El gran problema de nuestro país no es sólo que la derecha se haya
hecho con la mayoría del poder institucional o que haya decidido en un
golpe de mano antidemocrático monopolizar la información de la
televisión pública en su propio beneficio. El problema de fondo es que
la derecha mundial está utilizando la crisis económica como excusa para
reducir los derechos sociales y para recortar o eliminar las políticas
de bienestar social. No estamos sólo ante otra crisis del capitalismo
sino ante una nueva estrategia de la derecha económica y política para
eliminar los estados de bienestar y para impedir a los países que no lo
tienen la posibilidad de crear modelos similares. No estamos ante una
crisis económica como otras anteriores, sino ante un cambio de modelo
económico y social que pone fin a las políticas de redistribución
keynesianas y propone la reducción del estado como instrumento regulador
del mercado y como garante de los derechos sociales. La globalización
económica, las nuevas tecnologías informacionales y la crisis económica
están siendo hábilmente aprovechadas por el capitalismo para eliminar
los derechos sociales y económicos que pactó tras la Segunda Guerra
mundial con el movimiento obrero y que dieron lugar en Europa a los
estados de bienestar. Los resultados de esta operación del capitalismo y
de la derecha política que le representa se están dejando ver desde
hace años: aumentan los salarios de pobreza, el trabajo sumergido, los
contratos no normados, el trabajo a tiempo parcial y, además, se
feminizan la pobreza y los trabajos de supervivencia. Y todo ello
acompañado de bajadas generalizadas de salarios desde hace más de una
década y de aumento de la jornada laboral. Por si fuera poco, esta
reconversión del capitalismo keynesiano en capitalismo neoliberal está
expulsando a millones de personas del mercado laboral y ampliando el
abismo de la desigualdad.
Pero este no es el único problema. Hay otro sobre el que también
conviene reflexionar. Y es que la derecha está llevando a cabo una
ofensiva ideológica tan eficaz y sólidamente articulada que ha
conseguido desmovilizar a una gran parte de la opinión pública. Tanto ha
sido así que las políticas económicas neoliberales han invadido
nuestras vidas y nuestras cabezas hasta el extremo de que personas
progresistas aceptan propuestas ideológicas del discurso neoliberal y lo
argumentan como si fuesen procesos de racionalización de nuestras redes
de bienestar social. El discurso ultraconservador y neoliberal ha
contaminado nuestra forma de analizar la realidad hasta el punto de que
las movilizaciones sociales y las huelgas son presentadas a la opinión
pública como si fuesen acciones casi terroristas. La deslegitimación del
conflicto social es la prueba contundente de la exitosa ofensiva
ideológica de la derecha. Por si fuera poco, esas políticas están siendo
mostradas a la opinión pública como si fuesen irreversibles. Y, sin
embargo, sabemos que nada de irreversible hay en la historia.
Mientras tanto, la socialdemocracia se ha mostrado timorata en sus
críticas al capitalismo neoliberal y ha sido incapaz de ofrecer una
alternativa de sociedad cualitativamente diferente a la de la derecha. Y
de otro lado, la izquierda más radical no ha sido capaz de convencer a
la opinión pública de que sus propuestas políticas protegen a los
sectores más débiles de la sociedad y a las clases medias. Ante un
panorama tan reactivo para los intereses de amplios sectores de la
sociedad es necesaria una respuesta colectiva rápida y eficaz. Y para
ello debemos organizarnos pacífica y activamente en la sociedad civil.
Debemos esgrimir razones y argumentos para desenmascarar un discurso y
una práctica que nos conducen al aumento de la desigualdad y al abandono
de millones de personas a su suerte. En estos momentos, la sociedad
civil se configura como el motor de cambio social. Una sociedad civil
plural, con muchas voces, marcada por la diversidad de intereses y de
énfasis ideológicos, pero que los partidos de izquierda tienen la
obligación de escuchar. Ahora bien, la pluralidad no debe ser un
obstáculo para articular una propuesta de mínimos que haga frente a las
perversas políticas que favorecen al mercado y empobrecen a grandes
sectores de la sociedad. Debemos pasar a la ofensiva ideológica y
combatir racionalmente, con propuestas y razones, siempre pacíficas, los
discursos y políticas que nos conducen al aumento de la desigualdad. Se
trata de articular una respuesta colectiva que ponga de manifiesto que
el neoliberalismo no es el fin de la historia y que otra historia es
posible. Ésta es la hora de la sociedad civil.
Rosa Cobo es profesora titular de Sociología de la Universidad de A Coruña.
Público.es
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