
El 15 de octubre del 2011 marcó un hito en la emergencia de los
movimientos sociales en la era internet. Cientos de miles de personas se
manifestaron en más de mil ciudades de 82 países respondiendo a una
convocatoria inicialmente sugerida por un grupo de Facebook llamado
Propuestas Post-15M y asumida por Democracia-Real-Ya-Internacional y
Takethesquare. La iniciativa se perfiló en una reunión de redes de
activistas en Barcelona a inicios de septiembre convocando la
manifestación global del 15-0 bajo el lema #unitedforglobalchange.
Los manifestantes criticaban al capitalismo financiero causante de la
crisis y a gobiernos percibidos como estando a su servicio. No hubo
líderes ni comité de dirección. Sólo asambleas y redes locales
conectadas en redes globales.
Paralelamnte surgió otra iniciativa en julio de la revista Adbusters,
radicada en Vancouver y especializada en la crítica de la publicidad.
Difundió en internet la imagen de una bailarina danzando sobre el toro
de Wall Street con una frase: "Nuestra única demanda: ocupa Wall Street.
El 17 de septiembre ven con tu tienda". Esa fecha es el día de la
Constitución de EE.UU. y la demanda era separar dinero y política. A
partir de ahí grupos diversos empezaron a preparar la ocupación. Y
simultáneamente indignados en todo el mundo decidieron por su cuenta asediar los centros financieros de sus países.
Tras las revoluciones árabes, las revueltas en Grecia, los indignados en
España y Europa, la masiva movilización contra el Gobierno en Israel y
la rápida difusión de ocupaciones y manifestaciones, con apoyo de los
sindicatos en cientos de ciudades de EE.UU., la convergencia de las
protestas el 15-0 señaló el carácter global del movimiento. Pero cada
cual incluye sus propias reivindicaciones y proclamas. En Barcelona una
asamblea propuso pasar "de la indignación a la acción" con el lema
"Nuestras vidas o sus beneficios". En Madrid y otros lugares fueron
consignas distintas. Y la web de los acampados de Nueva York hizo
explicita la conexión entre movimientos: "De Tahrir Square a Times
Square".
Y es que no hace falta liderazgo porque cualquier iniciativa se
difunde viralmente por internet, sumándose a ella quienes están de
acuerdo y añadiendo de su propia cosecha. Si hubiese un comité global de
dirección sólo pequeños grupos de activistas se darían por aludidos. Si
hoy se puede hablar del nacimiento de un nuevo movimiento social de
alcance global es porque carece de liderazgo o ideología unificada y por
disponer de internet como plataforma flexible de difusión de
iniciativas, debate de ideas y coordinación de acciones.
Este movimiento en continua metamorfosis no puede ser encasillado
política o ideológicamente. La inmensa mayoría son gente de todas edades
y opiniones que se indignan por diversos motivos y coinciden en que no
tienen confianza en los actuales canales de representación política. De
ahí que intelectuales y dirigentes políticos vaticinan día tras día su
disgregación mientras sigue subiendo como la espuma. O bien, tras
reconocer su fuerza a regañadientes, acaban desdeñándolo por no tener
resultados concretos, por no organizarse en un proyecto político. Tales
actitudes revelan un desconocimiento de la práctica de los movimientos
sociales en la historia. Los movimientos sociales tienen efectos
políticos, frecuentemente fundamentales, pero no son políticos en el
sentido tradicional del término, no se refieren a la ocupación del
Estado. Los movimientos cambian la mentalidad de las personas y, por
tanto, los valores de la sociedad, son fuente de creación y cambio
social. Los partidos políticos trabajan sobre lo que ocurre en la
sociedad para gestionar las instituciones que rigen la vida social.
Cuando las instituciones pueden escabullirse del control ciudadano,
parece que el poder es de los partidos y todo depende de resultados
electorales. Pero cuando surge una distancia creciente entre
representantes y representados, cuando el modelo económico, ecológico,
de protección social o de modo de vida entra en crisis o es cuestionado,
entonces los movimientos sociales son la fuente de renovación de la
sociedad, el único antídoto contra la esclerosis de una política
sometida a las fuerzas irracionales del mercado y a las racionales de la
codicia.
Sin embargo, dícese, toda esa energía social tiene que canalizarse en
opciones políticas. No siempre. Hay distintos ritmos del paso de lo
social a lo político: lentos en periodos de estabilización, acelerados
en momentos de crisis en donde se busca una nueva política. Por eso las
crisis conducen a veces a opciones demagógicas y líderes populistas,
paladines de la xenofobia y aventureros de la violencia. Pero también
surgen voces y prácticas de profundización de la democracia que van
cambiando las reglas del juego. Algunos partidos aprenden la lección y
se apuntan al cambio para sobrevivir. Otros se atrincheran y
descalifican. En ciertos casos se desintegran y a la clase política
existente la echan a gorrazos, mientras su espacio empieza a ser ocupado
por nuevos actores políticos impensables hasta entonces (ecologistas,
piratas, alianzas electorales en torno a principios democráticos
(control de los bancos, reforma de elecciones) o en defensa del respeto
de derechos sociales (salud, educación, vivienda) ) en contraste con los
partidos que aparentan defender intereses generales pero que en
realidad defienden los del partido. Las formas de transformación
política son variopintas y contextuales. Requieren movilización y
tiempo. Y sólo son eficaces situándose fuera del sistema político para
obligarlo a cambiar: vaciándolo de votos mientras no haya opciones
válidas, imponiendo fórmulas de control de la gestión con desobediencia
civil a políticas contrarias a los programas votados, defendiendo el
control del ciudadano sobre el uso específico de sus impuestos,
etcétera.
La única opción no es votar por uno u otro. Puede ser también
elaborar e imponer reformas políticas que aseguren la participación
ciudadana en decisiones concretas, mande quien mande. Cuanto más
funcione la democracia participativa más efectiva será la democracia
representativa. Otra política es posible. Pero sólo tomará forma tras un
periodo de indignación y acción. La vida no termina el 20-N. De hecho
acaba de empezar.
Manuel Castells
La Vanguardia
No hay comentarios:
Publicar un comentario