En esta sociedad en la que el conocimiento que nos forma como personas
es despreciado a favor del que nos forma como herramientas productivas,
con la inestimable complicidad de una psicopedagogía al servicio del
mercado, como podemos comprobar cada día en la Universidad, se hace
imprescindible, si queremos salir de esta crisis que nos asola por la
puerta de la esperanza, revalorizar lo que las humanidades aportan al
ser humano. Muchas veces escuchamos esa pregunta recurrente y que quiere
zanjarlo todo: pero, ¿para qué sirve eso? Y ese eso puede ser el latín,
la historia la filosofía, aquellas disciplinas que no reportan una
utilidad desde la óptica del mercado (competencias les llaman ahora los
expertos) y que solamente sirven, solamente, para convertirnos en
personas.
Digo esto porque voy a recurrir a la etimología, a la
disciplina que nos muestra el origen de las palabras y que permite
comprenderlas con mayor precisión. A ellas y a los mecanismos que se
encuentran detrás de su producción. Seducir, etimológicamente, significa
, , es decir, , a un lugar que interesa a
quien seduce. Es en ese sentido en el que cabe decir que el capitalismo
es la sociedad de la seducción, en la medida en que lleva a los sujetos
al lugar que a él interesa –fundamentalmente el consumo- con la
sensación por parte del sujeto de que en realidad va porque a él le da
la gana.
Hay dos novelas que pueden resumir las formas de dominio contemporáneo, Un mundo feliz de A.Huxley, y 1984
de G. Orwell. La segunda ellas nos habla de una sociedad en la que el
poder es omnipresente, todo lo quiere controlar y funciona desde la
vigilancia y la coerción. Se ajusta bastante correctamente a lo que
supuso el modelo de poder totalitario, sea fascista o estalinista. La
primera describe una sociedad en la que a través de estrategias
psicológicas se controla el comportamiento de los individuos; no hace
falta vigilarles ni obligarles, pues se hallan perfectamente construidos
para ajustarse al modelo social. La novela de Huxley sirve de metáfora
de nuestra sociedad capitalista de consumo.
Efectivamente,
frente al modelo autoritario, en el que al sujeto se le permite o se le
niega, se le obliga o se le impide, nuestra sociedad de consumo parece
ser la sociedad de la libertad, en la que los límites son difusos y el
poder parece estar ausente de la realidad. El sujeto consumidor consume
libremente, lo que él decide, porque quiere. Las posibilidades de
elección son tan amplias que la sensación de libertad es constante.
Nadie nos obliga a consumir, consumimos libremente y aquello que
deseamos. Pero precisamente ahí se encuentra la clave.
La
seducción consumista consiste, precisamente, en construir los deseos de
las personas. No se trata de decirles lo que tienen que hacer, sino de
hacerles ver, a través de la publicidad, lo magnífica que será su vida
si consumen determinados productos: éxito (sexual, laboral, social),
felicidad serán nuestra recompensa. El consumo nos conduce hacia el
objeto , nos seduce, produciéndonos la necesidad de tener productos que
quizá nunca hubiéramos necesitado, deseado, si la publicidad no nos
hubiera incitado a ello.
La tremenda inteligencia del
capitalismo consiste en someter a la dinámica del consumo también los
elementos ideológicos. En cuanto surge una tendencia social potente, el
consumismo la fagocita. Así ocurre, por ejemplo, con la ecología, que ha
dado lugar a toda una gama de productos que nada tienen de
ecológicos pero que contribuyen a producir en el consumidor, también,
una satisfacción de carácter ideológico. O qué decir de esa obscena
empresa de telefonía, famosa por sus reducciones de plantilla en tiempos
de beneficios astronómicos, que nos vende sus productos escenificando
una asamblea del 15-M. Porque lo que en el ámbito del discurso,
debe vender también en el ámbito comercial. Y, desde luego, lo
saludable, lo ecológico, o el 15-M, venden en la sociedad contemporánea.
Aunque, como disociamos las prácticas de consumo, podemos echar en la
misma cesta, imaginaria, un producto respetuoso con el medioambiente, un
todoterreno y una cafetera de estas que van a llenar de capsulitas
todos los vertederos del planeta. Porque ahora, nos han seducido con la
idea de que para beber café hay que, previamente, encapsularlo.
Ya he dicho en alguna ocasión que el sociólogo Jesús Ibáñez decía que
el individuo es el objeto que mejor ha producido el capitalismo de
consumo, pues nos construye tal como nos necesita. Por eso se hace tan
difícil buscar alternativas en esta sociedad. Porque su dominio coincide
con nuestro modo de vida aceptado. No se trata de luchar contra una
sociedad que nos oprime y explota, sino contra un sistema que nos dice
que nos hace felices. Y le creemos. Y si realmente no nos sentimos
felices, pensamos que el problema no es del sistema, repleto de
oportunidades y tentaciones, sino nuestro, que no sabemos aprovechar
todo lo que nos ofrece.
Esa es la estrategia final del sistema:
responsabilizar al individuo de sus fracasos como sistema. Si no
tenemos trabajo, es porque no estamos bien formados, porque no somos
suficientemente , insisten los , si no estamos
sanos es porque no nos cuidamos lo suficiente, si no somos felices es
porque no sabemos encontrar nuestro camino. Y si nuestros países no
salen adelante es porque no saben generar suficiente confianza en los
mercados. Ante una estrategia tan impúdica, aunque envuelta en papel de
celofán, ¿tardaremos mucho más en dar un puñetazo sobre la mesa?
*Juan Manuel Aragüés Estragués es profesor de Filosofía en la Universidad de Zaragoza
Rebelión
** Una versión reducida de este texto fu publicada por El Periódico de Aragón en http://www.elperiodicodearagon .com/noticias/opinion/ seduccion-y-capitalismo_ 732078.html
1 comentario:
Este tipo de análisis me producen una gran frustración. La tesis central es la misma que se expone en el soberbio documental de Adam Curtis The Century of the Self. Muy bien, ya sabemos qué es lo que hace el capitalismo con nosotros. Digamos que "lo sabemos" unos pocos privilegiados,"los analistas", los que conocemos los entresijos de la psique humana. Al menos los sicoanalistas buscan la forma de que el paciente "dé" con al cosa, caiga en la cuenta, se enfrente a su síntoma y lo disuelva. Pero nadie dice de que forma podemos trabajar para que la gente, los "seducidos" despierte, vea, comprenda. Espero ansioso un artículo en este sentido.
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