industrias y los transportes”.
Alguien responde que “no somos un país industrial”. Una tercera persona
añade que “las calles están llenas de gente y eso es lo importante”.
Cuando la precariedad laboral o el paro son una realidad para la
mayoría de trabajadores y trabajadoras, las huelgas cobran un
significado diferente y las reivindicaciones sobrepasan lo meramente
laboral. En tiempos de crisis, cuando la riqueza es mayor que en ningún
otro momento previo, hablar de sacrificios es muy cobarde. Después de
que salvar a los bancos haya aumentado la deuda de varios países
europeos, los ajustes suenan a estafa. Una vez han sucedido las
revoluciones árabes y se han tomado plazas en Europa y EEUU, conocemos
la fuerza de la cooperación.
Durante el próximo mes veremos de qué manera los grandes sindicatos
tratan de administrar la multitudinaria respuesta en las calles y si el
gobierno cede en algunos aspectos de la reforma laboral. En paralelo a
las negociaciones entre el gobierno y los sindicatos mayoritarios
sucederán cosas. La primavera es tiempo de salir a la calle para
conseguir un rescate ciudadano. La cuenta atrás para la convocatoria
global del 12 al 15 de mayo ya ha empezado.
Madrilonia.org
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