Los jóvenes de los países árabes en la calle, gritando contra los
dictadores, pidiendo democracia, merecieron hace unos meses su palabra:
primavera; el ojo que los miraba y la voz que hablaba de ellos los ubicó
allí, en lo turgente, en lo que nace, en el ciclo que se abre.
Ahora
ese ojo no ve nada que nazca ni que se abra: otras varas y miras más
estrechas y aisladas se fijan sobre los jóvenes norteamericanos, aunque
el ojo sea el mismo. Ahora que reventaron las alcantarillas de entrecasa
y por ellas salieron los indignados norteamericanos, ahora que ya no
son sus negros o sus hispanos los que protagonizan alguna protesta
callejera, sino los norteamericanos pura cepa, los presuntamente
admitidos en el sistema, la voz que nombra las cosas no habla de
primavera ni alienta el ánimo que los embriaga.
Esos jóvenes no
serán, como sus coetáneos árabes, analizados como emergentes de un deseo
profundo y colectivo, ni sus gritos serán escuchados como un deseo de
libertad y justicia. Los ocupantes de Wall Street cargan con la mirada
despectiva del ojo global que los mira, y que está mareado. Desde hace
meses, casi todo este año, hubo demasiadas plazas que mirar. Hubo una
tanza débil pero extendida desde aquella plaza Tahrir de El Cairo al
puente de Brooklyn. Es todavía difícil descifrar de qué está hecha, qué
corre exactamente en su interior. Desde las plazas revolucionarias de
Africa a estas performances más parecidas a los actings de Greenpeace
que al Mayo del ’68 hubo muchas otras escenas replicantes de un mismo
grito dicho en diferentes lenguas y en diversos grados de intensidad.
Hubo sonidos guturales en Londres incendiada, hubo y hay intentos
urgentes de organización en España, hay revueltas reprimidas casi a
diario en Atenas, hay un grito que resuena en Israel, y de todo ese
enorme mosaico generacional de todo el mundo emerge apenas un nombre, el
de una chica, Camila Vallejo, la dirigente comunista de la FE chilena.
La de los estudiantes es la protesta de nuestra región, la que nos
corresponde, y su sentido va en el rumbo del contexto en el que emerge.
Pero los estudiantes chilenos piden lo mismo que los jóvenes israelíes o
los norteamericanos; piden Estado.
Sobre los norteamericanos,
para empezar, la televisión dice que son pocos hace ya dos semanas, y
aunque llenaron el puente de Brooklyn y fueron apaleados y masivamente
detenidos, aunque la irrupción fue igual que en todas partes, como una
urticaria, en ronchas que le salen al sistema en las plazas de todo el
país, la televisión insiste en que son pocos y que no saben lo que
quieren.
Claro que no saben lo que quieren, porque todavía están
en la fase de la percepción. Esto es lo que pasa cuando lo que sucede en
la realidad va a contramano del relato que pretenden los grandes
medios: los conceptos tardan en llegar, no hay líderes, hay estado
asambleario, que es lo contrario de lo que aporta la televisión: siempre
una respuesta inmediata, aunque sea falsa; siempre cualquier cosa para
llenar el vacío.
Esos jóvenes norteamericanos de pronto se vienen
a dar cuenta de que también van por ellos, y no esperan a que vengan
primero por los otros. En los últimos años el sistema neoliberal ha
convertido en bárbaros hasta a sus hijos. El sistema los ofrece en
sacrificio: mientras a Grecia le exigen que para sobrevivir se mate,
esos jóvenes leen que su propio futuro ha sido hipotecado como las casas
que en 2008 miles de norteamericanos tuvieron que devolver. Es un
mazazo en la nuca de la población mundial: es que se ha corrido un velo,
se le ve al mago la paloma en la manga. El truco neoliberal es una
fractura expuesta.
El ojo que los mira y la voz que habla de
ellos entró en un desconcierto. Es el mismo ojo y la misma voz, siempre.
Es el ojo del dueño, el ojo de la gran pauta publicitaria, el del
accionista del banco o la corporación diversificada. Un ojo estrábico y
una voz ambigua, porque la voz no es la del dueño, sino la del
periodista que en los mejores casos ha sido contratado porque su punto
de vista es afín. No es ningún secreto, no es ninguna sorpresa. Siempre
fue así y son ésas las reglas. Pero el mundo se volvió un poco loco, y
ahora el Banco Europeo parece adjudicarse todos los poderes ejecutivos
de la Eurozona, y no hay más política. Hay recetas y ya sabemos: no
sirven y los países estallan.
Esta generación de jóvenes globales
que leen la realidad más a través de sus propias redes sociales que a
través de los medios convencionales, trae un efecto colateral impensado,
imprevisible. La comunicación está reemplazando al periodismo. El
periodismo está desprestigiado ahora que ya nadie habla del “periodismo
objetivo”. Esa palabra caducó ya hace años, por insostenible. Los
objetos no hablan, los que hablan son sujetos. Aun así, era posible
sostener los contratos con los destinatarios y exhibir el lugar de
emisión, haciendo periodismo desde los datos duros y la opinión o la
interpretación de esos datos. Hubiese podido así la gente cotejar
posiciones y argumentaciones, desde su propio lugar de sujeto social
crítico. Pero los grandes medios se negaron a ese posible juego. Siguen
pretendiendo reflejar la realidad sin hacerse cargo de su posición
política. Los blogs y Facebook son ventanas de oxígeno para discernir
junto con otros qué es lo que pasa. Qué está pasando en este mundo
descontrolado en el que los mercados libran una batalla salvaje contra
la política.
La política entonces reaparece ya no como el ropaje
engañoso que usaron durante tres décadas varias generaciones de
dirigentes que olvidaron que los votos que recibían en las elecciones
los comprometían a la representación de los intereses de sus votantes.
En un momento parecía que no había más esa clase de políticos, y en 2001
se gritó “que se vayan todos”. Ahora quizá podría reinterpretarse esa
frase como un “así no se hace”.
Quizá deberíamos tomar esa punta
del ovillo y preguntarnos qué es, para qué sirve y sobre todo a qué le
llamamos política, ahora que ha quedado claro que mientras varias
generaciones se desligaron del pensamiento político, el mundo quedó en
manos de gente que desprestigió a la política, y así estamos.
Sandra Russo
Página12
No hay comentarios:
Publicar un comentario