Las
palabras recortes y ajustes apenas expresan lo que significan. En la
reforma laboral suponen despojar de derechos a los trabajadores, despido
barato, paro creciente, precariedad sistemática, reducción de salarios,
menor capacidad adquisitiva salarial y más pobreza, entre otras
agresiones.
¿Y
que supone recortar 10.000 millones de euros en Sanidad y Educación en
el Reino de España? Es expulsar de la sanidad pública a inmigrantes
irregulares y a jóvenes en paro, empeorar la atención a la salud,
interminables listas de espera, prolongados retrasos en cirugía y
pruebas diagnósticas, más sufrimiento, más dolor, mayor riesgo de
muerte...
En
educación, los recortes significan menos profesores, aulas masificadas,
peor calidad de enseñanza, más fracaso escolar y vetar a los hijos de
trabajadores el acceso a la universidad por tasas prohibitivas y menos
becas.
Como
Franco, Rajoy gobierna por decreto para imponer sus “reformas”. Veinte
decretos de ley en cinco meses, contra ocho de Aznar o cinco de
Zapatero. La Constitución permite promulgar decretos ley “en caso de
urgente y extraordinaria necesidad”, pero establece convalidarlos en el
Congreso. El Gobierno de Rajoy no ha convalidado 15 de los veinte
decretos de ley perpetrados.
Además,
el gobierno ha decretado una amnistía fiscal (que llama
“regularización”) que permitirá a los grandes defraudadores de Hacienda
aflorar dinero oculto pagando sólo un 10%. Los técnicos en hacienda e
impuestos consideran ese decreto, tal como está formulado, puerta
abierta al fraude fiscal y al blanqueo sistemáticos. Se ingresa dinero
sucio evadido en un banco y al día siguiente, limpio y barato desde un
punto de vista fiscal. Como ha escrito el economista Gerardo Rivas,
“gravamen especial y regularización de rentas no declaradas son
eufemismos que disimulan que el Gobierno del Partido Popular perdona por
un precio módico las voluminosas deudas con la Hacienda Pública a los
defraudadores fiscales que atesoran lo mucho defraudado en las cuevas de
la nueva piratería; cajas de seguridad y paraísos fiscales.”
Y
sigue el dislate. En ese escenario de recortes, retroceso social y
amnistía fiscal, el gobierno da más dinero a la banca. Ya inyectó 15.000
millones de euros a bancos y cajas y ahora, lo que haga falta. Más
capital público para Bankia, la joya de la corona del partido Popular
que ha tenido que ser rescatada entre oscuridades. Son 7.500 millones de
euros por ahora, pero podrían ser 12.000. En realidad, el gobierno le
ha prometido a Bankia todo el capital que necesite para sanearse.
Pero
esas inyecciones de capital -dice el gobierno- son préstamos a
devolver. De momento, no se ha devuelto nada digno de mención. ¿Por qué
no se ha prestado dinero público con la misma largueza a las empresas de
la economía real para evitar la recesión y combatir el paro? A
diferencia de las empresas que producen, la banca hoy no crea riqueza:
solo arregla sus tramposos balances tóxicos y especula. Pero para la
banca hay todo el dinero que pida. Por otra parte, esos millones para la
banca el Tesoro los consigue endeudándose. El Estado se endeuda sobre
todo por la banca. Para que pueda pagar sus cuantiosas deudas con bancos
alemanes y franceses, entre otros.
Pero
hay más. Como escribe Juan Torres, “haber prohibido que el Banco
Central Europeo preste a los gobiernos, obligándoles a buscar préstamos
en la banca privada, es la causa del elevado encarecimiento de la deuda
pública”. Encarecimiento que son enormes beneficios de los bancos
privados. Torres recuerda que los economistas Holbecq y Derudder han
demostrado que Francia ha pagado cien mil millones de euros de intereses
desde 1980 a 2006 por una deuda de 229.000 millones. España ha pagado
tres veces la deuda que tenía en 2000 y de 2008 a 2010 ha pagado ya más
de 120.000 millones de euros. ¡Que no se podría hacer para relanzar el
país con ese dinero en manos de un gobierno decente, justo y competente!
Lo
que encarece la deuda pública es que la han convertido en negocio
especulativo de la banca privada. Con la obscena y oscura complicidad de
las agencias de calificación y, por supuesto, del BCE.
Hasta
que el beneficio de la minoría rica no esté varios puestos por debajo
de los derechos de la mayoría ciudadana en las prioridades, la crisis
(perdón, la estafa) no tiene solución.
Xavier Caño Tamayo
Periodista y escritor, Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS) - Web: http://ccs.org.es/
Alainet
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