“Los muertos que vos matáis gozan de buena salud”
La verdad sospechosa, Juan Ruiz de Alarcón
Desde sus comienzos, los medios de comunicación han estado más
interesados en certificar la muerte del 15-M que en analizar su
evolución. Y es que a pesar de ser un movimiento joven que apenas
cuenta con 6 meses de vida, en bastantes ocasiones los analistas han
estado seguros de su final. Si Jesucristo puede ser considerado el
primer zombi en la literatura de ficción, ya que resucitó al tercer
día, el 15-M le supera porque le dan por muerto cada 3 días. El
movimiento, por su parte, ha considerado exageradas las noticias de
su propia muerte, y como los zombis de las películas de terror,
aparecen de nuevo cuando menos se lo esperan los (malos)
periodistas. El artículo va cargado de espoilers. Leed con precaución .
Primero fue tras las elecciones municipales del 22 de mayo. La
contundente victoria del Partido Popular en la mayoría de los
ayuntamientos, para muchos periodistas indicaba una clara derrota
del movimiento, derrota que sorprendentemente no trasladaban al
PSOE, como si el 15-M fuera el verdadero partido en la oposición. La
razón, no confesada, es que muchos periodistas llegaron a creer que
era el propio PSOE el que estaba detrás del 15-M para evitar su
derrota electoral. Sería algo similar a lo que sucede en Plan 9 from outer space,
considerada la peor película de la historia, en la que los zombis
habrían sido creados por unos seres en la sombra para destruir a la
humanidad. En esta teoría periodística, igual de mala que la
película de Ed Wood, sería Rubalcaba el que habría sacado
manifestantes a gritar que no les representaban para acabar con la
democracia. La realidad es que el 28 de mayo, miles de personas en
diferentes ayuntamientos de todo el Estado mostraron su indignación
en la toma de posesión de cargos municipales incluyendo los del
PSOE, demostrando que el 15-M ni estaba muerto ni obedecía a una
cuestión puramente electoral.
Apenas pasó una semana y la falta de noticias trascendentes, así
como muchos bloqueos en varías acampadas para decidir si levantar el
campamento o no, hizo que de nuevo varios medios de comunicación
vieran en el 15-M un movimiento agotado. Al igual que el arranque de The Omega Man,
donde Charlton Heston vive con unos pocos supervivientes una guerra
bacteriológica en una ciudad desierta, los periodistas buscan en
Sol lo que ya no está ocurriendo allí. La gente del 15-M estaba
deteniendo desahucios, intentando bloquear el Parlament catalán de
forma no violenta para visibilizar los recortes y montando asambleas
en sus barrios y pueblos para descentralizar el movimiento. Los
zombis no están donde y cuando los periodistas están buscando. Sin
embargo, al caer la noche, en este caso el 19J, los zombis salen de su
letargo y la manifestación supera las expectativas en todas las
capitales.
Llegó el verano y con él las habituales no-noticias. Cada día de la
semana se estaban parando desahucios, pero fue la JMJ el nuevo
acta de defunción del movimiento. Los “incidentes”, aceptando una
interpretación tan flexible de la palabra como la que tenemos que
hacer para llamar a ciertas personas periodistas, entre personas que
habían acudido al acto del Papa y personas que no estaban de
acuerdo en la subvención pública del evento, fue la nueva excusa
para tildar al movimiento de anticlerical y violento. De nada
importó que la manifestación hubiera sido convocada por
organizaciones no ligadas al 15-M como Europa Laica. Como en la
película Shaun of the Dead (titulada aquí como Zombis Party),
donde se establece un juego constante entre infectados y no
infectados que consiste en encontrar las diferencias entre un zombi y
una persona que va a su trabajo medio dormida en un autobús o un
borracho a la puerta de un pub, en esta ocasión los periodistas ven
indignados donde quieren. La convocatoria de encuentros 15M-JMJ
(posiblemente una de las ideas más inteligentes que ha tenido el
movimiento para evitar caer en las agendas que no le son propias)
rompe la idea de que infectados y no infectados pueden convivir, tal
y como ocurre en esta peli de ficción.
Pasó el verano y los medios asociaron las primeras tomas de edificios
para el alojamiento de personas desahuciadas con una radicalización (en
sentido peyorativo) del movimiento. A pesar que arrancaba la
ocupación de Wall Street, consideraban practicamente agotado el
movimiento en este país sin entender que era un nuevo foco de
infección del mismo virus que arrancó en Tunez, Egipto y Wisconsin
entre finales de 2010 y principios de 2011. Como en la saga Resident Evil (para
muchos la única saga que ha sido capaz de trasladar fielmente un
videojuego a la gran pantalla), la infección tiene como objetivo ser
global, y las dos primeras películas son una primera
experimentación, como las realizadas en la zona euromediterranea y
Winsconsin. Mientras tanto, los periodistas españoles se esforzaban
en encontrar diferencias entre ambos movimientos entre Occupy y el
15M para apoyar uno y deslegitimar otro. La convocatoria global del
15 de Octubre y, de nuevo, la superación de todas las previsiones
hicieron que el movimiento demostrara estar en su mejor momento y
con capacidad de convocatoria internacional.
Nada evitó que tres semanas después volvieron a la prensa las dudas
de si el movimiento estaba agotado. Llegaron las elecciones del 20N, 28 semanas después
del 15M, y al igual que en la película con el mismo nombre, las
autoridades dan por controlada la infección. Todo ello a pesar de
que había tres acciones electorales ligadas al movimiento: Dorakiyatu (convocada por DRY con el objetivo de denunciar mesa a mesa la ley electoral), AritmEtica20N
(para orientar un voto útil crítico con el PP-PSOE) y
@CajeroElectoral o #VotaEnTuBanco (una acción simbólica para votar a
los que gobiernan de verdad). La realidad es que al movimiento no
le interesaban ya las elecciones porque había descubierto que los
políticos son títeres del poder económico y durante la campaña
electoral, en muchas ciudades, la infección se extendió
territorializando las luchas, es decir, mediante la ocupación de
espacios tanto para personas desahuciadas como para actividades
sociales. Cuando las autoridades consideraban que ya estaba todo
bajo control, un simple descuido, el beso en la película o el
desalojo del HotelMadrid en nuestra realidad, supuso un nuevo brote
de infección e indignación con una toma de espacios en esta ciudad
(muy descoordinada y sin contar con las propias afectadas, también
hay que decirlo).
Por desgracia, esta sensación de continuo resurgir de la muerte no
sólo se vive en los medios convencionales. En las voces de activistas o
discusiones de asambleas también se repite esta opinión. Está bien
hacer autocrítica, pero si la crítica no es razonable nos exigimos más
de lo que realmente podemos hacer. No, no se puede pensar que un
movimiento social está agotado por no convocar un evento global una
vez al mes. Otro fallo por nuestra parte es culpar a la gente que no
acude a la convocatorias, en vez de preguntar a esas mismas personas
si la convocatoria tiene sentido, si les interesa o si es útil
convocar una concentración un día laborable por la mañana. Mucha de
la culpa de esta necesidad de resultados inmediatos no la tiene
exclusivamente la prensa (que también), sino nuestras propias
herramientas. Como dice Raúl Minchinela, el peligro de Twitter es que
todo sucede tan rápido que nos parece estar viviendo en un eterno
pasado, y nos hace creer que un movimiento que apenas debería
balbucear tras sólo un año de vida desde la revolución de Túnez, es
ya historia. Recordemos que como buenos zombis, vamos lentos, pero
llegaremos lejos.
Txarlie – @axebra
Madrilonia
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