La democracia se está desmoronando, pero sin embargo da la sensación
de que se mantiene una calma tensa mientras las instituciones
democráticas son recortadas y abandonadas a mejor suerte. Los gobiernos
elegidos democráticamente son depuestos por sugerir consultas
populares y las instituciones europeas dan paso al poder autoritario de
dos únicos países, Francia y Alemania. Las conquistas sociales están
siendo arrebatadas con mayor velocidad que nunca y hay un sentimiento
de “conmoción social” que se adapta perfectamente al proceso descrito
por Naomi Klein en “La doctrina del shock”.
Probablemente estamos viviendo un cambio de época, poco perceptible
porque los seres humanos tenemos la mala costumbre de no inscribir los
fenómenos sociales en una perspectiva histórica completa. Día a día la
base de nuestro sistema político y económico se retuerce y los
importantes sobresaltos que observamos son analizados únicamente con el
criterio de la espontaneidad. No obstante, estoy convencido de que
estamos en mitad de un proceso rupturista. La duda estriba en que no
sabemos hacia dónde vamos.
El pasado abril acudí invitado a la Universidad de Granada como
ponente en un ciclo de homenaje a Saramago. En nuestra mesa estábamos
Carlos Taibo y yo mismo, y reflexionamos públicamente sobre cómo la
izquierda no había podido rentabilizar una situación que objetivamente
era de insurrección generalizada. El paro, la falta de acceso a la
vivienda, la precariedad, el incierto futuro… todo apuntaba a un
estallido social. Hablamos (puede escucharse aquí)
de que existía una calma tensa que tarde o temprano saltaría por los
aires. En realidad faltaba sólo un mes para la gran manifestación del 15
de Mayo, pero nosotros no sabíamos la transcendencia que tendría.
El deber histórico de la izquierda ha sido canalizar la frustración
generada por el sistema y convertirla en un elemento de acción política
que fuera dirigido hacia un nuevo sistema político y económico. Pero
la izquierda no había estado a la altura, y víctima de tantas derrotas
en el campo ideológico y político se quedaba contemplando cómo la
realidad pasaba de largo. Pero los movimientos sociales,
fundamentalmente de izquierdas, supieron organizar una gran
manifestación que atrajo a una gran parte de la población que se sentía
frustrada. Se estaba canalizando esa rabia, si bien no era la
izquierda clásica la que lo hacía. (1)
El problema es que el 15M se nutrió de mucha gente sin cultura
política. Mucha gente que estaba frustrada pero que mantenía una
actitud poderosamente populista. Como dice Zizek, “el populismo, en
última instancia, siempre está sostenido por la frustrada exasperación
de la gente común, por el grito de ‘yo no sé lo que pasa, ¡pero ya he
tenido bastante! ¡No puedo más, esto debe parar!‘”.
El lema de Democracia Real Ya -”No somos mercancía en manos de
políticos y banqueros”- se transformó así en un problema importante
para dirigir la frustración en un sentido progresista. Porque la gente
que acudía a las asambleas estaba muy cabreada, pero lo estaba sobre
todo con el elemento visible (los políticos) y no tanto con el elemento
invisible (los banqueros). Este segundo elemento, mucho más
importante, era más complejo y más complicado de entender. Por eso
muchos nos dedicamos en cuerpo y alma a la formación en las asambleas
del 15M, procurando revelar el verdadero origen de la frustración.
Horas y horas de charlas y conversaciones en las que tratábamos de
convencer de que el político corrupto es un problema pero no el más
importante ni el responsable original de la indignación.
Así pues, el elemento de formación política y económica invitaba a
dejar a los políticos en segundo lado y centrar la atención en el
sistema económico (como hacían la mayoría de puntos con los que DRY
salió a la calle). Pero el elemento populista estaba también allí
presente, mucho más vulgar y pobre. Y la lucha entre ambos enfoques
sigue estando hoy en las calles, en cada asamblea.
La cuestión es que la crisis va para largo. Se están aplicando las
reformas que más incrementarán la frustración social, como los recortes
en sanidad, educación, el empeoramiento de las condiciones laborales,
la reforma de las pensiones y las privatizaciones. Y como el propio K.
Polanyi advertía, la desregulación agresiva y los avances
ultraliberales son la antesala del fascismo, ya que éste último nace
como intento social de protegerse ante los excesos de extender el
libre-mercado. La frustración social, de hecho, puede ser más
fácilmente canalizada por movimientos populistas y de extrema derecha,
los cuales ofrecerán un culpable claro y externo (políticos,
inmigrantes, etc.) y ofrecerán soluciones radicales.
Hay que tener presente ese escenario y esa lógica del “doble
movimiento” de Polanyi. Y en este escenario, el 15M actúa de
cortafuegos ante la subida espectacular de posturas populistas (dentro
del partido de derechas por antonomasia, como es el PP; y dentro del
nuevo y crecientemente influyente partido populista por definición,
UpyD). Cuando la frustración crezca se alimentarán las movilizaciones
sociales, y entonces y por suerte el 15M ya estará allí. Por eso veo al
15M no sólo como una universidad popular de reeducación política sino
también como cortafuegos del auge populista.
Pero hay riesgos. Si dentro del 15M vence la postura populista, esa
que cree que los problemas no son sistémicos y del sistema económico
sino que son de otra índole (de “privilegios de la clase política”, de
“excesivo gasto público” y “auge de inmigración”), entonces el
cortafuegos desaparecerá y se convertirá en un problema.
Mientras tanto, la izquierda tiene que pensar estratégicamente en
una gestión política de esa creciente indignación. Porque su propósito
sigue siendo el mismo: señalar que la responsabilidad de la indignación
está en el propio sistema económico y en determinados actores como el
sistema financiero especulativo. Por eso puedo decir que para mí hay
tres frentes de lucha en esta enorme guerra, que son las del ámbito
sindical, las de la calle y las de las instituciones (donde estamos los
políticos de izquierdas). Hay que resistir las agresiones, canalizar
la frustración y construir una base social revolucionaria y también hay
que plantear un programa estratégico tanto económico como político.
Esos son nuestros retos en este cambio de época.
Notas:
(1): En “La estrategia política del 15M“, escrito tras la Asamblea estatal de Democracia Real Ya que tuvo lugar en Málaga en agosto, resumí los hechos acontecidos en la izquierda los meses previos al 15M y ofrecí mi visión del asunto.
(1): En “La estrategia política del 15M“, escrito tras la Asamblea estatal de Democracia Real Ya que tuvo lugar en Málaga en agosto, resumí los hechos acontecidos en la izquierda los meses previos al 15M y ofrecí mi visión del asunto.
Alberto Garzón
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