
Informativo Attac-Tv
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Referéndum de Irlanda.La U.E. presiona a Irlanda para que apruebe en el próximo referéndum el Tratado de Lisboa
Edición: Attac País Valenciano
ES HORA DE CAMBIAR
Día de rechazo a la reunión del G-20 de Londres prevista para el 2 de abril de 2009.
Exigimos responsabilidades a los actores que han provocado esta crisis económica y humana: la banca, las multinacionales, las finanzas y sus instituciones internacionales, con la complicidad de gobiernos y partidos políticos que los han apoyado. Exigimos a las cúpulas sindicales que den un giro radical a sus estrategias, para ponerse por fin al lado de la ciudadanía que sufre los estragos de la crisis, e impulsen la movilización y organización sociales.
Luchamos por arrebatar el poder económico a las finanzas, la socialización de la banca, la erradicación de los paraísos fiscales y el control social de los mercados financieros. ¡La economía al servicio de los pueblos y las personas!
Luchamos por hacer efectiva la sostenibilidad. Exigimos detener la sobreexplotación de los recursos naturales y energéticos y frenar el cambio climático.
Luchamos por la reducción drástica de las injusticias y desigualdades sociales en el Norte y en las relaciones Norte-Sur: menos crecimiento y más reparto (renta básica de ciudadanía, reforma fiscal que garantice un sistema tributario progresivo y redistribuidor de la riqueza, abolición de la deuda externa de los países empobrecidos, fin de los tratados de libre comercio, de las políticas de liberalización del comercio de bienes y servicios y del expolio de las multinacionales).
Luchamos por garantizar un trabajo y unas condiciones laborales dignas para trabajadores y trabajadoras: no a las políticas de destrucción de empleo (como los ERE), alto a la explotación e indefensión laboral, mejora de la protección social y recuperación de los derechos laborales destruidos.
Luchamos por la defensa y la ampliación de los servicios públicos: basta ya del saqueo de la sanidad, la educación, el territorio, el agua… Reversión de los servicios públicos ya privatizados.
Luchamos por que la vivienda deje de ser un bien de inversión especulativa y retome su función social de alojamiento: por un cambio de modelo social de la vivienda en propiedad a la vivienda pública en alquiler, terminando definitivamente con la locura insostenible del ladrillo.
Luchamos por la igualdad efectiva de derechos y oportunidades de todas las personas, sea cual sea su origen, cultura, nacionalidad, religión o sexo. No hay personas de segunda categoría. ¡No a la criminalización de las personas inmigrantes!
Luchamos por un mundo en que las personas escojan su futuro sin estar presionadas por las estructuras patriarcales. Queremos relaciones basadas en la solidaridad y no en la dominación, la competitividad y la violencia.
Lo más grave es que no varían ni su discurso ni sus métodos. En los conflictos actuales del PP, les vemos negar con ahínco los evidentes síntomas de corrupción, resucitando viejas y nefastas teorías conspirativas en un espectáculo patético y nada inocuo que empobrece la democracia. Inmadurez, imprevisión y descoordinación enmascaran importantes logros del Ejecutivo. Los ataques partidistas nos hastían. Asistimos perplejos a peligrosas concomitancias de todos los poderes que fundamentan el Estado de Derecho, incluido el cuarto, la prensa. Aupados en sus torres de marfil, los actores del fiasco no parecen enterarse del efecto que la suciedad y la inoperancia causan en la ciudadanía. Una inmensa apatía recorre el mundo –país por país y en la casa globalizada–, mezclada con brotes de rebeldía, cada vez mayores, que no encuentran canal para circular.
La doctrina militarista y neocon en lo económico que George W. Bush trajo bajo el brazo fue dando los últimos golpes de gracias a los organismos nacidos tras la II Guerra Mundial y su intento de que aquella conflagración terrible fuera la última –¿se acordaría alguien, hoy, de los Derechos Humanos al redactar Constituciones?–. La ONU inoperante, la ONU bombardeada y dócil, el periodismo silenciado, cuando no también gaseado y golpeado… o desactivado. Noticias de un día, sin seguimiento, ni refrescadas con antecedentes; la sociedad que no parece ser consciente de sus derechos y de su papel actor en el devenir de la historia.
Cayó ya el manto de la impunidad sobre la última masacre de Israel sobre los palestinos. Un muro de 2.500 km sembrados de minas se yergue –olvidado– en el Sáhara, a la espera de un referéndum que nunca se celebra. Se aplastó la revolución dorada –de monjes indefensos y hartos– en el Tíbet. Completamente. Hasta el silencio 30.000 muertos sepultados por un terremoto y –sobre todo– la tiranía, en Myanmar. Totalmente. Hasta la indiferencia. Aunque el mundo dolorido derriba sus barreras en avalancha: lo malo nos toca a todos. Más asesinatos de locura terrorista, cavernaria. Aquí y allá. Se incrementan los precios de los alimentos y la gasolina; luego los especuladores los bajan sin dar explicaciones. Estalla una guerra al norte de la civilizada Europa. Por gas, por petróleo, por hegemonía. Se solidifican y congelan los hielos de la guerra fría. Un dirigente político legisla en su provecho, introduciendo el fantasma del fascismo desde sus pies de bota. Siguen llegando pateras. Sigue matando el hambre. Siguen diezmando poblaciones las guerras y las enfermedades. Unos pocos se lucran con el mal ajeno. Joyas y materiales preciosos –coltan, uranio– causan codicia y muerte en África. En Zimbabue, el cólera sin medicinas mata a cientos de personas. Su dictador, Robert Mugabe, fue exonerado de condena por el G-8 tiempo atrás, por ese juego de vetos y prioridades al que suele jugar.
Se reconstruye el Irak invadido, entre escándalos y más impunidad. Ya no hay espacio para tanto banco y tantos fraudes, pero hay que conservar el sistema a cualquier precio. Ya no caben más coches en el mundo, pero se hace preciso mantener las estructuras. Lloran los bolsillos millonarios –porque alguno de los suyos les engañó– mientras repasan sus cuentas sólidas de Suiza. Baja el petróleo, sin cesar. Y todos los indicadores económicos. Y las Bolsas no se animan. Llegan los despidos, los ERE, tan oportunos a los planes económicos, y gimen –con más motivo– los asalariados.
¿Algo más tiene que pasar para que el mundo se inmute? El podrido sistema, la democracia enferma, exigen regeneración. Pero habrá que utilizar la propia casa como punto de partida. Necesitamos la política, esencia de la democracia, pero no esta. No nos podemos limitar a votar cada cuatro años. Ya no es hora de algaradas callejeras que no provocan cambio alguno. Los descontentos constructivos tampoco disponemos, desde nuestras casas aisladas, de los medios para fletar 700 autobuses, con bocadillo y manta o abanico.
En España, los planes inaplazables –vigentes en otros países– son, como mínimo: asambleas ciudadanas con políticos y expertos de la universidad, listas abiertas para que nuestros representantes no sucumban a la ominosa disciplina de partido, separación real de poderes. Cada uno de ellos, libre, limpio y responsable. Un periodismo crítico que erradique la prioridad del negocio, otros intereses ajenos, improvisación o falta de capacitación. La educación como cimiento, no limitada a la enseñanza en el colegio, con una actualización continua de los adultos. Poderes públicos que la propicien en lugar de disuadirla. Una red mundial nos ayuda como vehículo. Todo ello contribuiría a despertar a tibios e insolidarios. Alguien tendrá que emprender la tarea. Si tiembla la tierra, habrá que apuntalarla. Con la voz, las manos y las utopías.
Una conciencia laxa ante la corrupción, la creencia frente a la ciencia y un atraso educativo secular: tres pies para una mesa que cojea por su erróneo diseño. Alcaldes de todos los partidos son acusados de corrupción, ingresan en la cárcel entre llantos, vítores y aplausos, y, en el 71% de los casos, resultan reelegidos, aumentando incluso sus apoyos. ¿Concedemos los españoles mayor permisividad que otros pueblos a la trampa, el robo, la malversación, el cohecho y todas sus variantes delictivas?
Sin duda, somos hijos de la picaresca, un género literario asociado a las letras españolas que nos ha impregnado el alma. O viceversa. En su tiempo de esplendor -siglo XVII-, la picaresca supuso una auténtica creación porque abordó con crudo realismo la verdad, en contra de las idealizaciones del Renacimiento. La novela picaresca suprime artificios de lenguaje y refleja la sociedad en la que vive: la que distingue a los seres humanos según su cuna y arroja a los abismos al pobre, que sólo puede medrar con subterfugios superiores a los de aquellos a quienes se ve obligado a servir. España de falacia y pandereta, de filfa, patraña y estafa, lerda y falsa, clerical y oscurantista, que nunca concede al pícaro la gracia heroica del triunfo sobre el poder. Su astucia obligada sólo le ayuda a sobrevivir.
Pocos países en la historia han ostentado la hegemonía mundial. España tuvo ese dudoso privilegio durante varios siglos. Lo que otros imperios robaron -tributos y botines de guerra, si se prefiere usar eufemismos- puebla sus museos. Grecia y Egipto se contemplan en el British londinense, y, lo que resta, en el Louvre parisino o en el Vaticano. ¿Y qué fue de los tesoros incautados por España? A partir de esa primera interrogante, nos encontramos a los Austrias dominados por validos o, llegados los Borbones, a la regente María Cristina, que amasó una inmensa fortuna trapicheando, según se le atribuye, con la sal, los incipientes ferrocarriles e incluso la trata de esclavos.
España, pozo de dinero negro, ha hecho de la burbuja inmobiliaria el primer alimento para nuestra fama de corruptos. Extendida por todo el territorio español, prevarica, trafica con influencias, cobra comisiones y adjudica irregularmente. Se la está atajando con múltiples investigaciones y condenas, pero la basura no cesa de fluir. Una comisión del Parlamento Europeo dictaminó en 2007: "El urbanismo que está padeciendo España es un atentado contra derechos fundamentales, movido por intereses bastardos de constructores sin escrúpulos, conchabados con alcaldes de poca monta, enfeudados unos y otros en la codicia y la avaricia".
Si nos atenemos a los datos de la organización Transparency Internacional, ocupamos, sin embargo, el puesto 28 -entre 180- entre los más limpios, con una calificación de notable (6,8). La ciudadanía, en cambio, dice percibir alta corrupción, sobre todo política. Sólo que -y esto es básico- no le importa. Sólo un 2% de los ciudadanos la cita como problema en las encuestas del CIS.
Para los diccionarios de sinónimos, el pícaro es travieso, pilluelo, bribón, tunante, revoltoso o astuto. ¡Dulce benevolencia! Buena parte de los españoles admira a quien se enriquece, sin importarle los métodos.
El desmesurado peso de
Causa y consecuencia, la educación sigue siendo asignatura pendiente de los españoles porque, a pesar del indudable y vertiginoso crecimiento económico, partir del subdesarrollo y la dictadura lastra. Aún presentamos un notable fracaso de instrucción infantil... y evidentes carencias en los adultos. Desde la inocua falta de uso de expresiones corteses y el escaso dominio de lenguas extranjeras, a no pensar en los otros -elemento básico de una formación adecuada-. País bipolar, de excesos y carencias, generador de caspa que no tapa el progreso.
Una llave para el cambio: la búsqueda del bien común. Y con ella, franquear la entrada a una nave que aguarda durante siglos partir hacia una nueva España. Por la borda y con una pesada ancla, habremos de arrojar la picaresca y todo lo que implica. Para enderezar
* Rosa María Artal es periodista y escritora. Su último libro es España ombligo del mundo.
Fuente: El País
La crisis actual ha confirmado el sentimiento y el afán de millones de seres para que desaparezca de una vez el sistema capitalista, basado desde su origen en la injusta explotación del trabajo humano, el ansia de lucro ilimitado y el expolio destructor de los bienes de
Con el ascenso político del liberalismo neocon, la caída del imperio soviético y el nuevo imperialismo globalizador, se auguraba nada menos que el fin de
Pero la oligarquía global capitalista es una dictadura que no se rinde fácilmente. Promete refundarse y chantajea a los Estados con el síndrome de Sansón: si los Gobiernos democráticos, en vez de apoyarla y sustentarla, derriban los pilares de su poderoso templo de mercaderes corruptos, las ruinas de su techo aplastarán a los ciudadanos. Por tanto, todo proyecto de sustituir el sistema imperante de forma pacífica y democrática, si bien radical, ha de contar con tal amenaza y tener muy claros los datos del problema mundial planteado.
Ante todo no debe olvidarse que ya no hay más soluciones económicas eficientes que las aplicadas por una acción política que recoja, aglutine, dirija y conserve la indudable fuerza social anticapitalista existente en todo el mundo. Pero dicha fuerza política ha de movilizar a una población todavía resignada, apática, temerosa e insolidaria, la cual, por ser víctima del sistema, carece de cultura suficiente para tener conciencia de una participación democrática combativa.
Por otro lado, ya no cabe el “socialismo en un solo país”, y los Estados, sin un acuerdo internacional revolucionario, no pueden combatir a la mafia sin fronteras: tanto a la dictadura oligárquica financiera, más o menos legal, como a la “economía criminal” que mueve billones en todo el planeta. Sólo una ONU renovada y democratizada podría ser el embrión de una gobernanza global. Por ahora, el gran promotor de la protesta anticapitalista, el Foro Social Mundial, es la única alternativa, pero aún carece de unidad en una acción política influyente y eficaz.
Ante tanta dificultad, cabe el pesimismo, pero eso supone ignorar que la crisis actual se gestó hace 20 años y que el sistema ya ha iniciado su suicidio por éxito y también la futura alternativa social, política y económica. En Sudamérica, por ejemplo, la carencia de gobiernos que gobernaran de verdad ha obligado a sustituir su inacción social por comunidades de base autogestionadas, en la línea de la breve experiencia anarquista catalana de 1936 (sin sus excesos), que inspiró al comunismo yugoslavo entre 1945 y l970. Y es que el Estado hace tiempo que también sufre una profunda crisis por falta de confianza ciudadana y su dependencia del capitalismo mundial.
Los partidos políticos de izquierda pierden votantes, desencantados y hartos y, si no son ellos los que se refundan radicalmente, desaparecerán del mapa. Queda la esperanza de los movimientos sociales (ecologismo, pacifismo, feminismo), mas deben organizarse políticamente para compensar la tentación populista-fascista de las masas fomentada por el capital, como hizo tras la crisis norteamericana del 29.
La urgente tarea de presentar una alternativa positiva al capitalismo es harto difícil, pero no imposible. La utopía ya no carece de lugar (topos). Se practica hoy por la acción de muchos “viejos topos” que horadan los cimientos del sistema y abren las brechas por donde, como decía Walter Benjamin, pueda penetrar la esperanza mesiánica y “la energía revolucionaria de lo nuevo”.
José A. González Casanova es Catedrático de Derecho Constitucional y escritor
Fuente: Público
Frente a ello son muchas las razones para contestar el progreso, más aparente que real, que han protagonizado nuestras sociedades durante decenios. Piénsese que en EE.UU., donde la renta per cápita se ha triplicado desde el final de la segunda guerra mundial, desde 1960 se reduce, sin embargo, el porcentaje de ciudadanos que declaran sentirse satisfechos. En 2005 un 49% de los norteamericanos estimaba que la felicidad se hallaba en retroceso, frente a un 26% que consideraba lo contrario. Muchos expertos concluyen, en suma, que el incremento en la esperanza de vida al nacer registrado en los últimos decenios bien puede estar tocando a su fin en un escenario lastrado por la obesidad, el estrés, la aparición de nuevas enfermedades y la contaminación.
Así las cosas, en los países ricos hay que reducir la producción y el consumo porque vivimos por encima de nuestras posibilidades, porque es urgente cortar emisiones que dañan peligrosamente el medio y porque empiezan a faltar materias primas vitales. Por detrás de esos imperativos despunta un problema central: el de los límites medioambientales y de recursos del planeta. Si es evidente que, en caso de que un individuo extraiga de su capital, y no de sus ingresos, la mayoría de los recursos que emplea, ello conducirá a la quiebra, parece sorprendente que no se emplee el mismo razonamiento a la hora de sopesar lo que las sociedades occidentales están haciendo con los recursos naturales. Para calibrar la hondura del problema, el mejor indicador es la huella ecológica, que mide la superficie del planeta, terrestre como marítima, que precisamos para mantener las actividades económicas. Si en 2004 esa huella lo era de 1,25 planetas Tierra, según muchos pronósticos alcanzará dos Tierras --si ello es imaginable-- en 2050. La huella ecológica igualó la biocapacidad del planeta en torno a 1980, y se ha triplicado entre 1960 y 2003.
A buen seguro que no es suficiente, claro, con acometer reducciones en los niveles de producción y de consumo. Es preciso reorganizar nuestras sociedades sobre la base de otros valores que reclamen el triunfo de la vida social, del altruismo y de la redistribución de los recursos frente a la propiedad y al consumo ilimitado. Hay que reivindicar, en paralelo, el ocio frente al trabajo obsesivo, como hay que postular el reparto del trabajo, una vieja práctica sindical que, por desgracia, fue cayendo en el olvido. Otras exigencias ineludibles nos hablan de la necesidad de reducir las dimensiones de las infraestructuras productivas, administrativas y de transporte, y de primar lo local frente a lo global en un escenario marcado, en suma, por la sobriedad y la simplicidad voluntaria.
Hablando en plata, lo primero que las sociedades opulentas deben tomar en consideración es la conveniencia de cerrar --o al menos de reducir sensiblemente la actividad correspondiente-- muchos de los complejos fabriles hoy existentes. Estamos pensando, cómo no, en la industria militar, en la automovilística, en la de la aviación y en buena parte de la de la construcción. Los millones de trabajadores que, de resultas, perderían sus empleos deberían encontrar acomodo a través de dos grandes cauces. Si el primero lo aportaría el desarrollo ingente de actividades en los ámbitos relacionados con la satisfacción de las necesidades sociales y medioambientales, el segundo llegaría de la mano del reparto del trabajo en los sectores económicos tradicionales que sobrevivirían. Importa subrayar que en este caso la reducción de la jornada laboral bien podría llevar aparejada, por qué no, reducciones salariales, siempre y cuando éstas, claro, no lo fueran en provecho de los beneficios empresariales. Al fin y al cabo, la ganancia de nivel de vida que se derivaría de trabajar menos, y de disfrutar de mejores servicios sociales y de un entorno más limpio y menos agresivo, se sumaría a la derivada de la asunción plena de la conveniencia de consumir, también, menos, con la consiguiente reducción de necesidades en lo que a ingresos se refiere. No es preciso agregar --parece-- que las reducciones salariales que nos ocupan no afectarían, naturalmente, a quienes menos tienen.
El decrecimiento no implicaría, para la mayoría de los habitantes, un deterioro de sus condiciones de vida. Antes bien, debe acarrear mejoras sustanciales como las vinculadas con la redistribución de los recursos, la creación de nuevos sectores, la preservación del medio ambiente, el bienestar de las generaciones futuras, la salud de los ciudadanos, las condiciones del trabajo asalariado o el crecimiento relacional en sociedades en las que el tiempo de trabajo se reducirá sensiblemente. Al margen de lo anterior, conviene subrayar que en el mundo rico se hacen valer elementos --así, la presencia de infraestructuras en muchos ámbitos, la satisfacción de necesidades elementales o el propio decrecimiento de la población-- que facilitarían el tránsito a una sociedad distinta. Y es que hay que partir de la certeza de que, si no decrecemos voluntaria y racionalmente, tendremos que hacerlo obligados de resultas del hundimiento, antes o después, de la sinrazón económica y social que padecemos.
Carlos Taibo es profesor de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid y colaborador de Bakeaz.
He soñado que otra forma de hacer política era posible… que proponía otro mundo posible en todos los foros, municipios y parlamentos, que llevaba en la cabeza y corazón al Mundo y no una Nación o grupo de interés…
He soñado que se constituía el Partido de la Ciudadanía Mundial, que fomentaba la organización de la sociedad civil mundial como base de su acción política.
Un partido que defendía mundialmente los intereses de los silenciados, vulnerables y desheredados, promovía la paz, la justicia e igualdad y el respeto al medio ambiente y la solidaridad con las nuevas generaciones.
Un partido que proponía y promovía la constitución de unas Naciones Unidas auténticamente representativas y con un Parlamento Mundial formado por políticos, organizaciones de la sociedad civil y ciudadanos de todo el mundo. Que resolvía sobre asuntos de interés común de la Humanidad.
Cuya razón de ser no era tomar el poder ni gobernar, sino difundir en foros sociales y políticos las ideas altermundistas, controlar a los poderes establecidos y contribuir a que tomaran mejores decisiones en beneficio de todos.
Era fundado en una gran asamblea de movimientos sociales de todo el Mundo con el propósito de defender mundialmente una carta de principios basados en valores de libertad, justicia, igualdad y solidaridad, y como salvaguardia de los derechos humanos.
En sus estatutos constitutivos figuraban normas claras para que en su seno nadie pudiera ejercer dominio sobre nadie, ni se lucrase en base a su condición de representante o electo. Los principios de lealtad, representación acorde con directrices mundiales establecidas y programas locales, responsabilidad y rendición de cuentas eran los que prometían, seguían y defendían los cargos electos del PCM en todos los parlamentos, consejos municipales, etc. en que actuaban como representantes.
Su actividad política estaba libre de cualquier tipo de condicionamiento y no se debía a ningún tipo de poder externo, ya que sus únicos sistemas de financiación eran las cuotas o donaciones de sus afiliados y afiliadas y no podía recibir financiación de bancos o grupos económicos de presión ni subvenciones gubernamentales.
La representación de cargo estaba continuamente supeditada a la confianza ciudadana y la rotación era frecuente. En el currículum de los aspirantes figuraba la capacidad, pero sobretodo la lealtad y la honradez.
Los representantes del PCM exponían motivos y propuestas y se implicaban en los temas clave para el desarrollo de las políticas altermundistas en todos los niveles de representación y estaban por la faena, nunca por el teatro mediático o por la lucha fraticida o los contubernios políticos. Pronto la gente empezaba a distinguirlos de los demás y los representantes de los partidos nacionales tradicionales habían de ir copiando sus modos ante el prestigio que esta actitud daba.
En el PCM nadie miraba a los otros y se preguntaba ¿de dónde vendrá? Sino que se preguntaba ¿qué podremos hacer juntos? Y todos los sectarismos habían desaparecido por medio del diálogo y la unidad en la acción.
Por otra parte los poderes fácticos y mediáticos mundiales ya no podían silenciar la voz de los ciudadanos y ciudadanas críticos, ya que esta voz estaba en los parlamentos y los principios y derechos humanos eran proclamados sistemáticamente desde las tribunas parlamentarias por dignos/as y valientes representantes. Estos/as podían denunciar sin temor la corrupción, ya que ellos no podían ser atacados por ese tema, en este sentido no hacían pactos de silencio.
Un día llegaba en que este partido lograba ya mayorías en algún parlamento nacional, en este momento - consecuentes con la decisión de no tomar el poder sino de ser la conciencia crítica, una voz de los silenciadas/os y desposeídas/os y un ejemplo práctico de comportamiento democrático - el partido renunciaba a gobernar y proponía y avalaba gobiernos mixtos y de amplias mayorías con las fuerzas de progreso.
Los ruidos de la Cumbre del G-20, las reuniones de nuestros gobernantes con insignes banqueros y las cargas policiales contra estudiantes me han despertado de este sueño, no obstante recreándome en él he llegado a una conclusión:
Luchar por él es necesario.
Antonio Fuertes Esteban - Comisión de Justicia Fiscal Global de ATTAC España
http://rexpublicaglobal.blogspot.com
NO PAGAREMOS VUESTRAS CRISIS CAPITALISTAS.
ES HORA DE CAMBIAR
Exigimos responsabilidades a los actores que han provocado esta crisis económica y humana: la banca, las multinacionales, las finanzas y sus instituciones internacionales, con la complicidad de gobiernos y partidos políticos que los han apoyado. Exigimos a las cúpulas sindicales que den un giro radical a sus estrategias, para ponerse por fin al lado de la ciudadanía que sufre los estragos de la crisis, e impulsen la movilización y organización sociales.
Luchamos por arrebatar el poder económico a las finanzas, la socialización de la banca, la erradicación de los paraísos fiscales y el control social de los mercados financieros. ¡La economía al servicio de los pueblos y las personas!
Luchamos por hacer efectiva la sostenibilidad. Exigimos detener la sobreexplotación de los recursos naturales y energéticos y frenar el cambio climático.
Luchamos por la reducción drástica de las injusticias y desigualdades sociales en el
Luchamos por garantizar un trabajo y unas condiciones laborales dignas para trabajadores y trabajadoras: no a las políticas de destrucción de empleo (como los
Luchamos por la defensa y la ampliación de los servicios públicos: basta ya del saqueo de la sanidad, la educación, el territorio, el agua… Reversión de los servicios públicos ya privatizados.
Luchamos por que la vivienda deje de ser un bien de inversión especulativa y retome su función social de alojamiento: por un cambio de modelo social de la vivienda en propiedad a la vivienda pública en alquiler, terminando definitivamente con la locura insostenible del ladrillo.
Luchamos por la igualdad efectiva de derechos y oportunidades de todas las personas, sea cual sea su origen, cultura, nacionalidad, religión o sexo. No hay personas de segunda categoría. ¡No a la criminalización de las personas inmigrantes!
Luchamos por un mundo en que las personas escojan su futuro sin estar presionadas por las estructuras patriarcales. Queremos relaciones basadas en la solidaridad y no en la dominación, la competitividad y la violencia.
La Alianza Española contra la Pobreza, que agrupa a numerosas organizaciones y colectivos sociales, incluyendo ONGD, organizaciones ecologistas, sindicales, juveniles, feministas, religiosas…; hace suyas las convocatorias que se han realizado desde distintos foros para el 28 de marzo, haciendo un llamamiento a los gobiernos del G-20 para que aprovechen esta oportunidad y aceleren sus esfuerzos para poner fin a la pobreza y las causas que la generan, se comprometan con la justicia económica global e impulsen las acciones necesarias para cumplir y superar los Objetivos de Desarrollo del Milenio en el año 2015.
La Alianza considera que esta crisis económico-financiera, agravará aún mas la situación de los mas empobrecidos y nos alejará del objetivo de erradicar la pobreza extrema en el mundo, compromiso adquirido por los 189 Jefes de Estado y de Gobierno reunidos al amparo de Naciones Unidas en el año 2000, cuando se comprometieron a cumplir los 8 Objetivos de Desarrollo del Milenio para el año 2015.
Consideramos un error que el marco de discusión, propuestas y resoluciones no sea las Naciones Unidas; y que sea el denominado G-20 quien diseñe estrategias interesadas, dejando fuera de este foro de discusión a la gran mayoría de los países, marginando la voz del conjunto de los pueblos. Por ello, pedimos que en el seno de la reunión de Londres se impulsen los siguientes cambios:
Por todo ello, nos sumamos a las personas, los colectivos y asociaciones que reclamarán y harán suyas, a través de movilizaciones en numerosas ciudades, otras soluciones y otros planteamientos de cara a la próxima reunión del G-20 en Londres.
Supongo que eso es lo que hay en el fondo de tantos y tantos recurrentes chistes sobre las nacionalizaciones en curso, sobre el retorno de Marx, sobre lo que la gente dice querer y hace realmente y sobre los silencios del altermundialismo. Tal vez el más negro de todos los chistes sobre el abismo existente entre la profundidad de la crisis y la tibieza de la respuesta de los críticos sean las palabras que El Roto ponía en boca de su barbudo personaje el pasado martes 10 de marzo: “Yo era profundamente anticapitalista, pero cuando vi cómo se derrumbaba, sin dudar un instante, corrí en su ayuda”.
¿Es una ocurrencia así, como suele decirse, desmovilizadora, paralizadora de la voluntad de los que deberían ser sujetos activos ante la crisis? ¿Contribuye a acentuar y agudizar este estado de necesidad en el que, al parecer, estamos? No necesariamente, creo yo. La reflexión humorística y paródica, cuando apunta bien
–por negra que sea, y es el caso–, puede contribuir a desvelar verdades de Perogrullo que, por serlo, se ocultan u olvidan con demasiada frecuencia. Se puede hablar en serio desde ahí y prospectar una salida alternativa a la crisis desde la óptica del “profundamente anticapitalista”. Eso sí, a condición de dar la vuelta al chiste y no aceptar el estado de necesidad.
Vale la pena intentarlo porque, para empezar, se necesita otro estado de ánimo. Hay un refrán castellano que viene a cuento. Dice así: “No puede ser el cuervo más negro que sus alas”. Con él, otro humorista grande, Mateo Alemán, daba a entender que, tras un gran mal, los que vinieran serían llevaderos o, en cierto modo, menores. Es lo que corresponde al optimismo de la voluntad que acompaña al pesimismo de la inteligencia de los de abajo. Nunca sabemos del todo lo que el capitalismo es o puede llegar a ser. Pero hemos visto muchas veces las alas del cuervo y parece que, efectivamente, el cuervo mismo no puede ser más negro que sus alas.
Para que este cuervo, al que quieren convertir en ave fénix, no acabe resultando ahora más negro que sus alas, convendría escuchar lo que decía el anticapitalista altermundialista El Roto, en vez de prestar atención a sus jeremiadas en el estado de necesidad. Querría subrayar aquí una de las cosas dichas, porque es básica para saber orientarse en la crisis.
En el capitalismo, las crisis han sido siempre una oportunidad para que el capital reestructure y reorganice sus relaciones con el trabajo. Dicho en plata: ocasión para hacer pagar a los trabajadores, a los de abajo, los efectos y consecuencias más negativas de la situación creada. No es que el capital busque intencionadamente la crisis para ello. Es que el capital busca sacar tajada de la crisis económica y financiera para someter aún más férreamente a la fuerza de trabajo. Lo ha hecho siempre así y no hay razón para pensar que vaya a dejar de hacerlo en esta combinación de crisis interrelacionadas que estamos viviendo ahora.
Basta con prestar atención a lo que están diciendo y escribiendo los principales representantes del empresariado y sus ideólogos para comprobar que también ahora la ocasión la pintan calva: donde ayer decían que el Estado tenía que ser mínimo, ahora tiene que ser máximo (ayudando directamente a reflotar bancos y grandes empresas); donde ayer exaltaban el librecambismo, hoy se dejan ir al proteccionismo; donde ayer propugnaban flexibilidad en las relacionales laborales, hoy quieren que el Estado decrete el despido libre.
Las personas desinformadas tal vez se sorprendan de la cantidad de discursos que hoy se escuchan sobre lo necesario que es “refundar” el capitalismo. Pero, a poco que uno quiera informarse, se dará cuenta de que la refundación del capitalismo es precisamente el eslogan que sigue siempre a la crisis y que ha augurado siempre la utilización de la crisis desde arriba. Previsiblemente, en los países que han hecho de locomotora del capital habrá concesiones político-jurídicas; en los vagones de tercera no habrá ni eso y estará en peligro hasta la democracia demediada que conocemos.
Sí: eso es lo que nos enseñan ciertos intelectuales “profundamente anticapitalistas”. Y hay que escucharles, porque sabían de qué hablaban antes de que entráramos en el estado de necesidad. Y luego habrá que atender también a las razonables medidas alternativas que proponían: condonación de la deuda de los países empobrecidos; tasar los intercambios financieros y comerciales especulativos; redistribuir la riqueza para acabar con las desigualdades sociales flagrantes; renta básica de ciudadanía; cambiar los tiempos de trabajo y cuidado para favorecer la igualdad entre hombre y mujeres; soberanía alimentaria y energética; sostenibilidad ecológica en serio; reformar democráticamente la ONU; fomentar la democracia participativa… De todo esto, y de cómo llevarlo a la práctica, habrá que hablar con más concreción. Pero, si no se tiene eso ya en el horizonte, es de temer que más de uno acabe creyendo que el cuervo es más negro que sus alas.
Francisco Fernández Buey es Catedrático de Filosofía Política en la Universidad Pompeu Fabra
Fuente: Público