Hemos dedicado muchos
post a hablar de la tragedia que el país cuna de la cultura occidental
está sufriendo. Ya queda poco que decir, excepto un lacónico "ya lo
dijimos". A los griegos se les ha utilizado para pagar los platos rotos
del sistema financiero europeo, que no está mal diseñado, como muchos
analistas insisten. No, está perfectamente diseñado para lo que se
pretende: que la élite que controla el capital financiero se adueñe de
todo y pase la factura a los pueblos. Hagamos de nuevo un pequeño
resumen de lo sucedido para que nadie se deje llevar por la ideología
que ha impuesto a los medios el programa a inculcar en las mentes de los
ciudadanos.
Si los amables lectores recuerdan, allá por septiembre de 2007 empezó a sonar el río de las hipotecas subprime en Estados Unidos. Apenas era la cabeza del iceberg de la crisis financiera. Tras dos lustros de ingeniería financiera, la masa monetaria había crecido un 300% y las élites sociales se había hecho con una parte considerable de la riqueza global. Todo parecía ir bien, pero a los pobres les dio por no pagar sus hipotecas y las entidades financieras empezaron a quebrar. Sin embargo, reaccionaron a tiempo: ya se habían quitado el riesgo empaquetándolo en los CDS que el resto de bancos por todo el mundo había comprado, especialmente los europeos. Pero el riesgo de quiebra lo asume el Estado americano y crea ingentes cantidades de dinero para cubrir las enormes pérdidas de los bancos americanos. Todo este dinero pasa en engrosar la deuda americana y a exportar la crisis, principalmente a Europa.
Ya en Europa son los países centrales, Alemania, Holanda y Austria, quienes tienen que intervenir sus bancos e inyectar sumas de dinero desorbitadas. Esos mismos bancos, nacionalidados de facto, son los que habían financiado las burbujas financieras en países como Irlanda, Grecia, Portugal, España e Italia. Son los ya conocidos como PIIGS o GIPSY. Dado que los países centrales del euro tenían graves problemas por el rescate financiero a sus bancos, deciden sacar todo ese dinero de los países del sur y comienza una campaña organizada y secuenciada de destrucción de sus economías mediante el ataque especulativo de los mercados, mercados gobernados por los bancos rescatados de Alemania, Holanda y la City londinense, que no podía queda fuera de tal festín. De forma sistemática se pone contra las cuerdas a los países mediante la especulación de su deuda ante la pasividad del BCE y la complicidad de los gobiernos títeres. No es casual que el único país que se ha salvado de este ataque fue Islandia, gracias a no pertenecer al euro, pero sobre todo por decidir no pagar la deuda de sus bancos. En el resto de países la cosa funcionó de la misma manera: 1º vincular la deuda de los bancos a la deuda pública, con la excusa de que no se puede dejar caer a los bancos; 2º hacer pagar a los ciudadanos la crisis bancaria; 3º demoler las estructuras sociales y públicas de esos estados; 4º intervenir directamente la economía.
El procedimiento es el mismo siempre y acaba de la misma manera: expatriando la riqueza nacional hacia los países centrales del euro. Esto se ha conseguido mediante un mecanismo tan sencillo como perverso. Dado que los países han dejado de financiarse de manera prioritaria mediante impuestos y lo hacen mediante emisión de deuda, y como esta deuda no está garantizada por un banco central, caso que se daría de no haber entregado a Europa nuestra moneda, los estados quedan a merced de los prestamistas, que no son otros que los grandes bancos europeos y en parte americanos. Ahí está el instrumento. Ahora, mientras los estados centrales europeos se financian a tasas negativas y convierten su deuda en nada, nosotros contraemos más y más deudas con los bancos rescatados en Alemania, Holanda y Gran Bretaña. Si se mira bien es un intercambio de deuda: Alemania deja de estar endeudada y lo están España, Grecia, Portugal, Irlanda e Italia. Un mecanismo muy ingeniosos que los inútiles de los políticos y los vendidos de los periodistas no aciertan a explicar o no quieren explicar.
En Grecia se ha llegado al extremo de la tragedia total. Hace dos años, aquí mismo escribimos que la única opción de Grecia era dejar el euro, auditar su deuda y empezar de cero. Así, con gallardía y honor. Hoy, el FMI le niega más financiación y Alemania abre la puerta a que Grecia salga del euro. Es decir, Alemania echa a Grecia con una patada después de haber sacado todo el pringue de su economía. Grecia dejará el euro ahora con deshonor y arruinada, cuando hace dos años lo habría hecho con la cabeza muy alta y hoy estaría fuera de la crisis. Sin embargo, a día de hoy su economía está intervenida, no dispone de fuentes de riqueza propias tras las privatizaciones y le quedan muchos años de un purgatorio duro y difícil.
Pero España, España es diferente. Aún a los griegos les queda la honra de estar interpretando una tragedia; nosotros vivimos nuestro particular sainete. Todavía estamos a tiempo de convertir esta pieza pequeña de entreacto en una gran obertura de una ópera clásica, quizás Nabucco. Estamos a tiempo de impedir que destruyan nuestra sociedad y conviertan a España en una colonia satélite de los países centrales. Estamos aún a tiempo de salir con honor del euro antes de que nos sangren y nos den la patada como a Grecia. Estamos a tiempo de cambiar el modelo de Estado y empezar un camino que nos salve de esta autodestrucción consentida. Para ello hay que eliminar a los politicuchos de tres al cuarto que solo saben servir a sus amos y tener la osadía de pensar por nosotros mismos y, sin trabas ideológicas, empezar un camino nuevo.
Estamos a tiempo, aún estamos a tiempo.
Si los amables lectores recuerdan, allá por septiembre de 2007 empezó a sonar el río de las hipotecas subprime en Estados Unidos. Apenas era la cabeza del iceberg de la crisis financiera. Tras dos lustros de ingeniería financiera, la masa monetaria había crecido un 300% y las élites sociales se había hecho con una parte considerable de la riqueza global. Todo parecía ir bien, pero a los pobres les dio por no pagar sus hipotecas y las entidades financieras empezaron a quebrar. Sin embargo, reaccionaron a tiempo: ya se habían quitado el riesgo empaquetándolo en los CDS que el resto de bancos por todo el mundo había comprado, especialmente los europeos. Pero el riesgo de quiebra lo asume el Estado americano y crea ingentes cantidades de dinero para cubrir las enormes pérdidas de los bancos americanos. Todo este dinero pasa en engrosar la deuda americana y a exportar la crisis, principalmente a Europa.
Ya en Europa son los países centrales, Alemania, Holanda y Austria, quienes tienen que intervenir sus bancos e inyectar sumas de dinero desorbitadas. Esos mismos bancos, nacionalidados de facto, son los que habían financiado las burbujas financieras en países como Irlanda, Grecia, Portugal, España e Italia. Son los ya conocidos como PIIGS o GIPSY. Dado que los países centrales del euro tenían graves problemas por el rescate financiero a sus bancos, deciden sacar todo ese dinero de los países del sur y comienza una campaña organizada y secuenciada de destrucción de sus economías mediante el ataque especulativo de los mercados, mercados gobernados por los bancos rescatados de Alemania, Holanda y la City londinense, que no podía queda fuera de tal festín. De forma sistemática se pone contra las cuerdas a los países mediante la especulación de su deuda ante la pasividad del BCE y la complicidad de los gobiernos títeres. No es casual que el único país que se ha salvado de este ataque fue Islandia, gracias a no pertenecer al euro, pero sobre todo por decidir no pagar la deuda de sus bancos. En el resto de países la cosa funcionó de la misma manera: 1º vincular la deuda de los bancos a la deuda pública, con la excusa de que no se puede dejar caer a los bancos; 2º hacer pagar a los ciudadanos la crisis bancaria; 3º demoler las estructuras sociales y públicas de esos estados; 4º intervenir directamente la economía.
El procedimiento es el mismo siempre y acaba de la misma manera: expatriando la riqueza nacional hacia los países centrales del euro. Esto se ha conseguido mediante un mecanismo tan sencillo como perverso. Dado que los países han dejado de financiarse de manera prioritaria mediante impuestos y lo hacen mediante emisión de deuda, y como esta deuda no está garantizada por un banco central, caso que se daría de no haber entregado a Europa nuestra moneda, los estados quedan a merced de los prestamistas, que no son otros que los grandes bancos europeos y en parte americanos. Ahí está el instrumento. Ahora, mientras los estados centrales europeos se financian a tasas negativas y convierten su deuda en nada, nosotros contraemos más y más deudas con los bancos rescatados en Alemania, Holanda y Gran Bretaña. Si se mira bien es un intercambio de deuda: Alemania deja de estar endeudada y lo están España, Grecia, Portugal, Irlanda e Italia. Un mecanismo muy ingeniosos que los inútiles de los políticos y los vendidos de los periodistas no aciertan a explicar o no quieren explicar.
En Grecia se ha llegado al extremo de la tragedia total. Hace dos años, aquí mismo escribimos que la única opción de Grecia era dejar el euro, auditar su deuda y empezar de cero. Así, con gallardía y honor. Hoy, el FMI le niega más financiación y Alemania abre la puerta a que Grecia salga del euro. Es decir, Alemania echa a Grecia con una patada después de haber sacado todo el pringue de su economía. Grecia dejará el euro ahora con deshonor y arruinada, cuando hace dos años lo habría hecho con la cabeza muy alta y hoy estaría fuera de la crisis. Sin embargo, a día de hoy su economía está intervenida, no dispone de fuentes de riqueza propias tras las privatizaciones y le quedan muchos años de un purgatorio duro y difícil.
Pero España, España es diferente. Aún a los griegos les queda la honra de estar interpretando una tragedia; nosotros vivimos nuestro particular sainete. Todavía estamos a tiempo de convertir esta pieza pequeña de entreacto en una gran obertura de una ópera clásica, quizás Nabucco. Estamos a tiempo de impedir que destruyan nuestra sociedad y conviertan a España en una colonia satélite de los países centrales. Estamos aún a tiempo de salir con honor del euro antes de que nos sangren y nos den la patada como a Grecia. Estamos a tiempo de cambiar el modelo de Estado y empezar un camino que nos salve de esta autodestrucción consentida. Para ello hay que eliminar a los politicuchos de tres al cuarto que solo saben servir a sus amos y tener la osadía de pensar por nosotros mismos y, sin trabas ideológicas, empezar un camino nuevo.
Estamos a tiempo, aún estamos a tiempo.
Bernardo Pérez
Rara Temporum
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