domingo, 5 de febrero de 2012

15 M. Contra el pesimismo

Si de siempre hemos tenido problemas a la hora de evaluar lo que ocurre con nuestros movimientos sociales, a duras penas esos problemas podrían faltar en el caso del 15-M. Por momentos parece que se ha extendido un pesimismo sin límites que no aprecia en ese movimiento otra cosa que un permanente declive. En la gestación de ese estado de ánimo se dan cita, por una parte, los pesimistas ‘internos’ –aquellos que no aprecian sino rasgos negativos en el movimiento— y, por el otro, los ecos del discurso de los medios de incomunicación del sistema. 

A esos medios que acabo de mencionar sólo les interesa el 15-M cuando hay algo gordo de por medio. Le prestan atención, las más de las veces amañada, a alguna manifestación de la represión policial y procuran acompañar, por citar otro ejemplo, macromanifestaciones como las registradas el 19 de junio o el 15 de octubre del año pasado. Nada quieren saber, en cambio, del terreno en el que en los hechos se dirimen la realidad y el futuro del 15-M: el del trabajo cotidiano, a menudo sórdido y poco vistoso, de un movimiento que permanece vivo y activo. Y es que cuando se asume esa tarea que los medios prefieren esquivar la imagen del 15-M no invita precisamente al pesimismo. El movimiento está ahí, su presencia y sus iniciativas son constantes, no ha perdido un ápice de radicalidad contestataria y sigue dejando bien a las claras que algo ha cambiado, y para bien, en la cabeza de mucha gente. 

Nada de lo anterior significa, claro, que falten los problemas. Al margen de reyertas internas que siempre están ahí, me permito identificar uno de esos problemas, que guarda una relación estrecha –dicho sea de paso—con los criterios de evaluación de lo que ocurre con el movimiento: aunque muchas gentes dicen simpatizar con este último, lo común es que no den el paso de sumarse a asambleas, campañas e iniciativas. Aun con ello, lo suyo es subrayar que el panorama es claramente preferible al que se hacía valer el 14 de mayo del año pasado. Si bien es verdad que la presencia en las asambleas de barrio ha menguado sensiblemente, no lo es menos que, pese a ello, hoy –y me remito al ejemplo, afortunadamente generalizable, de Madrid—disponemos de una tupida red de organizaciones locales del 15-M que le siguen dando un aire distinto a una ciudad tradicionalmente adormecida en el terreno social y reivindicativo. 

Me permito agregar dos comentarios sobre materias afines. El primero lo es sobre algo que escucho con frecuencia en las asambleas del 15-M, o en sus aledaños: la idea de que hay que pujar por convertir el movimiento en un partido político. Me parece que en muchos surge de la intuición, poco fundamentada, de que la aparente crisis del movimiento –ya he señalado que a mi entender no hay tal— exigiría medidas eficacistas como la encaminada a dotarlo de una estructura convencional. Aunque no dudo de la buena intención de quienes preconizan eso, creo firmemente que semejante perspectiva sería el final del 15-M, una traición a buena parte de las razones que justifican su existencia y un procedimiento de integración rápida en el sistema. Hace unos meses una colega me preguntó si pensaba que existía algún riesgo de ilegalización del movimiento. Le respondí que era imposible legalizar lo que, por fortuna, no es legal en su orgullosa reivindicación de la asamblea, de la autogestión y de la ausencia de representaciones y liderazgos. 

Mi segundo comentario no tiene, pese a las apariencias, ninguna dimensión de frivolidad. Las condiciones climatológicas de estas horas –subrayémoslo cuantas veces sea preciso— no son lo mejor para la biología de un movimiento que nació, en la primavera, ocupando plazas y avenidas. El hecho de que el 15-M haya tenido que recogerse, en muchos casos, en lugares cerrados dibuja un escenario hostil que a buen seguro en algo alimenta las versiones pesimistas de los hechos a las que me he referido al principio. Tengo la firme certeza de que, incluso para los más recalcitrantes, la fortaleza y la presencia del movimiento se harán evidentes en unas semanas. Nada es más necesario habida cuenta de lo que se nos echa encima. 

Carlos Taibo
Rebelión

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