"En
medio del pulso a tres bandas que tiene lugar en Europa esta
primavera-verano, en especial si acabara formándose en Grecia un
gabinete de izquierda, las urgencias del gobierno Rajoy –provocadas en
buena medida por los efectos negativos acumulados de unas
contrarreformas estructurales fundadas, como las de Zapatero, en un mal
diagnóstico de los males españoles y europeos— desconciertan e irritan
a sus reticentes salvadores comunitarios. Pues Rajoy pretende, por un
lado, anticipar por la vía de los hechos consumados una negociación que
la Troika tiene destinada a Tsipras, en caso de victoria electoral de
la izquierda griega; pretende, del otro, adelantar en solitario un
programa que la Comisión va negociando paso a paso con Merkel, bajo
presión de Hollande; y pretende hacer todo eso, encima, alegando
"solvencia" para mantener un gobierno deteriorado en la opinión pública
(y publicada) española y del que no se fían ya ni los "mercados" ni
las instituciones europeas."
De príncipe que en el suelo / va por tan justo nivel / ¿qué se puede esperar dél / que no sean obras del cielo?.— Cervantes
El
gobierno que iba a fundamentar su gestión en "dar confianza a los
mercados" entra en su sexto mes desarbolado, en un asombroso estado de
descrédito generalizado. Sus "reformas", como la del mercado laboral
–que ha generado 400.000 parados más—, o las dos del sector financiero
–que han provocado el desplome de Bankia y un agujero de provisiones
para esta sola entidad de 23.000 millones de euros (el 2% del PIB)—,
lejos de dar resultados, han llevado al Ibex 35 a su punto histórico
más bajo –ha perdido el 60% de su valor desde 2007—. El diferencial de
riesgo no baja desde el 14 de mayo de los 500 puntos –habiendo
alcanzado el máximo histórico de 545 la pasada semana—. La tasa de
interés de los bonos de deuda pública a diez años toca el 6,7%. Y los
mercados de seguros de impagos crediticios (CDS) cubren esos bonos a un
alarmante precio, que rebasó holgadamente los 600 puntos (600 mil euros
por cada 10 millones de inversión).
La situación es, pues, desesperada. Pero no es seria.
En
una semana, la contabilidad de Bankia ha pasado de registrar unos
beneficios de 310 millones a admitir unas pérdidas de más de 3.100
millones en 2011.
Los
portavoces del gobierno filtran su plan de salvamento de Bankia,
asegurando, sin consulta previa, que el BCE aceptará bonos de deuda
soberana española como colateral de la recapitalización pública por
23.000 millones de euros del banco.
El nuevo
presidente de Bankia afirma que a él no le toca devolver la aportación
pública, sino "valorizarla" para permitir la privatización posterior
de la entidad.
El
presidente del Banco de España –entidad que tiene blindada su
independencia por ley- dimite para forzar su comparecencia en el
Congreso, y a continuación, declara en el Senado que no da su opinión
sobre el sistema financiero que debe regular, porque así se lo pide el
gobierno, un gobierno que le ha desautorizado previamente como
regulador veraz del sistema financiero.
Acorralado
por los diputados de Izquierda Plural, el ministro de Guindos dice que
con Bankia y otras entidades financieras menores (como CaixaBank) lo
que se va a crear, "de momento", es una enorme banca pública que
representará cerca de una cuarta parte del sector financiero español,
aunque admite, como "paradójico", que eso lo tenga que hacer un
"liberal" como él.
El
ministro de asuntos exteriores viaja a Londres para tratar de la
reciente crisis de Gibraltar, provocada por el desmantelamiento del
foro tripartito, y declara a su vuelta que deben negociar pescadores y
autoridades del Peñón.
El
presidente del tribunal supremo cree normales sus viajes cada dos
meses a Puerto Banús en fin de semana a cargo del presupuesto.
Una
diputada del PP, Carolina España, tan seriecita y en sede
parlamentaria, acusa vehementemente a la oposición de "querer politizar
el Parlamento".
La
ministra Ana Mato "explica" de manera inenarrable los recortes
desmanteladores de la sanidad pública con despropósitos que han
alimentado durante semanas el cachondeo nacional. Por ejemplo –mero
ejemplo—: "Ahí estarían pues las prestaciones farmacéuticas, las
terope.. tripe… teroperapéuticas, ehh… me he equivocado en la en el
nombre y poner en valor lo que tiene mucho en valor, porque no hay cosa
que tenga más valor que una medicina que cura enfermedades." [Para
escuchar el audio entero (y partirse de la risa): http://www.cadenaser.com/espana/audios/explicaciones-ana-mato/csrcsrpor/20120418csrcsrnac_11/Aes/.]
No es de extrañar que en este contexto Gila haya resucitado y pretenda "que se pongan al teléfono los mercados".
¿Aquí quien gobierna?
Menos
mal que Rajoy sabía lo que tenía que hacer para salir de la crisis. En
cinco meses, su gobierno ha aprobado 20 decretos-ley (8 Aznar, 5
Zapatero) y solo 3 proyectos de ley en el Congreso. El rodillo de la
mayoría absoluta, pretendido garante de la estabilidad política durante
cuatro años, sólo ha conseguido acuerdos con CiU en la reforma laboral
(y críticas de Durán i Lleida). Ha bloqueado el funcionamiento de las
comisiones parlamentarias y ha vetado la constitución de una comisión
de investigación sobre Bankia.
Pero
no hay estabilidad política sin cierto grado de hegemonía social, y
las respuestas neoliberales a la crisis están erosionando visiblemente
los apoyos electorales de los partidos que apoyan el Pacto Fiscal del
llamado "Consenso de Bruselas". Según Metroscopia, el 68% está en
contra del saneamiento público de la banca privada y un 53% defiende la
creación de una banca pública. El 96% piensa que la situación
económica es mala o muy mala. El 62% cree inevitable un rescate
europeo. En la desesperación total, el 89% clama por acuerdos de los grandes partidos para afrontar la crisis.
Nada
de eso parece conmover al gobierno, renuente a explicar lo que hace.
En unas declaraciones (a la emisora Onda Cero) que resultarían
escandalosa, si lo el pan nuestro de cada día no fuera ya la sucesión de
escándalos, Rajoy dejó sentado que de la necesidad no hace siquiera
virtud, sino antidemocrático capricho discrecional:
"… haré cualquier cosa que sea necesaria, aunque no me guste y aunque haya dicho que no lo iba a hacer".
Pero
cuando condesciende a explicar qué es lo que considera "necesario" en
un momento dado, las dudas se multiplican. Así en la rueda de prensa
del pasado lunes 28, en la que Rajoy consiguió convencer… de su
incoherencia, hundiendo el Ibex 35 y disparando la prima de riesgo.
Semejantes
muestras de errática incompetencia en un Reino inveteradamente hecho a
la chapuza ha conseguido ya sacar de sus casillas a quienes en la
derecha creen tener las soluciones, pero no el aparato de poder para
ponerlas por obra. Inició la campaña el conocido analista conservador
José Antonio Zarzalejos desde el diario conservador barcelonés La Vanguardia, y estos días lo secundan, con la debida pompa proporcionada por el diario socialliberal madrileño El País,
tres superferolíticos y "ortodoxos" catedráticos de economía que
ejercen en el extranjero: "un nuevo gobierno técnico, con el apoyo de
todos los partidos mayoritarios y de nuestros expresidentes, compuesto
por políticos competentes y técnicos intachables con amplios
conocimientos de su cartera". [El País, 31 mayo 2012]
Rescate económico = amortización política
La
recua de contrarreformas estructurales de cada consejo de ministros
–las señales de humo enviadas al "mercado" los "viernes de dolor"— no
ha podido tener efectos más contraindicados. Al final, según han
declarado al alimón Rajoy y el ministro de economía De Guindos, "España
ha hecho ya todo lo que podía hacer, y ahora le toca a Europa".
Y
ahí se acaba el horizonte del gobierno Rajoy: en pedir que el BCE
vuelva a comprar deuda soberana española en los mercados secundarios,
que se cree un mecanismo de garantía de depósitos europeo, y que se
vuelva a inyectar liquidez sin limites a la banca española. Esta ha
sido su consigna monolemática en la Cumbre de la OTAN de Chicago y en
el Consejo Europeo extraordinario de 23 de mayo.
La
inicial callada por respuesta con que se encontró ha trocado en
manifiesta irritación pública. Las collejas se las venía llevando la
"marca España"; ahora es directamente el gobierno del Reino el
amonestado por el presidente del BCE, Mario Draghi, y el comisario de
economía Ollin Rhen: no pueden creer que Rajoy y su gobierno
interfieran como elefante en cacharrería en el
doble pulso que ellos están ahora mismo manteniendo, contra el
inteligente desafío lanzado por izquierda griega –de cara a las
elecciones del 17 de junio—, y contra la Alemania de Merkel y Schäuble
–para el rediseño de las instituciones comunitarias—.
Pero
un Rajoy convencido –vaya usted a saber porqué, vistos los resultados—
de que sus reformas le dan "solvencia", quiere "liquidez" a toda costa
para llegar a ver sus supuestos efectos. Un analista de los que nunca
faltan, el francés Alain Minc, dice que Rajoy "peca de orgullo", porque
no esta dispuesto a pedir el rescate europeo del sistema financiero
español, como le sugirió bienintencionadamente Hollande.
Lo
cierto es que, como han demostrado las reformas financieras
improvisadas al buen tuntún por el gobierno, la cosa es un poco más
complicada. Técnicamente, porque hasta julio no entra en funcionamiento
el Mecanismo Europeo de Estabilidad. Políticamente, porque el rescate trae consigo la amortización del gobierno.
¿Es posible un "gobierno técnico?
En
medio del pulso a tres bandas que tiene lugar en Europa esta
primavera-verano, en especial si acabara formándose en Grecia un
gabinete de izquierda, las urgencias del gobierno Rajoy –provocadas en
buena medida por los efectos negativos acumulados de unas
contrarreformas estructurales fundadas, como las de Zapatero, en un mal
diagnóstico de los males españoles y europeos— desconciertan e irritan
a sus reticentes salvadores comunitarios. Pues Rajoy pretende, por un
lado, anticipar por la vía de los hechos consumados una negociación que
la Troika tiene destinada a Tsipras, en caso de victoria electoral de
la izquierda griega; pretende, del otro, adelantar en solitario un
programa que la Comisión va negociando paso a paso con Merkel, bajo
presión de Hollande; y pretende hacer todo eso, encima, alegando
"solvencia" para mantener un gobierno deteriorado en la opinión pública
(y publicada) española y del que no se fían ya ni los "mercados" ni
las instituciones europeas.
La
división de la derecha española es buen reflejo del desconcierto. Los
tres catedráticos antes mencionados sospechan un jesuítico plan para
volver a la peseta y a la España de hace 50 años. Otros, una
recentralización antiautonómica –con apoyo de nacionalistas catalanes y
vascos—, que no sólo acabe con el modelo constitucional del "café para
todos", sino que de paso refuerce a la monarquía con una sustitución
de titular para evitar nuevas "crisis del elefante" como la de hace mes
y medio, pendiente aún el "caso Urdangarín". Unos y otros, huelga
decirlo, piden "unidad" bipartidista, grave seriedad ante la seria
gravedad de la situación.
No
hay dato empírico, ni teoría económica científicamente decente, ni
economista que se autorrespete, ni siquiera (ya) columnista económico
que quiera conservar la reputación profesional, que avale la demasía,
según la cual es cosa medianamente buena una política procíclica de
austeridad en plena recesión. No hay dato, ni teoría económica
científicamente decente, ni economista que se autorrespete, ni siquiera
(ya) columnista económico que quiera conservar la reputación
profesional que avale la demasía, según la cual tiene salida no
catastrófica la crisis de una zona monetaria única sin dar pasos
rápidos hacia una autoridad fiscal única, la mutualización de la deuda
pública y una política fiscal globalmente expansiva. Hasta Martin Wolf
se preguntaba esta semana pasada (¡en el Financial Times!),
si Merkel y sus consejeros sabían discernir bien los "intereses
nacionales de Alemania", concluyendo que de la incierta respuesta a esa
peliaguda cuestión "depende el destino de Europa". Pero la derecha y el
centro tecnocráticos españoles, como si nada; tan empeñados en el
cabildeo "unitario" bipartidista.
Los hechos dicen: que el giro político-económico de Zapatero en mayo de 2010 ha sido una catástrofe, según pronosticamos en SinPermiso en su día (véase AQUÍ y AQUI);
que el las políticas de Rajoy son la continuación y profundización de
esas políticas (y de sus efectos catastróficos, según pronosticamos
también en SinPermiso en su día: véase AQUÍ).
Y el sentido político común más elemental –y las encuestas de opinión—
dicen: que el PSOE carece de todo crédito moral para criticar las
políticas actuales mientras no se avilante a presentarlas
(auto)críticamente como continuadoras del malhadado "experimento"
antidemocrático que arrancó en mayo de 2010.
El
mismo viernes que se conocía la solicitud del nuevo presidente de
Bankia –un alto burócrata de la banca privada (jubilación de oro,
incluida)— de 23.000 millones del erario público, se reunían Rajoy y
Rubalcaba y declaraban, por separado, "estar de acuerdo en lo
substancial".
En
qué consista "lo substancial", no consta en parte alguna. Pero si
saltan a la vista las razones de Rajoy para cerrarse en banda ante
posibles "gobiernos técnicos" que lo amortizarían políticamente –su
prepotente práctica parlamentaria lo revela—, las de Rubalcaba se basan
en la miope gestioncilla oportunista de las contradicciones y los
escollos cotidianos que presenta la situación. Y que consiste, "en lo
substancial", en ofrecer el pacto con sus
condiciones, y al mismo tiempo, intentar rentabilizar las crecientes
movilizaciones sociales contra unas políticas de ajuste de las que
Zapatero y él mismo fueron indiscutibles precursores ("salvando a
España de la intervención"…como aseguran los portavoces y los
turiferarios mediáticos del PSOE).
Sea
ello como fuere: un "gobierno técnico" –ya integrándolo, ya
sosteniéndolo parlamentariamente, como en Grecia e Italia— trae
inexorablemente consigo una serie de condiciones del rescate que
profundizarían el ajuste neoliberal y erosionarían más rápidamente la
base social de una reconstruida alternativa de gobierno del PSOE: el
bien merecido destino del PASOK estaría a la vuelta de la esquina.
Rato y el ejemplo de Bankia
Nos
acercamos peligrosamente a una situación en la que las clases rectoras
no pueden seguir gobernando cómoda y acomodaticiamente como hacían
hasta ahora, en medio de tensiones europeas crecientes que decidirán en
los próximos meses o semanas el futuro del euro y de la UE.
Lo
más revelador al respecto ha sido tal vez la intervención de Rodrigo
Rato ante el consejo de administración de Caja Madrid, que aún preside
tras abandonar Bankia. En un discurso de 15 minutos, ha observado
puntillosamente que la diferencia entre 300 millones de beneficio y
3.000 de perdidas en 2011 es culpa exclusiva de la reforma del sistema
financiero aprobada por el gobierno el 11 de mayo. Que las provisiones
de créditos fiscales (3.000 millones) no tienen urgencia alguna, porque
el plazo legal de compensación es de 18 años. Que la provisión de
cartera participada (4.000 millones) adelanta la contabilización de
futuras pérdidas a valor del mercado actual, a pesar de no estar a la
venta. Y que la provisión de carteras crediticias e inmobiliarias
(15.000 millones de euros) viene exigida por las provisiones
adicionales de la nueva reforma (7.000) y para preveer ahora posibles
perdidas futuras de impagos de morosos y de desvalorización de activos
inmobiliarios cuando se vendan (8.000). Conclusión del propio Rato: "un
magnifico plan de capitalización para Bankia y su nuevo equipo gestor",
con vistas a su futura reprivatización y "un grave perjuicio a los
actuales accionistas de la entidad".
La
"solvencia" de la reforma financiera del gobierno Rajoy en Europa
depende del ejemplo de Bankia, que en menos de un año ha obtenidos
créditos al 1% del BCE por un monto de 40.000 millones de euros. Lo que
basta para explicar porqué sobran comisiones de investigación
parlamentarias, la inacción del fiscal del estado o el silencio
impuesto al "independiente" presidente del Banco de España, tras la
pública demolición con escarnio de la credibilidad de la institución
reguladora. Lo que es un secreto a voces –el entramado corrupto del
modelo especulativo de ladrillo, tuneladoras, Teatro Real en Madrid,
Ciudad de las Artes y las Ciencias en Valencia y deuda pública y
privada— no puede, no debe, ser escuchado en Berlín, Fracfort o
Bruselas.
La
imposición de la "solvencia" al conjunto del sistema financiero –cuyo
objetivo es una concentración de capital sin precedentes con la
privatización de las Cajas de Ahorros por los grandes bancos privados—
esta provocando una crisis de liquidez sin precedentes. Los supuestos
futuros beneficiarios pueden acabar siendo victimas del propio afán
gubernamental. Mientras tanto, la falta de liquidez se extiende a toda
la economía y explica en buena parte la repatriación de beneficios
masiva de las multinacionales españolas en América Latina para paliar
la depreciación de su cotización en bolsa.
El futuro se juega a corto
Llegados
a este punto solo queda constatar lo que es evidente: la ineficacia
perjudicial de las políticas de ajuste fiscal; la incompetencia
clamorosa del gobierno Rajoy que las aplica, el pasmo institucional
ante sus propias contradicciones de la UE y de la Troika.
De
Guindos, en una positiva nueva "señal a los mercados", anuncia que el
futuro del euro se juega en las próximas dos o tres semanas, en España y
en Italia. Sin duda estas declaraciones contribuirán lo suyo a
acelerar el flujo de capitales que, según el Financial Times,
en una cantidad de 100.000 millones de euros han abandonado el Reino
de España en el primer trimestre del año. Pero no le falta razón.
Nuestro futuro se juega en el pulso político que tendrá lugar si un
gobierno de izquierda en Grecia planta cara a las políticas de ajuste
del Pacto Fiscal, se forman las alianzas sociales e institucionales
necesarias en Europa y se corrige progresivamente el rumbo de este
dislate de estrategia económica que pasa por "ortodoxa" a fuer de
incoherente e ignorante.
Prepararse
para influir en esa situación, en caso de producirse, exige una
estrategia de la izquierda, tanto a nivel europeo como de cada
estado-miembro, capaz de construir una alternativa real, apoyándose en
la movilización social y en la presencia en las instituciones
democráticas a la altura del reto histórico abierto por la crisis. Una
estrategia seria, que permita superar esta situación desesperada, pero
no seria.
Antoni Domènech es el editor de SinPermiso. Gustavo Búster es miembro del Comité de Redación de SinPermiso.
Sin Permiso
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