Mariano Rajoy y Alfredo Pérez
Rubalcaba sólo pueden aspirar a gestionar el deslizamiento de la
democracia hacia nuevas formas de participación. Se están trasladando
hacia la periferia de la política. Los ciudadanos no ceden el
protagonismo que demandan y que las tecnologías ponen al alcance de su
mano. Estamos en las puertas de un nuevo paradigma de la democracia.
Es un orgullo inmenso haber participado
en la primera movilización global. El día de mañana recordaremos lo que
hicimos ayer con inmensa satisfacción. Estoy convencido de que es una
fecha para la leyenda.
Más de noventa países del mundo acogiero
cientos de manifestaciones ciudadanas que no tienen un liderazgo
concreto sino la suma de las aspiraciones de recuperar la dignidad de la
política y su supremacía sobre los intereses económicos de los
poderosos.
Con todas las dificultades que conllevan
los movimientos desvertebrados, lo ocurrido hoy en tantos rincones
distintos y distantes del mundo anuncia un nuevo paradigma democrático
en una insurrección sigilosa, pacífica y decidida que muestra la
indignación de las personas comunes frente a la ineficacia del actual
sistema democrático, tal y como está concebido. El paso de la
indignación a la rebeldía ya se ha dado.
La globalización de la indignación está
provocando la internacionalización articulada de la rebeldía. Los
líderes políticos han demostrado, sin excepciones, que no han entendido
nada de las lecciones inevitables de esta crisis sistémica. En el mejor
de los casos, y también resulta patético, la gran esperanza del siglo
XXI, Barack Obama, ha explicitado su impotencia al afirmar que entiende las razones de los indignados.
¿Entiende, pero no puede hacer nada desde el inmenso poder que se le
suponía al presidente de los Estados Unidos de Norteamérica?
Mariano Rajoy, Alfredo Pérez Rubalcaba y
el extinto presidente Zapatero se deslizan hacia la periferia de la
política. No han entendido nada de lo que está ocurriendo. Su aceptación
de las reglas de juego de los mercados les incapacita para ser
alternativa de futuro. A lo que aspiran, aunque todavía no lo sepan, es a
gestionar el desprendimiento de la democracia, tal y como la conocemos
hoy, del epicentro de la vida de los ciudadanos que empiezan a reclamar
un cambio del sistema y del paradigma de la democracia.
Lo que está ocurriendo con la rebeldía
trasladada a la globalización no se puede entender todavía. Forma parte
del relato que la historia reserva para las grandes transformaciones.
Las próximas décadas serán más aceleradas que las que promovieron la
ilustración, la revolución francesa o la aparición del comunismo. Las
tecnologías empujan las nuevas transformaciones con la rapidez que da la
instantaneidad de la información. En Madrid se observaba la excepción
de la violencia de Roma, la tensión de Berlín y la esperanza caminando
por las calles de Santiago de Chile. Todo en tiempo real, sin filtros
interesados de los medios de comunicación que antes eran poderosos.
Ahora no se puede impedir la transparencia.
Estamos en marcha hacia un nuevo modelo
social en el que los ciudadanos van a arrasar el actual sistema de
intermediación y representación para sustituirlo por otro que devuelva
la dignidad a la política, que institucionalice el control democrático
de la economía y que garantice el equilibrio social en la redistribución
de la riqueza. Quienes todavía no se han dado cuenta debieran montarse
en esta rebelión para no quedarse anclados en el pasado.
Carlos Carnicero
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