miércoles, 8 de febrero de 2012

La ideología de la nada

LA GESTIÓN POLÍTICA DE LA CRISIS A TRAVÉS DE LA INANIDAD DE DERECHAS E IZQUIERDAS

Cuando la I República ya estaba fina, Pi i Margall –no se había visto un Presidente más estresado hasta que un Kennedy llegó a Dallas–, se topó de morros en los pasillos del Congreso con el diputado Nicolás Estévanez –lo tenía todo para triunfar en la vida; militar expulsado a boinazos del club de oficiales por negarse a fusilar a siete cubanos, anarquista, federalista, juerguista y más feo que Pichote; fue autor de unas memorias escritas en un castellano hoy incompresible por su belleza y sencillez; acabó sus días trabajando para la editorial de La Escuela Moderna, de Ferrer i Guàrdia; rayos, qué paréntesis más largo; bueno, al tajo–. El presidente miró unos instantes a Estévanez y, como hablando consigo mismo, le soltó: “Estévanez, ¿qué haría si le nombrara Ministro de la Guerra?”. El gran Estévanez, respondió sin vacilar: “¡Nada!”. Y, en efecto, al día siguiente fue nombrado ministro.

De esta bella parábola se deduce, hermanos, que la nada es importante en la política. Posiblemente, es uno de sus ingredientes fundamentales.

1.LA NADA A TRAVÉS DE LOS TIEMPOS
El Gobierno de Pi iMargall estaba gestionando maravillas que hubieran reducido el consumo de sangre humana en el siglo XX. Cosas en las antípodas de lanada, como un Estado Federal –es decir, dotar, entre otros, a Cuba, Filipinas, Catalunya o Navarra y País Vasco, de Estado–, una banca popular inspirada en aquella de Proudhon que, snif, se fue al garete, la eliminación efectiva del esclavismo, una reforma agraria, una ley de cooperativas industriales y una ley que reconocía un pack king-size de derechos a la clase obrera aún inexistente en Europa. Pero, a su vez y, paradójicamente, también necesitaba hacer nada. Si la nada era necesaria como el agua en un gobierno que pretendía cambiar la realidad, imagínate con un gobierno ad hoc. Si la nada era importante cuando existía la creencia de que los gobiernos gobernaban, imagínate ahora. Definición de concepto ahora: los gobiernos gestionan el cobro de deuda. Los gobiernos son cobradores del frac. Son porteros de discoteca. Y, como los porteros de discoteca, no son nada. Hasta que te vienen encima.

2.NECESIDAD DE GOBIERNO. 
La izquierda y la derecha son dos artes distintos de gobernar la nada. Son dos poéticas distintas de la estridencia gubernamental. Estridencia: tanto la izquierda y la derecha tienen la convicción de que se debe de socorrer a la población en caso de incendio, pero no cuando el incendio es económico. Es decir, cuando el incendio es cotidiano y no tiene aspecto de incendio. Las izquierdas, verbigracia, viven ajenas a su época. No la saben verbalizar. Posiblemente porque si la verbalizan, desaparecen. En el siglo XXI, snif, hay muchos oficios así. Oficios que consisten en no explicarte a ti mismo de qué trabajas. Si consiguieras explicártelo, no irías a trabajar. Tengo la intuición que leyes como la ley antitabaco son, posiblemente, intentos gubernamentales de izquierdas para gobernar, para explicarse a sí mismo frente al espejo que modulan la realidad. Y no explicarse tu trabajo, que consiste en no hacer nada. Las derechas, a su vez y sorprendentemente, son programáticas. Desde los años ‘80 tienen programa. Y lo están cumpliendo. El programa parece consistir en no hacer nada. En dejar que las sociedades las gobiernen sus propietarios. En ese sentido, el consejo de ministros del pasado día 30 fue un bello ejemplo de la nada según la derecha. Si, además, hubieran emitido algún real decreto sobre el tabaco, supongo, también lo sería de la izquierda.

3.LA NADA COMO RUIDO
El Consejo del 30 consistió, básicamente, en la gestión de cobros. La nada consistió en arrancar a la sociedad 9.000 millones –una medida violenta; lo será aún más; esa cantidad, verbigracia, es aproximadamente lo que ha arrancado a su sociedad el gobierno catalán, que gestiona una población muy inferior a la del Gobierno español; desde los tiempos de Eugenio, Catalunya no había explicado un estilo como ahora; no dejen de mirar a Catalunya para ver la nada que se avecina–. Posiblemente, la acción gubernamental, la sensación de Gobierno, la ley antitabaco, la ideología de todo esto, ha sido la confusión utilizada. España es, tras Suecia –que sigue primera, por los pelos–, el IRPF más amplio del mundo mundial. Un IRPF que ya no sirve para repartir la riqueza y fabricar el Estado del Bienestar, sino para evitar ese reparto / para pagar la deuda / para disimular la nada.

Otra medida del Consejo del 30 fue, por cierto, dotar a los ministros salientes de una medalla al uso. Una condecoración precisamente eliminada en la I República, cuando Pi i Margall. Pi i Margall por cierto, fue el autor de la primera –y, me temo, única– alocución en catalán en un Consejo de Ministros. Fue una meditación sobre las izquierdas. Ésta: “tinc els collons plens de tots nosaltes” / “estoy, ejem, hasta las narices de todos nosotros”, posiblemente, aún válida y con la que me despido con cierta simetría respecto al inicio del artículo, lo que confiere empaque al articulete. La simetría es, tal vez, la nada del periodismo.

Guillem Martínez. Periodista
Diagonal

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