sábado, 1 de noviembre de 2008

Entrevista a Federico Mayor Zaragoza, ex-Director General de la Unesco y Presidente de la Fundación Cultura de Paz

“El sistema que se basó en la libertad y se olvidó de la igualdad, se hunde”
Como muchas personas dedicadas a las ciencias de la vida, Federico Mayor Zaragoza hace años que desvió su camino hacia el campo social, hacia la gente que sufre. Será porque es justamente la vida en el planeta lo que está en juego.

Cuando Federico Mayor Zaragoza era un estudiante, el profesor Hans Krebs, uno de los más célebres bioquímicos da historia, le dijo: “la justificación de la ciencia y del conocimiento es su aplicación para evitar o reducir el sufrimiento humano”. Desde entonces, en todas sus investigaciones, en todo lo que hizo en bioquímica prenatal e incluso con el ‘plan nacional da prevención da subnormalidad infantil’ que inició en los años 70, estaba en su horizonte esta exigencia ética. Es posible que por tal razón acabara por ser durante doce años director general da Unesco, y o que fuese por eso por lo que creara el Programa Cultura de Paz en la institución, cuyos objetivos persigue ahora desde la Fundación Cultura de Paz. De derechos humanos sabe cómo el que más. Ética pura.

—Estamos a mes y medio de la celebración del 60 aniversario da Declaración Universal de los Derechos Humanos. En su opinión, ¿son sesenta años de éxitos o de fracasos?

Pienso que la influencia de la Declaración en la vida y en las aspiraciones das personas fue extraordinaria. Seguramente fue el acontecimiento más importante del siglo XX, porque los mensajes, las pautas de conducta y los puntos de referencia éticos propios da Declaración Universal son ahora más importantes que nunca.

—¿Por qué ahora?

Porque es el momento de rediseñar completamente o futuro. Lo estamos viendo con el fracaso estrepitoso de un sistema económico que se basaba en las leyes del mercado en lugar de hacerlo en los principios democráticos que la constitución de la Unesco contiene: la justicia, la libertad, la igualdad y la solidaridad; y que también, más adelante, amplía la Declaración Universal. Ahora tendremos que pensar no sólo en el rescate de las instituciones financieras, sino sobre todo en el rescate de la gente, y sobre todo en el de la gente más vulnerable.

—Intuyo que ya escuchamos eso más de una vez.

Ya, pero si algo delata la situación actual es que medios hay. Antes nos decían que no había dinero para el fondo del sida o el de la alimentación, e incluso que como mucho, con los objetivos del milenio, podríamos reducir la hambre a la mitad para 2015. ¡Mire ahora como de un día para otro aparecen 700 mil millones para salvar la crisis financiera! ¡Ojo! ahora se puso de manifiesto que todo es cuestión de voluntad política. Cuando yo escuchaba estos días que se va refundar el Fondo Monetario Internacional, yo decía, pues miren, aprovechen para refundar las Naciones Unidas, aprovechen para poner en orden todo lo que los plutócratas del mundo destruyeron.

—Parece que ahora la clase política admite que eso del capitalismo salvaje, de la ausencia del Estado, no llevaba a ninguna parte. ¿No hay cierta dosis de cinismo?

Claro. Es que no estamos, por mucho que digan, hablando de economía. Estamos hablando de derechos humanos. Ahí está y estuvo siempre el gran error. En 1991 yo ya escribí: se hundió con el muro de Berlín un sistema que, basado en la igualdad, se olvidó de la libertad. Y ahora digo, se hundirá el sistema alternativo que, basado en la libertad, se olvidó de la igualdad. Está claro lo que está pasando, a cuyo objeto a mí me parece que ahora es más importante que nunca reivindicar los derechos humanos, reivindicar el poder ciudadano y decir que ahora somos los ciudadanos los que queremos que nos rescaten y que nos tengan en cuenta, porque en esto consiste la democracia.

—La Declaración no deja de ser eso, una declaración que no es de obligado cumplimiento para nadie. ¿Es lo único que puede hacer la ONU? ¿Los derechos humanos no deberían ser más ley que declaración?

No. Yo encuentro que, en el momento en que son incorporados a las constituciones de los Estados, como sucede en el caso da española y de otros muchos países, ya tienen esta vigencia. Lo importante no son las leyes, sino su cumplimiento. Lo que tenemos que hacer es seguir las pautas éticas con las que nos dotamos a nivel internacional. Y tenemos que saber sobre todo que hay un derecho humano supremo, o derecho a la vida, porque sino el derecho a la educación, a la sanidad de nada valen. Esto tienen que aprenderlo sobre todo los que piden derechos asesinando personas. ¿Como pueden reivindicar derechos los que están segando vidas? El derecho humano se tiene, se reconozca o no, pero tenemos que saber que hay derechos inherentes, como el derecho a la salud, a la alimentación o al agua, los derechos de las 60.000 personas que mueren de hambre cada día.

—¿Los pilares de este neoliberalismo feroz que se está comiendo al mundo desde hace décadas, están cediendo?

Neoliberalismo feroz. Y sordo también. Claro que ceden. Llevamos diciendo esto desde hace mucho tiempo y aún hace unos meses exautoridades españolas y personas muy vinculadas al neoliberalismo decían que hay que seguir liberalizando y privatizando. No, el Estado tiene que ser el responsable. Puesto a transferir medios, el Estado transfirió también responsabilidades, y esto de ninguna forma es aceptable.

—Estaremos en buen momento para reivindicar todo esto, pero parece que en los últimos tiempos sufrimos un retroceso en derechos (laborales, de tránsito de personas, etc.). ¿Es el neoliberalismo, al que se le echa toda la culpa de los males del planeta y de la humanidad, un enemigo de los Derechos Humanos?

No nos engañemos. Los derechos humanos están muy por encima de cualquier fórmula de índole económica. Justo en el momento en que se sustituyeron los derechos humanos por las pautas comerciales se hundió todo. Nos quitaron muchos derechos en los últimos años, es cierto. Cuando yo era rector en Granada, en 1968, la lucha que tenían, que teníamos, era la lucha por la libertad y por la justicia. Después llegaron estos señores y dijeron que la economía estaba a parte de todo esto, que había unas leyes del mercado. Incluso recuerdo con estupor como en 1996 el presidente Clinton ¡llegó a hablar de “market society” y de “market democracy”! Además, no sólo es dinero lo que concentraron, es que concentraron poder.

—También poder mediático y demasiado poder militar. ¿No es así?

Efectivamente. Tú mira hoy en que manos están la mayor parte de medios de comunicación. En muy pocas y que además, desde el neoliberalismo, fomentaron una economía de guerra. Actualmente gastamos 3.000 millones de dólares al día en armas, ¡cuando mueren millares de personas! Es que además no paran. Desde la OTAN y desde todos los gobiernos. El presidente Arias (Costa Rica) nos dijo hace poco que en 2007 tuvieron que adquirir 40 mil millones de dólares en armas en América Latina. Israel acaba de adquirir armas por 20 mil millones. Todo esto tiene que acabar ya.

—El sistema hace también un uso tendencioso del término paz. Eso de llamarles “fuerzas de paz” a los ejércitos no parece muy lógico.

Ojalá fuesen fuerzas de paz y las pusiesen a disposición de Naciones Unidas. Antes les llamaban ministerios da guerra, ahora ministerios de defensa. ¿Defensa contra quien? Deberíamos comenzar a hablar de ministerios da paz, y paz significa sobre todo justicia, desarrollo y participación ciudadana.

—Participación ciudadana. ¿Llevamos demasiado tiempo callados?

Sin duda. Llevamos mucho tiempo siendo súbditos, y hay que sustituir los súbditos por ciudadanos. Los que nos gobernaron partieron de supuestos tan aberrantes como que nosotros les tenemos que ofrecer nuestra vida, si llega o caso. ¿Pero eso que es? ¡Incluso utilizan nuestra vida cuando quieren! Fuimos unos ciudadanos muy dóciles, seguimos siempre unas pautas impuestas desde el poder y ahora tenemos que pasar de una vez a ser ciudadanos plenos.

—¿Y como puede un ciudadano de lo común exigir esto?

La unión hace la fuerza. Hasta hace poco era muy difícil unirse porque no teníamos más que la presencia y la palabra. La palabra brilló por su ausencia, cometimos todos un delito de silencio, y no sólo la gente, sino también las instituciones, las universidades, la comunidad científica, la artística, la intelectual.. ¿Por que callan? Hasta ahora la participación era difícil, se tenía que hacer en manifestaciones, en demostraciones de disidencia, con los peligros –y manipulaciones– que esto supone. Ahora hay algo fundamental para el cambio, es la participación no presencial. A través dos SMS, de internet, del web 2.0, dos blogs, etc. Todo esto va a producir un cambio radical.

—Son como instrumentos creados por el mercado que ahora se pueden volver en su contra.

En cierto modo. Pero yo no tengo nada contra el mercado cuando este es útil. Yo estoy contra o mercado que sustituye os valores en política. Entiendo, más o menos, que una empresa quiera ganar dinero en el menor tiempo posible, pero no comprendo que los gobiernos se hayan regido también por las mismas pautas. Un gobierno tiene que aplicar políticas basadas en los humanos, en los derechos de los humanos, y no en los deseos del mercado. Ahora tenemos una magnífica oportunidad. Toda crisis es también oportunidad.

—Últimamente se habla mucho también dos derechos colectivos, especialmente de los de pueblos indígenas o poblaciones originarias. ¿Los derechos humanos deberían ser más colectivos o más individuales?

El derecho humano es de cada ser humano, único e irrepetible. Cada uno tiene que tener unos derechos que le sean respetados. Ahora, además de eso, y no en lugar de, hay unos derechos, como en el caso dos derechos indígenas, que se deben aplicar la colectividades, porque son estas colectividades las que durante siglos fueron objeto de una falta total de respeto. ¡Hasta no se les consideraba seres humanos! La historia de la humanidad tiene lo suyo. A mí me parece muy bien que se reconozcan los derechos de estas comunidades que fueron agraviadas cómo tales.

—La constitución de Ecuador, aprobada recientemente, pretende hacer de la naturaleza un sujeto de pleno derecho. Es decir, extender los derechos de las personas a la naturaleza, al planeta. ¿Es esta una materia pendiente de la humanidad?

Esta es una visión muy hermosa, hermosísima, procedente justamente de muchas culturas indígenas latinoamericanas que tienen una íntima relación física y espiritual con la madre naturaleza, con la Pachamama. Ahora, esto no tiene que restar el derecho humano, porque este comporta también un ambiente saludable y sano. Cuando yo hablaba del derecho supremo a la vida incluyo la naturaleza, sin ella no hay vida. Sin embargo no podemos preocuparnos del ambiente y olvidarnos da gente. Cuando salió lo de ‘La Verdad Incómoda’, de la el Gore, yo dije: tiene razón, pero hay una verdad más incómoda aún, que es cómo vive la gente.

—Hablábamos de que la sociedad actual juega íntimamente con la violencia. ¿Como le explicamos a la gente que es eso da “cultura de paz”?

Diciéndoles que estuvimos durante siglos sufriendo una cultura de guerra, en la que nos decían que “si queremos la paz preparemos la guerra”. Fue una sociedad masculina, no hay que olvidar esto, en la que siempre resolvimos los conflictos por la fuerza. Miren el resultado. Un desastre. Millones de muertos. Ahora llegó el momento en que en los escenarios del poder esté la gente, que haya muchas más mujeres y así podamos pasar de la imposición de la fuerza al diálogo, la conciliación, la comprensión del otro.

—¿La educación sigue siendo la clave?

Si, pero la educación a todos los niveles. A mí esos que confunden educación con escuela me preocupan mucho. Educación es educación para todos y para toda la vida, y primero hay que dársela a quien tiene mayores responsabilidades sociales. ¿Como puede ser que existan parlamentarios que ni siquiera entienden lo que es la ciudadanía? Esos son los primeros que tienen que ser educados para la paz, los gobernantes, que tienen mucha influencia en la vida da gente. Y en esto incluyo también los medios de comunicación.

—Hablando de medios. A veces parece que los “derechos mediáticos” prevalecen sobre los humanos. Por ejemplo, a Cuba se le juzga duramente por los supuestos presos de conciencia, pero muchos países, digamos democráticos, comercian obsesivamente con armas, bombardean poblaciones civiles, etc.

Los medios tienen mucha responsabilidad. Un derecho humano es también el acceso a una información veraz, que además sea comprensible. Los periodistas sólo nos hablan de lo extraordinario, pero a nosotros nos interesa eso que no enfocan las luces de los medios, lo normal, como vive la gente diariamente. Necesitamos conocer el conjunto de la realidad, hacer visibles los invisibles. De todas formas, pienso que esta también es una batalla que estamos ganando.

—Además de los mercados financieros, ¿habría que regular también los medios de comunicación?

No, yo creo que la libertad tiene que ser irrestricta, pero también la de los agraviados. En el momento en que se ejerza el poder ciudadano, podremos regular esta prensa, que a veces efectivamente se pasa. El único lenguaje que entienden es el económica. Cuando los colectivos agraviados amenacen con no “consumir” las informaciones de este o de aquel medio de comunicación u los productos que se anuncian en determinados canales cambiarán las cosas.

—A veces parece que hay demasiadas Declaraciones y pocas acciones. Eso de los Derechos Humanos, o lo del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos o lo del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, ¿como se le explica a las personas que viven en la más absoluta miseria?

Esta es la gran pregunta. Y la gran respuesta es que los que tienen que reaccionar no son los que viven en la miseria y en el olvido, estos tienen que ser inmediatamente los beneficiarios. El silencio lo guardamos las instituciones y la gente de los países que deberíamos ser la vanguardia de la lucha contra la pobreza. Decirle a alguien que está agonizando de hambre que tiene derecho a… es casi un insulto. El silencio que guardamos hoy hay que corregirlo enseguida.

—Usted dijo que confía más en la evolución que en la revolución. Pero la evolución es muy lenta, necesita milenios.

Una cosa es la evolución biológica y otra la intelectual. Mire si evoluciona la intelectual que los que hace unos días nos decían que la privatización era la solución de todo ahora gritan: ¡adelante con las nacionalizaciones! Los que nunca quieren cambiar nada porque quieren conservar sus privilegios son los que favorecen las revoluciones. Y las revoluciones implican violencia. Entre evolución y revolución sólo hay una diferencia, una erre, la de responsabilidad. Esta responsabilidad es de los que tienen voz y capacidad de gobierno, la de los que tienen medios para cambiar las situaciones que hacen que los desgarros sociales, en vez de aminorarse, se amplíen.

—En 2010 se celebrará en Galiza el Foro Mundial de Educación. ¿Como valora la iniciativa?

Es una iniciativa espléndida desde el punto de vista educativo, que además lleva Galiza, que tiene una gran significación histórica y geográfica. De ahí saldrán los mensajes de educación para la paz del siglo XXI.

—Los gallegos ya salimos muchas veces.

Pues por eso. Pero ahora no sólo saben como se va, sino también como se vuelve.

—Y por último, ¿como imagina el mundo en el centenario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos?

Mucho mejor sinceramente. Con el impacto de los derechos humanos como forjadores de resistencia, gracias a esta mayor capacidad de participación popular, llegaremos enseguida a aquel “nosotros los pueblos”, que inspiró también la Declaración dos Derechos Humanos. En el centenario tendremos democracias a escala mundial y un desarrollo con grandes beneficios a la humanidad. La cultura de guerra está llegando a su fin.

—¡Ojalá!

Si, ¡ojalá!


Perfil
Federico Mayor Zaragoza (Barcelona, 1934). Doctor en Farmacia. En 1963 fue Catedrático de Bioquímica de la Facultad de Farmacia da Univ. de Granada y en 1968 Rector de esta institución. Al año siguiente catedrático de su especialidad en la Univ. Autónoma de Madrid. En estos años puso en marcha el Plan Nacional de Prevención de la Subnormalidad. Cofundador en 1974 del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa y del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Fue asesor del Presidente del Gobierno (1977-78), Ministro de Educación y Ciencia (1981-82) y Diputado europeo (1987). Director General de la Unesco entre 1987 y 1999. A su regreso a España, crea la Fundación Cultura de Paz, de la que es Presidente. En 2005 fue designado copresidente del Grupo de Alto Nivel para la Alianza de Civilizaciones, por el Secretario General de la ONU. También creó el Foro Mundial de la Sociedad Civil, UBUNTU, que desde 2001 concentra buena parte de su dedicación a la Reforma de las Instituciones Internacionales.

Fundación Cultura de Paz
Presidida por Federico Mayor Zaragoza, tiene por objetivo contribuir a la construcción y consolidación de una cultura de paz por medio de la reflexión, la investigación, la educación y la acción sobre el terreno. Su actividad se basa en la movilización de redes de instituciones, organizaciones e individuos que se destaquen por su compromiso con los valores da cultura de paz. Su web es una buena fuente de información. La delegación en Galiza es el Seminario Galego de Educación para a Paz (www.sgep.org).

Más información: www.fund-culturadepaz.org

Manoel Santos
Altermundo

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