Pascual Serrano, uno de los fundadores del periódico digital Rebelion.org,
comparte con DIAGONAL su visión crítica sobre la articulación de la
democracia dentro del sistema capitalista y el papel que juegan los
medios en su consolidación.
DIAGONAL: ¿Con qué principios debería contar un sistema democrático? ¿Es posible en el Estado español?
PASCUAL SERRANO:
Debería garantizar una serie de derechos sociales, y sólo después de su
cumplimiento podría garantizarse un sistema democrático. Si un
ciudadano no tiene garantizado el derecho a la salud, educación,
vivienda, trabajo, alimentación...no tiene sentido decir que existe
democracia porque se pueda crear un partido político o votar en unas
elecciones.
En el Estado español no está garantizada la vivienda, el trabajo o la alimentación.
No existe una ley electoral justa, no existe un panorama informativo
plural y participativo. Y, por último, ahora vemos que los gobiernos no
son capaces de definir su propia política porque actúan dirigidos y al
servicio de los mercados. En conclusión, nuestra democracia necesita un
gobierno que gobierne, y en nuestro capitalismo los gobiernos solo
gestionan las condiciones impuestas por el mercado. A eso hay que añadir
la garantía de unos derechos sociales que creasen ciudadanos
verdaderamente libres para decidir su futuro. Todas esas cosas deberían
cambiarse.
D.: Entonces, ¿considera el sistema político
actual como un fraude, donde el Gobierno no representa a la población?
¿Por qué entonces tanta pasividad en la mayoría de los ciudadanos?
P.S.: Son muchas las razones. Entre otras, porque el ciudadano no sabe cómo articular su indignación. La movilización del 15M es una prueba de indignación, pero también de desesperación por no encontrar vías institucionalizadas para manifestar la disconformidad.
En
las dictaduras la disconformidad es reprimida, en nuestro sistema,
sencillamente, no se ofrece una vía que desemboque en cambios. Por eso
mientras lo mejor de nuestro país se manifiesta en las plazas, organiza
marchas de cientos de kilómetros o se organiza para impedir desalojos,
el sistema continúa impertérrito su avance, en realidad retroceso, hacia
el siglo XIX.
No intento con esto sembrar la desesperanza, al
contrario, desearía provocar más indignación al comprobar que el sistema
ignora al sumiso, pero también al indignado, lo que indica que es
doblemente infame y merece una mayor indignación. También creo que hace
falta que se perciba una esperanza, una luz. Estoy convencido de que un
pequeño logro, un mínimo avance organizativo u operativo puede tener un
efecto multiplicador en la movilización.
D.: Cuando la
población se enfrenta al sistema es rechazada por el mismo Gobierno que
se dice defensor de los derechos humanos ¿Qué papel juegan los medios en
la consolidación del sistema?
P.S.: Nuestros gobiernos se caracterizan por el mayor de los cinismos.
Bombardean países en nombre de la paz, piden a ETA que haga política
sin armas mientras ilegalizan partidos políticos, crean las condiciones
legales para que el juez que investiga los crímenes del franquismo acabe
procesado, condenan en la ONU al único Gobierno del mundo que garantiza
el derecho a la alimentación, y cuando comprueban que los bancos
privados son los que han provocado la mayor crisis de la historia corren
a privatizar las cajas. La muestra más insultante es ver que el
vicepresidente del Gobierno que aprobó todos los atropellos de los
derechos sociales dimite para presentarse de candidato a presidente como defensor de esos mismos derechos. Para defender todo eso hace falta un impresionante aparato de convencimiento y mentira.
D.:
En su libro "Desinformación", hace referencia a la manipulación de los
grandes grupos mediáticos sobre la población ¿Cree que esto ha
contribuido al rechazo que ha expresado el movimiento 15M hacia los
medios?
P.S.: Intento explicar mejor la manipulación.
Indagar en la propiedad de los medios para poder comprender el por qué
de esa desinformación. Las encuestas han mostrado que los medios de
comunicación se encuentran entre los principales motivos de indignación.
Es
lógico, el poder de los medios de comunicación, aunque surgieron como
control de los otros tres poderes, se han convertido en el más difícil
de controlar por el ciudadano. Es el poder que opera con más impunidad y
sobre el que no disponemos de ningún método democrático para influir en
él.
D.: En su último libro, ¿El mejor de los mundos? Un paseo crítico por lo que llaman “democracia”,
parece ir en sintonía con el movimiento 15M al poner en duda el
funcionamiento de la democracia dentro del sistema capitalista, ¿Son
acaso incompatibles ambos conceptos?
P. S.: En mi opinión
son incompatibles. Básicamente porque el capitalismo se remite al
mercado como referente para definir el modelo social, establecer el
dinero como elemento directriz de los derechos ciudadanos es un golpe a
la línea de flotación de cualquier sistema de justicia social, y la
democracia debería ser eso. Todo esto lo desarrollan muy bien Carlos
Fernández Liria y Luis Alegre en su libro Educación para la ciudadanía.
D.:
Los problemas para dar de baja los servicios telefónicos son un ejemplo
que cuenta en su último libro sobre cómo las empresas son capaces
anular nuestra capacidad legal. ¿Pueden las grandes corporaciones
imponerse al propio Estado?
P.S.: Hace mucho que lo están
haciendo. En algunos casos, como en Estados Unidos, abiertamente a
través de los lobbys multinacionales, aquí en la Unión Europea estamos
siguiendo por el mismo camino. Hemos creado un sistema político dominado por el dinero,
y el dinero lo tienen las grandes empresas, es absolutamente lógico que
gobiernen ellas. Al fin y al cabo controlan los medios de comunicación,
financian las campañas electorales y manejan el dinero de la deuda
pública de los países.
D.: También ha planteado en sus
libros que este sistema se nutre de las mismas tragedias humanas de las
que el Estado debería salvaguardarnos.
P.S.: Sí. El
ejemplo más elocuente de que este sistema se nutre de la tragedia y del
crimen es que el Producto Interior Bruto (PIB) crece con el
narcotráfico, la prostitución, las guerras o la reconstrucción tras un
terremoto. Es suicida seguir rindiendo culto a un parámetro que va
ligado a todo eso. En algún momento debemos plantearnos si queremos
seguir celebrando un crecimiento que lo hace a costa de todo eso.
D.:
El progreso en el sistema capitalista, es muchas ocasiones a base de la
especulación. ¿Cómo afecta esto a la ética del ciudadano?
P.S.:
Sin duda. Eso convierte al ciudadano en ambicioso, individualista y
egoísta. Lo que sucede es que ese mismo sistema al final acaba
explotando porque termina defraudando también al egoísta. Un ejemplo son
las burbujas inmobiliarias, bursátiles o la política de préstamos de los bancos.
Mucha gente lo vivió con alegría a pesar de que seguía habiendo un alto
porcentaje de paro, problemas de acceso a la vivienda, pobreza, etc...
Ahora han visto que era mentira que su casa valía tanto, que los bancos
no les dan préstamos y que ha perdido el dinero fácil que ganó o quiso
ganar en la bolsa. También a ellos les ha engañado el capitalismo.
D.:
Cuando ejemplifica cómo un brigadista forestal provoca incendios para
evitar perder el empleo, ¿Qué es lo que está fallando, el ciudadano o el
sistema?
P.S.: Una de las paradojas sobre las que llamo
la atención es que, en el capitalismo, se remunera a personas y empresas
para atender unos problemas que, si resolvieran, se terminaría el
negocio. Es un sistema perverso por tanto. Por ejemplo, si las empresas farmacéuticas erradicasen una enfermedad sería un desastre para su contabilidad y las empresas de armas no querrán acabar con las guerras.
El
ejemplo que yo ponía en el libro era el del guarda forestal pirómano.
Una empresa privada de incendios si quiere ser rentable debe conseguir
que siempre haya fuegos. En cambio, una empresa pública no. Un hospital
privado mejorará sus cuentas si hay una epidemia, en cambio, un hospital
público hará unas campañas de prevenciones para evitar tener enfermos.
No es un problema del ciudadano, es el sistema que le está diciendo al
brigadista forestal que para poder tener un trabajo para dar de comer a
su familia debe arder el bosque. Ese sistema es criminal.
D.:
El movimiento 15M brota en plena crisis económica, donde las políticas
aplicadas por el Gobierno intensifican la brecha entre ricos y pobres
¿esto es casual?
P.S.: Una de las características de la
crisis es que ha terminado dejando en la cuneta a muchos sectores
sociales. Incluso, como señalé antes, a quienes creían que este sistema
les funcionaba bien. Jóvenes individualistas que pensaban que con su
master privado bajo el brazo iban a ganar mucho dinero, pequeños
autónomos que ganaron dinero con el boom inmobiliario, ahorradores que
pensaban enriquecerse con su especulación en viviendas o en Bolsa. Ahora
todo ellos se han visto burlados y en el mismo bando que los sectores
más empobrecidos. Esto puede generar una determinada conciencia social y
solidaridad que es positiva.
D.: Este verano los vecinos
del barrio madrileño de Lavapiés expulsaron a la policía para evitar las
redadas contra inmigrantes. La libertad que pregona el sistema
democrático ¿a quién se aplica?
P.S.: En el capitalismo, derechos y libertades van unidos al dinero.
Uno puede hacer lo que su cuenta bancaria le permita. Y eso se asume de
un modo casi imperceptible. Hemos de empezar a interiorizar que un
derecho o una libertad, sólo es real si la podemos ejercer sin dinero.
El extranjero marroquí de Lavapiés es pobre, por eso no disfruta de los
derechos de un saudí en Marbella. Por tanto, se trata de derechos que no
están garantizados por nuestro sistema.
Laura Raices
Diagonal
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