Con frecuencia me
pregunto quién o quiénes de los que formamos parte de las
generaciones que convivimos ahora pasarán a la historia del
pensamiento, al estilo de los pensadores que, antes o después,
han adquirido fama, aunque nunca sabremos si fueron los mejores. El
poder y, tal vez, la casualidad hayan jugado un papel determinante en
esa selección. Una especie como la nuestra, con una inevitable
inclinación a la simplificación, ha acuñado el término
“intelectual” para referirse a los que por su esfuerzo, por los
servicios prestados a los que mandan o por el azar, adquieren o han
adquirido esa fama. En unas sociedades en la que todo se compra y se
vende es difícil discernir cuáles son los verdaderos motivos por
los que hemos conocido la obra de Platón, de Kant, de Descartes, de
K. Marx o de E. Fromm, por poner algunos ejemplos.
En una afirmación
simplista, cierto día escuché decir, en el uso de esa tendencia a
la reducción, que una persona adquiere la condición de
“intelectual” cuando ha elaborado una obra y ese trabajo es
socialmente reconocido. A mi entender, se le olvidaba lo fundamental,
es decir, que esa obra debe incorporar elementos renovadores, por no
tildarlos con mayor precisión como revolucionarios. De esa manera,
Marx en su obra “Las tesis sobre Feuerbach” desmonta la
concepción del materialismo de este último, dando un giro
trascendental en el terreno de las ideas.
El pensamiento es pieza
clave en cualquiera de los acontecimientos que han supuesto un avance
en la trayectoria de la humanidad. F. Engels afirma que “en la
Alemania del siglo XIX, la revolución filosófica fue el preludio de
la política”. Por lo general, los cambios socioeconómicos han
estado precedidos de un debate entre defensores de unas ideas
conservadoras y las de otros que han roto con lo establecido hasta
entonces.
Pero ¿qué podemos
esperar ahora de aquellos que, con mayor o menor acierto, piensan,
analizan, escriben o hablan sobre las causas o las consecuencias de
los acontecimientos que estamos viviendo? Por descarte, iremos
despejando el panorama en estos tiempos en los que el sistema, con
todos los resortes a su alcance, se ha encargado de transformar lo
que se conoció como pensamiento único en pensamiento nulo,
lo que, en aras de mantener la actual correlación de fuerzas a favor
de los ostentan el poder, da lugar a uno más de los
estrangulamientos o contradicciones del propio sistema al evitar que,
con la irrupción de nuevos análisis, tenga lugar un auténtico
debate ideológico que dé salida a esta situación de agotamiento.
Para enmascarar lo que
pudiera ser un espacio del pensamiento serio y riguroso, se ponen en
marcha esperpentos como las tertulias y los tertulianos que tienen su
origen en la más rancia manera de hacer radio encabezada por un
locutor torpe y reaccionario que se vanagloria de haber establecido
esta fórmula. Unas cuantas decenas de pseudotertulianos a sueldo
recorren las diferentes cadenas de radio y TV, sin discriminar las
públicas de las privadas, las de corte moderado de las de extrema
derecha, etc., convirtiendo sus intervenciones en “realities” más
que en discusiones de interés. Hablan de todo sin tener idea de
nada. El plantel que con tanta frecuencia nos presentan suele estar
compuesto por un sector verdaderamente reaccionario y de otro que en
apariencia es más progresista, pero, en sintonía con los
anteriores, comparten un bajo nivel intelectual. Además, a todos
ellos les une una jugosa retribución por el sucio papel que
desempeñan.
Por otro lado, nos
torturan con las declaraciones de los supuestos “expertos” que
son entrevistados individualmente dando lugar a esa ceremonia de la
confusión a la que los sufridos espectadores asistimos atónitos.
Sus intervenciones se reducen a una especie de verborrea confusa e
imprecisa para salir del paso, en la que ponen de manifiesto su
incapacidad para comprender, para analizar con rigor y para dar
respuesta a una situación de agotamiento. Aunque convenientemente
recompensados, son víctimas del sistema y, la mayoría, somos
víctimas de todos ellos.
Los “filósofos” de
procedencia docente, han entrado a formar parte de este negocio,
asistiendo a estos pseudodebates o entrevistas en los medios. No
existe ningún trabajo, tratado o estudio de este grupo que innove o
remueva los pilares de una tendenciosa ideología al servicio del
poder.
Por último, las
mayorías, convertidas en masa, se mueven entre el miedo y la
confusión, esperando cualquier acontecimiento deportivo para
olvidarse, aunque sea de esa manara tan efímera, de su triste
realidad. Por ese carácter de eventualidad, el sistema se encarga de
encadenar unos actos con otros sin dar respiro. El interés cultural
de algunos queda satisfecho con la lectura de esos best seller
que narran un mundo absurdo e irreal, sin que esta simple actividad
tenga una proyección eficaz en el desarrollo intelectual o cultural
de los lectores. Es esta una manera más de entretener y embelesar a
una sociedad que interesa mantener inactiva.
Por lo tanto, en los
momentos de incertidumbre en los que vivimos ahora, que sin lugar a
dudas son tiempos de agotamiento del sistema en su conjunto, se echa
en falta la existencia de corrientes de pensamiento que, alejado de
la dogmática, la metafísica o las disquisiciones filosóficas
analicen la situación y pronostiquen el cambio o la transformación
hacia una nueva forma de vida. Se observa un tremendo vacío en el
terreno de la reflexión y el análisis, que, como he señalado, es
suplantado por la banalidad y el mercantilismo de la palabra y la
discusión. Por esa razón, los individuos de este tipo de sociedades
vagan aturdidos sin saber con certeza hacia donde nos dirigimos.
A pesar de esa ausencia
generalizada del pensamiento, hay quienes tienen algo interesante que
decir, pero el sistema, a través de los potentes medios de
comunicación, manipulación y enajenación, anula la publicación o
difusión de los trabajos de esos que, a título personal, buscan
salidas de progreso e igualdad, o que intentan crear conexiones con
otros para establecer verdaderos debates.
Por fortuna, las grandes
redes informáticas juegan a favor de esas minorías que se enfrentan
al sistema. La difusión de escritos y textos a través de este medio
es imparable y pone en cuestión la política clientelista y
sectaria de los mass media, convertidos en una potente
herramienta de embelesamiento.
Antonio José Gil Padilla
Rebelión
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