miércoles, 16 de octubre de 2013

La izquierda inane



Si algo resulta llamativo en la crisis actual es la ausencia de un planteamiento socio-político que sea capaz de generar algún problema serio a la ofensiva neoliberal. Las recientes elecciones alemanas son una muestra de ello: los votos unidos de SPD, Verdes y Die Linke podrían desbancar a la derecha, pero esta es una posibilidad que no pasa por la cabeza de nadie (al menos de sus dirigentes) y que, de momento esta fuera de lugar. En la crisis del 29, otra de las ocasiones en las que el capitalismo mostró toda su miseria y ninguno de sus atractivos, fue tiempo de frentes populares y respuestas reformistas. Ahora lo que se llamaría “la izquierda” ni resulta creíble, ni moviliza ni genera movimientos sociales realmente impactantes (como por ejemplo el sindicalismo de clase norteamericano de los años treinta aglutinado en la CIO).

En gran medida ello forma parte del éxito de la derecha en marcar un estrecho territorio de juego institucional que no admite reformas serias. Una buena parte de la izquierda política y social se ha dejado atrapar en este espacio y con ello ha perdido toda credibilidad alternativa. No sólo los partidos socialdemócratas y/o verdes, también muchas de las organizaciones sindicales desarrollan unas prácticas y un discurso en un marco de juego en el que la derecha y el capital tienen todas las cartas marcadas. Cómo se ha llegado a ello es una cuestión compleja y que merece reflexión. Mi intuición es que ha sido el resultado de una combinación de diversos procesos que van desde el soborno y la amenaza del poder hasta un proceso de aculturación provocado en el ámbito académico (donde se forman muchos de los cuadros dirigentes) y la propia deriva de las lógicas burocráticas. En todo caso, el punto de llegada son organizaciones colonizadas culturalmente por la derecha, incapaces de adoptar propuestas y prácticas de ruptura, aisladas de las bases sociales que las deberían alimentar.

Pero si ésta es una situación harto conocida de la izquierda institucional, tampoco los sectores alternativos han conseguido cambiar sustancialmente la situación. Una parte de esta izquierda, la que se sigue reclamando de la tradición comunista, no ha podido hallar respuesta ni superar el fracaso soviético. Sin pensar una propuesta que incluya algún proyecto de gestión económica eficiente, social y ambientalmente, de respeto a los individuos, de democracia real y de ausencia de burocratismo y autoritarismo, es imposible que algo alternativo pueda tener atractivo. Una parte de esta izquierda sigue siendo demasiado nostálgica de un pasado no glorioso, demasiado esperanzada con cualquier lider carismático, demasiado quisquillosa en recordar las verdades de su catecismo (las críticas al capitalismo son a menudo certeras pero no hace falta restregar que “ya lo sabíamos”), demasiado preocupada de liderar como para atraer a nuevas generaciones de activistas. Y los nuevos movimientos sociales de los últimos tiempos están demasiado absorbidos por sus propios descubrimientos, demasiado dependientes de ofrecer recetas particulares que parecen respuestas simplistas a cuestiones complejas (como pretender resolver el paro con el reparto de trabajo, la desigualdad con la renta universal o la participación democrática con el referendum electrónico) y carecen de reflexión sobre cómo construir dinámicas sociales para que hoy por hoy puedan representar, cuando menos, un reto serio al orden social. Algo que no desmerece en todo caso que muchas de sus aportaciones y su renovado activismo constituyen en todo caso una inflexión básica.

Y mientras predomina esta inanidad, el capitalismo, las élites sociales, agudizan todos los males sociales, desmoronan derechos y refuerzan las tendencias destructivas que llevan a la gente al desastre. Pensar y actuar para reconstruir una alternativa es un deber moral, una necesidad existencial de todas las personas que pensamos que los males actuales, los que padecemos ahora, los que muchas personas en otros países llevan padeciendo, no son una situación normal sino el resultado de un proceso perverso del que la humanidad aún no ha sabido salir. Y este deber y esta necesidad exigen realismo, generosidad, amplitud de miras, paciencia y constancia para construir algo nuevo, necesario, urgente. Hacen falta activistas, pensadores, cooperantes, interlocutores. Sobran gurús, burócratas, trepas, inquisidores y parásitos. Todos y todas tenemos algo de cada parte, es urgente encontrar los mecanismos para que se imponga el lado positivo, creativo.

Joan Busca
Mientras Tanto

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