¿Y si el 15-O se manifestasen en España diez millones de ciudadanos?
¿Qué pasaría? Que los Gobiernos del mundo tendrían que hacerles caso o
dimitir, o sea, dimitir. ¿Es posible que se manifiesten? Por supuesto.
¿Por qué no ocurrirá? Porque los españoles son indolentes.
¿Y qué busca el 15-O? Manifestar el descontento y la injusticia.
¿Será pacíficamente? Claro. ¿No lo fue la manifestación en contra de la
guerra de Irak, que reunió, ésa sí, a un millón de personas?
Pero ¿qué más significa el 15-O? Algunos lectores llevan días
diciéndolo: un pensar diferente, la esperanza de los desesperados, el
todo para los sin nada, una sacudida en la conciencia mundial, decir
aquí estamos, prestos, enseñarles las garras, que, temerosos, nos
respeten, que sepan que La Resistencia ha comenzado en serio, que somos
la sal de la tierra, que nunca más nos vamos a dejar avasallar, que no
queremos una revolución violenta, es la manifestación de la dignidad, el
principio de la unidad real, el momento de ser persona, de no evadirse y
camuflarse, el momento de la verdad.
¿Y si es un fracaso? Sería el fracaso por la estulticia humana, de la
inviabilidad de la cordura, de la farsa de la solidaridad, del
compañeros y compañeras, sería la vuelta a los distante, al odio, sí, al
odio hacia los de arriba porque los de abajo se han declarado inútiles e
insolventes, la vuelta a los mensajes de falsas protestas y falsas
concesiones, sería el fin de la aventura, habrían ganado los de siempre.
Sería el fracaso de nuestros hijos. Sepan quienes se abstengan que
soñar ya no será gratis después del 15-O.
15-O, ni hundido un submarino, ni tocado uno de cuatro, la fecha en
que comienza España. No matemos nuestras propias ilusiones, las tenemos
al alcance de nuestros pies con nuestra presencia. 15-O, la Convención
de los Decentes en los Palacios de Otoño de las calles. Antes de las
barricadas.
¿Acudirá algún político? A ése es al que hay que votar el 20-N.
Arturo González
Público
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