"La multitud puede mantener bajo el gobierno de los partidos una libertad suficientemente amplia siempre que logre que la potencia de los partidos se determine únicamente por la potencia de la multitud y se mantenga únicamente con su apoyo". (desvío de una frase de Spinoza que se encuentra al final del capítulo VII del Tratado político)
Muchos estamos de acuerdo en que el movimiento del 15 de mayo ha supuesto una alegre ruptura del espacio político español. El 15M ha dislocado la distribución de fuerzas que componían ese espacio y ha irrumpido con su inesperada novedad trastocando todas las perspectivas. Pero, ¿en qué consiste esa novedad? ¿Podemos “definir” la diferencia del 15M? Podemos intentarlo.
El 15M se compone de un complejo de dispositivos: las multiconexiones del tejido digital, las plataformas, las manifestaciones, las acampadas y las asambleas abiertas y otros que van e irán apareciendo. Lo que voy a defender es que, de todos ellos, el dispositivo determinante, el que señala la diferencia para todos los demás, es la asamblea abierta. El 15M es una gran asamblea abierta.
La asamblea abierta es un dispositivo que funciona con una lógica muy particular. Digamos que lo que la caracteriza es que no reconoce enemigos, sólo interlocutores.
En principio, que la asamblea sea abierta significa que no impide el acceso a nadie. Cualquiera está invitado a participar en ella. Significa, igualmente, que tampoco tiene límites territoriales ni sociales. Como dispositivo puede extenderse a cualquier territorio o a cualquier institución social. Entiéndase que estos principios de funcionamiento no son ni principios morales ni principios puros. Son fuente de conflicto continuo para la asamblea abierta. Son sus problemas, los problemas que lo definen como dispositivo: los problemas para los que tiene que buscar soluciones concretas a cada momento, pero que nunca puede resolver enteramente.
No excluir a nadie es un problema porque eso significa que la asamblea tampoco excluye a toda aquella persona que porte algún tipo de bandera o identidad. Que la bandera sea de opresión o de resistencia no puede serle indiferente a la asamblea, por supuesto. Pero sea de opresión o de resistencia, la bandera introduce la representación, mientras que es condición de existencia de la asamblea abierta que nadie representa otra cosa que el argumento que defiende. Por eso admite a todas las personas, pero tiene muchos problemas con los símbolos. Ahora bien, sería ilusorio pensar que la asamblea puede aislarse enteramente de los símbolos de pertenencia, así que tendrá que negociar continuamente el alojamiento de las banderas de resistencia. El caso paradigmático en la acampada de Madrid se produce con la comisión de feminismos.
Es más, la asamblea abierta es parte del mundo y en el mundo sí que existen muchos obstáculos que impiden asistir a la asamblea o participar en ella. A menos, entonces, que pretenda enfundarse de nuevo en una ilusión de aislamiento, tiene que esforzarse por cambiar esas condiciones externas a la propia asamblea que puedan impedir que alguien participe en ella. El ejemplo simbólico en el 15M son los intérpretes de lenguaje de signos para sordos. Pero, ¿qué ocurre con la mileurista que trabaja 10 horas al día? De la misma manera, la capacidad de extenderse globalmente tendrá que tener en cuenta necesariamente las circunstancias propias de cada territorio político-cultural.
Ahora bien, de estos dos principios que son uno: la ausencia de limitaciones internas; se sigue un tercero que es, o así me lo parece, el determinante: la asamblea abierta no puede reconocer traidores. Esto es, si nadie puede ser excluido, tampoco a nadie se le puede impedir que se vaya ni se le puede maldecir por que abandone la asamblea. El acceso está libre para que la gente entre o salga. Y el que sale no es peor o mejor que la que entra. La asamblea abierta no puede considerar que quien la abandona comete una infidelidad porque tampoco ha pedido ninguna confianza, no ha hecho ninguna promesa, no hay ningún intercambio en juego, lo que podamos lograr con esto depende de lo que hagamos entre todos, pero nadie sabe qué es lo que podemos lograr.
La asamblea abierta, por tanto, no exige una lealtad incondicional, sino una parcial, coyuntural, condicionada al momento en el que se participa. Y por eso mismo, aunque sabe que hay muchas personas trabajando para hacerla naufragar, no reconoce enemigos. En efecto, aquellos que están intentando evitar que la asamblea abierta del 15M exista y se extienda son también posibles participantes en la asamblea. Y la gente de las asambleas se dirige a ellos como tales. Les invita a participar. Les dice: “Sr. Dragó, Sr. Jiménez Losantos, Sr. Savater, Sra. Aguirre... no nos miren desde las alturas de sus banderas particulares, únanse”.
Si el 15M es apartidista, si no es de derechas ni de izquierdas, si no asume la lógica de la representación, si utiliza el consenso... es porque el 15M no reconoce enemigos, sólo reconoce a gente que por diversas razones en estos momentos no participa, pero a los que no pone ninguna condición como personas para participar, a las que invita amigablemente a hacerlo. Y esto no es una pose, ni un sueño, es una lógica revolucionaria con sus propios problemas reales.
Es fácil entender desde aquí por qué esta lógica revolucionaria implica que las acciones del 15M sean no violentas. Esta lógica, además, define claramente en qué consiste esa no-violencia: no hay que considerar a nadie como enemigo: ni a los políticos ni a los banqueros ni a los policías. La consigna “policía únete” que se cantó en los primeros días es la consigna propia de la asamblea abierta del 15M. Ninguna acción del 15M puede dirigirse hacia una persona como si ésta fuera un “otro” con el que no es posible hablar. La manera de tratar a la gente, sea cual sea su profesión, sea cual sea su condición, ha de ser la apropiada para entablar un diálogo con ella. El 15M no reconoce enemigos, sólo reconoce interlocutores.
Carl Schmitt definió lo político como la diferenciación entre amigos y enemigos. Si aceptáramos su visión, tendríamos que concluir que el 15M es apolítico, porque se niega a distinguir. El 15M sólo distingue entre amigos actuales y virtuales. Pero no es cierto que 15M sea apolítico. El 15M inventa un espacio de la política que no asume la lógica de la representación. La lógica de la representación es el modo en que funcionan todos aquellos dispositivos político-ideológicos que construyen la figura de un enemigo, sobre todo la figura de un enemigo interior: el traidor. El Representante, el Soberano, lo es porque tiene la última palabra a la hora de designar ese enemigo. El Representante no representa ninguna realidad, no representa a la gente, sólo Representa a la Causa. La Causa es lo que une a los leales, lo que los separa de los desleales o enemigos. La lógica de la representación pone en ejercicio una lealtad incondicional a la Causa.
El 15 de junio y los días posteriores, el 15M vivió en sus propias carnes como funciona un dispositivo de construcción de la figura del enemigo interior. La acción policial coordinada con la opinión de los medios de comunicación dominantes y la de algunos políticos intentó construir una narración en la que adherirle al 15M la etiqueta de violento. En el código de la democracia española actual, la pareja amigo / enemigo se traduce como demócrata / violento. Pero, el error no estuvo en esa acción coordinada de policía, prensa, políticos. Esa respuesta tendría que haber sido anticipada, ya que es una manera rutinaria de actuar por parte de los dispositivos político-ideológicos dominantes. El error estuvo, pienso, en que la acampada de Barcelona quiso jugar en el terreno de la representación, quiso participar en el Parlament. Pero ahí no tiene ninguna fuerza, así que salió chamuscada, y con ella todo el 15M.
La lógica de la representación, por lo demás, genera un juego de espejo muy particular. Cuando otros te interpelan como enemigo inmediatamente se reconocen a sí mismos como enemigos tuyos. Es decir, cualquier espacio que distinga entre amigo y enemigo se presenta a sí mismo como enemigo de sus enemigos. De este modo, crea un espacio invertido de amigos posibles para los cuales el espacio primero es ahora el enemigo. Este nuevo espacio de representación creado como inversión del primero podrá conllevar, a su vez, una instancia de representación, un poder de designación del enemigo o de control de las fronteras entre amigo y enemigo.
Dentro de la tradición de izquierdas, tanto anarquista como marxista, el espacio de representación invertido se ha utilizado como punto de apoyo desde el que plantear la lucha política. Esta consistiría entonces en una lucha por designar al “verdadero” enemigo. Desde esa tradición es, por tanto, difícil entender la especificidad del 15M y éste se piensa simplemente como una movilización multitudinaria en la que la confrontación pondrá en marcha la construcción de la figura del enemigo y de su espacio invertido, a partir de la cual entablar la batalla por señalar al “verdadero” enemigo: el Poder, el Capital.
Pero quienes siguen adheridos a esas tradiciones no han recabado, de ahí quizás su impotencia, en lo erosionada que está la lógica de la representación misma, en la desconfianza que esa lógica misma en sus diferentes formas provoca. Ni la pureza del igualitarismo anarquista, ni el partido de vanguardia ni el grupo dirigente pueden presentarse como mejores representantes que el sistema de partidos realmente existente. Hasta tal punto se ha explotado esa confianza a lo largo del siglo XX a favor de unas elites y en contra de la mayoría que se ha vuelto muy difícil otorgarla por más tiempo con esperanzada ingenuidad.
Es por ello que la acción de masas ya no puede pensarse como en el pasado. La multitud libre del siglo XXI no necesita que la dirijan, ella se dirige a sí misma. Y con el 15M ha encontrado su modo de organizarse: la asamblea abierta.
Dicho esto, sin embargo, hay que entender igualmente que, en las condiciones históricas actuales, la asamblea abierta funciona fuera de la lógica de la representación, pero no puede eliminar el espacio de representación del sistema de partidos. Desde luego que la asamblea abierta puede extenderse y, desde luego, que la fase siguiente consistirá en acampar en los centros de trabajo. Pero hay toda una serie de instituciones políticas en las que en estos momentos la asamblea abierta no puede ni siquiera plantearse entrar: aparatos represivos, ejército, sistema judicial, gasto público, relaciones internacionales... No se trata, por tanto, de acabar con el espacio de representación partidista, sino de abrir una brecha por la que la multitud pueda respirar, avanzar, aumentar su potencia. No se trata de acabar con la plaza, sino de acampar en ella.
Es cierto que con la aparición de la asamblea abierta del 15M, ya no tiene sentido aplicar la lógica de la representación a la acción de masas y que, por tanto, el sistema de partidos queda ahora como forma de representación sin alternativas. No se le puede oponer ninguna otra forma de representación, sólo una lógica distinta, que no lo destruye. Pero, ¿acaso no carecía ya el sistema de partidos de alternativa desde cualquier perspectiva mínimamente realista?
Todos aquellos que desde la izquierda tradicional están pensando en hacer que el 15M se dirija hacia la lógica de la representación, podrían también proyectar sus energías en crear un frente electoral de izquierdas capaz verdaderamente de ganar elecciones. Un frente electoral de izquierdas puede intentar ser la traducción al sistema de partidos del 15M. Pero sólo podrá serlo si es capaz de someterse al movimiento, si entiende que el movimiento no es derechas ni de izquierdas, que no es ni puede ser su movimiento, si entiende que el movimiento es autónomo o no es. El movimiento no necesita que nadie le dirija: él sabe hacerlo por sí mismo. No necesita que nadie le imponga una lógica: él tiene una lógica propia. No necesita un partido concreto porque juega fuera del espacio de la representación. Un frente electoral de izquierdas tendrá que ser capaz de mandar obedeciendo, de asumir todas la exigencias de transparencia, apertura, democracia interna, austeridad, medidas anti-corrupción, uso del consenso y la participación que exige el movimiento. Su fuerza social, en fin, tendrá que venir determinada por la fuerza del movimiento y sólo se podrá mantener con su apoyo.
Aurelio Sainz Pezonaga
Rebelión
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