A mediados del siglo XIX, Estados Unidos llegó al colmo de su
impaciencia, pues Japón no quería abrirse al comercio en los términos
deseados por Norteamérica. Por eso, el comodoro Matthew Perry
llegó en 1852 con sus barcos de hierro y sus poderosos cañones al
puerto de Nagasaki, (¿con?)venció por miedo al gobierno nipón, y dos
años después quedó firmado el Tratado de Kanagawa.
Matthew Perry fue considerado un héroe en su país, donde todos estaban convencidos de que la doctrina del Destino Manifiesto (Manifest Destiny)
era una evidencia para los Estados Unidos de América, según los
designios de Dios, “la última y mejor esperanza sobre la faz de la
Tierra”, en expresión de Abraham Lincoln, y por tanto,
un país legitimado y destinado a expandirse por donde le conviniere. Una
ideología muy próxima a la teoría del Lebensraum del nacionalsocialismo
germano y a la praxis perpetrada desde hace tiempo por Israel.
LA HISTORIA la escriben los vencedores y se dicta desde el poder, por
lo que no es raro que la violencia, la rapiña, el abuso y la imposición
por la sola razón de la fuerza bruta acaben apareciendo como gestas
nacionales heroicas y gloriosas, bien adornadas por la propaganda
oficial. La gente va aceptando así como evidencias indiscutibles una
sarta de embustes, medias verdades, ideas delirantes y silencios que
finalmente quedan al margen de cualquier crítica o cuestionamiento por
parte de la ciudadanía.
Actualmente, por ejemplo, la propaganda autóctona y del imperio han
convertido en “terrorismo” cualquier expresión no sumisa de voluntad de
autodeterminación o de soberanía nacional por parte de un colectivo, o
incluso la lucha misma contra la injusticia que sufre una población. Lo
que cuestiona o se opone directamente al sistema establecido, en un país
o a nivel internacional, puede llegar a ser considerado “terrorista”, y
corre el riesgo de que caiga sobre su cabeza toda la potencia represora
de las “fuerzas de la democracia, del orden y de la seguridad”. Será un
antisistema y, si se descuida, un terrorista quien se enfrente sin
componendas al sistema que ampara y privilegia el cúmulo de intereses
financieros, empresariales, económicos, políticos e ideológicos de una
minoría, cuyos principios de acción son el máximo beneficio (propio) y
el desarrollo (propio) sin fin.
PARA PRESERVAR y mantener el sistema depredador de esa minoría se
urden y perpetran impunemente guerras y conflictos en el mundo, mientras
la gente dormita y sestea, ajena e indiferente. Recuérdense, por
ejemplo, las terroríficas campañas de los bombardeos previos a la
invasión de Irak en 2003 (“Conmoción y pavor”) o la guerra de Israel en y
contra la población de Gaza en 2008 (“Plomo fundido”), entre la
indolencia y la indiferencia de buena parte de la ciudadanía mundial.
Recuérdense, igualmente, las razones con que la propaganda oficial
presentó la invasión de Libia y el linchamiento de Gadafi (evitar una masacre de civiles) o la invasión de Irak y el ahorcamiento de Sadam Hussein (democratización, armas de destrucción masiva, terrorismo islámico). Obama mismo declaraba recientemente que no podía estar “más orgulloso” que de la muerte (asesinato) de Bin Laden.
Si no les gustan los resultados de unas elecciones, quedan declaradas
instrumentos del terrorismo y anuladas de un plumazo (vg. Argelia o
Palestina). Si se reúne la cúpula del BCE en Barcelona, 8.000 policías
quedan ipso facto a su servicio. En los medios aparecerá en todo caso un
puñado de exaltados rompiendo escaparates, y no las decenas de miles de
manifestantes, así como tampoco darán cuenta de los motivos de la
protesta.
MIENTRAS, los dueños del dinero y de la guerra ocultan que violencia
es también (¡y sobre todo!) ser despedido del trabajo sin motivos
creíbles, carecer de trabajo, pasar día a día por estrecheces económicas
sin cuento en una sociedad donde una minoría vive en la opulencia.
Violencia es la acción depredadora del capitalismo de casino. Violencia
es asistir a un sinfín de recortes educativos y sanitarios, reducir 600
millones en investigación en ciencia y tecnología, ser expulsado de la
vivienda o no tenerla, ser joven, estar bien preparado y tener borrado
cualquier horizonte.
Violencia es que pretendan volver del revés el estado de bienestar o
hacer saltar por los aires los derechos laborales adquiridos con sangre,
sudor y lágrimas durante décadas, y a la vez que no toquen los
privilegios fiscales, económicos y educacionales de la Iglesia Católica,
que sigue percibiendo anualmente más de 10.000 millones de euros de las
arcas del Estado. Asimismo, venderán empresas públicas y privatizarán
hasta los recursos más elementales, como el agua, pero continuarán
comprando y sacando brillo a cacharros tan caros como inútiles, en manos
del ejército (blindados, aviones, buques, misiles, etc.).
Decía Mahatma Gandhi que lo que se obtiene con
violencia, solamente se puede mantener con violencia. Quizá haya llegado
la hora de decir también que lo que ha sido arrebatado con violencia
solo puede ser recuperado con violencia.
Antonio Aramayona – ATTAC CHEG Aragón , Profesor de Filosofía
El Periódico de Aragón
El Periódico de Aragón
No hay comentarios:
Publicar un comentario