Días de vértigo. La prima alcanza nuevos
récords cada semana, cada día. Los funcionarios desobedecen de forma
cada vez más descarada. La manifestación del 19 de julio sobrepasa todas
las movilizaciones pasadas. El gobierno impotente, a puntito de caer. ¿Estamos ante un cambio de fase? Así
parece apuntarse en la confluencia de las dos líneas fundamentales de
esta coyuntura: los ataques financieros y las movilizaciones sociales.
Respecto a la primera, la deuda española crece en «subida libre» empujada por las apuestas por el «rescate» de las grandes agencias financieras.
580, 600, 620, 640. Se han superado ya los umbrales de los rescates de
Grecia, Irlanda y Portugal. El tipo de interés del bono a 10 años
sobrepasa el 7.5 % y la deuda española incorpora 10 puntos porcentuales
del PIB cada 8 o 9 meses (100.000 millones de euros). El Estado tiene
problemas con el flujo de caja, esto es, tiene dificultades para hacer
frente a los pagos inmediatos (pensiones, salarios, transferencias,
etc). Es el escenario griego, al que se añaden los problemas declarados
de las CCAA. Sin la improbable intervención del BCE o del MEDE por medio
de la compra masiva de bonos, el escenario que puede ser el del impago o
el de una profundización del rescate en curso. O, muy probablemente,
una combinación de ambos. En breve, y al ritmo que marquen los momentos
de agonía financiera del Estado, Alemania intentará mover ficha
gestionando el impago desde arriba mediante una quita a los inversores
en bonos. Eso sí, es muy posible que la prima de riesgo sea todavía
demasiado baja como para que los agentes financieros acepten la
reducción de sus rentabilidades. Así que muy posiblemente no tengan
garantías de éxito hasta que la prima suba aún más. En todo caso, el horizonte de impago ya está frente de nosotros.
De la segunda, debemos reconocer un hecho que ha pasado casi de tapadillo en los principales medios de comunicación: la manifestación del 19 de julio fue la mayor desde al menos las manifestaciones contra la guerra de Irak.
En Madrid, el recorrido permaneció colapsado desde Recoletos hasta Sol
(donde, dicen, caben 30.000 personas). Dicho de otro modo, entre 400.000
y 800.000 participantes, una de las mayores manifestaciones de la
historia de la ciudad; y entre 4 ó 6 veces la cantidad de participantes
que convocaron las grandes concentraciones del 15M, 19Junio, 15O o el
12M. No se trata sólo de una cuestión cuantitativa, sino cualitativa. En
el 19J había de todo: maestros y profesoras, sanitarios, bomberos,
sindicalistas, profesionales, policías, etc. El 15M organizado fue sólo
un segmento más entre los distintos cuerpos de funcionarios, la marea
verde, los bloques sindicales y ocasionales de todo tipo. Una diversidad sorprendente que recorría todo el arco ideológico, etario, profesional, etc.
La manifestación hubiera sido, no obstante, un ejemplo cuantitativo
importante, pero poco determinante, de no ser porque fue acompañada de
otro fenómeno imprevisto: actos de desobediencia, sabotajes, cortes de vías públicas, desplantes a las autoridades…
Todos ellos protagonizados por los hasta hace bien poco tímidos y
obedientes cuerpos del Estado. Bomberos que se ofrecen como cuerpos de
choque en las manifestaciones; policías que no obedecen o sabotéan
los medios necesarios para reprimir; militares que declaran su rebeldía
a los recortes; funcionarios que denuncian a sus jefes y se plantan
cada día a interrumpir el tráfico. Atención: ¿no es esto lo que ocurre en vísperas de una revolución?
¿Y el gobierno? Bloqueado por arriba debido a la
presión financiera avalada por el gobierno alemán y el BCE, y presionado
por abajo por unas movilizaciones que no logra moderar, sólo puede caer. El único interrogante es cuando y cómo.
Seguramente cuando se declare el impago. Seguramente por medio de un
gobierno de concentración que llame al PSOE, CIU y algunas otras
agrupaciones de profesionales de la representación. En este sentido el PSOE ya está siendo presionado para posicionarse del lado del gobierno y así “impedir que la indignación en las calles se desborde”
¿Podemos sacar algunas conclusiones? Cuatro son las que se nos ocurren:
La primera es que la caída del gobierno es un éxito del movimiento.
Los días precedentes nos han mostrado que la desobediencia no es un
gesto ideológico sino nuestra táctica en la nueva situación: que no
opere la represión, que no funcione la administración. Dicho de otro modo, se trata de que la crisis de legitimidad se convierta en una crisis de autoridad.
Si realmente se consigue que la administración no funcione, que el
gobierno no gobierne, éste (y todos los que le sigan) se verán forzados a
la impotencia. La crisis política ya no la produce así tanto la
agitación activista, las manifestaciónes, las acciones, como la
desobediencia de los cuerpos del Estado. Bienvenido sea todo lo que
ayude y colabore a ello.
La segunda es que a partir de ahora la prima de riesgo ya no trabaja únicamente sobre la extorsión de la deuda del Estado.
Definitivamente entramos en una «fase política» o «agonística» del
gobierno de la crisis. Los llamados mercados, esto es, el puñado de
agencias financieras occidentales que dominan el mercado de deuda están
tomando nota de las movilizaciones. Como en Grecia, los ataques sobre la
prima de riesgo van a mostrar, y cada vez más, el riesgo de impago
debido a las movilizaciones. Por primera vez, nos enfrentamos
directamente a quienes verdaderamente detentan la soberanía económica:
las grandes corporaciones financieras. Y esto es bueno. En este
terreno, nuestro objetivo político no parece que pueda ser otro más que
el default español y la auditoría de la deuda, la supresión de la deuda
ilegítima y la reestructuración, políticamente dirigida, de la deuda
privada.
La tercera es que el movimiento está mutando, ya no
se trata sólo del 15M, protagonizado principalmente por «jóvenes» de
entre 25 y 40 años, universitarios en su mayoría, precarios y
desempleados, sino algo cada vez más parecido al 99 %.
Si atendemos a la composición del 19J habremos de reconocer a los
funcionarios, a las generaciones que superan los 40 e incluso los 50, a
los principales cuerpos profesionales del país, es decir, a todos
aquellos que asintieron a las reivindicaciones del 15M, pero
calladamente, y que ahora se han vuelto protagonistas de las protestas.
Pero ¿acaso no son éstos los mismos que hasta hace poco eran el bastión
electoral, político e ideológico del bipartidismo, de la Constitución de
1978 y de los logros de la Transición? ¿No es esto el acta de defunción
de un cadáver?
Y ésta es la cuarta enseñanza, quizás la más interesante. La crisis económica y política apunta cada vez más al régimen político, a la «democracia» tal y como la conocemos. Es la materialización de los lemas del 15M: «No nos representan» y «Lo llaman democracia y no lo es».
Por fin lo podemos decir: la fase destituyente se ha cumplido.
Ya nadie cree que aquí hay democracia: sólo la dictadura financiera
reforzada por el gendarme alemán y un gobierno pelele, preso de los
mismos intereses financieros y alimentado por una clase política
corrupta e incapaz. La cuestión es ahora ¿cuál es nuestra democracia?
En Islandia echaron a los políticos y crearon una Asamblea
Constituyente. En Grecia ya han acabado con el bipartidismo tradicional.
Aquí estamos ante una situación absolutamnte inédita, una partida cuyo
resultado está completamente abierto y en la que la pieza más importante
somos nosotros y nosotras. Esto no es una democracia. Ya lo
sabemos. Entonces toca, cuanto antes, ponernos a construir la
democracia, una cuya arquitectura sea discutida y decidida por el 99 %.
Un proceso constituyente plural, absolutamente abierto, absolutamente
incluyente.
El desafio que afrontamos es cómo fundarla.
Madrilonia.org
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