I
Leo
la “Declaración de la Cumbre Social celebrada en Madrid el 25 de julio
de 2012”, un texto que sirve de convocatoria para un conjunto de
movilizaciones que se deben desarrollar en los próximos meses. Al
parecer, lo han suscrito muchas de las organizaciones asistentes a la
reunión correspondiente, con CCOO y UGT en cabeza. A título provisional,
y a falta de más noticias, es un texto desalentador en el que no se
aprecia voluntad alguna, siquiera retórica, de atraer a quienes no están
próximos. No constituye, en modo alguno, un mínimo común denominador:
excluye, y con claridad, a muchos.
Conforme
a lo que se incluye en esas líneas es obligado deducir que lo que
teníamos antes de 2007, el momento del estallido de la crisis
financiera, era un dechado de perfecciones. Nos habíamos dotado, por lo
que nos cuentan, de un modelo de convivencia que ha servido cabalmente
durante nada menos que 35 años. Y disfrutábamos de una Constitución que
aún hoy pone en nuestras manos instrumentos importantes. La transición
política no es, entonces, objeto de cuestionamiento alguno en un
escenario en el que --se nos dice-- han despuntado los ‘logros
laborales’ y el Estado del bienestar ha brillado con luz propia. Como
quiera que ninguna mención se hace al respecto en el texto que me ocupa,
está servida la conclusión de que habíamos resuelto los problemas
principales en lo que se refiere a la situación de las mujeres, al medio
ambiente y a los países del Sur. Si unas veces lo que se impone es el
silencio --¿para qué hablar de la OTAN?--, en otras resulta fácil intuir
un ejercicio de adoración del crecimiento y del consumo que dice poco
de una comprensión cabal de nuestros deberes para con las generaciones
venideras.
A
semejante visión de los hechos se agrega la afirmación, un tanto
sorprendente, de que la conciencia de que semejante paraíso empezaba a
desvanecerse ha sido particularmente visible, en los últimos años, en el
mundo sindical, que repetidas veces habría llamado la atención al
respecto. Será en las filas del sindicalismo alternativo. Porque el
registro de las cúpulas de CCOO y UGT parece muy distinto: no consta que
en su momento plantasen cara a la burbuja inmobiliaria, han acatado
sucesivas e impresentables reformas laborales, han hecho otro tanto con
el pensionazo
y, por si poco fuera todo lo anterior, no dudaron en respaldar en 2005
el infame Tratado Constitucional de la Unión Europea, corresponsable de
muchos de nuestros males de hoy. En estas horas, y por lo demás, esas
cúpulas no sienten mayor interés en postular una tarea inexcusable: la
que invita a separar la deuda legítima de la ilegítima, como si su
designio de romper las reglas del juego fuese, como siempre,
limitadísimo. Parece que los sindicatos mayoritarios son parte del
problema, y no los agentes mayores para resolverlo, y ello por mucho que
hoy intenten ocultarlo.
Más
allá de todo lo anterior, el texto arrastra dos taras insorteables. La
primera asume la forma de un olvido más: el de que todo lo que tenemos
hoy es una consecuencia directa, e inevitable, de lo que teníamos antes.
Volver a 2007 es, como horizonte mental, una necedad que bebe de una
ilusión óptica. La segunda es la dramática ausencia de proyecto alguno
que implique una apuesta por cambiar de modelo. Es inevitable que, en
esas condiciones, a muchos nos dejen fuera.
II
Alguien
podrá aducir, con todo, que poco importan los textos de convocatoria y
mucho, en cambio, el sentido de fondo de esta última. Veamos entonces en
qué parece consistir la ‘respuesta rápida y contundente’ que anunció
semanas atrás Fernández Toxo.
No
parece, por lo pronto, que se ajuste a ninguno de los dos adjetivos
enunciados. Se promueven manifestaciones en las que el protagonismo debe
corresponder, por lógica, a los sindicatos mayoritarios. Se propone un
referendo a sabiendas de que no va a ser acatado por nuestros
gobernantes. Se sugiere que tal referendo podrá ser sustituido por una
consulta popular. Y, como última, desesperada y no claramente
especificada solución, se contempla la posibilidad de organizar una
nueva huelga general que, como las anteriores, y dado que es legítimo
concluir que obedece al propósito principal de cubrir el expediente,
parece llamada a tener efectos limitados por mucho que la lógica sugiera
que en este caso merecerá mayores apoyos.
Intento
retratar lo anterior con otras palabras: CCOO y UGT en modo alguno
desean, pese a las apariencias, un consenso amplio contra las agresiones
que padecemos. Lo que pretenden, sin más, es recuperar protagonismo
arropados por otras muchas organizaciones, de tal manera que un eventual
fracaso resulte menos llamativo. Se trata, en sustancia, de esconder la
responsabilidad que los dos sindicatos mayoritarios tienen en el
deterioro de tantas relaciones y de ocultar la impotencia propia
cargándola, hasta donde sea posible, sobre otros. Todo ello en la
confianza de que ahora, y a diferencia de lo ocurrido en los dos últimos
años, se sumarán a las protestas quienes están preocupados por la
pérdida de su paga extra aun cuando no sientan mayor inquietud por todo
lo demás. De ahí, tal vez, el tono calculada y alarmantemente liviano
del texto de convocatoria al que me he referido unas líneas más arriba.
En
la trastienda, en fin, despunta una farsa más: la de que en este camino
que se abre los partidos desempeñarán un papel secundario. Es fácil
adivinar la regla maestra del juego: evitamos formalmente a los
partidos, para así sortear un descrédito mayor, pero en modo alguno
rompemos con el circuito cerrado que alimentan esos partidos. Aunque
habrá que confirmarlo, parece que el PSOE se suma a la iniciativa, que
le resulta cómoda a efectos de ocultar que carece de un proyecto
alternativo al del PP (aguardemos a ver lo que ocurre, eso sí, al amparo
de sus coqueteos con un eventual gobierno de coalición de pretendida
condición tecnocrática). Entre tanto, IU no duda en emitir señales que
dan cuenta de su disposición a ocupar el espacio socialdemócrata que el
PSOE ha dejado libre. No hablo de otras formaciones políticas porque la
convocatoria que ahora me interesa tiene, por omisión, un rotundo
carácter español y no parece prestar atención a las realidades
sindicales y sociales propias de los lugares en los que el discurso y
las prácticas correspondientes presentan perfiles diferenciados.
La
consecuencia final, y la más importante, es fácil de enunciar: la
fórmula que se intenta desplegar, encaminada en esencia a salvar la cara
a las cúpulas de los dos sindicatos mayoritarios, obedece al claro
propósito de frenar respuestas más recias. Que en ella --lo repetiré una
vez más-- no haya ninguna propuesta de cambio de modelo lo dice todo.
III
La
gente bien intencionada señala una y otra vez que es preciso sumar
frente a las agresiones. Bien está. Pero inmediatamente hay que
preguntarse qué es lo que proponemos frente a esas agresiones --no vaya a
ser más de lo mismo-- y si aquéllos con quienes vamos de la mano suman
realmente. Habida cuenta de su registro de tanto tiempo, acudir al
compás de los sindicatos mayoritarios, ¿es realmente sumar o es invitar a
la desafección?
Sobre
esa base no hay mínimo común denominador que valga. Lo que despunta,
antes bien, es un juego muy similar al que abrazan nuestros gobernantes:
como ellos, CCOO y UGT pretenden hacer frente a una situación extrema,
sí, con los mismos instrumentos que nos han conducido a ella, y entre
ellos un sindicalismo de pacto empeñado en acatar respetuosamente las
leyes y cada vez más mortecino y desacreditado. Para que nada falte, lo
que se barrunta por detrás es un intento de construir ficticios
consensos como los que se hicieron valer a principios de 2003 al calor
de las protestas contra la agresión estadounidense en Iraq. Llamativo es
al respecto, por añadidura, que el documento de convocatoria se limite a
recordar el significado de una fecha, el 19 de julio, en la que los
sindicatos mayoritarios lideraron manifestaciones a las que se sumaron,
con criterios las más de las veces distintos, muchas gentes. Qué curioso
es que se olvide que el 15-M lleva un año en la calle con demandas y
prácticas de perfiles significativamente más radicales. Al parecer, sólo
interesan las protestas propias o, lo que es lo mismo, las más
moderadas.
Extraigo una conclusión rápida: para apoyar lo que de saludable pueda haber --me temo que poco-- en la hoja de ruta
diseñada por los sindicatos mayoritarios no hay motivo alguno para
sumarse a una iniciativa como la que ahora me ocupa. La tarea de las
gentes conscientes de la necesidad inexorable de articular una
contestación firme y transformadora consiste ante todo en desbordar el
marco fijado por esa hoja de ruta. Sin perder en momento alguno las
señas de identidad propias. En esa tarea deben estar el sindicalismo
alternativo, los movimientos sociales que resisten, el grueso del 15-M y
todas aquellas personas que están decididas a romper los diferentes
cordones policiales que nos rodean.
Carlos Taibo
Rebelión
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=153872&titular=sindicatos-mayoritarios-y-resistencias-
Carlos Taibo
Rebelión
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=153872&titular=sindicatos-mayoritarios-y-resistencias-
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