Los abanderados del sufrimiento inexorable han sufrido su primera
gran derrota. Durante la pasada legislatura dos formaciones políticas,
ICV y BNG, intentaron impulsar en el Parlamento una reforma de la ley
hipotecaria que permitiera la dación en pago. El gobierno del PSOE
rechazó ambas, en ambos casos con el apoyo del PP. Que los dos partidos
mayoritarios escenifiquen ahora su comprensión y solidaridad hacia las
víctimas del capítulo más sangrante del monumental escándalo de la banca
española, es un triunfo de la calle. Los “antisistema”, los “perroflautas”, los “golpistas” y demás manifestantes, descritos como poco menos que terroristas en las tertulias del TDT Party,apoyados
tan solo por la no menos denostada izquierda y los aún más anatemizados
sindicatos, han logrado primero llamar la atención de los jueces, y
después que los servidores de los intereses de los mercados —esto es, el
gobierno español—, agache la cabeza.
Esta victoria demuestra que la movilización es útil, y esa es una
buena noticia, porque nunca ha hecho tanta falta como ahora. La “línea
roja”, esa teórica frontera de los abismos infranqueables, está ya a
nuestra espalda. Las reformas emprendidas por el gobierno Rajoy han
degradado las condiciones de vida de los españoles hasta sumir en la
pobreza a un porcentaje vergonzoso de la población. La reforma laboral,
por su parte, constituye un ejemplo de mal banal, una agresión feroz a
la dignidad de los trabajadores que no ha servido absolutamente para
nada más. Cada viernes, nos encontramos con que los derechos civiles y
laborales consagrados por la Constitución han sido suspendidos por
decreto. ¿Qué nos queda? La calle para correr.
El 14 de noviembre tendrá lugar la huelga general más justificada y
razonable de la historia de nuestra democracia. Es necesaria. Y, si
ustedes la apoyan, será útil.
Almudena Grandes
El País
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