Salgo a la calle el 15 de octubre porque vivimos dentro de relaciones
criminales: la fortuna conjunta de los 225 multimillonarios más ricos
del mundo equivale al ingreso anual del 47% más pobre de los habitantes
del planeta. Salgo a la calle el 15 de octubre porque el coste del
desarrollo de un misil balístico transcontinental podría alimentar a 50
millones de niños y niñas, construir 160.000 escuelas y abrir 340.000
centros de salud; porque el coste de un submarino nuclear es igual al
presupuesto anual de educación de 23 países empobrecidos. El capitalismo
es un orden social caníbal, y nuestro silencio facilita que se devore a
nuestros semejantes y como decía Atahualpa Yupanqui “hay algo más
importante que saber si existe dios, y es que nadie escupa sangre para
que otro viva mejor”.
Salgo a la calle el 15-O para pedir un
cambio global, porque estoy indignado de que más de 1.000 millones de
personas viven en la pobreza extrema y 820 millones pasan hambre de
forma continuada; de que 24.000 personas mueran diariamente de hambruna y
30.000 niños y niñas por causas relacionadas con la pobreza. Porque
estoy cansado de que las Naciones Unidas pidan año tras año 70.000
millones para acabar con eso, 200 veces menos de lo que le hemos dado a
los bancos, y que nunca haya dinero para acabar con la pobreza y con el
hambre, y siempre haya el dinero que sea necesario para “salvar” a los
bancos y a las corporaciones financieras.
Salgo a la calle el
15-O porque hemos legitimado el mercado para decidir sobre nuestras
vidas. Y si lo dejamos solo, no sólo destrozarán la tierra, sino que sus
sistemas sólo permitirán que subsista el 20% más rico del mundo. Como
ellos dicen, coge lo mejor y tira el resto a la basura.
El 15-O
salgo a la calle contra el paro y los recortes sociales en Europa que
provocan la banca y el bipartidismo. Salgo a la calle el 15-O reclamando
una alternativa a las imposiciones de austeridad que sólo sufrimos las
mayorías sociales. No hay una sola prueba de que este modelo de salida
de la crisis funcione, las políticas de austeridad se asumen como
dogmas. Toda esta ideología neoliberal parte de un supuesto de fe
indemostrado e indemostrable: el “mercado” nos trae la salvación. Y no
hay “mito” más extraordinario de la ciencia económica: es difícil
encontrar otro caso donde los hechos contradicen tanto una teoría. En
esta nueva religión, el crecimiento de los beneficios del mercado es el
único dios y cualquier medida que pudiera reducirlos, es considerada por
las creyentes una herejía. Sin embargo las consecuencias ya las
sufrimos desde hace tiempo. Ningún economista de los que hoy recetan la
austeridad puede poner sobre la mesa un ejemplo de salida exitosa de la
crisis recortando derechos y agudizando la brecha entre ricos y pobres.
Más bien al contrario, ejemplos como Grecia o Argentina demuestran que
los recortes sólo generan más recesión y precariedad.
Esta salida
neoliberal de la crisis no es sólo antisocial, sino profundamente
antidemocrática: ni un sólo gobierno de los que hoy aplica recortes los
llevaba en su programa electoral. Es su atención a las demandas de los
mercados y no a las de la ciudadanía que les votó, la causa de esta
situación. Las reformas laborales y de las pensiones, los ataques a la
sanidad y a la educación pública, la falta de acceso a una vivienda
digna, los rescates a la banca, las privatizaciones de lo público son la
salida neoliberal de la crisis pactada por los mercados, y sancionada
por el PP y el PSOE.
El debate político central en España es el
debate de las salidas que se dan a la crisis, y que supone una
confrontación política entre la salida neoliberal de los recortes
sociales y de los retrocesos democráticos, o una salida social en torno
al empleo y la democracia participativa.
El objetivo de la salida
neoliberal es imponer un ajuste salarial permanente por medio de la
reforma laboral y de la negociación colectiva, por medio de la reducción
del gasto público y del sector público para financiar la deuda del
sector privado, y en especial de la banca y por medio de los programas
de ajuste estructural, y que de triunfar, traerá consigo una verdadera
dictadura de los mercados contra la ciudadanía. Los tres instrumentos
principales para lograr este objetivo son los recortes presupuestarios,
las privatizaciones, en especial de las Cajas de ahorro, y el ataque al
sistema público de pensiones.
Esto explica la imposición exterior
de una reforma de la Constitución cuyo aspecto central ha sido la de
marcar la prioridad absoluta del pago del servicio de la deuda, frente a
cualquier otra necesidad social o económica.
La asunción de una
política de ajuste salarial permanente, solo será posible por medio de
un retroceso sin precedentes de las condiciones sociales y laborales de
la mayoría social, junto a un ataque importante a los mecanismos de
participación democrática y de la propia soberanía nacional de nuestro
país.
Por eso yo salgo a la calle el 15 de octubre para luchar
por una salida social que destine nuestros impuestos no a rescatar a los
bancos y a las entidades financieras, sino a acabar con el paro, la
deuda de las familias, el problema de la vivienda, la usura de la banca
privada y la falta de Estado social. Yo salgo a la calle el 15 de
octubre para que no gobiernen los mercados, con la sumisión clamorosa de
los grandes partidos que tratan de calmarlos ofreciéndoles en
sacrificio nuestro sudor y nuestra sangre, sino para que establezcamos
un gobierno de la ciudadanía basado en la democracia participativa, con
una inmediata reforma electoral, con mecanismos de democracia directa y
de separación de lo político con el mundo de la empresa (combatiendo la
corrupción) y la recuperación de la soberanía nacional.
Por eso
necesitamos articular una respuesta junto al resto de los sectores
sociales afectados, de las personas, los colectivos y los movimientos
sociales para crear herramientas democráticas que sirvan para demostrar
nuestro rechazo este saqueo organizado de nuestros recursos y nuestra
voluntad de que sean ellos -los ricos, los políticos y los banqueros-
quienes paguen por la crisis que han provocado. Estamos hartos de
intentar curar los síntomas de un modelo económico –hospitales sin
recursos, gentes ‘sin techo’, cárceles abarrotadas, muertos diarios por
hambre, cambio climático-, por eso la única opción que queda es ‘anular’
el sistema que se esconde tras esos síntomas. Por eso queremos un
cambio global.
Enrique Javier Díez Gutiérrez es profesor de la Universidad de León.
Rebelión
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=137534&titular=por-qu%E9-salgo-a-la-calle-el-15-o-
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