LA GESTIÓN POLÍTICA DE LA CRISIS A TRAVÉS DE LA INANIDAD DE DERECHAS E IZQUIERDAS
Cuando la I República ya
estaba fina, Pi i Margall
–no se había visto un
Presidente más estresado
hasta que un Kennedy llegó a
Dallas–, se topó de morros en los
pasillos del Congreso con el diputado
Nicolás Estévanez –lo tenía
todo para triunfar en la vida; militar
expulsado a boinazos del club
de oficiales por negarse a fusilar a
siete cubanos, anarquista, federalista,
juerguista y más feo que
Pichote; fue autor de unas memorias
escritas en un castellano hoy
incompresible por su belleza y
sencillez; acabó sus días trabajando
para la editorial de La Escuela
Moderna, de Ferrer i Guàrdia; rayos,
qué paréntesis más largo;
bueno, al tajo–. El presidente miró
unos instantes a Estévanez y, como
hablando consigo mismo, le
soltó: “Estévanez, ¿qué haría si le
nombrara Ministro de la Guerra?”.
El gran Estévanez, respondió sin
vacilar: “¡Nada!”. Y, en efecto, al
día siguiente fue nombrado ministro.
De esta bella parábola se
deduce, hermanos, que la nada
es importante en la política.
Posiblemente, es uno de sus ingredientes
fundamentales.
1.LA NADA A TRAVÉS DE
LOS TIEMPOS.
El Gobierno
de Pi iMargall estaba gestionando
maravillas que hubieran reducido el
consumo de sangre humana en el
siglo XX. Cosas en las antípodas de
lanada, como un Estado Federal –es
decir, dotar, entre otros, a Cuba,
Filipinas, Catalunya o Navarra y
País Vasco, de Estado–, una banca
popular inspirada en aquella de
Proudhon que, snif, se fue al garete,
la eliminación efectiva del esclavismo,
una reforma agraria, una ley de
cooperativas industriales y una ley
que reconocía un pack king-size de
derechos a la clase obrera aún inexistente
en Europa. Pero, a su vez
y, paradójicamente, también necesitaba
hacer nada. Si la nada era
necesaria como el agua en un gobierno
que pretendía cambiar la
realidad, imagínate con un gobierno
ad hoc. Si la nada era importante
cuando existía la creencia de que
los gobiernos gobernaban, imagínate
ahora. Definición de concepto
ahora: los gobiernos gestionan el
cobro de deuda. Los gobiernos son
cobradores del frac. Son porteros
de discoteca. Y, como los porteros
de discoteca, no son nada. Hasta
que te vienen encima.
2.NECESIDAD DE GOBIERNO.
La izquierda y la derecha son
dos artes distintos de gobernar la
nada. Son dos poéticas distintas de
la estridencia gubernamental.
Estridencia: tanto la izquierda y la
derecha tienen la convicción de que
se debe de socorrer a la población
en caso de incendio, pero no cuando
el incendio es económico. Es decir,
cuando el incendio es cotidiano
y no tiene aspecto de incendio. Las
izquierdas, verbigracia, viven ajenas
a su época. No la saben verbalizar.
Posiblemente porque si la verbalizan,
desaparecen. En el siglo
XXI, snif, hay muchos oficios así.
Oficios que consisten en no explicarte
a ti mismo de qué trabajas. Si
consiguieras explicártelo, no irías a
trabajar. Tengo la intuición que
leyes como la ley antitabaco son, posiblemente,
intentos gubernamentales
de izquierdas para gobernar,
para explicarse a sí mismo frente al
espejo que modulan la realidad. Y
no explicarse tu trabajo, que consiste
en no hacer nada. Las derechas, a
su vez y sorprendentemente, son
programáticas. Desde los años ‘80
tienen programa. Y lo están cumpliendo.
El programa parece consistir
en no hacer nada. En dejar que
las sociedades las gobiernen sus
propietarios. En ese sentido, el consejo
de ministros del pasado día 30
fue un bello ejemplo de la nada según
la derecha. Si, además, hubieran
emitido algún real decreto sobre
el tabaco, supongo, también lo
sería de la izquierda.
3.LA NADA COMO RUIDO.
El
Consejo del 30 consistió, básicamente,
en la gestión de cobros.
La nada consistió en arrancar a la
sociedad 9.000 millones –una medida
violenta; lo será aún más; esa
cantidad, verbigracia, es aproximadamente
lo que ha arrancado a su
sociedad el gobierno catalán, que
gestiona una población muy inferior
a la del Gobierno español; desde
los tiempos de Eugenio,
Catalunya no había explicado un
estilo como ahora; no dejen de mirar
a Catalunya para ver la nada que
se avecina–. Posiblemente, la acción
gubernamental, la sensación
de Gobierno, la ley antitabaco, la
ideología de todo esto, ha sido la
confusión utilizada. España es, tras
Suecia –que sigue primera, por los
pelos–, el IRPF más amplio del
mundo mundial. Un IRPF que ya no
sirve para repartir la riqueza y fabricar
el Estado del Bienestar, sino
para evitar ese reparto / para pagar
la deuda / para disimular la nada.
Otra medida del Consejo del 30 fue,
por cierto, dotar a los ministros salientes
de una medalla al uso. Una
condecoración precisamente eliminada
en la I República, cuando Pi i
Margall. Pi i Margall por cierto, fue
el autor de la primera –y, me temo,
única– alocución en catalán en un
Consejo de Ministros. Fue una meditación
sobre las izquierdas. Ésta:
“tinc els collons plens de tots nosaltes”
/ “estoy, ejem, hasta las narices
de todos nosotros”, posiblemente,
aún válida y con la que me despido
con cierta simetría respecto al inicio
del artículo, lo que confiere empaque
al articulete. La simetría es,
tal vez, la nada del periodismo.
Guillem Martínez. Periodista
Diagonal
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