Comienzan a abundar los datos que permiten hacer un análisis profundo
de los efectos de la larga crisis económica en relación al bienestar
ciudadano (el fin último de la economía) y sobre el reparto de los
sacrificios y de la austeridad en el seno de la sociedad española. El
balance no puede ser más comprometido: en renta per cápita nuestro país
está en términos similares a los del año 2002, por lo que ya se puede
hablar de una década perdida, sin esperar a lo que suceda de aquí hasta
el finales de la recesión, ocurra cuando ocurra. En términos de
desigualdad, la cosa es aún peor: según los datos de Eurostat (la
oficina de estadísticas de la Comisión Europea) España es el país más
desigual de Europa junto con Portugal, Bulgaria y Letonia (lugares muy
alejados de nuestro nivel de renta), y por encima, por ejemplo, de
Grecia.
Estas y otras muchas comparaciones se pueden contemplar en el Primer
Informe de la Desigualdad en España, elaborado para la Fundación
Alternativas por el equipo del catedrático de la Universidad Rey Juan
Carlos Jesús Ruiz-Huertas y que conecta con los estudios sobre la
desigualdad que se realizaron hace unas décadas en la Fundación
Argentaria (cuando Argentaria era un holding financiero público). De su
lectura se pueden desprender, entre otras, las siguientes tendencias
principales: que la caída en los niveles de bienestar ha sido mucho más
intensa en España que en la mayoría de los países de la Unión Europea; y
que se ha ampliado la diferencia de renta entre los ciudadanos
españoles de forma acelerada, rompiéndose en un margen temporal muy
breve la tendencia a la moderación de las mismas que se había producido
durante la mayor parte de la etapa democrática (sobre todo, hasta el año
1996).
Frente a la idea que se ha tratado de transmitir intencionadamente de
que la envergadura de la crisis ha sido tal que sus efectos se han
extendido de manera generalizada a todas las capas sociales, los datos
son contundentes en sentido contrario: mientras se han hundido las
rentas más bajas, las más altas han seguido creciendo, haciéndolo,
además, a mayor ritmo que cualquier otro grupo de renta. La pobreza se
ha hecho simultáneamente más intensa (más pobreza) y más extensa (afecta
a más personas). Son las familias en las que pierde el empleo el
principal perceptor de ingresos, las principales perjudicadas por la
recesión.
El Informe sobre la Desigualdad distingue cuatro grandes causas de
que España sea uno de los países más afectados por la desigualdad y la
pobreza. El primero, es la espectacular destrucción de empleo: el paro
ha crecido nada menos que 18 puntos (de menos del 8% en 2007 al 26,02%
en 2012) en un lustro. Segundo, que la tasa de paro entre los
sustentadores principales de los hogares ha alcanzado un máximo
histórico, pasando en el mismo periodo de un 6% a un 21,4%. Tercero, los
muy relevantes cambios en la estructura salarial, pues la distancia
entre los asalariados con las rentas más altas y más bajas (empleos
temporales, con escasa protección) aumentó considerablemente. Por
último, y no menos importante pues ello afecta directamente a las
políticas públicas, la reducida capacidad del sistema de impuestos y de
protección social paras combatir el incremento de la desigualdad, si se
compara con los de otros países europeos; esa capacidad reductiva de la
desigualdad es en España casi la mitad que la de algunos países nórdicos
y queda lejos todavía de la observada en los principales de nuestro
entorno.
Recuerdan los autores del estudio que en la etapa previa a la crisis
no se aprovechó la capacidad política para aproximar el gasto social al
nivel existente en los países europeos más poderosos y reducir así las
brechas ciudadanas, concluyendo que en contra de lo que mil veces se ha
repetido como un mantra falso, en el ámbito de la protección social lo
que hicimos fue “vivir por debajo de nuestras posibilidades”. Se llegó,
por tanto, a la crisis económica con una insuficiencia de las redes de
protección para responder al drástico aumento de las necesidades
sociales. La cobertura proporcionada ha sido insuficiente para poder
contener los menores ingresos derivados del espectacular incremento del
desempleo.
Joaquín Estefanía
El País
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