miércoles, 26 de noviembre de 2008

Crisis económica y polarización política

"Las dimensiones y la profundidad de la crisis del capitalismo en España, que ponen un abrupto final a décadas de prosperidad ilusoria, a los odiosos alardes propios del pésimo gusto de los nuevos ricos y, sobre todo, a las ridículas fantasías neoimperiales en América Latina (¡había que ver a Zapatero pidiendo apoyo a Lula y a la señora Kirchner para lograr una silla en la reunión del G-20! ¡Hay que ver estos días al santo y seña del neoimperialismo español –la compañía Repsol, neciamente privatizada en su día— a pique de ser manejado por los intereses geoestratégicos de Rusia!), deberían augurar unas perspectivas razonables a la izquierda anticapitalista española. Pero el futuro de una izquierda parlamentaria capaz de representar dignamente a cerca de tres millones de potenciales votantes, capaz de consolidarse como tercera fuerza política del Reino y capaz de crecer aupada por la evidente polarización de la vida social y económica de la España actual –casi un 60% de asalariados "mileuristas"; la mayor tasa de desempleo de la UE; la mayor tasa de crecimiento de millonarios en la última década— pasa, entre otras cosas, por comprender la peculiar dinámica de la polarización política en nuestro país."

Uno de los fenómenos que más ha solicitado en los últimos años la atención de los investigadores académicos es el de la polarización política en países tan distintos como los EEUU, Alemania, España, Holanda, Italia o las naciones del Cono Sur iberoamericano.


Dos formas de manifestarse la polarización política

En algunos países –como Alemania y acaso Holanda, en Europa; como Bolivia y Venezuela en el Cono Sur—, esa polarización del comportamiento político parece admitir una descripción politológica "normal": en Alemania, por ejemplo, el progresivo adelgazamiento de las fuerzas del espacio político de centro, visible en el sostenido retroceso electoral, en votos y en escaños parlamentarios, de la suma de CDU-CSU (democracia cristiana centroderechista) y SPD (socialdemocracia centroizquierdista) apunta inequívocamente a una polarización política creciente de la población alemana. El resultado más evidente de la cual, obvio es decirlo, es el surgimiento de una nueva formación política de izquierda, la Linke, que no ha parado de crecer, regional y nacionalmente, en los últimos 4 años. (Resultados menos evidentes son, en cambio, la derechización del viejo partido liberal (FDP) y la patética pérdida de norte político –y de base social— de los Verdes.) En la jerga académica convencional, el paisaje político de la distribución de preferencias políticas en un espectro que va de la derecha radical a la izquierda radical estaría pasando de una distribución unimodal (en forma de dromedario: el grueso de los votante se apiña en el centro del espectro político) a una bimodal (en forma de camello: el grueso de los votantes se distribuye en dos montañas, una a la izquierda y otra a la derecha del espectro político). Y ese cambio de paisaje en la distribución de las preferencias políticas de la población es lo que explicaría los cambios en la configuración de la representación política y, consiguientemente, en el sistema de partidos.


Sin embargo, los estudios empíricos más sólidos han descubierto, no sin cierta sorpresa, que en otros países se dan unas pautas de polarización distintas, menos "normales", politológicamente hablando. En los EEUU de los últimos años, por ejemplo, puede constatarse que la polarización, aparentemente, ha sido un fenómeno que se ha dado sobre todo entre las elites políticas. El aspecto más visible de eso ha sido la llamada cultural war o guerra cultural lanzada por una nueva derecha recrecida contra algunas conquistas "culturales" emblemáticas de los años 60: despenalización del aborto, discriminación positiva, rubustecimiento de la laicidad del Estado, etc. Es fácil, entonces, ceder a la tentación de pensar que, en ese caso, la polarización política ha sido básicamente el resultado de una estrategia de combate electoral destinada a inducir confusión en el campo adversario y, sobre todo, a afianzar el voto de unas bases sociales consideradas propias, pero que seguirían distribuyendo sus preferencias políticas en el marco de un paisaje todavía unimodal, es decir, en un escenario político en el que todavía tendría sentido estratégico pelear fundamentalmente por el "voto de centro" o "moderado". Esa convicción explicaría, por ejemplo –dejando de lado la hipótesis del cinismo— la insistencia, precisamente por parte de los más conspicuos instigadores derechistas de las guerras culturales del Partido Republicano, en que, a pesar de la victoria de Obama, los EEUU siguen siendo un país de "centroderecha". (También explicaría los repetidos guiños "bipartidistas" de la campaña de Obama.)


Se diría, pues, que mientras en un caso (Alemania) tenemos una polarización política genuina, que parece echar sus raíces en una polarización social y económica que transforma crecientemente el paisaje político de unimodal (dromedario) a bimodal (camello), en el otro caso (EEUU, España, Italia) lo que tendríamos es un paisaje político unimodal en el que lo racional seguiría siendo, ciertamente, la lucha por el "voto de centro", pero en el que, misteriosamente, los estrategas de una derecha enloquecida y extremista (un Karl Rove, en EEUU; un Ángel Acebes, en España; un Berlusconi, en Italia) lanzan guerras culturales destinadas a polarizar "artificialmente" la vida política, a fin de rentabilizar la crispación causada por la introducción de asuntos relativamente periféricos en relación con la dinámica básica de la vida económico-social (creacionismo, confesionalismo, fundamentalismo "familiar", guerra al terrorismo, patriotismo y unidad nacional, etc.)


Las dos dimensiones de la polarización política

Sin embargo, la polarización política tiene al menos dos dimensiones. Una, evidente, es la radicalización de posturas en diversos asuntos ubicables en el espectro político derecha-izquierda: hay polarización en ese sentido cuando, pongamos por caso, una parte importante de la población sostiene una posición muy terminante contra cualquier forma de eutanasia (o de despenalización del aborto, o de laicismo público, o, en el Reino de España, de reconocimiento del carácter plurinacional de nuestro país), mientras otra parte también importante de la población es radicalmente favorable a la eutanasia (o a la despenalización del aborto, o a la profundización del carácter laico del Estado, o al reconocimiento del carácter plurinacional de España).


La otra dimensión de la polarización, menos evidente y atendida, pero en cierto sentido más importante y de mayor calado, tiene que ver, no con la radicalización respecto de uno o varios asuntos de debate político, sino con lo la coherencia en la alineación de asuntos políticamente debatibles: una cosa es la radicalización respecto de uno o varios asuntos políticamente debatibles –pena de muerte, penalización del aborto, creacionismo, interferencia mínima del Estado, o negativa a reconocer el carácter plurinacional de España, pongamos por caso—; otra muy distinta, la coherente alineación de esos asuntos. Supongamos que se es congruentemente conservador, si se está a favor de todo eso, y coherentemente de izquierda, si se está en contra. Podría, pues, darse una polarización política en la primera dimensión, porque hubiera gran radicalismo en las encontradas posturas mantenidas por segmentos importantes de población respecto de uno o más de esos asuntos, sin que, por otro lado, se registrara la menor polarización política en materia de alineación de asuntos, es decir, sin que se hubieran formado bloques congrua y coherentemente enfrentados.


La señora Rosa Díez y su nuevo partido Unión Progreso y Democracia (UPyD), por ejemplo, aspiran a ser una fuerza "transversal" sobre la base de radicalizar su hostilidad a los nacionalismos (periféricos), es decir, apostando por una creciente polarización del electorado español en torno a este asunto, pero fiando su posible crecimiento futuro a la incogruencia en el alineamiento de las preferencias políticas del electorado de la izquierda y de la derecha, es decir, confiando en que no crecerá en España la dimensión de coherencia o alineamiento de la polarización política.


Obama arrasó en California, particularmente gracias al voto de la clase obrera blanca, de los afroamericanos y de los latinos (presumiblemente, por razones económico-sociales centrales); sin embargo, ese mismo día y en ese mismo estado, se perdía el referéndum sobre el matrimonio gay; la "guerra cultural" de la derecha logró sacar provecho de la débil coherencia en el alineamiento de las preferencias políticas de las bases sociales del adversario. Un resultado firme de la investigación politológica empírica en los EEUU sostiene que uno de los rasgos más llamativos de la polarización política en los EEUU de los últimos años es la "disparidad entre la polarización de las elites y la polarización de las masas": entre los "votantes más ricos y más sofisticados", las dos dimensiones de la polarización –la radicalización por asuntos políticamente debatibles y la coherencia en la articulación cognitiva de esos mismos asuntos— han crecido en paralelo; no así en el resto de la población: "el tercio más rico de la población norteamericana ha aumentado la coherencia de sus preferencias políticas (…), mientras que las de los más pobres siguen siendo incongruas. Pero no observamos ninguna pauta semejante cuando dividimos a la población según la región en que vive o según su práctica religiosa" (1)


Parece clara la relación entre polarización de la elite e incremento de la desigualdad. Se ha sugerido que ambas dimensiones de la polarización, la radicalización en las posturas políticas respecto de determinados asuntos políticamente debatibles y la coherencia entre ellas, han crecido en el grupo de los norteamericanos con más recursos y mayor poder: ·"la parte más rica del electorado sabe bien lo que quiere" y, más aún que en el pasado, "está resuelta a influir en el proceso político", lo cual, potencialmente, incrementa la desigualdad en la representación de los intereses políticos, no sólo a través de la actividad de los lobbies, sino también en el sufragio (2).


Polarización política y crisis económica

No es, seguramente, aventurado generalizar estos resultados de la investigación politológica empírica en los EEUU y afirmar que buena parte de la hegemonía ideológica conservadora de las últimas décadas se ha sostenido en ese proceso de desbaratamiento de la coherencia política cognitiva de las clases trabajadoras y populares (uno de cuyos indicios empíricos más claros es el espectacular declive en las tasas de sindicalización) y de paralela rearticulación del ideario político-ideológico y de la capacidad de organizarse socialmente, capilarmente, de los estratos dominantes de la población. En ese contexto, la polarización "artificial" inducida en las campañas políticas por las "guerras culturales" de la derecha cobra bastante sentido. Substrae del debate político asuntos económico-sociales centrales, aprovechando, dicho sea de paso, que una izquierda política completamente desorientada y acomodaticia ha dejado de ponerlos en cuestión. Y trata de dividir al adversario (o al menos, según famosamente declarara al Financial Times Gabriel Elorriaga, estratega de la última campaña electoral del PP español, de "desmoralizarlo") en asuntos más periféricos. Todo eso en la –fundada— convicción de que las bases sociales de ese adversario adolecen de problemas de coherencia. Que esa estrategia de "guerra cultural" pueda ser exitosamente resistida, por ejemplo, con una contraestrategia "buenista" de "Maternidad y Desencaje" , como verosímilmente han hecho el "bamby" Zapatero y el "bipartidista" Obama –a quien el equipo de McCain llegó a presentar como "becario de Zapatero"— en sus últimas campañas electorales, no afecta mucho al fondo de la cuestión, que echa sus raíces, como dicho, en la desvertebración de la coherencia política de las clases populares.


Comencé esta charla hablando de las distintas manifestaciones de la polarización en países como EEUU, Alemania y España. La terminaré observando cómo se reflejan esas diferencias en las distintas actitudes de las poblaciones ante la crisis económica mundial.


Hace unos días, el Financial Times publicó una encuesta de opinión sobre la crisis económica realizada entre las poblaciones del Reino Unido, Francia, Italia, Reino de España, Alemania y los EEUU. (3) Preguntaba por las causas de la crisis financiera, con cuatro tipos de respuesta posibles: a) se trata de abusos del capitalismo; b) se trata de fallos intrínsecos del capitalismo; c) Ninguna de las dos cosas; d) No está seguro. He aquí los resultados:

ING FR IT ESP AL EEUU

Abusos del capitalismo: 52% 68% 65% 62% 46% 66%

Fallos del Capitalismo: 13% 17% 11% 15% 30% 7%

Nada de eso: 7% 5% 8% 9% 13% 10%

No está seguro: 28% 10% 16% 14% 10% 16%


Se pueden sacar varias conclusiones de esta encuesta, algunas enjudiosas. Por ejemplo, ésta: la enorme desorientación de la población británica tras más de una década de "tercera vía" y "nuevo laborismo" (28% de los encuestados "no están seguros"). O esta otra: a pesar de tener el gobierno más derechista desde el final de la II Guerra Mundial, con un presidente que ganó abrumadoramente las elecciones prometiendo "americanizar" la vida económica francesa (aunque ahora dice querer nada menos que "refundar el capitalismo" mundial), el formato republicano de la vida política gala parece todavía lo bastante robusto como para que un 17% de la población culpe directamente de la crisis a los males endémicos del capitalismo.


Pero lo que me importa destacar aquí es ésto: se da la coincidencia de que el país en donde la "guerra cultural" y la consiguiente polarización "artificial" inducida por la derecha en las campañas electorales ha sido más baja –Alemania— es también el país en el que el potencial de crítica al capitalismo como sistema económico intrínsecamente irracional y desastroso es más alto (30% de la población). Por el contrario, las actitudes más conformistas (¡en pleno suicidio del capitalismo financiero, sólo un 7% de la población norteamericana, un 11% de la italiana y un 15% de la española culpan al sistema!) se dan entre las poblaciones de países que cuentan con una derecha (los Bush, los Berlusconi, los Aznar) entregada a feroces "guerras culturales" y enterquecida en una crispante polarización elitista de la vida política, capaz de anestesiar políticamente el debate, o de distraer al menos la atención sobre la tremenda polarización socio-económica objetiva a que se ha asistido en las últimas décadas, y por lo mismo, capaz hasta ahora de frenar la polarización política de masas que esa situación objetiva debería normalmente propiciar. Se diría, pues, que las "guerras culturales" de la derecha son posibles sobre todo en países en los que las clases populares han perdido buena parte de la coherencia política cognitiva, y les resulta más fácil a las elites conservadoras buscar estrategias de polarización basadas en la radicalización de asuntos políticamente debatibles más o menos periféricos, pero capaces de dividir al adversario.


Se insiste estos días en España en el fiasco y aun el suicidio de Izquierda Unida y, en menor medida, de EUiA e Iniciativa per Catalunya-Verds, los restos de una izquierda que, aun si tremendamente disminuida por sus graves errores estratégicos en la llamada Transición democrática española, fue relativamente fuerte hasta hace poco, y a la que todavía se asigna razonablemente un potencial de voto superior a los 2 millones de votantes. A mí me parece fuera de duda que sus fracasos recientes, además de con el esperpéntico cainismo político de unos dirigentes sin otro oficio ni otro beneficio que el medro logrero programáticamente inane, tienen que ver también con la incapacidad para entender el peculiar modo en que se manifiesta la polarización política en el Reino de España. Una incomprensión que les ha llevado a oscilar epilépticamente entre, de un lado, la miopía de la subordinación a la (eficaz) estrategia reactiva del PSOE a las chillonas "guerras culturales" desencadenadas por los aprendices de neocon del PP (y por los "transversales" de UPyD) y sus poderosos altavoces mediáticos y, del otro lado, la ceguera de la atrabiliaria confrontación con un PSOE poco menos que vituperado como enemigo principal.

Las dimensiones y la profundidad de la crisis del capitalismo en España, que ponen un abrupto final a décadas de prosperidad ilusoria, a los odiosos alardes propios del pésimo gusto de los nuevos ricos y, sobre todo, a las ridículas fantasías neoimperiales en América Latina (¡había que ver a Zapatero pidiendo en San Salvador apoyo a Lula y a la señora Kirchner para lograr una silla en la reunión del G-20! ¡Hay que ver estos días al santo y seña del neoimperialismo español, la compañía Repsol –neciamente privatizada en su día— a pique de quedar a merced de los intereses geoestratégicos de Rusia!), deberían augurar unas perspectivas razonables a la izquierda anticapitalista española. Pero el futuro de una izquierda parlamentaria capaz de representar dignamente a cerca de tres millones de potenciales votantes, capaz de consolidarse como tercera fuerza política del Reino y capaz de crecer aupada por la evidente polarización de la vida social y económica de la España actual –casi un 60% de asalariados "mileuristas"; la mayor tasa de desempleo de la UE; la mayor tasa de crecimiento de millonarios en la última década— pasa, entre otras cosas, por comprender la peculiar dinámica de la polarización política en nuestro país.



NOTAS: (1) Delia Baldassarri y Andrew Gelman, "Partisans without Constraint: Political Polarization and Trends in American Public Opinion", en American Sociological Review, Vol. 114, Nº 2 (Septembre, 2008): 408–46. (2) Larry M. Bartels, Unequal Democracy: The Political Economy of the New Gilded Age, New York/Princeton, N.J.: Russell Sage Foundation/Princeton University Press, 2008. (3) Fuente: Harris Interactive / Financial Times.
Metodología: entrevistas online con 6.276 adultos en EEUU, Alemania, Francia, Italia, España y Gran Bretaña, realizadas entre el 1 de octubre y el 13 de octuibre de 2008.



Antoni Domènech es catedrático de Filosofía de las Ciencias Sociales y Morales en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Barcelona. Su último libro es El eclipse de la fraternidad. Una revisión republicana de la tradición socialista, Barcelona, Crítica, 2004. Es el editor general de SINPERMISO.

Traducción para www.sinpermiso.info: Leonor Març

Leonor Març transcribió y tradujo para SINPERMISO la charla que Antoni Domènech dio la semana pasada en un acto sobre "Las consecuencias políticas de la crisis financiera" organizado en la Facultad de Ciencias Económicas por la Asociación de Estudiantes Progresistas de la Universidad de Barcelona.



viernes, 21 de noviembre de 2008

Foro de la Mundialización. Murcia.


FORO DE LA MUNDIALIZACIÓN
El nuevo escenario internacional

Programa

24, 25 y 27 de noviembre de 2008, 20.00 h

Las conferencias de los días 24 y 25 tendrán lugar en el Auditorio de la Cámara de Comercio.
La conferencia del día 27 tendrá lugar en el salón de actos de la Escuela de Arte Dramático.

24 de noviembre
CONFERENCIA
La crisis financiera internacional
Sami Naïr

25 de noviembre
CONFERENCIA
La crisis del siglo y la nueva geopolítica mundial
Ignacio Ramonet

27 de noviembre
CONFERENCIA
Los retos de la presidencia de Obama
Lluís Bassets

A lo largo de los últimos meses se ha acumulado en la opinión pública una sensación de incertidumbre y desasosiego. La palabra crisis se ha instalado en los análisis políticos y financieros, trasladándose a la dimensiones y preocupaciones más concretas de la vida cotidiana. Se trata de una sensación que da cuenta de una situación global que afecta directamente al sistema económico-financiero y deja en evidencia el contexto político del mundo y sus dificultades par hacer frente a tal situación. Esta crisis se suma a otras que han ido ocupando la agenda de las preocupaciones internacionales: crisis energética, climática y medioambiental, sin olvidar la crisis alimentaria que aumentó recientemente los umbrales de pobreza y hambre en el mundo. Pero es sin duda alguna la crisis financiera internacional actual la que ha disparado todas las alarmas forzando al sistema a buscar soluciones globales a dicha crisis.
Coincidiendo con esta crisis la elección de Barack Obama para la presidencia de EE.UU ha despertado todas las expectativas posibles cara a cambios estratégicos en las diferentes esferas políticas y económicas del mundo. Esta esperanza se da en un momento en el que asistimos a un evidente déficit político. A la complejidad que se ha generado a lo largo de las últimas décadas responde hoy un insuficiente sistema político capaz de tomar las grandes decisiones frente al futuro. Hay que construir nuevos dispositivos políticos que hagan posibles nuevas mediaciones para la solución de los nuevos problemas y conflictos.

Este es sin duda uno de los desafíos que el Foro de la Mundialización en esta convocatoria desea analizar haciendo hincapié en los problemas que por su emergencia y envergadura global constituyen hoy los puntos calientes de la agenda internacional.

Francisco Jarauta
Coordinador

FUNDACIÓN CAJAMURCIA
Aula de Cultura

sábado, 15 de noviembre de 2008

Otra agenda frente a la crisis

La crisis actual, una auténtica crisis sistémica, financiera, económica, social, ecológica, energética y alimentaria, llega después de un largo periodo de ascenso de las resistencias al neoliberalismo y de la crítica al capitalismo global, aunque marcado por las dificultades de los movimientos populares para revertir una correlación de fuerzas global muy desfavorable frente al capital. La crisis no ha hecho más que confirmar la pertinencia de una crítica radical al actual orden de cosas. Francamente, lo que parece difícil hoy no es ser anticapitalista, sino no serlo, aunque obviamente los dirigentes del G-20 reunidos en Washington no lo vean así.

El siglo anterior terminó con la abrupta emergencia del movimiento altermundialista en Seattle en la cumbre de la OMC en noviembre de 1999. Siguió después una fase de crecimiento del movimiento hasta las movilizaciones contra el G-8 en Génova en julio de 2001 y los atentados del 11 de septiembre en New York. Después de algunos titubeos iniciales, en los que el movimiento pareció perder fuelle, la nueva etapa se caracterizó por la centralidad adquirida por la lucha contra la “guerra global permanente”, cuyo cenit fueron las movilizaciones del año 2003 contra la invasión de Irak.

A partir de entonces, entramos en una nueva fase marcada por una pérdida de centralidad de las movilizaciones altermundialistas y de su capacidad aglutinadora y unificadora y de mayor dispersión y fragmentación de las luchas sociales. Aunque la dinámica general de los últimos años ha sido de aumento de las resistencias, estas han sido muy desiguales por todo el mundo y han experimentado dificultades importantes en Europa y Estados Unidos, donde han tenido una lógica globalmente defensiva y han conseguido pocas victorias que permitieran acumular fuerzas de forma sólida. En América Latina, en cambio, se ha producido una crisis profunda del modelo de acumulación neoliberal y un ascenso de los movimientos populares.

Desde el hundimiento de Wall Street han proliferado los discursos acerca de la “refundación del capitalismo”. Los movimientos sociales y las organizaciones populares no deberían tener duda alguna: no se puede esperar gran cosa de la “refundación del capitalismo” patrocinada por Sarkozy, Brown y compañía, más allá de la puesta en marcha de medidas regulatorias del sistema financiero necesarias para su correcto funcionamiento desde el punto de vista de los intereses del capital, y de algunas reformas. Y no parece plausible tampoco que la izquierda “social-liberalizada” mayoritaria, la que ha desregulado, privatizado y flexibilizado por doquier vaya ahora a transformarse en defensora de otro modelo de

sociedad. Al contrario, las políticas implementadas ante la crisis van en la línea de “socialización de los costes” y de hacer pagar a los sectores populares la crisis del capital.

La agenda del G-20 no es la de los movimientos populares. Ante los intentos de regulación sistémicos y de dar una salida a la crisis favorable a los intereses del capital es necesario plantear claramente otra agenda, la de una ruptura con el paradigma neoliberal desde una lógica anticapitalista. Es necesario contraponer a la lógica del capital otra totalmente distinta, la del bien común. Pero ello sólo será posible como consecuencia de la movilización social y de la creación de unas correlaciones de fuerzas globales más favorables a los sectores populares. Conviene avanzar en la coordinación de las protestas a escala internacional, nacional y local, y buscar espacios de convergencia y solidaridades para evitar el aislamiento y la fragmentación de las resistencias. Las movilizaciones de este fin de semana en Washington, en varias ciudades del Estado español y en otros lugares del mundo, son un primer intento, aunque débil, de articular una respuesta internacional a la crisis y dar una visibilidad general a muchas luchas particulares en curso.

Ante las falsas “alternativas” inconsistentes, que buscan corregir los “excesos” del sistema y asegurar su viabilidad, hace falta plantear cambios reales. Es el momento de profundizar en las propuestas de alternativas de fondo y radicalizar su contenido. En cierta forma, el impacto de la crisis ha hecho que algunas de las ideas y demandas formuladas por los movimientos alternativos en los últimos años (la Tasa Tobin, la supresión de los paraísos fiscales…) parezcan poca cosa, aunque no lo sean. Se trata ahora, en paralelo a la lucha por la implementación de las mencionadas políticas, de defender medidas concretas frente a la crisis y de plantear de nuevo “grandes propuestas” y poner encima de la mesa alternativas hasta ahora fuera del debate por parecer demasiado lejos de la realidad. Ejemplos de ello son la nacionalización sin indemnización y puesta bajo control público democrático del sistema bancario, la consigna “cero despidos” en empresas con beneficios y que utilizan la crisis como pretexto, una reforma fiscal progresista y un impuesto especial sobre las grandes fortunas para crear un fondo de solidaridad, o el énfasis en el control democrático, público y social de los principales resortes de la economía.

La crisis incrementa el malestar social frente al actual sistema económico, hará aumentar las contradicciones y las resistencias sociales, aunque en clave muy defensiva, y abre posibilidades para la articulación de un proyecto alternativo. Pero al mismo tiempo multiplica los riesgos de un fracaso en este terreno, en términos de mayor desánimo o desmoralización de los sectores populares o de crecimiento de alternativas reaccionarias.

“Otro mundo es posible” ha sido el eslogan, impreciso y genérico, que ha popularizado el movimiento altermundialista. En verdad, como ha recordado alguna vez el filósofo francés Daniel Bensaïd, si es posible no lo sabemos, pero no hay duda de que es absolutamente necesario.

Josep Maria Antentas es Profesor de Sociología de la UAB

Esther Vivas es del Centro de Estudios sobre Movimientos Sociales Universidad Pompeu Fabra



lunes, 10 de noviembre de 2008

15 N: Concentración contra la reunion del G-20 en Washingt



















Todos a la calle el 15-N: La crisis que la paguen ellos

Murcia: 6 de la tarde en la plaza de Santo Domingo

Una convocatoria recorre internet convocando concentraciones contra la crisis el 15 de noviembre, coincidiendo con la cumbre internacional que pretende "refundar el capitalismo".

Este es el mensaje que desde hace semanas se difunde a través de webs y correos electrónicos.

El próximo 15 de Noviembre se reunirán los líderes mundiales para preparar un nuevo plan contra la crisis.

Salvar de la crisis a los bancos de Estados Unidos ha costado 700.000 millones de dólares; !! 5 veces más de lo que aprobó la ONU para alcanzar los Objetivos del Milenio !!. Y las ayudas europeas son aún mayores. ¡¡¡¡Es una vergüenza!!!!

En España el gobierno le da 100.000 millones de euros a los mismos bancos que están desahuciando a muchas familias por no poder pagar la hipoteca.

Hace meses miles de personas salimos a la calle por una vivienda digna y ya advertíamos del peligro de la burbuja inmobiliaria. Ahora que ha estallado ¿la vamos a pagar nosotrxs?

Durante años se han forrado y ahora anuncian despidos, recortes salariales, cierres de empresas, "aparcar" el protocolo de Kioto…

Está claro que los grandes partidos gobiernan para la banca y que los grandes sindicatos no van a rechistar ¡Si hasta los han felicitado los banqueros y empresarios! Solo la gente de a pie podemos denunciarlo.

Privatizan los beneficios y socializan las pérdidas. ¿Se creen que somos tontxs? ¿Lo vamos a permitir? Claro que no.

El próximo sábado, 15 de noviembre saldremos a la calle en todas las ciudades.

Tenemos tiempo y capacidad suficiente para difundirlo y organizarnos. Da igual si invitan a Zapatero pero nosotrxs tenemos que colarnos en esa Cumbre..

De momento, las ciudades que ya están preparando movilizaciones son:

  • A Coruña: Plaza de Maria Pita
  • Alacant: Explanada de España, frente a la Rambla de Méndez Núñez
  • Albacete: Plaza del Altozano, donde esta la gorda con la rosa que parece un polo!
  • Almeria: Plaza Circular
  • Ávila: Plaza del Chico
  • Aviles: Plaza de España
  • Badajoz: Plaza de San Francisco
  • Barcelona: Plaça Catalunya
  • Bilbo: Centro Civico de La Bolsa (C/ Pelota - Casco Viejo - Bilbao)
  • Burgos: Plaza Mayor
  • Cáceres: Plaza Mayor
  • Cádiz: Plaza de San Juan de Dios
  • Castello: Plaça de la Independència
  • Ciudad Real: Parque del Torreon
  • Córdoba: Plaza de las Tendillas
  • Elx: Plaça Baix
  • Gijón: Plaza del Parchís
  • Granada: Fuente de las Batallas
  • Graus: Plaza España
  • Huesca: Plaza Navarra
  • Jaén: Plaza de la Constitución
  • Las Palmas de Gran Canaria: Parque Santa Catalina
  • León: Plaza de San Marcelo
  • Madrid: Puerta del Sol
  • Málaga: Plaza de la Constitución
  • Mérida: Plaza de España
  • Murcia: Glorieta de España (convocada en plaza de Santo Domingo)
  • Palencia: Plaza Mayor
  • Pamplona- Iruñea: Plaza del Castillo
  • Salamanca: Plaza Mayor
  • San Sebastián- Donostia: Jardines de Alderdi Eder
  • Santa Cruz de Tenerife: Plaza de la Candelaria
  • Santander: Plaza del Ayuntamiento
  • Santiago de Compostela: Praza do Obradoiro
  • Segovia: Plaza del Azoguejo
  • Sevilla: Plaza Nueva
  • Soria: Plaza de Herradores
  • Teruel: Plaza del Torico
  • Toledo: Plaza de Zocodover
  • Valencia: Plaça Ajuntament
  • Valladolid: Plaza Mayor
  • Vigo: Puerta del Sol
  • Vitoria-Gasteiz: Plaza de la Virgen Blanca
  • Zaragoza: Plaza del Pilar

No queremos:

Que el liberalismo absoluto y las leyes del mercado organicen nuestra vida.

Cambiar algo para que todo siga igual: cuando para ellos no hay crisis, sigue habiendo hambre, paro y destrucción en el mundo.

Que quienes han provocado la crisis se vayan con retiros de lujo, sin dar cuentas a la sociedad.

Que se trasvasen fondos públicos a la banca, auténtica culpable de la crisis.

Que los empresarios aprovechen esta situación para facilitar el despido, bajar los salarios y empeorar las condiciones de trabajo.

Ver nuestra Tierra convertida en un desierto por la avaricia de unos pocos.

Si queremos:

Una economía sostenible social y ecológicamente, que tenga como objetivo satisfacer las necesidades vitales de la población sin hipotecar a las generaciones futuras.

Que se garanticen los derechos sociales a toda la población con un gasto social suficiente. Los derechos no pueden quedar a las expensas del mercado.

Que se redistribuya la riqueza con una política fiscal progresiva y rigurosa que reduzca la tremenda brecha entre ricos y pobres.

Que ninguna empresa con beneficios pueda presentar un expediente de regulación de empleo.

Que nadie sea desalojado de su vivienda habitual por motivos económicos.

Que se castigue a los culpables económicos y políticos de esta barbarie.

domingo, 9 de noviembre de 2008

Desigualdades que matan

La justicia social no es sólo una cuestión ética o de filosofía política, sino de vida y muerte. "La combinación nefasta de pobres políticas sociales y circunstancias económicas injustas está matando a la gente a gran escala", afirmó el presidente de la Comisión de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Sir Michael Marmot, al presentar el Informe sobre Determinantes Sociales de la Salud el pasado 28 de agosto en Ginebra.

Tras tres años de trabajo y la elaboración de muchos trabajos preliminares, reuniones y discusiones, la nueva directora de la OMS, Margaret Chan, presentó el informe final de este organismo donde se reflejan sus principales conclusiones y recomendaciones. El documento recoge que "no existen razones biológicas" para que la esperanza de vida varíe hasta más de 40 años de un país a otro o en varias decenas de años en una misma ciudad dependiendo del barrio en el que viva una persona (1). "Las condiciones sociales en las que la gente nace, vive y trabaja son el determinante más importante para tener una buena o mala salud, o una larga vida productiva o una de corta y mísera", señaló la directora de la OMS al recibir el informe de la Comisión, una red mundial de instancias normativas, investigadores y organizaciones que la OMS creó en 2005. El documento entiende por determinantes de la salud "las circunstancias en que las personas nacen, crecen, viven, trabajan y envejecen, así como los sistemas establecidos para combatir las enfermedades”.

El número de personas que ha intervenido en este Informe ha sido muy numeroso: científicos, expertos de la OMS y otros organismos de la ONU, políticos y también miembros de distintas ONGs. El director de la Comisión, el epidemiólogo británico de origen australiano Michael Marmot, ha estado acompañado por un amplio grupo de comisionados del mundo de la política y la ciencia entre los que se incluye el ex-presidente de Chile Ricardo Lagos, el senador italiano Giovanni Berlinguer y el Premio Nobel de Economía Amartya Sen. También han jugado un papel muy importante las llamadas “redes de conocimiento” o grupos de investigación que han realizado el trabajo de resumir el conocimiento científico disponible en áreas específicas como las relaciones de empleo, el género, el urbanismo, la exclusión social, etc., así como de sugerir recomendaciones políticas que puedan ser evaluadas por el director de la Comisión y los comisionados para escribir el informe final.

La desigualdad en salud es la peor epidemia de nuestro tiempo

El impacto de la desigualdad social en la salud es terrible. En el informe hay muchos ejemplos: una niña de Lesotho en Sudáfrica vive media vida en comparación con una nacida en Japón. El riesgo de que una mujer sueca muera durante el embarazo o el parto es de 1 entre 17.400, mientras que el de una afgana es de 1 entre 8. En Uganda, 200 de cada 1.000 niños nacidos en los hogares más pobres morirán antes de su quinto cumpleaños, mientras que en los países ricos sólo morirán 7 de cada 1.000. Si todo el planeta consiguiera alcanzar el nivel de mortalidad infantil que tiene Islandia (la más baja del mundo en 2002), cada año podría evitarse la muerte de unos 12 millones de niños. Las diferencias también se aprecian claramente dentro de un mismo país, y así, en Boliviala tasa de mortalidad infantil de los bebés de madres que no han cursado estudios supera los 100 por 1.000, mientras que la de los bebés de madres que tienen al menos educación secundaria es inferior a 40 por 1.000. En Australia, la esperanza de vida de los aborígenes es de 59,4 años para los varones y 64,8 para las mujeres, edades muy inferiores a la de los australianos no aborígenes (76,6 y 82 años, respectivamente). También los problemas de salud mental aparecen correlacionados con la precariedad en el empleo (contratos de trabajo temporal, trabajo sin contrato y trabajo a tiempo parcial) y el estrés laboral está relacionado con el 50% de las cardiopatías coronarias (2).

Orígenes de la Comisión

En mayo de 2004, la 57ª Asamblea Mundial de la Salud, órgano decisorio supremo de la OMS, analizó los principales problemas de salud de la humanidad: enfermedades como las cardiopatías, la diabetes, el cáncer o la obesidad, la falta de acceso a servicios de salud, el tabaquismo, los accidentes de tránsito, los problemas de salud mental, el control del VIH/SIDA, o la posible erradicación de varias enfermedades infecciosas. Junto a la puesta en marcha de muchas estrategias y resoluciones, el entonces Director General de la OMS, el coreano Lee Jong-wook, anunció también la creación de una “Comisión sobre determinantes sociales de la salud” que reuniera la evidencia existente sobre las causas sociales (por ejemplo, políticas y económicas) que generan las desigualdades en salud y sobre las posibles formas de reducirlas. Los principales objetivos de la Comisión podrían enunciarse así: recoger y resumir la información científica disponible sobre la manera en que factores sociales como las relaciones de empleo, la globalización, los servicios sanitarios, la exclusión social, el género, el ambiente urbano o el desarrollo infantil generan desigualdades de salud en el mundo entero. Otro objetivo sería poder hacer recomendaciones políticas para su reducción.

Las causas de la salud y la desigualdad son múltiples. Para la que podemos denominar “ideología biomédica dominante” las principales causas que en la actualidad producen los problemas de salud y por extensión la desigualdad en salud, tienen que ver con las causas genéticas, las “elecciones personales”, como las prácticas dietéticas o el hábito de fumar o, en otro plano, con el acceso y calidad de los servicios sanitarios disponibles. Sin embargo, todas esas causas no pueden explicar todas las grandes desigualdades en la salud de la población. Las causas fundamentales se encuentran en otra parte, en el complejo entramado de factores económicos y políticos presentes en cada comunidad (3). En general, afecta sobre todo a los grupos más explotados, oprimidos o excluidos de la sociedad. Es decir, a los trabajadores y trabajadoras más pobres, a las clases y sectores sociales más explotados (por ejemplo, en situación de precariedad laboral). Y esto no es ningún secreto. Hace ya tiempo que hay abundante investigación al respecto. Las desigualdades se producirían porque las clases sociales más bajas estarían más expuestas a situaciones menos saludables que las clases sociales altas. Las clases sociales más bajas trabajan en ocupaciones que están más sometidas a factores de riesgos físicos, químicos y psicosociales, habitan en residencias de menos calidad y viven en áreas de más contaminación ambiental (4). Y es también entre los sectores sociales más oprimidos, por ejemplo en las mujeres pobres desempleadas que viven solas con sus hijos, en los desempleados sin recursos, o en los inmigrantes ilegales más pobres a quienes se les niega el trabajo; entre los excluidos, a personas sin techo o en situación de grave marginación social donde se encuentran los peores indicadores de salud, como pone de manifiesto el informe.

Llamamiento urgente a los gobiernos

Los autores del informe instan a los gobiernos, a la sociedad, a la OMS y otras organizaciones a unirse para adoptar medidas encaminadas a mejorar la vida de los ciudadanos, y plantean el objetivo de lograr la equidad sanitaria "en el lapso de una generación". "Pero si continuamos como hasta ahora, no tenemos ninguna posibilidad de lograrlo", advierten. Plantean que deben mejorarse, como primera medida, las condiciones de vida, y luchar, además, contra la distribución desigual del poder, el dinero y los recursos. "El desarrollo de la primera infancia determina de forma decisiva las oportunidades en la vida de una persona y la posibilidad de gozar de buena salud", afirman.

En el informe se constata que unos 200 millones de niños en el mundo no se desarrollan plenamente, lo que tiene enormes consecuencias para su salud. "Una buena alimentación es fundamental y empieza en el útero materno, lo que exige que la madre se alimente correctamente". Por otra parte, el lugar donde vive la gente afecta a su salud y a sus posibilidades de tener una vida próspera. Por ello, plantean que "para alcanzar la equidad sanitaria es esencial que haya comunidades y barrios que tengan acceso a bienes básicos, gocen de cohesión social y hayan sido concebidos para promover el bienestar físico y psicológico y protejan el medio ambiente".

En la actualidad cuatro de cada cinco personas en el mundo carece de seguridad social. Los autores recuerdan que la atención sanitaria "es un bien común, no un producto comercial", por lo que recomiendan financiar el sistema sanitario "mediante impuestos o un seguro universal obligatorio".

La combinación tóxica de factores sociales, muestra la Comisión, daña la salud de las personas en peor situación social y empeora también otros factores de riesgo ya que, por ejemplo, las clases sociales más pobres tienen menos recursos y oportunidades de alimentarse adecuadamente, fuman y beben en exceso con mayor frecuencia debido a su estrés, sus servicios sanitarios son más incompletos y de menor calidad. Todo ello daña a su biología, genera enfermedad y aumenta el riesgo de fallecer. La investigación de la Comisión también muestra como la hipercolesterolemia o la diabetes son más frecuentes entre las clases sociales pobres y como también se producen con más frecuencia entre ellas las alteraciones genéticas que producen un mayor número de cánceres y enfermedades” (5).

Perspectivas del informe

A pesar de los datos apabullantes que se exponen en el informe y de la importancia que puedan tener en cuanto a reconocer que existen desigualdades en salud, que se producen fundamentalmente por causas económicas y políticas y que también podemos actuar políticamente para cambiar esa realidad, es difícil poder pensar que en un contexto como el actual de crisis hipotecarias y financieras, de dedicación de miles de millones al rescate de la banca, de cierre o ajustes de empresas y de pérdidas de miles de puestos de trabajo, este informe vaya a tener un papel muy importante en la agenda política, a pesar de la estrecha relación existente entre los factores sociales y económicos con la salud, que se ponen bien de manifiesto en dicho documento. El impacto que pueda tener un informe como este dependerá de muchos factores obviamente, pero hay que reconocer que comparado con muchos informes anteriores de la OMS, en éste se llegan a decir algunas cosas bastante claras, sin tantas ambigüedades (muy característico de estos informes): “Esa distribución desigual de experiencias perjudiciales para la salud no es, en ningún caso, un fenómeno “natural”, sino el resultado de una nefasta combinación de políticas y programas sociales deficientes, arreglos económicos injustos y una mala gestión política”. Y las orientaciones también son concisas: “la comercialización de bienes sociales esenciales como la educación y la atención médica genera inequidad sanitaria. La prestación de tales bienes sociales esenciales ha de estar regida por el sector público, y no por la ley del mercado.” O también, en el mismo, podemos encontrar más adelante: “A medida que aumenta la globalización y la interdependencia entre los países, los argumentos a favor de una estrategia mundial en materia de impuestos cobran mayor peso.”(6) Ahora bien, como señalan Joan Benach y Carles Muntaner: “sin transformar la estructura económica y política a nivel nacional e internacional, es decir las desigualdades de poder y de recursos económicos que atenazan al planeta no será posible reducir las desigualdades en salud. Por ello hace falta empezar por aumentar la igualdad social con un reparto más equitativo de la riqueza y una redistribución más igualitaria del poder internacional… Necesitamos por tanto políticas fiscales progresivas y políticas sociales que reduzcan el desempleo, la precariedad laboral y la marginación y que incrementen el acceso y la calidad de la educación, la vivienda y los servicios sanitarios entre quienes más lo necesitan… si lo que se quiere conseguir es que la población mejore sustancialmente su nivel de salud y se reduzca la desigualdad, inevitablemente habrá que hacer frente a intereses muy poderosos y cambiar de forma drástica la mayoría de los sistemas políticos y económicos actuales” (7). Unas palabras que exponen claramente cuál es el camino por donde tendrán que ir de verdad las mejoras para la población. Opción que no parece que sea la prioridad de los representantes políticos, en estos momentos de rescates millonarios de la banca.

NOTAS: (1) Este informe se puede consultar en http://www.who.int/social_determinants/resources/articles/emconet_who_report.pdf). (2) El resumen del informe puede leerse en castellano en http://whqlibdoc.who.int/hq/2008/WHO_IER_CSDH_08.1_spa.pdf. (3) Ver entrevista con Carles Muntaner y Joan Benach en http://www.kaosenlared.net/noticia/entrevista-joan-benach-carles-muntaner-desigualdades-salud-epidemia-po Joan Benach y Carles Muntaner son directores de la Red de Condiciones de Empleo y Desigualdades en Salud que forma parte de la Comisión de Determinantes Sociales de Salud de la OMS. Ambos son profesores de salud pública en la Universidad Pompeu Fabra y Universidad de Toronto, respectivamente. (4) Davey Smith G. et al. (1996): “Socioeconomic differentials in mortality risk among men screened for multiple risk factor intervention trial: I White men”. Am. J. Public Health 86: 486-496. (5) ver resumen del informe en castellano en http://whqlibdoc.who.int/hq/2008/WHO_IER_CSDH_08.1_spa.pdf. (6) ibid. (7) http://www.kaosenlared.net/noticia/entrevista-joan-benach-carles-muntaner-desigualdades-salud-epidemia-po

Sergi Raventós trabaja en una fundación sociosanitaria de salud mental en Barcelona desde hace años, de la que también es representante sindical. Actualmente realiza el doctorado en Sociología en la Universidad Autónoma de Barcelona.

www.sinpermiso.info, 9 noviembre 2008


viernes, 7 de noviembre de 2008

Diez ideas para la cumbre

En términos médicos, se define como enfermedad sistémica aquella que afecta a todo el organismo. Las crisis económica, ecológica, hídrica, energética, política y alimentaria son parte de una crisis sistémica que afecta a todo el planeta. Como pasa con todas las enfermedades, necesitamos rápidamente ponerle tratamiento. A este respecto, me parece que deberíamos prestar atención a las siguientes diez medidas, enmarcadas en un particular manifiesto llamado Vivir bien.

“Primero, si queremos salvar al planeta Tierra para salvar la vida y a la humanidad, estamos en la obligación de acabar con el sistema capitalista. Los graves efectos del cambio climático, de las crisis energéticas, alimentarias y financieras son producto del sistema capitalista vigente, inhumano con su desarrollo industrial ilimitado.

Segundo: renunciar a la guerra, porque de las guerras no ganan los pueblos, sólo ganan los imperios; no ganan las naciones, sino las transnacionales. Los trillones de millones que se destinan a la guerra deben ser destinados para reparar y curar a la madre Tierra, que está herida por el cambio climático.

Tercera propuesta para el debate: un mundo sin imperialismo ni colonialismo, donde las relaciones deben estar orientadas en el marco de la complementariedad, y tomar en cuenta las profundas asimetrías que existen de familia a familia, de país a país y de continente a continente.

El cuarto punto esta orientado al tema del agua, que debe ser garantizada como derecho humano y evitar su privatización y concentración en pocas manos, ya que el agua es vida.

Como quinto punto, debemos buscar cómo acabar con el derroche de energía. En 100 años estamos acabando con la energía fósil creada durante millones de años. Como algunos presidentes reservan tierras para automóviles de lujo y no para el ser humano, debemos implementar políticas para frenar los agrocombustibles y de esta manera evitar hambre y miseria para nuestros pueblos.

Como sexto punto: respecto a la madre Tierra. El sistema capitalista la trata como materia prima, pero la Tierra no puede ser entendida como una mercancía. ¿Quién podría privatizar o alquilar a su madre? Es necesario que organicemos un movimiento internacional en defensa de la madre naturaleza para recuperar la salud de la madre Tierra y restablecer la vida armónica y responsable con ella.

Un tema central, como séptimo punto para el debate, es que los servicios básicos –agua, luz, educación, salud– deben ser tomados en cuenta como derechos humanos.

Como octavo punto, consumir lo necesario, priorizar lo que producimos y consumimos localmente, acabar con el consumismo, el derroche y el lujo. Debemos priorizar la producción local para el consumo local, estimulando el autosostenimiento y la soberanía de las comunidades dentro de los límites que la salud y los recursos menguados del planeta permitan.

Como penúltimo punto, promover la diversidad de culturas y economías. Vivir en unidad respetando nuestras diferencias, no solamente fisonómicas sino también económicas; economías manejadas por las comunidades y las asociaciones.

Y, como décimo punto, planteamos vivir bien, no vivir mejor a costa del otro, sino un vivir bien basado en la vivencia de nuestros pueblos, las riquezas de nuestras comunidades, tierras fértiles, agua y aire limpios. Se habla mucho del socialismo, pero hay que mejorar ese socialismo del siglo XXI, construyendo un socialismo comunitario o sencillamente el vivir bien, en armonía con la madre Tierra, respetando las formas de vivencia de la comunidad”.

Con mucha anticipación, y también con más acierto a las reacciones que ahora aburren, se presentó este decálogo en septiembre del año pasado a todos los líderes del planeta reunidos en la Asamblea General de las Naciones Unidas. Las presentó un campesino e indígena y presidente del segundo país más pobre de América Latina, en donde está llevando adelante luchas y reformas para hacer que el pueblo boliviano recupere su soberanía frente a la oligarquía y las multinacionales. Seguramente por eso, por estar cerca de la realidad de los pueblos empobrecidos, Evo Morales atina en sus propuestas. Podemos optar por medidas conservadoras y medicamentos ya probados que nos devolverán un paciente intubado y con alimentación artificial, en estado crítico y sin posibilidad de curación completa. O plantearnos tratamientos audaces, alternativos, antes nunca usados en aras de un vivir bien colectivo y renovado.

Hace 60 años, el mundo asumió un discurso único para superar las secuelas de la Segunda Guerra Mundial con la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Sin embargo, el avance en el respeto y realización de esos derechos humanos se ha visto comprometido, cuando no totalmente frenado, por el imperativo del crecimiento económico y la acumulación capitalista, especialmente en estos últimos años dominados por la liberalización salvaje y la desregularización de la economía a escala mundial. Globalización de la economía sin globalización de los derechos humanos, y ahora globalización del nuevo desastre, un coste sobreañadido a las ya sobrecargadas espaldas de la población más pobre del planeta, y especialmente de aquellos grupos de personas que los modelos sociales imperantes colocan estructuralmente en situación de vulnerabilidad: mujeres, niños y niñas y ancianos.

Las medidas propuestas por Evo Morales deberían estar sobre la mesa de la cumbre del G-20 en Washington el próximo 15 de noviembre y jugar ese papel global que nos llevase a profundizar en políticas basadas en esos derechos humanos para alcanzar la igualdad de todos los seres humanos en sano equilibrio con el planeta.

Gustavo Duch es director de Veterinarios sin Fronteras

Público 7/11/2008