Según este economista, el decrecimiento ya está teniendo lugar. Pero no es lo mismo buscar el decrecimiento que sufrirlo.
Los partidarios del decrecimiento
escuchan a menudo
cosas como "¡el decrecimiento
ya está teniendo
lugar!". Es un poco apresurado.
Nuestro crecimiento puede ser débil,
pero todavía no hemos entrado
en crecimiento negativo. Con un
PIB demil billones de euros, un 1%
de crecimiento sigue siendo diez billones,
lo que equivale al 10% del
PIB de un país con sólo cien billones
de euros (niveles en los que se
mueven los países del Sur). Esto
sigue siendo demasiado para la regeneración
de la biosfera. Pero, lo que es más importante,
un proyecto de sociedad de decrecimiento
es radicalmente diferente al
crecimiento negativo. Lo primero
sería comparable a un austero tratamiento
al que nos sometemos voluntariamente
para mejorar nuestro
bienestar ante la amenaza de la obesidad
por un consumo excesivo. Lo
segundo sería una dieta forzosa que
nos puede matar de hambre. Se ha
dicho una y otra vez: no hay nada
peor que una sociedad de crecimiento
sin crecimiento.
Sabemos que si el crecimiento simplemente
se ralentiza, nuestras sociedades se
sumen en la confusión por causa del
paro, el aumento de la brecha entre
los ricos y los pobres, el descenso
del poder adquisitivo de los más
pobres de la sociedad y por el abandono
de los programas sociales, sanitarios,
educativos, culturales y
medioambientales que aseguran un
mínimo nivel de vida. Si tenemos
que cambiar de dirección, este será
el retroceso social y cultural al que
nos tendremos que enfrentar.
En una conferencia de 1974 titulada
Su ecologismo y el nuestro,
André Gorz afirmó: "Esta caída en
el crecimiento y la producción que
hubiera podido ser buena en otro
sistema (menos coches, menos ruido,
más aire, jornadas laboralesmás
cortas, etc.) tendrá efectos completamente
negativos: la producción
contaminante se convertirá en un
producto de lujo fuera del alcance
de las masas, aunque seguirá estando
al alcance de quienes se lo puedan
permitir; las desigualdades crecerán,
los pobres serán relativamente más pobres
y los ricos, más ricos".
El decrecimiento tan sólo puede
tenerse en consideración en una
"sociedad de decrecimiento", es decir,
como parte de un sistema basado
en otra lógica. La alternativa es,
por tanto, decrecimiento o barbarie.
Una sociedad que elija vivir con
sobriedad como sugieren aquellos
que están en contra de las sociedades
de crecimiento, implicaría trabajar
menos para vivir mejor, consumir
menos pero mejor, producir
menos residuos y reciclar más. En
pocas palabras recuperar el sentido
de proporcionalidad y una huella
ecológica sostenible.
Buscar la propia felicidad en la
interacción social y no en la acumulación
frenética. Todo esto requiere
una seria descolonización
de nuestras mentes, pero las
circunstancias nos pueden ayudar
a conseguirlo. Los adictos al sistema
ciertamente dirán que ya no volverán
a ir de vacaciones a las
Seychelles. Tendrán que conformarse.
La edad de oro del consumismo
en kilómetros ha quedado
atrás. El deseo de viajar y la necesidad
de aventura están, sinduda, inscritas
en la esencia del hombre y son
fuentes de enriquecimiento que no
deberían desaparecer, pero la industria
del turismo ha convertido la
legítima curiosidad y la investigación
educativa en una industria de
consumo destructiva. Lo mismo le
ha sucedido a la cultura y el tejido
social de los países "de destino". El
vicio de viajar cada vez más lejos,
más rápido, más a menudo (y siempre
con los precios más bajos) se debe
reconsiderar a la baja. Ante la falta
de petróleo y el desequilibrio climático,
los viajes serán cada vez
más cerca, menos frecuentes, más
lentos y más costosos en dinero. A
decir verdad, este vicio es tan serio
únicamente por el vacío y el desencanto
que nos hace vivir cada vez
más virtualmente y viajar, en realidad,
a expensas del planeta.
Woody Allen dijo que hemos llegado
a una bifurcación decisiva. Un
camino nos lleva a la extinción de la
especie y el otro a la desesperación.
Añade: "Espero que seamos capaces
de tomar la decisión correcta".
El primer desvío es el que hemos tomado.
El segundo es el del crecimiento
negativo que genera hambre,
guerras, pandemias y que probablemente
está controlado por un
poder ecofascista o ecototalitario,
cuyas premisas estamos ya experimentando.
El decrecimiento representa
una tercera vía: elegir la sobriedad.
Para eso tenemos que
crear otramanera de relacionarnos
con el mundo, con la naturaleza,
con las cosas y los seres que pueda
ser universalizada en una escala humana.
Las sociedades que autolimitan
su capacidad para producir también
son sociedades alegres.
Serge Latouche, profesor emérito de economía de la Universidad de Orsay
Diagonal
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