domingo, 18 de marzo de 2012

¿Qué hacer?

A todos los que queremos que exista la posibilidad de salir con bien de este mundo en el que estamos metidos y vivir de verdad una humanidad plena, la pregunta que más nos lacera, la que nos deja paralizados, la que nos impide realmente proponer algo que sea considerado útil es esta: ¿qué hacer? Desde hace mucho tiempo lleva esta pregunta rondando a los que nos alistamos en las filas de la alternativa real a este mundo de muerte y prevaricación. Es la pregunta clave, aquella que nos deja sin palabras, la que nos lanzan como dardo envenenado los defensores del modelo actual. Ellos, muy realistas, nos dicen que no hay alternativas, que hagas lo que hagas lo harás dentro del modelo, paradigma le llamo yo, capitalista y que por tanto no existe el afuera.

Todo está dentro del sistema, todo está engullido por el modelo, no hay nada que le pueda hacer caer, pues hasta las alternativas acaban fortaleciéndolo. Pensemos en el socialismo que mediante su versión más risible, la socialdemocracia, acabó apuntalando al sistema y, de paso, eliminando a los verdaderos revolucionarios, como fue el caso de Rosa Luxemburgo. Pensemos en el movimiento feminista, integrado en todos los partidos defensores del sistema. Pensemos también en el ecologismo y en todos los movimientos contraculturales habidos hasta la fecha. Todos, sin excepción, han terminado haciendo más grande a la Bestia. Nada escapa a su mirada, su número está marcado a fuego en nuestras frentes.

Creo que el error está en la misma pregunta y en intentar contestarla. Cuando los apologetas del sistema preguntan qué proponéis, cuando los que quieren cambiarlo preguntan qué debemos hacer, están entrando dentro del sistema. Una vez metidos en la retórica de la acción, del productivismo, estamos insertos de lleno en el modelo economicista de productividad a toda costa, de lucro desenfrenado, lo que sucede es que se trata de un lucro muy otro, es el lucro de las ideas. Se basa en el supuesto que las ideas, los sentimientos, las sensaciones, como el trabajo y los recursos, deben ser productivos, de ahí el sesgo productivista del interrogante ¿qué hacer? Occidente entero, toda la modernidad, se ha creado en torno a este mantra activista, hijo de una manera de ver el mundo que se ancla en el subjetivismo, el individualismo y la razón técnica. ¿Qué hacer? se convierte así en el arma y en el campo de batalla, ocupa todo el escenario y el supuesto crítico del sistema acaba engullido por él aún antes de empezar la batalla.

La única manera realista de salir del sistema es no caer en su estratagema. Hay que situar la batalla en otro terreno, no podemos luchar en su territorio. Lo primero invirtiendo la pregunta: ¿qué haréis para evitar la catástrofe? Y en segundo lugar, planteando un santo decir sí, a lo Nietzsche. al revertir la pregunta hacemos recaer el onus probandi sobre el acusado, el sistema capitalista. Es él quien debe probar que el productivismo ilimitado, que el uso intensivo y extensivo del planeta, que la reducción del hombre aconsumptor, que la eliminación de las diferencias, son viables en el futuro. Y no nos puede servir el fácil recurso al cambio tecnológico, eso ya lo rebatió uno de ellos, Daniel Bell, en su clarividente Las contradicciones culturales del capitalismo. Ellos han de probar que esto es viable y al no poder, quedará claro que es un sistema llamado a la extinción. Entonces, debemos dejar claro que nada queremos saber de él y que nosotros tenemos nuestro modelo, al que yo he llamado economía del don y otros llaman de otra manera. Hemos de quitarnos de la cabeza que ir hacia otro sistema desde este se realizará por pasos progresivos, no, no hay evolución posible desde el capitalismo hacia otro modelo. Leyendo a Jay Guold, lo que habrá es exaptación, es decir, un cambio radical sin continuidad con lo anterior. La humanidad habrá de exaptar o morir y ahí es donde estamos nosotros. Cuando llegue el día, estaremos preparados, porque no habremos perdido ni un minuto en discutir qué hacer y porque habremos dedicado todas nuestras energías a otro mundo. Por eso, la pregunta no es qué hacer, sino esta otra, qué no hacer.


Bernardo Pérez Andreo es Profesor Titular de Teología, Director del Departamento de Filosofía, y Coordinador del Máster en Teología y del Programa de Doctorado en Teología del Instituto Teológico de Murcia.
Rebelión

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