Hace un año andaba enfrascada en
una novela sobre la corrupción que luego aparqué por asuntos más perentorios
como la preparación de Reacciona. No faltaba inspiración en la realidad para
pergeñar los zafios personajes que saquean las arcas públicas españolas, su
casposa parafernalia. En la escalada que provocara el interés del lector,
buscaba el hito culminante en la trama capaz de causar tal estupor que les
desenmascarara definitivamente, fueran encausados y se desatara la indignación
popular. La privatización de Metro y de RENFE me pareció por entonces el colmo
al que podían llegar nuestros políticos. Y ya están aquí. Gallardón “no
descarta” que se privatice el suburbano de Madrid. Lo piden, además, los
empresarios de la CEOE,
con los colmillos afilados a ver si en el paquete cae también la red de
ferrocarriles cuando el PP tenga también esa llave en sus manos. Mi novela, de
haber seguido por ese camino, hubiese sido un fiasco. Ni inspirándome en
Milennium y salpicando el relato con intrigas de ultraderechistas, xenófobos,
homófobos, racistas y machistas, hubiera hecho mover un músculo a los lectores
en este país que los tolera con tal desparpajo.
Estamos viendo cosas que nunca
hubiéramos creído. Los poderes financieros causan una crisis descomunal en el
mundo y terminan tomando las riendas. La
UE azul tiña gangrenosa se dispone a servirles un billón de
euros más, sumados a las ingentes sumas ya entregadas. Ganar más de 3.000
millones, por ejemplo, no cumple las expectativas de algunos bancos españoles y
necesitan “recapitalizarse” (con nuestro dinero) mientras sus ejecutivos son
pagados con cantidades obscenas, viendo crecer sus emolumentos un 80% en los
años de la crisis.
Y, mientras, se amputan la
sanidad y la educación, se congelan pensiones, disminuyen los salarios ya más
bajos de la Europa
de nuestro nivel (UE-15), expuestos a más reducciones como piden los
empresarios, al despido no compensado en dinero, sin mediación sindical que
están desactivando… en el país de los casi 5 millones de parados, donde la
mitad de nuestros jóvenes están desempleados. Nunca podrán por tanto acceder a
esa pensión devaluada y amenazada como la que han diseñado.
Ante “la gran fiesta de la
democracia” que pone trabas a los nuevos invitados o a los de menos lustre en
escaños anteriores, los votantes aletargados son capaces de entregar la clave
de la caja del poder a quien recorta con podadora, manipula y miente,
defendiendo además sus medidas. Y con ardor en algunos casos. Sólo así se
entiende que CiU ofrezca buenas expectativas electorales tras los destrozos
ocasionados en los servicios elementales. O el PP. Incluso el PSOE, cuya tijera
al menos no parece que en principio pretenda castrar también nuestro cerebro.
Precisamos una sociedad nueva. Que reaccione ante las tropelías y consiga
regenerar la imprescindible Política.
He visto cosas que no creeríais,
sí. Que “la salud es un asunto personal y no compete al Estado”, dicho por un
señor que cobra por gestionar el entonces inútil departamento. O que habrá que
“revisar” el seguro de desempleo, o educar a los niños en “el respeto a los
dueños de las empresas” con rango de ley, según anunció en el Congreso el
“neocarismático” Mariano Rajoy. O que “enrarece más el ambiente” investigar los
desorbitados sueldos y la caótica gestión de las Cajas de nuestros ahorros,
como argumentan sin pudor los dirigentes del PP en Galicia.
¿Cómo es posible que
permanezcamos impasibles ante todo esto y mucho más? Quizás porque los recortes
y atropellos llegan sumando grados lentamente al agua, y nos están cociendo
como a las ranas y a los cangrejos: sin que nos enteremos.
Pero es que estamos sumamente
“distraídos”. Ignacio Escolar lo llama “Mirar al pajarito” y es un salto
cualitativo a mi viejo “Perseguir la zanahoria”… inalcanzable, que al menos
implicaba una cierta acción. Tenemos asesinatos sexuales o toreros corneados
hasta saltarles el ojo. Rifirrafes, muchos rifirrafes políticos: el “este dice,
el otro dice” y yo no te doy un dato no vaya a ser que te enteres de qué va el
asunto. Bolsas repletas y grabaciones tomadas “con las manos en la masa” que se
evaporan en archivos y sobreseimientos. Aeropuertos sin aviones, carreteras sin
coches, que exigen nuestras subvenciones. Y todo pasa mansamente sin que nadie
se inmute. ¿No es tiempo de Watergates? ¡Irrumpen todos los días! ¡A todas las
horas!, precisando nuevos impactos sin tregua para no aburrirnos. La capacidad
de asombro y reacción se diluye por saturación. Pero han entrado ya en nuestras
casas, están vendiéndonos el televisor comprado con nuestro esfuerzo, y el
frigorífico y la lavadora… y lo que es mucho peor, el botiquín de primeros y
últimos auxilios, la biblioteca, la capacidad de relacionar conceptos para
actuar como seres libres y racionales, la ética, el coraje.
¿Nadie se inmuta? Sí. El malestar
de una sociedad que huye de la anestesia se está manifestando en múltiples
lugares del mundo como nunca antes sucedió. Quieren taparlo, cercenarlo, aunque
difícilmente podrán. ¿Qué mejor lobby de influencia que el 99% de la población
sojuzgada por un 1% que incluye a todos los poderes del –hoy degenerado–
sistema? “La vida es muy peligrosa, no sólo por las personas que hacen el mal,
sino por las que se sientan a ver lo que pasa”, decía Albert Einstein.
Rosa Mª Artal, Periodista y escritora
Público
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