Según nos quieren convencer padecemos de una crisis gigantesca: los
bancos de inversiones se arruinan, las cajas de ahorros están vacías y
las bolsas descienden -y con ellas los beneficios de quienes juegan en
estos terrenos. Por salvarles sus traseros, el Estado arrastra a la
pobreza al pueblo al que en realidad debería proteger, aumenta el número
de parados, eliminan servicios públicos y sólo saben decirnos que en
pocos años un nuevo y mejor capitalismo nos habrá salvado.
Con tanta operación salvavidas se hundirá toda Europa, los Estados
Unidos y Japón, y sin su capacidad económica el nuevo capitalismo
prometido funcionará con los fondos frescos que llegarán de la China,
Rusia o de otras potencias emergentes dispuestas a dirigir la orquesta.
Preguntémonos: si el capitalismo que hasta ahora ha funcionado bajo
modelos llamados democráticos nos ha llevado a las hambres más
numerosas, a las pobrezas más paupérrimas, a las contaminaciones más
antiecológicas y a las inequidades más salvajes ¿a dónde nos llevará un
este nuevo capitalismo con antecedentes autoritaristas? Más de lo mismo
pero peor.
Pero no se apuren, los nuevos gestores dirigirán sólo los últimos
minutos de la prórroga del sistema capitalista. Porque la situación
financiera podrá ser reparada pero poco podrá hacer para impedir la
escasez energética que se aproxima; la falta de tierras fértiles y agua;
la escasez de algunas materias primas; o las repercusiones del cambio
climático. Eso sí que serán crisis globales.
Con este panorama, mientras el capitalismo, sus gestores y sus fondos
se reorganizan de una forma u otra -que lo mismo da- es ahora el
momento justo y preciso de decidir si deseamos una prórroga agónica de
más capitalismo o una transición llevadera hacia nuevas formas de
funcionar.
Bienvenidos pues los movimientos que, como el 15M, la Marcha Mundial
de Mujeres o La Vía Campesina, se aglutinan bajo el paraguas de un
cuestionamiento global, valiente y radical del modelo capitalista y de
los sistemas de valores que lo consienten. Con la recuperación de los
valores humanos por encima de los intereses económicos, nacen sus
propuestas como el decrecimiento, la democracia real, el buen vivir o la
soberanía alimentaria. Son ellas, por el momento, las estrategias que
deberíamos conseguir se expandan antes de que esta -quizás exagerada-
teoría del caos cumpla los peores pronósticos.
Gustavo Duch – Consejo Científico de ATTAC España
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