La calma agostera se termina. Después de un final de julio muy
convulso, el parón estival parece estar sirviendo para recuperar fuerzas
ante un otoño que apunta a una clara escalada en el descrédito
de los gobernantes, es decir, un punto de no retorno en el proceso
destituyente de lo que llaman democracia y no lo es. Todas las fuerzas
serán necesarias.
Sin tener en cuenta la contestación espontánea a los nuevos recortes
que seguramente el gobierno anuncie a principios de septiembre, lo
cierto es que tenemos un mes atravesado por multitud de convocatorias importantes para los intereses de la ciudadanía:
la entrega de firmas por la dación en pago y el alquiler social
universal; las más que previsibles huelgas que coincidirán con el inicio
del curso escolar en diferentes comunidades autónomas; la cumbre social
del 15 de septiembre propuesta por los dirigentes de CCOO y UGT de cara
a seguir manteniendo su presencia mediática; y la más que probable
huelga general para el día 26 de septiembre (ya en marcha en Euskadi y
Galicia). Pero la convocatoria que está generando mayor controversia y seguimiento en redes sociales es la del 25S
y su llamamiento a “Ocupar el congreso”. Desde Madrilonia.org queremos
aportar nuestra reflexión sobre lo que supone esta cita cuando se abren
escenarios posibles para darle un último empujón a Mariano y al
bipartidismo.
“Lo llaman democracia y no lo es” y “No nos representan” son los
gritos que despertaron al 15M y que desde entonces se han venido
repitiendo en cada manifestación. En los últimos quince meses hemos
vivido las movilizaciones más intensas desde los años setenta. A las
grandes concentraciones (15M, 19J, 15O, 12M) le han acompañado las
mareas de educación, sanidad y distintos empleados públicos. Por si esto
fuera poco, el movimiento se ha extendido; de sus orígenes en el Norte
de África ha pasado a Europa a través de Sol y se ha convertido en
global gracias a los “Occupy” que surgieron en EEUU. Pero es preciso
reconocerlo: aunque es cada vez mayor el número de personas que
participa en alguno de los conflictos abiertos, todavía no se ha obtenido ninguna victoria significativa
en comparación con la capacidad de movilización y el gran apoyo social
hacia los “indignados”. Ni se han detenido los recortes, ni se ha
llevado a los tribunales a ninguno de los responsables políticos y
económicos de esta gran estafa. Esto se debe a que el problema de la
crisis es político, no económico. Los que manejan las instituciones no
gobiernan para la gente, sino que obedecen a los intereses financieros
al mismo tiempo que tratan de mantenerse como casta privilegiada.
Vivimos bajo una dictadura impuesta por las grandes agencias
financieras, y ejecutada por dos agresivos gendarmes: el BCE y el
gobierno alemán. En la cadena de mando europea, el gobierno español es
sólo un mero intermediario: algo así como el gobierno de una comunidad
autónoma que obedece a los recortes dictados por el gobierno central.
Nuestro principal problema es la ausencia de democracia, y esto tanto a
nivel local/estatal como europeo: mientras no recuperemos la capacidad
de decisión no habrá posibilidad de impedir los recortes, liquidar la
deuda ilegítima y avanzar en derechos. O dicho de otro modo, nuestro problema no es la escasez de dinero o bienes (la riqueza es gigantesca y está en manos de los mercados financieros) sino cómo se manejan los recursos.
Señalar al poder político es fundamental. Respecto al 25S, creemos que es una convocatoria no del todo bien planteada:
es excesivamente ambiciosa en sus presupuestos sin aportar un plan más o
menos creíble para conseguirlo (“Nos mantendremos en el Congreso hasta
que el gobierno caiga”); se reconoce en tendencias netamente ideológicas
(anarquismo, izquierda, comunismo, incluso reduciendo el 15M a una
ideología) y nos ofrece ya un programa acabado como si, sencillamente,
alguien lo fuera a poner en práctica. Y sin embargo, pensamos que es una cita necesaria porque declara de forma explícita que el problema es político
y persigue escalar el nivel de movilización en este sentido. Señala al
gobierno surgido del Parlamento, de hecho, a todo gobierno que surja del
actual régimen constitucional. Un régimen que da carta blanca al
ejecutivo para hacer lo que le venga en gana, sin tener que preguntar a
la población, sin necesidad de que rinda cuentas aunque lo que haga no
responda a su programa electoral, llegando a perjudicar seriamente la
salud pública, acabando con la igualdad de los ciudadanos ante la ley,
dejando a millones de personas sin ingresos o en condiciones laborales
lamentables y reduciendo drásticamente las expectativas de toda una
generación de jóvenes.
Pero, ¿qué puede ocurrir si el 25S «sale bien»? Por paradójico que
parezca, el gobierno puede caer. Es tan frágil que cualquier nueva
desestabilización puede llegar a tumbarlo. Otro episodio de subida
descontrolada de la prima de riesgo, o incluso un nuevo ciclo 15M pero a
las puertas del Congreso son quizás suficientes para que engrose la
lista de los gobiernos más breves de la historia del país. La cuestión
aquí no es que las movilizaciones tengan capacidad para poner otro
gobierno. El recambio ya está pensado y seguramente pasará por alguna
combinación de un gobierno tecnócrata a lo Monti y/o un gobierno de
concentración nacional de PSOE-PP con apoyos condicionados de CIU y PNV.
Si esto sucede, los grandes partidos estarán todos del mismo lado
frente a la población y habremos acabado con la eficacia política del
bipartidismo: ese régimen en el que el descontento con un determinado
partido lo capitalizaba automáticamente otro de los grandes partidos,
por el mero hecho de no haber estado en el gobierno, evitando una puesta
en cuestión global de los grandes acuerdos de Estado. Pero incluso si
el gobierno no cae, si se mantiene precariamente como hasta ahora, el
25S puede ganar. Bastará con que durante unos días, una semana, se fije
en todo el planeta esta imagen: un parlamento cercado por
decenas de miles de personas que exigen la dimisión del gobierno y la
democratización del país y de Europa, esto es, el fin de la
dictadura. La repercusión política será tan grande que seguramente el
escenario político se verá de nuevo transformado.
¿Hay alternativa al 25S? Quizás otro 25S mejor preparado, mucho más
incluyente y con objetivos más razonables. Pero cuando ya tenemos una
convocatoria y todo un mes para prepararla, resulta mejor aprovecharla,
aportando ideas y poniendo encima de la mesa la importancia de que la
cita sea pacífica e inclusiva. Si el 15M y las diferentes mareas
sociales en defensa de lo público no toman el 25S, seguramente resulte
un momento tenso y sin la potencia suficiente. Recordemos el bloqueo al
Parlament catalán como momento que provocó una fuerte criminalización
por parte de las empresas de comunicación y los partidos políticos que
fue desactivada gracias a la respuesta social del 19J. Si el 25S fracasa, tal vez podríamos vernos abocados a una repetición de convocatorias poco ambiciosas y sin demandas claras,
o lo que es peor, asistir a la resurrección de Toxo y Méndez como
oposición al gobierno y a los recortes. Nosotros tenemos claro que las
cúpulas de UGT y CCOO estarían dispuestas a legitimar un gobierno
PP-PSOE (el gran pacto de estado del que vienen hablando) siempre que se
les tenga en cuenta y para ello necesitan recuperar, mediante las
movilizaciones, parte del protagonismo y la legitimidad perdidas en las
últimas décadas.
Si pensamos en el momento que estamos viviendo, deberíamos reconocer
que la fase destituyente prácticamente ha concluido: casi todo el mundo
sabe que el gobierno es un pelele de las fuerzas económicas que
realmente mandan, la democracia se desvela como una plutocracia
(gobierno de los ricos) en la que la gente común tenemos poco que decir y
los bienes públicos aparecen como la finca privada de una clase
política y una oligarquía económica que los utilizan a su antojo. La
deslegitimación del régimen lo sitúa ante una posición de clara
fragilidad, pero si no hacemos algo, si no aprovechamos la energía
social que ha inundado las calles, no descartemos que se impongan el
chantaje de los mercados y la mediocridad de la casta política. Ir lento no asegura continuidad. Ir lejos no depende solo de uno mismo.
Una pregunta asoma en el horizonte: ¿qué pasará después de que caiga
el gobierno? ¿Cómo conseguir una democracia real, el fin del sistema de
partidos tal y como lo conocemos, nuevas formas de decisión directa y
organización de la vida en común? Eso es lo que tenemos que pensar: ¿cómo podemos decidir un nuevo ordenamiento político de forma democrática y construido desde abajo?
¿De qué forma una nueva Constitución puede superar a la antigua y sumar
apoyos evitando los ataques del 1% que vive a nuestra costa? ¿Cómo se
puede extender este proceso a escala europea, en tanto único nivel en el
que es posible una democracia capaz de imponerse a la dictadura
financiera?
La conclusión es clara: el reto actual pasa por lanzar un proceso
verdaderamente democrático. Nuestras expectativas son que el 25S sea una
demostración de fuerzas que ponga sobre la mesa la necesidad de un
proceso deliberativo y vinculante. Dar un paso atrevido que active a
miles de cerebros en un proceso constituyente que cuente con la
participación del 99%. Y para ello, sólo el 15M, como red de redes, como
grupos y como clima social, es capaz de liderar este proceso. Si
no empezamos a dar respuestas a cómo ponerlo en marcha, quedaremos o
bien a merced de los gestores profesionales de la protesta o bien
atrapados en el rechazo impotente a lo existente y por lo tanto, en la
criminalización y la represión. Sea como fuere, en la medida en
que el 25S, apunta al principal obstáculo político (el actual
ordenamiento constitucional), puede ser un buen comienzo si se toma como
tal. Los cambios que se produzcan en España pueden trastocar la
dictadura de las elites en Europa y abrir una resquicio para conseguir
una democracia europea digna del tal nombre. We must go on!
Madrilonia.org
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