sábado, 17 de diciembre de 2011

Crónica de un desahucio

De acuerdo a las cifras que la Plataforma de Afectados por la Hipoteca -PAH- tiene recogidas, se producen en España más de 200 desahucios cada día; según sus propias palabras “son auténticas armas de destrucción masiva que amenazan la cohesión social de nuestras ciudades y pueblos, una condena a la exclusión, un ataque a nuestros proyectos de vida y a nuestra dignidad..” La PAH es una asociación gratuita que se creó en febrero de 2009 en Barcelona; a día de hoy ha logrado parar desde el 3 de noviembre de 2010, fecha de su primera actuación, más de 100 desahucios. Visto así, su éxito estribaría en unos objetivos que sólo alcanzan a la mitad de desahucios de un sólo día del año. Sin embargo, su fortaleza se basa en su permanente lucha por la búsqueda de la equidad, la visión del problema para pedir justicia, esa conciencia necesaria para alcanzar que se cumpla con un derecho fundamental, la vivienda,que a su vez, debe ser amparada por el estado, las administraciones y las leyes; mientras, cada día se mueven de sus hogares a una media en torno a las 1.000 personas sin que nadie reaccione para superar la ineficacia a todos los niveles. Toda la ayuda va para los que han provocado la crisis ; parece mentira que existiendo tantos dramas humanos, aún no se haya conseguido sacar adelante la dación en pago y que no se hayan articulado medidas que los palíen o resuelvan. Todos estamos pagando por los errores políticos de un sistema productivo basado en el ladrillo y la especulación; medios que han tenido apoyo desde todas las administraciones y que tienen nombres y apellidos.

Si Vds. no han acudido nunca a un desahucio sería conveniente que lo hicieran, se aprende mucho además de colaborar a ayudar a personas. a las que el infortunio coloca en una situación tremendamente trágica, más aún cuando los encargados de auxiliarles se convierten en sus verdugos. Prima el poder sobre la razón, la ambición sobre la humanidad, el mercantilismo sobre los derechos humanos y, lo que es peor, sale la violencia contenida por la rabia del ser acomplejado, del mandado impersonal que, con casco y forrado hasta los dientes, parece no cuestionarse que ataca a un semejante por más que lo ignore; lo que degrada su personalidad y deprime la posibilidad de familias enteras en las que hay niños, ancianos; sencillamente ciudadanos y ciudadanas, a los que el propio sistema obliga a la marginación, siendo culpable de su funesto desarrollo, y acaba arrebatándoles el techo. Es aún más espantoso cuando los demandantes, para mayor retórica, son organismos de carácter público como lo son el Instituto Municipal de la Vivienda o el IVIMA, por citar ejemplos típicos con los que empezamos a familiarizarnos en Madrid. Que yo sepa, tras uno y otro, estamos los mismísimos madrileños, ignorantes de formar parte de este circo justiciero en el que se están aplicando los principios de la ley de la selva. Respecto a los acomplejados no vale decir que son profesionales, ellos saben perfectamente que están actuando muy mal.

Si Vds. no han ido nunca a un desahucio, tienen multitud de oportunidades ahora. Aunque el embargo no ha sido nunca ajeno al propio sistema a lo largo de la historia, en este tiempo está en pleno auge y se ha convertido en la actividad de moda (cada día más) para el entrenamiento de las distintas fuerzas del orden; esas que deberían estar, en cambio, protegiendo a las familias; a esos niños y niñas y a muchos y muchas ancianas que, a su edad, se ven abocados tras su culminación a vivir debajo de un puente, si no existe solución alternativa. En cualquier caso, siempre será una solución insensible e inadecuada cuando más necesitan tranquilidad y sosiego. Pero cualquiera de esos arreglos obligados carecen de sentido; más, en casos en los que los organismos que les han de proveer cobijo, son los que han pedido que les saquen con violencia de sus casas y de sus hogares.

Les puedo decir que yo si he estado en algún desahucio; puedo asegurarles que es una imagen surrealista desde los primeros momentos. Se genera un espectáculo indescriptible de solidaridad y de amor por las personas, junto a un añadido de exabruptos por la defensa de lo material. La persona frente a la materia. El espíritu y el alma , la conciencia, frente al dinero y el mercantilismo, la mayor parte de las veces enmascarando la especulación, nacida del vicio por el poder y por el dominio de los semejantes.

Si deciden asistir a un desahucio, palabra triste e insolidaria, podrán ver muchas personas simpatizantes del vecindario;  vecinos llegados desde puntos más o menos cercanos;  activistas que quieren cambiar el mundo de los mercados para convertirlo en el de las personas. Todas ellas llegan optimistas, decididas a cubrir con sus propios cuerpos a quienes van a ser despojados de lo que es, desde hace mucho tiempo, uno de los derechos humanos fundamentales. Verán también cómo llegan los medios, y cada vez más los extranjeros; quieren atestiguar si es verdad esa obscenidad que les han contado; ver cómo se despoja a una familia de su casa; de su hogar; de su espacio de privacidad, para convertirlo en su espacio de publicidad. Y a todo ello se sumarán números y números de las distintas policías, depende del grado de importancia del que reclama; unos y otros, trabajadores a los que pagamos con el sudor de nuestra propia frente, incluso proveniente de la frente de quienes va a ser expropiados, sacados y lanzados al abismo de la calle. Rodean el circuito anexo, esas que se denomina lecheras, ¿Por qué será? Cuya gasolina, cuya compra, cuyo mantenimiento, también pagamos con nuestro mismo esfuerzo.

La escena, no tiene desperdicio visual y emociona tanto, como puede hacerlo una obra creativa que mezcla realidad e imaginación, trasfondo íntimo subjetivo con expresionismo constatado. Cierren los ojos y vean a muchas personas delante de la vivienda a tomar; véanlas entrelazando sus brazos en una línea continuada de unión y fuerza moral; enfrente, de pie, muchos de aquellos uniformados, también aquéllas, otean desde la enemistad; sacan sus porras; estiran sus manos; cogen de aquí y allá; estiran; arrastran; desenganchan a unos de los otros; retiran; empujan; agreden …….y los otros gritan; chillan; cantan; denuncian; exigen; reclaman; piden a voces que oigan a la humanidad; piden a voces que sean humanos o den muestras de alguna humanidad. Un poco más retirados, pero casi encima, se oyen, o no se oyen, disparos y disparos y más disparos, provenientes de distintos tipos de cámaras; de imágenes fijas o de imágenes en movimiento. Son imágenes que después te sacarán el alma del cuerpo y te producirán esa lágrima que, en el momento álgido de este surrealista momento, no fuiste capaz de verter. Y llegan desde el juzgado, cuando deciden ir, y desde la parte obstinadamente ofendida, cuando tienen reaños para hacerlo, y son abordados por abogados o mediadores de la familia agredida; esa que va acabar en un lugar extraño, un poco tiempo después, si la acción popular no lo remedia.

Si Vds. no han acudido aún a ningún desahucio vayan, pero vayan pronto; se les caerán muchos velos y empezarán a comprender que las cosas no son blancas o negras; hay una larguísima línea llena de matices grises que si es mínimamente humano, humana, y solidario, solidaria, le harán decantarse directamente por ayudar y proteger a la familia y, sobre todo, por arremeter contra quienes arropándose de una autoridad que les hemos dado nosotros no mueven ni un solo gesto, ni un solo músculo.

Y luego dirán que son fuerzas del orden; pero no dicen que se refieren al orden de los mercados, no de las personas de bien.

Mª Carmen Esbrí
Coordinadora Observatorio Servicios Públicos de Attac Madrid
http://www.attacmadrid.org/?p=6076

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