lunes, 12 de diciembre de 2011

El 15M o el eterno renacer de un movimiento zombi

 “Los muertos que vos matáis gozan de buena salud” 
La verdad sospechosa, Juan Ruiz de Alarcón

Desde sus comienzos, los medios de comunicación han estado más interesados en certificar la muerte del 15-M que en analizar su evolución. Y es que a pesar de ser un movimiento joven que apenas cuenta con 6 meses de vida, en bastantes ocasiones los analistas han estado seguros de su final. Si Jesucristo puede ser considerado el primer zombi en la literatura de ficción, ya que resucitó al tercer día, el 15-M le supera porque le dan por muerto cada 3 días. El movimiento, por su parte, ha considerado exageradas las noticias de su propia muerte, y como los zombis de las películas de terror, aparecen de nuevo cuando menos se lo esperan los (malos) periodistas. El artículo va cargado de espoilers. Leed con precaución ;-) .

Primero fue tras las elecciones municipales del 22 de mayo. La contundente victoria del Partido Popular en la mayoría de los ayuntamientos, para muchos periodistas indicaba una clara derrota del movimiento, derrota que sorprendentemente no trasladaban al PSOE, como si el 15-M fuera el verdadero partido en la oposición. La razón, no confesada, es que muchos periodistas llegaron a creer que era el propio PSOE el que estaba detrás del 15-M para evitar su derrota electoral. Sería algo similar a lo que sucede en Plan 9 from outer space, considerada la peor película de la historia, en la que los zombis habrían sido creados por unos seres en la sombra para destruir a la humanidad. En esta teoría periodística, igual de mala que la película de Ed Wood, sería Rubalcaba el que habría sacado manifestantes a gritar que no les representaban para acabar con la democracia. La realidad es que el 28 de mayo, miles de personas en diferentes ayuntamientos de todo el Estado mostraron su indignación en la toma de posesión de cargos municipales incluyendo los del PSOE, demostrando que el 15-M ni estaba muerto ni obedecía a una cuestión puramente electoral.

Apenas pasó una semana y la falta de noticias trascendentes, así como muchos bloqueos en varías acampadas para decidir si levantar el campamento o no, hizo que de nuevo varios medios de comunicación vieran en el 15-M un movimiento agotado. Al igual que el arranque de The Omega Man, donde Charlton Heston vive con unos pocos supervivientes una guerra bacteriológica en una ciudad desierta, los periodistas buscan en Sol lo que ya no está ocurriendo allí. La gente del 15-M estaba deteniendo desahucios, intentando bloquear el Parlament catalán de forma no violenta para visibilizar los recortes y montando asambleas en sus barrios y pueblos para descentralizar el movimiento. Los zombis no están donde y cuando los periodistas están buscando. Sin embargo, al caer la noche, en este caso el 19J, los zombis salen de su letargo y la manifestación supera las expectativas en todas las capitales.

Llegó el verano y con él las habituales no-noticias. Cada día de la semana se estaban parando desahucios, pero fue la JMJ el nuevo acta de defunción del movimiento. Los “incidentes”, aceptando una interpretación tan flexible de la palabra como la que tenemos que hacer para llamar a ciertas personas periodistas, entre personas que habían acudido al acto del Papa y personas que no estaban de acuerdo en la subvención pública del evento, fue la nueva excusa para tildar al movimiento de anticlerical y violento. De nada importó que la manifestación hubiera sido convocada por organizaciones no ligadas al 15-M como Europa Laica. Como en la película Shaun of the Dead (titulada aquí como Zombis Party), donde se establece un juego constante entre infectados y no infectados que consiste en encontrar las diferencias entre un zombi y una persona que va a su trabajo medio dormida en un autobús o un borracho a la puerta de un pub, en esta ocasión los periodistas ven indignados donde quieren. La convocatoria de encuentros 15M-JMJ (posiblemente una de las ideas más inteligentes que ha tenido el movimiento para evitar caer en las agendas que no le son propias) rompe la idea de que infectados y no infectados pueden convivir, tal y como ocurre en esta peli de ficción.

Pasó el verano y los medios asociaron las primeras tomas de edificios para el alojamiento de personas desahuciadas con una radicalización (en sentido peyorativo) del movimiento. A pesar que arrancaba la ocupación de Wall Street, consideraban practicamente agotado el movimiento en este país sin entender que era un nuevo foco de infección del mismo virus que arrancó en Tunez, Egipto y Wisconsin entre finales de 2010 y principios de 2011. Como en la saga Resident Evil (para muchos la única saga que ha sido capaz de trasladar fielmente un videojuego a la gran pantalla), la infección tiene como objetivo ser global, y las dos primeras películas son una primera experimentación, como las realizadas en la zona euromediterranea y Winsconsin. Mientras tanto, los periodistas españoles se esforzaban en encontrar diferencias entre ambos movimientos entre Occupy y el 15M para apoyar uno y deslegitimar otro. La convocatoria global del 15 de Octubre y, de nuevo, la superación de todas las previsiones hicieron que el movimiento demostrara estar en su mejor momento y con capacidad de convocatoria internacional.

Nada evitó que tres semanas después volvieron a la prensa las dudas de si el movimiento estaba agotado. Llegaron las elecciones del 20N, 28 semanas después del 15M, y al igual que en la película con el mismo nombre, las autoridades dan por controlada la infección. Todo ello a pesar de que había tres acciones electorales ligadas al movimiento: Dorakiyatu (convocada por DRY con el objetivo de denunciar mesa a mesa la ley electoral), AritmEtica20N (para orientar un voto útil crítico con el PP-PSOE) y @CajeroElectoral o #VotaEnTuBanco (una acción simbólica para votar a los que gobiernan de verdad). La realidad es que al movimiento no le interesaban ya las elecciones porque había descubierto que los políticos son títeres del poder económico y durante la campaña electoral, en muchas ciudades, la infección se extendió territorializando las luchas, es decir, mediante la ocupación de espacios tanto para personas desahuciadas como para actividades sociales. Cuando las autoridades consideraban que ya estaba todo bajo control, un simple descuido, el beso en la película o el desalojo del HotelMadrid en nuestra realidad, supuso un nuevo brote de infección e indignación con una toma de espacios en esta ciudad (muy descoordinada y sin contar con las propias afectadas, también hay que decirlo).

Por desgracia, esta sensación de continuo resurgir de la muerte no sólo se vive en los medios convencionales. En las voces de activistas o discusiones de asambleas también se repite esta opinión. Está bien hacer autocrítica, pero si la crítica no es razonable nos exigimos más de lo que realmente podemos hacer. No, no se puede pensar que un movimiento social está agotado por no convocar un evento global una vez al mes. Otro fallo por nuestra parte es culpar a la gente que no acude a la convocatorias, en vez de preguntar a esas mismas personas si la convocatoria tiene sentido, si les interesa o si es útil convocar una concentración un día laborable por la mañana. Mucha de la culpa de esta necesidad de resultados inmediatos no la tiene exclusivamente la prensa (que también), sino nuestras propias herramientas. Como dice Raúl Minchinela, el peligro de Twitter es que todo sucede tan rápido que nos parece estar viviendo en un eterno pasado, y nos hace creer que un movimiento que apenas debería balbucear tras sólo un año de vida desde la revolución de Túnez, es ya historia. Recordemos que como buenos zombis, vamos lentos, pero llegaremos lejos.
Txarlie – @axebra

Madrilonia

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