domingo, 6 de enero de 2013

España, estado de corrupción

Según el barómetro del CIS de diciembre pasado, la corrupción ocupa el cuarto lugar en las precupaciones de los españoles, por detrás del paro, la crisis económica y los políticos. En realidad es el tercer lugar porque la preocupación por los políticos es, en el fondo, por su corrupción. Y llegará a primero de seguir las cosas así.

Coincidiendo con el barómetro, Telefónica anunció ayer haber fichado a Rato como asesor para América Latina y Europa. Telefónica es una empresa privada gracias precisamente a Rato. Contratarlo ahora será legal, pero es inmoral. Como empresa privada, la moral le importa un rábano. Ella se debe a la rentabilidad y el beneficio. ¿Es rentable la contratación de Rato? En términos de imagen, desde luego, no. Su hoja de servicios está en muy negativo. Salió por pies y prematuramente del FMI y hasta la fecha no se saben las verdaderas razones. No sé qué importante revista extranjera especializada en estas cosas lo coloca entre los cinco peores administradores del mundo. Su gestión en Bankia ha sido un desastre y provocado la ruina de miles de personas; tanto que está imputado en un proceso penal por cinco presuntos delitos. ¿Imagen? Más bien contraimagen. Y, así, los beneficios se resentirán. Pero, al parecer no importa. Lo importante es pagar favores estilo mafioso. actuar según acuerdos y compromisos jamás públicos. La base de la corrupción. Pero esto es únicamente la punta del iceberg de la marca España. Ahí van otras partes de su cuerpo:
La declaración de ingresos de Cospedal, que suma varios sueldos públicos y semipúblicos no solo es inmoral en estos tiempos de empobrecimiento general (precisamente gracias a sus decisiones) sino que también podría ser ilegal. Obviamente, nadie ha explicado a la católica dama que las personas honradas predican con el ejemplo. Si es cierto, como dice el PSOE, que Cospedal oculta parte de sus ingresos en su declaración, a lo mejor acaba explicándoselo un juez. 

De Álvarez Cascos se dice ahora que su nómina es de "estilo Cospedal". O sea, acumulación de sueldos. Álvarez Cascos incurre en esa fea costumbre de cobrar del partido y de la administración por el cargo que se ocupa en ella gracias a aquel partido pero, además, declara ingresos pintorescos como un pico cobrado de la Fundación FAES por actividades en esta de las que no hay pública constancia u otro por rendimientos "profesionales" y actividades privadas, como la presidencia de una empresa y cuya legalidad será preciso comprobar a la luz de la vigente Ley de Incompatibilidades que, en su artículo 14 dice que el ejercicio de actividades profesionales, laborales, mercantiles o industriales fuera de las Administraciones Públicas requerirá el previo reconocimiento de compatibilidad. 

Madrid, Comunidad y Ayuntamiento, es tierra de la Gürtel, sembrada de corruptelas y en un ambiente de reparto de prebendas y enchufes francamente escandaloso. Ignacio González, Salvador Victoria (el consejero que criminaliza a los huelguistas del metro), Esperanza Aguirre, Ana Botella, etc., tod@s ell@s han enchufado o recibido enchufad@s (en formas de asesores, "libre designación" y otras mamandurrias) a una recua de parientes, allegad@s, amig@s, clientes y agentes para todo, estilo Mortadelo y Filemón. Ese Carromero, especie de funcionario del PP, al parecer, en Cuba, figura como "asesor" en el Ayuntamiento de Madrid, con un sueldazo, que pagamos todos los madrileños, de 50.000 euríviris. El partido no paga a sus agentes; los pagamos todos vía enchufe en la administración. La propia Ana Botella debe su cargo a una maniobra de enchufe conyugal. 

Si nos vamos a provincias, Pérez Galdós empalidecería de envidia ante casos cumplidos de caciquismo al más puro siglo XIX; la dinastía de los Fabra en Catellón y la de Baltar en Ourense. Con sus toques de modernidad mediterránea, a lo Matas o lo Camps quienes, no limitaban su megalomanía a la compra de palacetes o la construcción de espantosas moles ciclópeas e inútiles sino que ascendieron en la escala social y entraron en tratos con la Real familia gracias a ese yerno que debe de ser la comidilla de todos los círculos aristocráticos del Continente. ¡Cómo será la corrupción en España que salpica hasta la Corona!

En el orden institucional, la corrupción es una epidemia, una marea. Por fin se anuncia una querella ante el Supremo contra los 63 diputados que cobran dietas viviendo en Madrid. Es una práctica detestable. Y afecta a varios ministros y al presidente del gobierno. Es posible que sea algo legal. Pero nadie negará que es inmoral, sobre todo en este tiempo, cuando se echa a la gente de sus casas a miles. Y la peor corrupción es precisamente esa, la que respeta la letra de la ley pero va contra su espíritu. Lo que, en definitiva, puede ser fraude de ley. Como lo del doble cobro del partido y de la administración cuando hay dedicación a tiempo completo a esta. Es imposible respetar instituciones tan llenas de corruptelas. Especialmente cuando desde esas instituciones, repletas de gente que está haciendo su agosto solo por tener el carnet del partido, se sisa a la gente del común de sus míseros sueldos, sus ahorros, sus pensiones.

Capítulo aparte las cajas, esas instituciones mixtas, público-privadas administradas por una mezcla de políticos codiciosos, empresarios sin escrúpulos y meros enchufados que se limitaban a cobrar una pasta por dar su aprobación a unas cuentas que han quebrado las cajas, han supuesto la ruina para miles de pequeños impositores o accionistas y han hundido el país. Y no eran uno o dos; eran decenas, un interminable desfile de individuos que se retiraban (o los retiraban) del desastre y se llevaban pluses, compensaciones, sueldos o pensiones estratosféricas. Un desfile reiterado, cotidiano, insultante.

El paro, la crisis, son las primeras preocupaciones de los españoles. Pero la crisis española es producto de la corrupción española. Las autoridades están jugando con fuego en su actitud agresiva, tolerante con la corrupción e insensible a las consecuencias de su acción en una sociedad en donde cunde el descontento y la rabia. Y, hablando de fuego, hasta ahora, la gente se limita a prendérselo a sí misma. Puede llegar un momento en que se lo prenda a otros.
 
Ramón Cotarelo
elmercuriodigital.es

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