Democratizar los medios
Para que una democracia
funcione, la participación es clave. Si votar es el alcance de nuestra
participación, podemos de una vez concluir que vivimos en una farsa
democrática. Por eso, aún no existe la democracia, sólo el anhelo a
ella. Para lograr en verdad llegar a la democracia, debemos ir más allá
de ser espectadores del poder y crear nuestros propios espacios dentro
del poder. Y al mismo tiempo, debemos ir más allá de nosotros mismos e
interactuar (escuchar, debatir y actuar en conjunto) con los espacios de
poder de los demás.
Lo mismo podemos concluir de los medios de
comunicación, y de la información en general. Sino participamos en la
creación de nuestra información, y nos resignamos nada más a ser
lectores pasivos (espectadores) de lo que ocurre alrededor del mundo,
somos vehículos que se pueden manipular fácilmente por aquellos que sí
crean su propia información y la propagan de forma masiva. Nosotros sí
pensamos, pero pensamos lo que otros piensan, hasta que nosotros mismos
podamos llegar a producir e imaginar nuestro propio mundo.
Y
en verdad, para empoderarnos y ser partícipes en una democracia real,
ocupamos tener acceso a información que sea creíble y que nos ayude a
tomar decisiones de acción dentro de nuestra comunidad, y la única forma
de obtenerla es cuando cada ciudadano pueda difundir y comunicar su
propio mensaje en igualdad de condiciones, y sin un intermediario que
filtre y pueda corromper el mensaje.
Por eso, los “medios
cívicos” son aquellos que sean creados por cualquier ciudadano que este
dispuesto a hacerlo, por lo que le da más oportunidades de ser
escuchado, lo cual era un privilegio reservado para aquellos con el
poder financiero, político o profesional para accesar los medios. Los
“medios cívicos” por definición, nos ayudan a participar en la creación
de la información, y por ende, en contribuir dentro de nuestra
comunidades cuando identificamos cuáles son las necesidades y problemas
que enfrentan y cómo podemos llegar a solucionarlos. Estos medios se
convierten en una plataforma para poder comunicar y enlazar gente y
recursos rápidamente y así facilitar el proceso de encontrar soluciones
en conjunto.
Existe aún un oligopolio de la información. Los
medios tradicionales de comunicación hasta este momento, donde unos
pocos definían la información importante y la difundían al resto de la
población, existían porque eran muy díficiles las condiciones para una
alternativa. Para poder producir contenido se ocupaban herramientas (la
imprenta, cámaras de televisión, equipo de radio, etc) que costaban
dinero, y por lo cual una cantidad limitada de personas fueron
encargadas en esta especialidad. El internet, sin embargo, está
cambiando todo. Ahora todos podemos involucrarnos en esta actividad, y
las posibilidades son inmensas.
Podemos colaborar para encontrar
soluciones a problemas comunes (y creo que entre más colaboremos, más
nos daremos cuenta que la mayoría de nuestros problemas sí son comunes),
podemos reorganizar las estructuras del sistema de lo que fue el
periodismo y transformarlo a un espacio que permita más igualdad en la
capacidad creativa, y podemos, quizás, conocernos más a nosotros mismos y
a los demás en este proceso de colaboración y creación. El proceso, y
no el resultado final, guía la conducta de lo que son estos nuevos
medios. Ya que la verdad nunca es definitiva, sólo a través de la
experimentación y debate abierto con otros miembros de nuestra comunidad
nos podremos acercar a ella.
Es este proceso de colaboración
comunal y abierta lo que me apasiona de estos nuevos medios. Y en esta
experimentación, espero descubrir el potencial democrático y
participativo de comunidades apoderándose de sus espacios de información
para así apoderarse de sus espacios políticos.
Liberar los espacios públicos
Siempre
nos dicen que nosotros tenemos el derecho de expresarnos y de entrar en
grupos libremente. Es parte de muchas constituciones políticas, porque
en teoría para que una democracia funcione plenamente se ocupan espacios
donde uno pueda deliberar de forma segura sin amenaza a repercursiones
de ningún tipo. Pero la importancia de expresarnos es también la de ser
escuchados. Nosotros seremos justamente representados si nuestros
intereses son tomados en cuenta, y para que eso ocurra, se ocupan
espacios públicos donde otros nos puedan escuchar, y medios que nos
puedan conectar con aquellos que representan nuestros intereses y tienen
el poder de hacer algo al respecto.
Sin embargo, hay una
paradoja. No podemos expresar nuestros intereses si no sabemos cuáles
son. ¿Qué es lo que queremos o necesitamos en nuestras vidas? A veces la
respuesta no es tan obvia por varias razones. Además, en un mundo
desigual, no todos tenemos igualdad de acceso a las herramientas, y
espacios públicos, para amplificar nuestras voces.
En el primero
de los casos, se ocupa conocimiento: sobre nuestros alrededores, el
contexto en el que nos ubicamos, la vida de los demás y cómo se
relaciona a la nuestra. De manera inmediata, en tiempo y espacio,
siempre lo hemos tenido. Nuestros vecinos nos cuentan algún chisme del
barrio, o mi abuela me cuenta cómo era su vida cuando ella tenía mi
edad. Tal vez el aprendizaje por métodos orales de conocimiento
sirvieron en momentos cuándo las decisiones de nuestras vidas ocurrían a
un nivel más local donde podríamos hablarles directamente a aquellos
con los que teníamos que resolver nuestro problema. Pero con el
crecimiento de las estructuras sociales y de poder sobre nuestra vida,
también aumentó las dimensión del tamaño del mundo que influye en mí, y
más pequeña la posibilidad de yo influir en él.
Pero también nace
dentro del mismo sistema una solución. La prensa, a través de la
industrializacion, ayudó a producir en masa y hacer más barato los
libros, y por ende, hizo más accesible la lectura. La lectura, y el
conocimiento hasta cierto punto, dejó de ser un privilegio y comenzó a
volverse en algo que más personas podían hacer. O sea, el conocimiento
más allá de dictados religiosos y sociales, comenzó a esparcirse y así
las personas podían aprender otros elementos esenciales del mundo en que
vivían. Esta nueva información ayudó a romper con los esquemas sociales
actuales, las autoridades ya no tenían poder total sobre las personas
porque no tenían un monopolio sobre el conocimiento que las mantenían
limitadas a actuar a las realidades que les hacían conocer. Sus realidades cambiaron, y así también el sistema que las definía.
Sin
embargo, las máquinas de imprenta en sí son controladas por sus dueños,
y el mensaje que ellas pueden producir se limita, directa o
indirectamente, por lo que estos capitalistas quieran que se diga o no.
Estos inversores en los medios de comunicación tienen la última palabra y
van a querer que se propaguen libros que quepan dentro de la visión de
vida que tienen: la de competencia libre (menos sí los afecta a ellos),
menos impuestos a los que tienen dinero como ellos para que
supuestamente puedan proveer más trabajo (austeridad fiscal),
capitalismo puro (mientrás que todavía los ayude el gobierno con
concesiones). Sus voces, y sus intereses, se escuchan más fuerte porque
ellos tienen el dinero para comprar los medios de comunicación masiva
que va a distribuir el mensaje al resto de la población. Y por esta
razón, porque nosotros vamos incorporando estos mensajes como sí fueran
nuestros, es cómo nuestras necesidades se adaptan a la de los demás. Lo
mismo ocurrió el siglo pasado con la radio y la televisión.
No
sólo nos es más díficil hacernos escuchar porque los medios masivos de
comunicación pertenecen a unas cuantas entidades privadas, también lo es
encontrar un lugar para hacerlo porque los espacios igual les
pertenece. Naomi Klein lo describe muy bien en su libro, No Logo:
cada espacio en nuestra vida se ha ido comercializando, desde lo
público hasta lo más íntimo, todo con el fin de generar ganancia, y si
nosotros no nos expresamos con este fin, se nos intenta callar ya que
vivimos bajo las reglas de su territorio. El problema es que toda
expresión que no tenga valor comercial no va a merecer la pena ser
escuchada bajo estas circumstancias. En el espacio público, sí se pueden
escuchar opiniones alternativas a las meramente consumistas. La
importancia del espacio público lo explica Sara Carrasco:
“[son]los
únicos espacios con potencial para ser auténticamente democráticos,
donde los ciudadanos y los sectores no representados del público pueden
realizar reivindicaciones colectivas sobre su uso, forma y normativa
aplicable; reivindicaciones que, si se legitiman, pueden servir para
tender puentes que conduzcan a una mayor democratización de los espacios
privados.
Los espacios públicos sirven de territorio de
experimentación en donde la sociedad puede, y a veces no le queda otra
alternativa que hacerlo, confrontar sus divisiones internas. Los
conflictos que se plantean en ellos son un obsequio a través del cual el
conjunto de la sociedad se ve obligado a reconocer las diferencias
físicas, culturales e ideológicas que alberga.”
Por esto
mismo, los espacios públicos, sean físicos o no, son espacios donde uno
puede ser libre para expresarse y ser uno mismo, y al mismo tiempo,
interactuar con otros intentando de enfrentar problemas parecidos para
así, quizá, colaborar y crear algo nuevo. Nosotros creamos nuestra
comunidad en ese espacio, aprendemos y somos creativos en este espacio,
sin la necesidad de comercializarlo.
Pero como lo explica Clay Shirky en su libro, Here Comes Everybody
(Aquí Viene Todo el Mundo), en nuestra realidad globalizada, el
internet y la tecnología actual nos han ofrecido la oportunidad de crear
nuestros propios espacios de comunicación a muy bajo costo que pueden
distribuir nuestros mensajes a lugares que jamás hubieramos podido ser
capaces sin las viejas formas de producción. Los espacios públicos
físicos son más escasos, pero han nacido los digitales. Y hasta cierto
punto, las herramientas digitales han ayudado a abrir las posibilidades
de uso de aquel espacio público físico, como lo fueron en el caso de las
rebeliones en Tunéz y Egipto, y ahora Wall Street. Estos son los nuevos
espacios públicos alternativos, los que nosotros mismos debemos idear
para que se materialicen de forma espontánea, y donde se puedan escuchar
las verdades escondidas e informaciones inconvenientes que se hayan querido silenciar.
Nosotros mismos tenemos la oportunidad de crear nuestros espacios,
nuestros medios, para actuar de formar coordinada con respecto a
nuestros intereses comunes. Como lo han demostrado las asambleas en España y Estados Unidos,
uno puede empoderarse dándole nuevo significado a estos espacios
públicos, abriéndose a la comunidad y encontrando usos alternativos de
participación dentro de ellos.
Pero como mencione antes, para verdaderamente expresarnos, debemos también ser escuchados, y por medio de estos espacios digitales
organizarnos con otros espacios para abrir aún más espacios públicos
físicos en los que podamos participar y experimentar creativamente.
Amauta esta proponiendo un posible modelo para formular una red
interconectada de espacios de expresión, participación y colaboración,
que se puede leer aquí.
Noam Chomsky, en una entrevista, dió un ejemplo del potencial de los espacios públicos en la participación creativa:
“Hace
aproximadamente 15 años, estuve en Brasil, viajé mucho por allí con
Lula en aquel tiempo. Él todavía no era el presidente. Me llevó una vez a
un gran suburbio en las afueras de Rió de Janeiro, con un par de
millones de personas, un barrio pobre. Y tenía un gran espacio abierto,
una especie de plaza al aire libre. Es un país semi-tropical, todo mundo
estaba afuera, era de noche. Un pequeño grupo de periodistas y
profesionales, de Río, salían por la noche en un camión, y lo
estacionaban en el medio de la plaza. El camión tenía una pantalla
encima y un equipo de transmisión. Y lo que ellos transmitían eran
parodias escritas, actuadas y dirigidas por gente de la comunidad. Así,
la población local presentaba sus parodias. Una de las actrices, una
chica de unos 17 años talvez, caminaba entre la multitud con un
micrófono invitando a la gente a comentar –un montón de gente estaba
allí, estaban interesados, estaban viendo, tú sabes, gente sentada en
barras de metal, o dando vueltas por el lugar-, y así comentaban sobre
lo que vieron, y lo que decían era transmitido, ya sabes, había una
pantalla detrás que mostraba lo que la persona decía, y después otra
gente comentaba. Y las parodias eran significativas…sobre la crisis de
la deuda, o sobre el SIDA… Es la participación directa en la
creatividad. Y era una cosa muy imaginativa a realizar, creo. No sé si
aún se lleva a cabo, pero es uno de los muchos modelos posibles.”
Eric French Monge
Revista Amauta
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