Consejo de Redacción Economía Crítica.
Estábamos esperando y ha llegado el momento. Finalmente y con la colaboración de cien economistas liberales pretendidamente expertos en economía del trabajo , ya tenemos encima de la mesa una discusión pública acerca de futuras reformas laborales en España. No nos sorprende en absoluto porque es el mecanismo inmediato con el que los liberales buscan dar salidas a las crisis económicas, y en este punto poco importa que la cuestión discutida tenga mucho o poco sentido mientras cumpla su función.
Precisamente por eso mismo estos cien economistas reconocen en su documento que la crisis actual se ha originado en el mercado financiero y que de forma directa nada tiene que ver con el ámbito laboral. Sin embargo, de forma seguida dan un salto mortal y continúan argumentando que es necesario lanzarse a reformar la forma en que se despide y contrata, los impuestos asociados a la actividad productiva y otra serie de medidas de claro sesgo liberal y regresivo. Esta estrategia argumentativa tan cínica permite visualizar perfectamente el objetivo último de la propuesta: dar salidas a la crisis en la forma de recuperación de las tasas de rentabilidad productivas, lo que sólo puede conseguirse con una nueva vuelta de tuerca al respecto de la situación de los trabajadores y demás precariado. Y es que, ¿de verdad está el problema en el ámbito laboral?
Efectivamente la tasa de paro en España está muy por encima de la media en el resto de los países europeos, y de lejos es el país que más está pagando la crisis internacional en términos de empleo. Sin embargo es precisamente la fuerte exposición española a sectores tan inestables como la construcción y el turismo lo que explica ese comportamiento tan distinto, y no tanto la actual configuración de las relaciones laborales de contratación. Los despidos se están produciendo con relativa facilidad y sobre todo se están destruyendo aquellos puestos de trabajos que son más precarios.La precariedad de ayer es el paro de hoy. Quienes no se beneficiaron ayer del crecimiento son quienes van a pagar hoy las crisis que se desatan en los cuatro polos del planeta tierra.
Para comprender esta situación hay que remontarse a la entrada de España en la Unión Europea, momento en el cual nuestro país se especializó en estos sectores (construcción y turismo) y abandonó toda política industrial. Esta configuración de la estructura productiva tuvo consecuencias inmediatas en el mercado laboral, precisamente en la medida en que requería de mano de obra poco cualificada y muy dinámica (expuesta a los ciclos de turismo y a las burbujas inmobiliarias). Este modelo que pretendía ser competitivo ha estado sustentado además en los bajos salarios. No obstante, esta inserción fue exitosa en términos de crecimiento económico, ya que con el impulso de las burbujas formadas en el sector inmobiliario han permitido a España disfrutar de un crecimiento sin precedentes.
Pero cuando han cambiado las condiciones coyunturales y ha devenido el estallido de la burbuja inmobiliaria las cosas han cambiado radicalmente. La competencia de otros destinos turísticos y el cambio en el patrón de consumo turístico, la caída de la demanda mundial como consecuencia de la crisis financiera, el estancamiento económico en términos de inversión productiva tras el cierre del grifo del crédito, y el ya mencionado fin de la burbuja inmobiliaria española son los factores que conjuntamente han provocado la actual situación.
Toda la producción ha tenido que ajustarse a la nueva situación, y el proceso ha sido más rápido de lo normal por la alta precariedad propia de la estructura económica española. Pero el ámbito laboral no es la causa de los problemas, ya que su configuración concreta responde a un modelo productivo determinado, que en el caso español es el de una economía subdesarrollada. De tal modo que ninguna medida que no pase por la radical reconfiguración de este modelo tendrá éxito sin arrasar aún más los derechos de los trabajadores y demás precariado.
Y es precisamente esto último, un "avance" regresivo en términos de derechos sociales y laborales, lo que buscan los autores liberales que han escrito el documento con el que abríamos esta editorial. De la misma forma que el debate de los planes de pensiones ha resurgido en los momentos en los que los bancos y otras instituciones que administran planes de pensiones privados más necesitan capitales de esta naturaleza, el debate en el mercado laboral resurge en los momentos en el que las rentabilidades productivas necesitan reactivarse por el lado de los beneficios.
No en vano, el modelo productivo que proponen los liberales es el mismo que el que hemos tenido hasta ahora, ahora fracasado, pero acentuado en sus condiciones objetivas con el fin de incrementar la competitividad internacional vía bajos salarios. Ello conlleva nuevas reformas regresivas tanto en el ámbito fiscal (con rebajas de impuestos) como en el ámbito laboral (haciendo caer aún más la proporción de la renta que obtienen los trabajadores o, lo que es lo mismo, ampliando la cuota que reciben los beneficios).
Los sindicatos tienen que despertar de una vez y enfrentarse con propuestas en positivo y que planteen una reforma estructural de la economía española. Hay que trascender el plano laboral para entrar en la discusión no sólo del modelo productivo, sino también del sistema económico, tanto para discutir sus posibles reformas como para evidenciar sus límites estructurales dentro de su gestión por unas élites políticas y económicas cuyas lógicas están totalmente desprestigiadas dado lo que está callendo. De lo contrario únicamente se estará jugando a lo que quieren los de arriba contra los de abajo, y sin duda no hay peor salida que ésta para los trabajadores y parados, amas de casa, jubilados, mujeres, jóvenes, inmigrantes y demás precariado al que la crisis enseña con fuerza sus garras. Y debemos rechazar medias reformas del modelo productivo que mantengan la subordinación laboral de los trabajadores en las decisiones económicas, o que arranquen mejoras en altos despachos en los que poco les importa que determinados avances sociales en los países centrales se lleven a cabo a costa de una expropiación a las periferias subdesarrolladas, cuya agudización también parece estar invitada a la cena de las reformas Obama, Sarkozy, Zapatero y compañía. No se sabe en que dirección, hacía dónde dicen los 100 economistas o rumbo a las propuestas radicales de base que proponen la plataformas y colectivos que proliferan desde los movimientos sociales contra la crisis. Pero el caso es que, sin duda, corren tiempos de cambio....
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