El Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero ha movilizado recientemente toda la maquinaría diplomática de España para conseguir que nuestro país estuviese representado en el foro del G-20, que ahora se ha convertido en G-22 (con la inclusión también de Holanda). La participación de España en este foro informal de potencias consagradas y emergentes, que tiene como meta reconfigurar el sistema económico y financiero mundial, se presentó a la ciudadanía como una cuestión de Estado. La imagen internacional de nuestra nación estaba en juego. Por su historia, su cultura y su posición como la octava economía del mundo, España no se podía permitir el lujo de quedar fuera de esta institución, nos decían desde la Moncloa. Gracias a un gran esfuerzo diplomático ciertamente exitoso (sobre todo en relación a Brasil) y la ayuda inestimable de Francia (a la que le debemos otro favor), Zapatero pudo estar tanto en Washington como en Londres en las cumbre del G-20. España es ahora parte del Consejo de Estabilidad Financiera (CEF) internacional y es difícil que la saquen del mismo. La pregunta que nos hacemos sin embargo es: ¿Qué pinta España en esos foros? ¿Qué influencia tiene nuestro Gobierno? Porque la verdad es que la prensa internacional sólo saca a Sarkozy, Merkel, Brown y a Berlusconi. ¿Qué es de Zapatero y de sus propuestas para rehacer el capitalismo con una vertiente más progresista, siguiendo la línea fundadora del Partido Socialista Obrero Español?
La conferencia de las Naciones Unidas sobre la crisis económica y financiera, que se celebrará del 24 al 26 de junio en Nueva York tras la publicación en estas últimas semanas del ‘atrevido’ informe sobre la reforma del sistema financiero y monetario internacional redactado por la comisión de expertos encabezada por el premio Nobel de economía Joseph Stiglitz, puede que nos aclare de alguna manera estas dudas. España ha estado fuera de este proceso desde el inicio. En la comisión de expertos, como era de esperar, estuvieron representantes de las grandes potencias: Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Rusia y China, todos miembros del Consejo de Seguridad. Pero también hubo representación de países como Alemania, Japón, Brasil, Egipto y la India, que se ven con responsabilidad de influir los destinos del mundo. ¿Qué pasa con España? ¿Por qué no está entre los grandes?
Hace unos días Attac le preguntó a nuestro ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, sobre la conferencia en cuestión y él le restó importancia, subrayando las dificultades que existen para poner de acuerdo a tantos Estados. España enviará a un secretario de estado, probablemente Soraya Rodríguez, la secretaria de cooperación internacional. Nadie sabe en estos momentos cual es la posición de nuestro país en relación a este proceso, que para muchos tiene mayor legitimidad mundial que el G-22 porque se realiza bajo el amparo legal de los 192 países que forman la Asamblea General de las Naciones Unidas y no bajo el marco informal de un club exclusivo que deja de lado a los más desfavorecidos del planeta. Parece que, como casi siempre, España no se compromete con el proceso y deja a otros decidir.
El Gobierno socialista de Zapatero pierde así una nueva ocasión para establecer una estrategia diplomática internacional de país independiente. Está muy bien crear Alianzas de Civilizaciones bajo el amparo de la ONU, pero cuando llegamos a los temas claves de política-económica España vuelve a escurrir el bulto. El Informe Stiglitz es en nuestra opinión uno de los mejores y más atrevidos análisis que se han hecho de la crisis mundial que está asolando nuestro país. En él se identifican claramente las causas de la misma, que tienen que ver más que nada con el pensamiento neo-liberal, dominante históricamente en los países anglosajones, pero traspasado en los últimos años a la Europa continental, de que los mercados se autorregulan y por tanto hay que evitar cualquier tipo de intervención estatal. Esta crisis ha demostrado que esta forma de pensar lleva a efectos desastrosos y los expertos alrededor de Stiglitz así lo entienden. El Gobierno socialista de Zapatero, si es fiel a sus ideales, debería apoyar en la mayor medida de lo posible este análisis sobre todo porque hay otros gobiernos, con estrategias nacionales propias, que se oponen a las conclusiones y propuestas del informe por considerar que son demasiado radicales y van contra el estatus quo establecido.
Aquí se ve de nuevo la influencia política que tienen los intereses corporativos y financieros de los Estados Unidos y el Reino Unido en la reestructuración del sistema económico mundial. Está claro que estos dos países quieren evitar por todos los medios que el Informe Stiglitz y la conferencia de las Naciones Unidas lleguen a buen puerto. Para ello han intentado minar el proceso desde la publicación del primer borrador. En el informe se pide una reforma completa y exhaustiva del sistema financiero mundial y no un simple maquillaje como el que se está forjando en el seno del G-22. Entre otras cosas se exige una regulación real (y no ficticia) de todos los actores, espacios y productos en el sistema financiero mundial, más libertad para establecer control y tasación de transacción de capitales para preservar los bienes públicos globales, el establecimiento de un sistema bancario público que sirva para financiar proyectos sociales a largo plazo, la creación de una moneda universal que sustituya el dólar y evite la volatilidad recurrente en los mercados de divisas, el establecimiento de un Consejo Económico dentro de la ONU que esté a la par con el Consejo de Seguridad y la reforma de instituciones obsoletas como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.
Mientras Estados Unidos y el Reino Unido se oponen tajantemente a estas propuestas porque minarían los intereses de Wall Street y la City de Londres, China y Alemania, por ejemplo, tienen mucho interés en que la conferencia tenga éxito. China está promulgando con insistencia desde hace varios meses la creación de una moneda global para poder deshacerse cuanto antes de la montaña de dólares que tiene acumulada. Ve que en el G-22 no hay muchas ganas de hablar sobre el tema y por eso quiere abrir el debate en las Naciones Unidas. Alemania, por su parte, ve difícil conseguir a corto plazo un puesto en el Consejo de Seguridad, con lo cual, dado su peso económico, ha tomado la estrategia de establecer el Consejo Económico. Una idea que ha salido de Angela Merkel justo antes del G22 y que también, por razones obvias, no ha levantado mucho interés por parte de los estadounidenses, británicos y franceses. Los alemanes esperan que el informe y la conferencia sirvan para promover la idea entre los países que no están en el Consejo de Seguridad ni en el G22.
Dicho esto, la pregunta vuelve a ser la misma. ¿Cuál es la posición o la estrategia de España en relación al Informe Stiglitz? Viendo el carácter progresista del informe, queremos pensar que el Gobierno de Zapatero respalda totalmente la propuesta y está haciendo todo lo que puede detrás de bastidores para conseguir establecer un sistema financiero mundial más regulado, más equitativo y más sostenible. Por ahora, sin embargo, la realidad nos dice todo lo contrario. España va a firmar lo que acuerden otros porque el Gobierno socialista no tiene ni estrategia ni ideales.
Attac, que estará presente en la conferencia de las Naciones Unidas sobre la crisis económica y financiera como movimiento social invitado, presionará con todas sus fuerzas junto al resto de las organizaciones de la sociedad civil para que las propuestas del Informe Stiglitz se concreten en reformas que hagan menos injusto e insostenible el planeta. De lo que haga nuestro Gobierno en esta conferencia informaremos a nuestro regreso.
Miguel Otero. Comisión de Justicia Fiscal Global de Attac España
La conferencia de las Naciones Unidas sobre la crisis económica y financiera, que se celebrará del 24 al 26 de junio en Nueva York tras la publicación en estas últimas semanas del ‘atrevido’ informe sobre la reforma del sistema financiero y monetario internacional redactado por la comisión de expertos encabezada por el premio Nobel de economía Joseph Stiglitz, puede que nos aclare de alguna manera estas dudas. España ha estado fuera de este proceso desde el inicio. En la comisión de expertos, como era de esperar, estuvieron representantes de las grandes potencias: Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Rusia y China, todos miembros del Consejo de Seguridad. Pero también hubo representación de países como Alemania, Japón, Brasil, Egipto y la India, que se ven con responsabilidad de influir los destinos del mundo. ¿Qué pasa con España? ¿Por qué no está entre los grandes?
Hace unos días Attac le preguntó a nuestro ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, sobre la conferencia en cuestión y él le restó importancia, subrayando las dificultades que existen para poner de acuerdo a tantos Estados. España enviará a un secretario de estado, probablemente Soraya Rodríguez, la secretaria de cooperación internacional. Nadie sabe en estos momentos cual es la posición de nuestro país en relación a este proceso, que para muchos tiene mayor legitimidad mundial que el G-22 porque se realiza bajo el amparo legal de los 192 países que forman la Asamblea General de las Naciones Unidas y no bajo el marco informal de un club exclusivo que deja de lado a los más desfavorecidos del planeta. Parece que, como casi siempre, España no se compromete con el proceso y deja a otros decidir.
El Gobierno socialista de Zapatero pierde así una nueva ocasión para establecer una estrategia diplomática internacional de país independiente. Está muy bien crear Alianzas de Civilizaciones bajo el amparo de la ONU, pero cuando llegamos a los temas claves de política-económica España vuelve a escurrir el bulto. El Informe Stiglitz es en nuestra opinión uno de los mejores y más atrevidos análisis que se han hecho de la crisis mundial que está asolando nuestro país. En él se identifican claramente las causas de la misma, que tienen que ver más que nada con el pensamiento neo-liberal, dominante históricamente en los países anglosajones, pero traspasado en los últimos años a la Europa continental, de que los mercados se autorregulan y por tanto hay que evitar cualquier tipo de intervención estatal. Esta crisis ha demostrado que esta forma de pensar lleva a efectos desastrosos y los expertos alrededor de Stiglitz así lo entienden. El Gobierno socialista de Zapatero, si es fiel a sus ideales, debería apoyar en la mayor medida de lo posible este análisis sobre todo porque hay otros gobiernos, con estrategias nacionales propias, que se oponen a las conclusiones y propuestas del informe por considerar que son demasiado radicales y van contra el estatus quo establecido.
Aquí se ve de nuevo la influencia política que tienen los intereses corporativos y financieros de los Estados Unidos y el Reino Unido en la reestructuración del sistema económico mundial. Está claro que estos dos países quieren evitar por todos los medios que el Informe Stiglitz y la conferencia de las Naciones Unidas lleguen a buen puerto. Para ello han intentado minar el proceso desde la publicación del primer borrador. En el informe se pide una reforma completa y exhaustiva del sistema financiero mundial y no un simple maquillaje como el que se está forjando en el seno del G-22. Entre otras cosas se exige una regulación real (y no ficticia) de todos los actores, espacios y productos en el sistema financiero mundial, más libertad para establecer control y tasación de transacción de capitales para preservar los bienes públicos globales, el establecimiento de un sistema bancario público que sirva para financiar proyectos sociales a largo plazo, la creación de una moneda universal que sustituya el dólar y evite la volatilidad recurrente en los mercados de divisas, el establecimiento de un Consejo Económico dentro de la ONU que esté a la par con el Consejo de Seguridad y la reforma de instituciones obsoletas como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.
Mientras Estados Unidos y el Reino Unido se oponen tajantemente a estas propuestas porque minarían los intereses de Wall Street y la City de Londres, China y Alemania, por ejemplo, tienen mucho interés en que la conferencia tenga éxito. China está promulgando con insistencia desde hace varios meses la creación de una moneda global para poder deshacerse cuanto antes de la montaña de dólares que tiene acumulada. Ve que en el G-22 no hay muchas ganas de hablar sobre el tema y por eso quiere abrir el debate en las Naciones Unidas. Alemania, por su parte, ve difícil conseguir a corto plazo un puesto en el Consejo de Seguridad, con lo cual, dado su peso económico, ha tomado la estrategia de establecer el Consejo Económico. Una idea que ha salido de Angela Merkel justo antes del G22 y que también, por razones obvias, no ha levantado mucho interés por parte de los estadounidenses, británicos y franceses. Los alemanes esperan que el informe y la conferencia sirvan para promover la idea entre los países que no están en el Consejo de Seguridad ni en el G22.
Dicho esto, la pregunta vuelve a ser la misma. ¿Cuál es la posición o la estrategia de España en relación al Informe Stiglitz? Viendo el carácter progresista del informe, queremos pensar que el Gobierno de Zapatero respalda totalmente la propuesta y está haciendo todo lo que puede detrás de bastidores para conseguir establecer un sistema financiero mundial más regulado, más equitativo y más sostenible. Por ahora, sin embargo, la realidad nos dice todo lo contrario. España va a firmar lo que acuerden otros porque el Gobierno socialista no tiene ni estrategia ni ideales.
Attac, que estará presente en la conferencia de las Naciones Unidas sobre la crisis económica y financiera como movimiento social invitado, presionará con todas sus fuerzas junto al resto de las organizaciones de la sociedad civil para que las propuestas del Informe Stiglitz se concreten en reformas que hagan menos injusto e insostenible el planeta. De lo que haga nuestro Gobierno en esta conferencia informaremos a nuestro regreso.
Miguel Otero. Comisión de Justicia Fiscal Global de Attac España
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