sábado, 13 de junio de 2009

Datos ocultos de una Murcia insostenible

Coincidiendo con los distintos días internacionales del Medio Ambiente, las administraciones públicas murcianas suelen regalarse con múltiples premios y banderas con los que envolver su manido mensaje sobre la sostenibilidad ambiental. Es de toda justicia advertir la eficacia conseguida por los sistemas de propaganda oficial. Logran aparentar que se abordan los graves retos ambientales y del cambio climático que nos amenazan, cuando la realidad es muy distinta.

Es responsabilidad de los científicos que trabajamos en este campo transmitir información objetiva que permita evaluar con rigor nuestra verdadera relación con el medio ambiente. En unos meses se publicará el primer informe sobre la sostenibilidad en nuestra comunidad, elaborado por el Observatorio de la Sostenibilidad en la Región de Murcia (OSERM, Universidad de Murcia).

Este informe pretende dar una visión objetiva y cuantificada, alejada de la intensa propaganda a la que estamos habituados, sobre el crecimiento económico fomentado por las administraciones públicas murcianas en los últimos años y sus implicaciones ambientales. Como ejemplo, de entre los más de cien indicadores de sosteniblidad ambiental que se han analizado, destacaré tres:

El índice de consumo de agua. En la Cuenca del Segura consumimos un 187% de los recursos renovables disponibles, según datos oficiales. Si los actualizamos usando fuentes documentales reconocidas, llegaríamos a un índice de consumo del 273%. La Agencia Europea de Medio Ambiente considera que valores superiores al 40% generan un estrés severo sobre los recursos naturales. Nosotros estaríamos de 4 a 7 veces por encima de dicho límite, algo totalmente insostenible.

Tal brecha no es solucionable demandando más recursos externos. Es básicamente un problema interno, de nuestro modelo económico y de la forma de pensar de muchos de los murcianos y sus dirigentes, que forman parte sustancial del problema. Hay que equilibrar razonablemente recursos y demandas, gestionando activamente los sectores que consumen más agua. Las claves están en diseñar bien la hoja de ruta y el periodo de transición y dotar a nuestra región de políticos capaces para dirigir este proceso, algo que visto lo visto se me antoja lo más difícil. Las guerras del agua no facilitan en absoluto la solución, ni en un sentido ni en otro.

La ocupación del territorio. Entre 1990 y el año 2000 la superficie regional artificializada creció en un 62%, la tasa de crecimiento más alta de España, siendo España la que presentaba la tasa más elevada de Europa. El tejido urbano continuo en Murcia ha crecido un 85% más que la media en España, y el urbano discontinuo la barbaridad de más de un 177% sobre la media nacional. Los lodos de buena parte de la crisis actual (en su diferencial murciana) proceden de los ladrillos de ayer. Ladrillos que ayer fueron pan y que hoy son hambre y desgracias para muchas familias como dijimos algunos bajo el grito de Murcia No Se Vende.

En este caso, la clave no está en volver al anterior status quo, como pretenderán muchos cuando se suavice la crisis. Debemos redimensionar la oferta de suelos urbanizables (que siguen en tramitación y son una bomba de relojería), reduciéndola en un orden de magnitud. Aprendamos de los errores y rectifiquemos, aún es posible.

Los efectos negativos de la economía del ladrillo en aspectos como el abandono escolar temprano, el trabajo precario, los costes de oportunidad en las decisiones financieras de nuestras entidades de ahorro, o el malgasto del territorio como hipoteca para el futuro, están aún por ser evaluados en profundidad. El ladrillo, en las dimensiones que alentaban los poderes públicos locales y regionales hasta hace nada, ha sido y será un mal negocio para la generalidad de los murcianos y las generaciones futuras. Un crecimiento que se ha mostrado insostenible incluso a corto plazo.

No seamos cerriles y diversifiquemos nuestra economía. Los políticos que fomentaron este crecimiento desmesurado, si aún albergan algo de honestidad y murcianía, deberían retirarse de la vida pública por simple vergüenza y sentido de la responsabilidad. Esta catarsis sería muy higiénica.

Gases efecto invernadero. Aunque los murcianos producimos per capita unas 8 toneladas y media de CO2, un 86% de la media española, el ritmo de crecimiento en Murcia es muy superior al del resto de España. Hemos alcanzado los 12 millones de toneladas de CO2 equivalente al año, lo que supone unos 85 puntos por encima de los compromisos de Kioto, compromisos que no son más que un primer paso (un 10% de lo necesario) para mitigar el cambio climático.

La Región de Murcia es la segunda comunidad autónoma que más ha incrementado las emisiones de gases efecto invernadero desde 1990, y en los últimos años (2005-2007) frente a una cierta estabilización a nivel nacional, en la Región de Murcia se ha asistido a un aumento de emisiones sin precedentes.

Estos tres indicadores califican el crecimiento económico de la Región de Murcia como objetivamente insostenible. Los cien indicadores restantes aportan más argumentos y matices en este mismo sentido. Mientras, nuestros políticos sólo se preocupan de hacer campañas de imagen, con superhéroes verdes que nos invitarán en los próximos días a ser más respetuosos con el medio ambiente. Pues todos somos responsables, y es verdad.

Pero quizás, sin concejales, consejeros y presidentes ambientalmente miopes e hipócritas, sin iluminados del ladrillo o de los puertos deportivos y comerciales, sin postores del negocio fácil, sin corruptos y corruptores, sin especuladores, sin codiciosos de las basuras, sin el agua para todos, que realmente es agua para todo lo que se nos antoje, no necesitaríamos superhéroes. Los murcianos y las murcianas nos bastaríamos para reformular una Murcia sostenible.

Miguel Ángel Esteve Selma es profesor de Ecología de la Universidad de Murcia
Fuente: La Verdad

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