sábado, 3 de diciembre de 2011

El movimiento 15M como cortafuegos

La democracia se está desmoronando, pero sin embargo da la sensación de que se mantiene una calma tensa mientras las instituciones democráticas son recortadas y abandonadas a mejor suerte. Los gobiernos elegidos democráticamente son depuestos por sugerir consultas populares y las instituciones europeas dan paso al poder autoritario de dos únicos países, Francia y Alemania. Las conquistas sociales están siendo arrebatadas con mayor velocidad que nunca y hay un sentimiento de “conmoción social” que se adapta perfectamente al proceso descrito por Naomi Klein en “La doctrina del shock”.

Probablemente estamos viviendo un cambio de época, poco perceptible porque los seres humanos tenemos la mala costumbre de no inscribir los fenómenos sociales en una perspectiva histórica completa. Día a día la base de nuestro sistema político y económico se retuerce y los importantes sobresaltos que observamos son analizados únicamente con el criterio de la espontaneidad. No obstante, estoy convencido de que estamos en mitad de un proceso rupturista. La duda estriba en que no sabemos hacia dónde vamos.

El pasado abril acudí invitado a la Universidad de Granada como ponente en un ciclo de homenaje a Saramago. En nuestra mesa estábamos Carlos Taibo y yo mismo, y reflexionamos públicamente sobre cómo la izquierda no había podido rentabilizar una situación que objetivamente era de insurrección generalizada. El paro, la falta de acceso a la vivienda, la precariedad, el incierto futuro… todo apuntaba a un estallido social. Hablamos (puede escucharse aquí) de que existía una calma tensa que tarde o temprano saltaría por los aires. En realidad faltaba sólo un mes para la gran manifestación del 15 de Mayo, pero nosotros no sabíamos la transcendencia que tendría.

El deber histórico de la izquierda ha sido canalizar la frustración generada por el sistema y convertirla en un elemento de acción política que fuera dirigido hacia un nuevo sistema político y económico. Pero la izquierda no había estado a la altura, y víctima de tantas derrotas en el campo ideológico y político se quedaba contemplando cómo la realidad pasaba de largo. Pero los movimientos sociales, fundamentalmente de izquierdas, supieron organizar una gran manifestación que atrajo a una gran parte de la población que se sentía frustrada. Se estaba canalizando esa rabia, si bien no era la izquierda clásica la que lo hacía. (1)

El problema es que el 15M se nutrió de mucha gente sin cultura política. Mucha gente que estaba frustrada pero que mantenía una actitud poderosamente populista. Como dice Zizek, “el populismo, en última instancia, siempre está sostenido por la frustrada exasperación de la gente común, por el grito de ‘yo no sé lo que pasa, ¡pero ya he tenido bastante! ¡No puedo más, esto debe parar!‘”.

El lema de Democracia Real Ya -”No somos mercancía en manos de políticos y banqueros”- se transformó así en un problema importante para dirigir la frustración en un sentido progresista. Porque la gente que acudía a las asambleas estaba muy cabreada, pero lo estaba sobre todo con el elemento visible (los políticos) y no tanto con el elemento invisible (los banqueros). Este segundo elemento, mucho más importante, era más complejo y más complicado de entender. Por eso muchos nos dedicamos en cuerpo y alma a la formación en las asambleas del 15M, procurando revelar el verdadero origen de la frustración. Horas y horas de charlas y conversaciones en las que tratábamos de convencer de que el político corrupto es un problema pero no el más importante ni el responsable original de la indignación.

Así pues, el elemento de formación política y económica invitaba a dejar a los políticos en segundo lado y centrar la atención en el sistema económico (como hacían la mayoría de puntos con los que DRY salió a la calle). Pero el elemento populista estaba también allí presente, mucho más vulgar y pobre. Y la lucha entre ambos enfoques sigue estando hoy en las calles, en cada asamblea.

La cuestión es que la crisis va para largo. Se están aplicando las reformas que más incrementarán la frustración social, como los recortes en sanidad, educación, el empeoramiento de las condiciones laborales, la reforma de las pensiones y las privatizaciones. Y como el propio K. Polanyi advertía, la desregulación agresiva y los avances ultraliberales son la antesala del fascismo, ya que éste último nace como intento social de protegerse ante los excesos de extender el libre-mercado. La frustración social, de hecho, puede ser más fácilmente canalizada por movimientos populistas y de extrema derecha, los cuales ofrecerán un culpable claro y externo (políticos, inmigrantes, etc.) y ofrecerán soluciones radicales.

Hay que tener presente ese escenario y esa lógica del “doble movimiento” de Polanyi. Y en este escenario, el 15M actúa de cortafuegos ante la subida espectacular de posturas populistas (dentro del partido de derechas por antonomasia, como es el PP; y dentro del nuevo y crecientemente influyente partido populista por definición, UpyD). Cuando la frustración crezca se alimentarán las movilizaciones sociales, y entonces y por suerte el 15M ya estará allí. Por eso veo al 15M no sólo como una universidad popular de reeducación política sino también como cortafuegos del auge populista.

Pero hay riesgos. Si dentro del 15M vence la postura populista, esa que cree que los problemas no son sistémicos y del sistema económico sino que son de otra índole (de “privilegios de la clase política”, de “excesivo gasto público” y “auge de inmigración”), entonces el cortafuegos desaparecerá y se convertirá en un problema.

Mientras tanto, la izquierda tiene que pensar estratégicamente en una gestión política de esa creciente indignación. Porque su propósito sigue siendo el mismo: señalar que la responsabilidad de la indignación está en el propio sistema económico y en determinados actores como el sistema financiero especulativo. Por eso puedo decir que para mí hay tres frentes de lucha en esta enorme guerra, que son las del ámbito sindical, las de la calle y las de las instituciones (donde estamos los políticos de izquierdas). Hay que resistir las agresiones, canalizar la frustración y construir una base social revolucionaria y también hay que plantear un programa estratégico tanto económico como político. Esos son nuestros retos en este cambio de época.

Notas:
(1): En “La estrategia política del 15M“, escrito tras la Asamblea estatal de Democracia Real Ya que tuvo lugar en Málaga en agosto, resumí los hechos acontecidos en la izquierda los meses previos al 15M y ofrecí mi visión del asunto.

Alberto Garzón

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